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lunes, 4 de junio de 2018

Un año para Pedro Sánchez


La posición del gobierno de Sánchez es muy inestable. No puede obtener mayorías reforzadas en el Parlamento sin C’s o PP. Para ganar votaciones por mayoría absoluta necesita a UP, PdCat, ERC y PNV (ni Bildu ni NC importan para esto). Para las mayorías simples podría prescindir de uno de esos apoyos, pero solo de uno y si lo que hace es abstenerse. Cualquier desavenencia, malentendido o reivindicación imposible de ceder por parte del PSOE puede dejar a Sánchez sin posibilidad de aprobar leyes. Mi opinión es que, ante esto, la mejor estrategia de Sánchez es convocar elecciones cuanto antes. El PP está tocado, casi hundido, a C’s no le ha salido bien su estrategia de hacer dimitir a Rajoy y, por primera vez en mucho tiempo, Sánchez aparece como el cambio frente a Rajoy en lugar de Rivera. Cualquier error en esos meses de presidente puede deshacer la buena jugada o buena suerte que le ha llevado a la Moncloa, dando argumentos a Rivera, que podrá acusarle de querer el poder a cualquier precio y de ceder ante los independentistas.

La estrategia de Sánchez parece que será aguantar un año antes de convocar elecciones, confiando en afianzar el ímpetu que le ha llevado a la presidencia para tener todavía mejores resultados cuando haya elecciones. ¿Cuál es su mejor estrategia si sigue esta opción? Dentro de toda la inestabilidad de la situación hay una circunstancia que debe hacer valer en su favor. Los grupos que le han apoyado en la moción de censura solo tienen una bala. O, al menos, esto es lo que tiene que dejarles claro Sánchez. Y, si solo tienes una bala, tienes un gran problema para decidir cuándo usarla. Esto le puede dar a Sánchez el tiempo que necesita.

Un gobierno puede tener el parlamento en contra no más que unas pocas semanas. Puede gobernar por decreto, puede vetar las leyes aprobadas por el parlamento o usar tácticas dilatorias para que no tengan su aprobación definitiva, pero una acción de gobierno así está mostrando una gran debilidad y es susceptible de críticas sociales que dañarán su respaldo en las urnas cuando finalmente convoque elecciones. Así, pues, Sánchez debe dejar claro que rechazará cualquier demanda difícil de satisfacer, y que si eso supone la pérdida de respaldo, se acaba el plan y se va a elecciones. Es una amenaza creíble, por cuanto la alternativa de aceptar es peor. El problema son aquellas demandas que están en el límite. Si Sánchez empieza aceptando una, seguirá teniendo que aceptar más hasta que la acumulación de cesiones tenga como resultado la convocatoria de elecciones, pero en este caso, con la imagen deteriorada del gobierno. También en esto debe ser tajante, so pena de entrar en una pendiente resbaladiza que irá debilitando poco a poco. Por supuesto, también ha de ser tajante con cualquier desobediencia en las instituciones de Catalunya.

Este periodo no está para el “qué hay de lo mío”. Por ejemplo, eliminar la supervisión de las cuentas de la Generalitat solo se deberá hacer tras haber dado apoyo parlamentario y tras haber vuelto claramente a la legalidad, no antes (eso lo escribí antes de que en los periódicos se informara de que, efectivamente, las cuentas se mantendrán intervenidas). La opción que apuntó Sánchez es centrarse en algunas leyes aprobadas por el Parlamento y vetadas por Rajoy (contra la ley mordaza, impuesto al sol,…) o en gestos con mucha repercusión mediática, pero poco presupuesto, como el Comisionado contra la pobreza infantil. Será difícil para ningún grupo que las apoyó dejar de hacerlo ahora. Tras unos cuantas actuaciones en este sentido, la imagen de Sánchez saldrá reforzada. Será imposible ponerse de acuerdo para grandes cambios (financiación autonómica, ley del poder judicial, reforma laboral,…), así que en cuanto haya recogido unos pocos éxitos debe convocar elecciones antes de tentar más la suerte. Es una jugada arriesgada, pero no veo más opciones sin convocar elecciones enseguida.

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Hace cinco años en el blog: El valor de una vida estadística (1).
Y también: El valor de una vida estadística (2).
Hace tres años en el blog: Elección de alcalde en las 20 ciudades más pobladas.
Y también: Corpus Christi o el canibalismo católico.
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sábado, 2 de junio de 2018

Qué quieren los catalanes (actualización)

Esta es una actualización de mi análisis publicado en el blog Nada es Gratis sobre los resultados de aplicar distintos modos de decisión en una hipotética consulta a los catalanes sobre la relación entre Cataluña y España. En aquella ocasión se usaban los datos de febrero recogidos por el CEO (el CIS catalán). Ahora uso los más recientes de mayo.


Las opciones presentadas son IND, FED, AUT y REG (independencia, estado federal, autonomía y región), que recogen los apoyos del 40,8%, 22,4%, 24% y 6,3%, respectivamente. Cuando se pregunta solamente IND sí o no, la nueva encuesta recoge un 48% a favor y un 43,% en contra. Obsérvese que los que no contestan representan casi el mismo porcentaje en ambos casos. Igual que en la anterior entrada, consideraré que la diferencia entre los que favorecen la independencia en el segundo planteamiento, pero no en el primero, son federalistas que tienen la independencia como segunda opción. La segunda opción de los autonomistas no está clara, así que consideraré distintas posibilidades. Con estas premisas elaboro la siguiente tabla que refleja los ránkings de preferencia de cinco grupos de personas distintas:


Veamos ahora los distintos sistemas de votación:

Voto sincero

Voto plural (mayoría relativa): Gana IND.

Voto transferible (en cada vuelta se elimina la opción con menos votos): En primera ronda se elimina REG, en segunda ronda se elimina FED y en tercera ronda se elimina AUT, independientemente de las preferencias de los autonomistas entre REG y FED. Gana la opción IND.

Segunda vuelta (las dos opciones más votadas pasan a la segunda ronda): Pasan AUT e IND, entre las que gana IND.

Ganador de Condorcet (se elige la opción que gane todos sus emparejamientos): la opción FED gana a cada una de las demás por separado.

Recuento de Borda (como en Eurovisión, la opción preferida recibe 3 puntos, las siguientes 2, 1 y cero): La opción AUT recibe 163 votos, mientras que la opción FED recibe 203,1 si los autonomistas la prefieren a REG y 179,1 en caso contrario, mientras que si se reparten a medias, se queda con 181,75. Las demás opciones tienen muchos menos puntos. Así que ganará FED en cualquier caso.

Veto (en cada ronda se elimina la que es menos preferida por más votantes): En primera ronda se elimina REG, en segunda ronda se elimina IND y en tercera ronda se elimina AUT, independientemente de las preferencias de los autonomistas entre REG y FED. Gana la opción FED.

Pregunta 2014 (Estado federal sí o no. En caso positivo, independencia sí o no): Estado No: 30,3; Estado Sí; 63,2. Se aprueba el Estado federal. Independencia Sí: 40,8, No: 30,3+22,4. Gana FED.

Voto estratégico

Voto plural: Los regionalistas y autonomistas podrían votar FED, con los federalistas, con lo que ganarían a los independentistas. Eso sería un equilibrio. Otro equilibrio posible sería que independentistas y los federalistas del tipo 1 voten IND y los demás, según sus preferencias. En este caso ganaría la opción IND.

Voto transferible: Ocurriría más o menos lo mismo que con el voto plural.

Segunda vuelta: Votar por AUT en la primera vuelta es reforzar la opción IND en la segunda. Los autonomistas y regionalistas deberían votar estratégicamente FED para que gane a IND. Ganaría FED.

Ganador de Condorcet: Cualquier desviación del voto sincero es muy arriesgada. Por ejemplo, si los independentistas votan por AUT para que FED no gane en el enfrentamiento AUT-FED se consigue un triple empate de consecuencias imprevisibles según la regla de desempate. Gana FED (más seguro) o IND (muy arriesgado).

Recuento de Borda: Autonomistas y regionalistas pondrán a FED en la última posición y AUT en primera. Lo mismo harán independentistas y federalistas con AUT y FED. En ese caso ganará FED, con más votos en primer lugar, siempre y cuando los votos en segundo y en tercer lugar entre IND y REG estén repartidos para que no gane ninguno de ellos. Esto hace del voto estratégico una situación un tanto incierta.

Veto: Sería muy parecido al voto transferible. Ganaría FED.

Pregunta 2014: No hay cambios por voto estratégico dadas las preferencias.

Resumen


Observamos que la opción FED prevalece en la mayoría de los casos, igual que con las preferencias de la encuesta de enero, pero que donde en enero podía ganar la opción AUT, ahora ganaría IND. Dicho de otra manera: la opción FED como ganadora es muy estable aún con los cambios en las preferencias recogidos por las distintas encuestas, todo lo contrario de las otras opciones, que se presentan mucho más versátiles.

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Hace cinco años en el blog: Marxismo vs Economía moderna (3).
Y también: Vuelve el debate sobre las copias privadas.
Hace tres años en el blog: A quién votar (3).
Y también: La implantación de Podemos y Ciudadanos tras las elecciones.
Y también: Esto es lo que hizo Nash.
Y también: España es una potencia en Economía Experimental. El Ministerio reacciona cargándosela.
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miércoles, 18 de abril de 2018

Mayoría con veto versus unanimidad (2)

Esta es la segunda parte de la versión en español de mi artículo de marzo en Mapping Ignorance. Debe leerse la primera parte para entender esta.


El ejemplo de la entrada anterior ilustra los dos resultados de Bouton et al. (2018) [1]: 
  1. Las reglas mayoritarias con poder de veto son preferidas a la regla de unanimidad por todos los votantes.
  2. Las reglas mayoritarias con poder de veto son eficientes ex-ante (seleccionan la opción que los votantes estiman correcta antes de conocer su información privada) en una clase amplia de situaciones. 
En el ejemplo, la regla de mayoría con derecho de vero es eficiente también si los jugadores aprenden la toda información. En casos más complicados, los agentes pueden diferir sobre la bondad de la reforma después de tener la información completa, pero si están de acuerdo que es buena con la información que tienen a la hora de emitir el voto, será eficiente ex-ante que la aprueben. 

Hay muchos más detalles para generalizar el ejemplo. Uno de los más importantes es asegurarse de que los agentes votan “bien” en el equilibrio, lo que significa que el voto estratégico no impide que el mecanismo funcione como se pretende. El agente que prefiere el statu quo siempre querrá usar su veto. Solo los agentes a quienes gusta la reforma son potencialmente problemáticos. Si la información negativa es igual de precisa que la positiva, los agentes votarán según la información que obtienen. Si hay asimetría en la información, los agentes que reciben la información menos precisa pueden estar indiferentes entre votar de una u otra manera. Mientras la información negativa no sea muy precisa, los agentes no usarán su poder de veto, pero cuando se alcanza un límite empezarán a vetar con alguna probabilidad. La clave es ver que en caso de indiferencia (entre sí y no, o entre no y veto), las probabilidades de votar de una manera u otra en equilibrio son las adecuadas para la eficiencia del resultado. 

En el equilibrio de agregación de información en el juego general, el comportamiento de los agentes puede interpretarse como una combinación entre lo que harían según la regla de unanimidad y lo que harían según la regla de mayoría (con o sin poder de veto). El veto permite a los agentes reproducir cualquier estrategia que se pueda jugar en cualquiera de las dos reglas. En particular, usan su poder de veto para proteger su interés privado (lo que no pueden hacer en la regla mayoritaria), y votarán contra la reforma (sin vetarla) cuando tengan un informe negativo, pero no concluyente, sobre ella (lo que no pueden hacer con la regla de unanimidad). 

Tras resolver el equilibrio, los autores llegan a poder estudiar la eficiencia de la regla de mayoría con veto, y muestran que los agentes la prefieren sobre la de unanimidad para una elección adecuada del número de vetos necesario para vetar de hecho una reforma. También muestran que para todos los problemas hay siempre una regla de veto que es eficiente, y que la regla de veto donde se necesita una mayoría de vetos para, efectivamente, vetar la reforma es asintóticamente eficiente a medida que el número de votantes tiende a infinito. 

En palabras de los autores, además de las fuertes propiedades teóricas, la simplicidad de la regla del veto la hace particularmente atractiva en aplicaciones reales. Como se ha discutido, hay grupos de agentes que usan este sistema o alguna de sus variantes. Aún así, hay muchos otros que usan la regla de unanimidad o el consenso, incluyendo la OTAN, el Consejo de la UE en temas sensibles, y Mercosur. Los resultados sugieren que (i) deberían considerar el uso de la regla del veto, y que (ii) esta reforma institucional no debería encontrar mucha resistencia. 

Referencias: 

Bouton, L.; Llorente-Saguer, A., y Malherbe, F. 2018. Get Rid of Unanimity Rule: The Superiority of Majority Rules with Veto Power. Journal of Political Economy 126:1, 107-149.

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Hace cinco años en el blog: El bitcoin explicado sin tonterías.
Hace tres años en el blog: Shakespeare escéptico y burlón.
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lunes, 16 de abril de 2018

Mayoría con veto versus unanimidad (1)

Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de marzo en Mapping Ignorance.


En muchas decisiones de grupo se requiere unanimidad para asegurarse que una reforma será adoptada solamente si beneficia a todos los miembros. Las organizaciones multinacionales son tal vez el mejor ejemplo de este hecho. Sin embargo, cuando los miembros tienen información incompleta y privada sobre la conveniencia de la reforma, la regla de mayoría con poder de veto funciona mejor en el sentido de que sería preferida a la regla de unanimidad por parte de todos los participantes antes de que adquieran su información privada. Esta es la tesis del trabajo de Bouton et al. (2018) [1].

Considérese el siguiente ejemplo. Hay tres agentes que tienen que votar sobre si adoptar una reforma o mantener el statu quo. La reforma puede ser buena o mala para todos con iguales probabilidades. Si los agentes supieran que es buena, todos la votarían. En caso contrario, votarían contra ella. Los tres quieren evitar un error en cualquier sentido. Antes de votar, cada agente puede obtener información privada que básicamente indica que la reforma será buena o mala. Sin embargo, la información no está libre de error. Con probabilidad 2/3 la información es correcta. La información recibida por un agente es estadísticamente independiente de la recibida por los otros. Así, si la reforma va a ser buena, la probabilidad de que los tres agentes reciban una información positiva es 2/3x2/3x2/3 = 8/27, la probabilidad de dos positivos y un negativo es 3x2/3x2/3x1/3 = 4/9 (nótese el primer tres en la multiplicación es necesario puesto que la información negativa puede venir de cualquiera de los tres agentes), la probabilidad de un informe bueno y dos negativos es 3x2/3x1/3x1/3 = 2/9, y, finalmente, la probabilidad de tres informes negativos es 1/3x1/3x1/3 = 1/27. Cálculos similares muestran que si la reforma va a ser mala, las probabilidades de tres, dos uno o ningún informe negativo son 8/27, 4/9, 2/9 y 1/27, respectivamente. Usando la regla de Bayes uno puede comprobar que si hay dos informes positivos la probabilidad de que la reforma sea buena es 2/3: la probabilidad de dos positivos si la reforma es buena es 4/9 y si es mala, 2/9, dando una proporción de 4 a 2 (o 2 a 1) a favor de la hipótesis de que la reforma es buena. De manera similar, dos informes negativos implican que la reforma es buena con probabilidad 1/3. 

Así, en este ejemplo, si hay al menos dos informes positivos, la reforma debería ser aprobada según las expectativas de los tres agentes. El agente que recibe el informe negativo quiere que la reforma se apruebe si los otros dos agentes reciben sendos informes positivos. Si votaran basándose solo en su información privada, el agente con el informe negativo votaría en contra. La regla de unanimidad implicaría que la reforma no se aprobaría con dos votos, mientras que la regla de mayoría implicaría que sería aprobada. 

En el ejemplo, todos los agentes prefieren la reforma si esta es buena. Si lo complicamos para incluir la posibilidad de que algunos agentes prefieran el statu quo incluso si la reforma es buena, la regla de mayoría no mejoraría para estos agentes, pero la regla de mayoría con derecho de veto, sí lo haría. Con esta nueva regla, el agente que prefiere el statu quo vetaría la reforma, mientras que el agente que prefiere una buena reforma, pero recibe un informe negativo votará en contra (o se abstendrá), pero no ejercerá el poder de veto. Así, la reforma saldrá adelante sí y solo sí es satisfactoria para todos los miembros.

Referencias:

Bouton, L.; Llorente-Saguer, A., y Malherbe, F. 2018. Get Rid of Unanimity Rule: The Superiority of Majority Rules with Veto Power. Journal of Political Economy 126:1, 107-149.

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Hace cinco años en el blog: Cuándo funciona bien la planificación.
Hace tres años en el blog: Sobre la definición de pseudociencia.
Y también: La debilidad del marxismo y del psicoanálisis.
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sábado, 26 de agosto de 2017

¿Sabemos lo que quiere el pueblo?


La irrupción de los nuevos partidos ha atraído una renovada atención por los sistemas de votaciones. En esta entrada voy a recordar un ejemplo que se deberíamos estudiar todos desde pequeñitos, antes de que nos dejen votar. Es muy sencillo e ilustra cómo no existe “lo que quiere el pueblo”, la antesala al concepto de que no existe un sistema de votación (o de agregación de preferencias) que tenga todas las propiedades que nos gustaría (ver aquí).

Pongamos que hay una sociedad con 100 personas divididas en seis partidos (PT, PU, PV, PX, PY y PZ). Deben elegir entre cinco propuestas distintas, pero cada grupo las ordena de mejor a peor según se indica en la tabla.

Partido (# personas)
PT (33)
PU (16)
PV (3)
PX (8)
PY (18)
PZ (22)

---------
---------
--------
--------
---------
---------
Ránking
A
B
C
C
D
E
B
D
D
E
E
C
C
C
B
B
C
B
D
E
A
D
B
D
E
A
E
A
A
A

Por ejemplo, las 100 personas pueden ser parlamentarios, los grupos, partidos políticos y las propuestas, candidatos a la presidencia.

Cuál es el candidato que debe ser elegido? Es pregunta trampa, no hay tal cosa como “el que debe ser elegido” (enunciado normativo) sin hacer referencia a una norma, y la norma puede ser una entre muchas, sin que ninguna de ellas sea claramente la más justa y mejor. Tomemos cinco posibles normas (sistemas de votación) y veamos quién gana si las personas votan sinceramente:

Regla de la pluralidad (mayoría relativa): Cada uno vota la propuesta preferida y la que más votos obtenga es la que sale elegida.

Gana A con 33 votos frente a los 16 de B, los 11 de C, los 18 de D y los 22 de E.

Recuento de Borda: Cada votante asigna cuatro puntos a su propuesta preferida y luego tres, dos, uno y cero a cada una de las siguientes según decrezcan sus preferencias. Gana la que más puntos tenga.

Gana B, que suma 33x1 + 16x4 + (3+8+22)x2 + 18x1 = 171 puntos, más que cualquier otro (p.e., A suma 33x4 + 3x1 = 136).

Método de Condorcet: Gana aquella propuesta que vence a cada una de las demás por separado. (No siempre hay un ganador de Condorcet).

Gana C: Cuando se enfrenta a A, C tiene 77 votos (y A el resto hasta 100). Frente a B, D, y E, la propuesta C tiene 51, 66 y 60, respectivamente.

Voto único transferible (segunda vuelta instantánea): Se vota una primera ronda, la propuesta con menos votos se elimina. Se vota una segunda vuelta entre las restantes, de nuevo se elimina la menos votada. Así hasta que solo queda una.

Gana D: En al primera ronda se elimina C. En la segunda ronda, de los 11 que votaron C, 3 votarán D y 8 votarán E (de ahí lo de transferible) y se eliminará B. En tercera ronda los 16 votos de B pasan a D y la cosa queda: A con 33, D con 37 y E con 30, con lo que se elimina E. Entre A y D gana D con 77 votos.

Doble vuelta: Los dos con más votos en una primera vuelta se enfrentan en segunda vuelta. Quien más votos tenga en la segunda vuelta, gana.

Gana E: En primera vuelta A y E quedan primero y segundo, respectivamente. En la segunda vuelta A obtiene 36 votos frente a los 64 de E.

Pues eso. ¿Qué quiere el pueblo?

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Hace cinco años en el blog: La economía de la discriminación (4).
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sábado, 22 de julio de 2017

La razón moral en democracia


(¿Un hombre un voto? - ¿No es eso lo que he estado haciendo?)

He aquí otro problema, esta vez mucho más serio y general, sobre cómo no es posible deducir reglas que obedezcan a principios aparentemente bien racionales, simplemente porque no existen. Esto obliga a elegir reglas imperfectas, por así decirlo, sobre las cuales habrá disparidad de opiniones.

El problema es el de elegir un sistema de elección social (p.e. un sistema de votaciones). No queremos uno cualquiera (p.e., el que elija la opción que obtenga 4.533 votos), así que convengamos unos mínimos de coherencia. Para facilitar la decisión centrémonos en los sistemas en los que hay que elegir una alternativa entre varias (un presidente, un proyecto ciudadano, un sí o un no en un referéndum,…). He aquí los criterios.
  1. Transitividad. Si se determina que A se elige ante B y B ante C, entonces A debe ser elegido frente a C.
  2. Unanimidad. Si todo el mundo prefiere A a B, entonces se elige A.
  3. Independencia de alternativas irrelevantes. La elección entre A y B depende sólo de las preferencias que los individuos tengan sobre A y B.
  4. No dictadura. La regla no elige siempre según las preferencias de un individuo en particular.
El punto 3 merece un poco más de explicación. Imaginémonos que estamos en un restaurante y pedimos la carta. Nos dicen que hay carne y pescado. Elegimos la carne. En ese momento, el camarero nos informa de que también hay ancas de rana. Ante la nueva información elegimos pescado. Este extraño cambio de parecer es el que evita la independencia de alternativas irrelevantes.

Estos puntos son perfectamente formalizables matemáticamente. Arrow lo hizo y, a continuación, enunció y demostró que no existe ninguna manera de elegir socialmente que cumpla los cuatro principios. Además, se ganó el Nobel. El esquema de la demostración es ilustrativo. Lo que hizo fue suponer que se cumplen los primeros tres puntos y demostró que sólo la regla dictatorial los cumple.

Así que, o bien aceptamos a un dictador, o tenemos todos las mismas preferencias o tenemos que renunciar a algún otro principio. De nuevo, no existe la regla racional de elección. En particular, tampoco existe el sistema de votaciones ideal.

lunes, 26 de junio de 2017

La disputa del centro con cuatro partidos

Cuando en un sistema democrático hay dos partidos grandes, hay también una tendencia a que ocupen el centro político. Si ocupan otra posición, por ejemplo uno se coloca en el medio de la izquierda y otro en el medio de la derecha, cualquiera de ellos espera ganar votos desplazándose en la dirección del otro partido. De tener más o menos la mitad del electorado pasaría a tener bastante más. En la medida que a los partidos les importe ganar votos, la fuerza de este equilibrio no debe ser desdeñada. Es cierto que los partidos pueden tener también preferencias por unas políticas u otras, pero no menos cierto es que ninguna política se llevará a cabo sin ganar las elecciones.

Figura 1

Con cuatro partidos grandes la cosa cambia. Si los cuatro se quedan en el centro, cualquiera de ellos ganará si se escora hacia un lado. Pasaría de estar dividiéndose entre cuatro a todo el electorado a tener prácticamente la mitad para sí. Algo parecido, pero todavía más marcado, sucede si los cuatro coinciden en cualquier otro punto del espectro político. Tampoco puede haber tres juntos en un sitio (por ejemplo, en algún lugar del centro o del centro izquierda) porque entonces el cuarto que está suelto ganaría aproximándose a esos tres por la parte en la que han dejado más espacio. Pero tras juntarse estaríamos en la situación anterior, que sigue sin ser de equilibrio.

El único equilibrio sucede cuando dos ocupan el centro derecha y dos el centro izquierda (Figura 1, donde los porcentajes indican el tanto por ciento de población entre la extrema izquierda y el punto señalado). Los ciudadanos votan al partido más cercano a su ideología, de manera que los dos primeros se reparten la mitad de la izquierda (flechas rojas) y los otros dos la mitad de la derecha (flechas azules). Quien se mueva de ahí perderá votos. Por ejemplo, si uno del centro izquierda se va al centro ganará algunos votos a costa de los partidos de centro-derecha, pero perderá una cantidad idéntica por la izquierda (Figura 2, donde las flechas naranjas muestran lo que gana y pierde con el cambio), que fortalecerá a su rival más cercano. Pruebe el lector para ver que ninguna otra configuración es de equilibrio. Aquí hay una demostración formal. Para que esto sea así es necesario que los partidos solo estén interesados en ganar votos y que los votantes estén distribuidos uniformemente en el eje izquierda-derecha y solo les importe ese eje.

Figura 2

Esto viene a cuento porque desde hace tiempo vengo diciendo que veríamos la C’s ir a la derecha y al PSOE hacia la izquierda (véase aquí, aquí, aquí y aquí). No es que vayan a coincidir, puesto que hay más variables además de ganar votos, pero sí que tenemos una fuerza que los llevará en esa dirección. Desde entonces hemos visto a C’s renunciar a la Socialdemocracia y al PSOE elegir a la versión más a la izquierda de Sánchez. No es que yo diga que eso es lo que deben hacer los partidos ni que yo quiera que lo hagan, es simplemente entender que esa fuerza existe y tira de los partidos, independientemente (o además de) de cualquier otra consideración. Sin entenderla no se entiende una parte importante de la evolución que hemos visto en los últimos tiempos.
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Hace cinco años en el blog: Alemania-Grecia.
Y también: Por encima de nuestras posibilidades.
Hace tres años en el blog: Al monte se va con botas: El anteproyecto de reforma fiscal.
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lunes, 29 de mayo de 2017

Reflexiones en torno al referéndum catalán


He dicho en más de una ocasión que si en Catalunya (o en Euskadi) una mayoría de la población desea la independencia de manera persistente, es mi opinión que debería articularse la manera de que se llevara a cabo. Pensar lo anterior no me impide ver las dificultades de que tal cosa suceda, ni las malas argumentaciones o estrategias desarrolladas en el lado de los independentistas o las buenas desarrolladas en el lado no independentista (y viceversa). Apuntaré en esta entrada las dificultades a la hora de plantear e interpretar resultados en un referéndum.

Hoy por hoy, la independencia de Catalunya es imposible sin cambiar la Constitución para reconocer esa posibilidad. Al decir esto descarto la secesión por la fuerza (como Kosovo) o el mantenimiento de una independencia de hecho aún sin ser declarada (como Taiwán). En las circunstancias más proclives a permitir la independencia esto implicaría:
  1. Un primer referéndum para conocer si hay una mayoría de catalanes a favor de la independencia.
  2. Una propuesta de cambio en la Constitución para permitir la independencia de Catalunya (y, seguramente, de otras comunidades autónomas).
  3. Un segundo referéndum en toda España para aprobar la nueva Constitución.
  4. Un tercer referéndum para que en Catalunya se acepte la independencia según los acuerdos que haya habido entre el Gobierno central y la Generalitat.
El primer referéndum (presumiblemente están pidiendo desde la Generalitat) solo sería para empezar a hablar. Fijémonos qué distinto sería ese referéndum respecto de otros, donde el Gobierno tiene potestad para legislar lo que salga de él (la adhesión a la OTAN, la inclusión de una provincia en una comunidad autónoma o la aceptación de la Constitución Europea, por poner unos ejemplos). Esta característica del primer referéndum hace que sea difícil interpretar su resultado, puesto que mucha gente puede votar a favor de la independencia a pesar de no quererla, y solamente como manera de presionar para que el gobierno central favorezca a esta comunidad (con mayores competencias, inversiones o mejor financiación). Ya sé que la única interpretación oficial es la literal, pero importará saberlo (miremos cómo se nos quedó el Brexit).

Según la Constitución actual, el referéndum solo puede ser convocado por el Gobierno. Hay quien dice que no puede hacerlo porque no se puede preguntar por algo ilegal o porque se trata de un tema de soberanía que afecta a todo el país. Sin embargo, puesto que todos los referéndums son consultivos y puesto que las consecuencias de un resultado a favor de la independencia no implicarían su reconocimiento sino una propuesta de cambio constitucional que luego sería refrendada o no por el conjunto de España, no veo impedimentos legales.

El referéndum sería posible. Para los independentistas sería, además, deseable por razones obvias. Para los no independentistas puede no serlo por no querer dar pasos hacia la independencia, pero he dicho que me ponía en el caso más favorable a permitir la independencia. Aun así, un gobierno central abierto a dejar decidir a los catalanes puede pensar que el referéndum no se está solicitando con un respaldo suficiente a favor de la independencia porque no los partidos que apoyan la independencia no tienen mayoría de votos o porque parte de quienes se manifiestan a favor de la independencia en realidad quieren forzar más autogobierno. Incluso si eso no es así y la mayoría está clara, también puede pensar que implicaría abrir un cambio constitucional que nunca será refrendado y solo llevaría a crear divisiones y frustraciones. Por supuesto, también el gobierno central puede no querer el referéndum para poner las cosas difíciles y forzar que la mayoría catalana acepte otra solución o por cualquier otra razón, pero recuerdo una vez más que estoy en el caso más proclive al referéndum.

En el caso de haber sido el primer referéndum favorable a la independencia, el segundo referéndum es lo más problemático de todo. Cualquier intento de independencia de Catalunya debe pasar por su aceptación en el resto de España. Eso implica, creo yo, que la mejor acción política por parte de los independentistas es aquella que se refiera a conseguir esta aceptación. De un par de años a esta parte, esta ha aumentado si la medimos por los apoyos que consiguen los partidos que aceptarían una voluntad clara y persistente por la independencia entre los catalanes. Con todo, la suma de Unidos Podemos y partidos nacionalistas de otras comunidades está lejos de constituir un apoyo mayoritario, como por otra parte indican también las encuestas. Sabiendo esto, ¿cuál sería el propósito de forzar el primer referéndum cuando claramente no se pasaría el segundo? Dicho de otro modo: un resultado positivo en el primer referéndum ¿hará que aumente el apoyo a permitir la independencia catalana en la sociedad española? ¿lo hará más que otro tipo de acciones? Yo no lo sé.


El tercer referéndum es el más fácil y claro. Ese sería el equivalente a los referéndums de Quebec y Escocia y no el primero. A pesar de que, como siempre, pueda haber quien vote a favor o en contra no porque sea esa su preferencia sino como premio o castigo a quien sea, confrontada la sociedad catalana con la elección definitiva, no hay mucho espacio al voto estratégico, aunque sí al vértigo (como en Quebec o Escocia). Sí es sí y no es no. Bueno, no exactamente. Si, por ejemplo, se pone la condición de que no habrá un segundo referéndum hasta unos años después en caso de que salga el no o que deberá haber uno segundo de ratificación al cabo de pocos años si sale el sí, el campo para el voto estratégico aumentará. Me permitiréis que no me extienda en ello al ser una posibilidad lejana y llevar escritas casi mil palabras.

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Hace cinco años en el blog: Huelga en la enseñanza.
Y también: Manifiesto por la Educación.
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Y también: Sobre el palo al bipartidismo.
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viernes, 28 de abril de 2017

Índices de democracia

En una sesión del Seminario Interdisciplinar que llevamos entre tres profesores (de Filosofía, CC Políticas y Economía) se pidió a los alumnos que opinaran sobre dos índices de democracia, el de la revista The Economist y el de Freedom House. A los alumnos se les había puesto como tarea documentarse sobre ellos y preparar comentarios a las preguntas que se les planteó. Básicamente se les pedía que opinaran sobre lo que mide y cómo lo hace cada uno de los dos índices, que se resume a continuación.

Freedom House:

El índice se confecciona entre 100 analistas externos y externos y casi 30 asesores de la academia, think tanks y comunidades de defensa de los derechos humanos. La puntuación se discute y defiende con documentación sobre la situación en cada país.

Derechos políticos: Proceso electoral, pluralismo político y participación, funcionamiento del gobierno.

Libertades civiles: Libertad de expresión y de conciencia, derechos de asociación, imperio de la ley y autonomía personal y derechos individuales.


The Economist:

Se presentan respuestas a 60 preguntas realizadas por expertos y por encuestas en los países. Las preguntas se dividen en cinco categorías: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación política y cultura política. Entre las preguntas hay cuatro preguntas especialmente importantes:

Si las elecciones nacionales son (realmente) libres y justas.
La seguridad (personal) de los votantes.
La influencia de potencias extranjeras en el gobierno.
La capacidad (potencial) de un funcionario civil de implementar políticas.



Siguió un interesante debate, en el que se señalaba, por ejemplo, que el tipo de cuestiones que medía el índice de The Economist indicaba un sesgo ideológico más de derechas que el de Freedom House. A nadie pareció llamarle la atención que, en la práctica ambos índices clasificaran a los países entre más o menos democráticos casi de la misma manera, como se ve en los dos mapas de las figuras. Me he tomado la molestia de mirar los ránkings completos y calcular el índice de correlación entre ellos, que es de 0,95, un valor elevado que indica cómo ambos índices están midiendo más o menos lo mismo.

Otra manera de verlo es que, a falta de examinar la causalidad, la alta correlación sugiere que si uno prefiere las cosas que mide uno de los índices, automáticamente también estará prefiriendo en la práctica las que mide el otro, y viceversa. Y es que a menudo la empiria permite aligerar las discusiones apriorísticas que tanto nos gustan a los seres humanos.

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Hace cinco años en el blog: ¿Existe el problema de la inducción?
Y también: El tercer paso alemán.
Hace tres años en el blog: El ser egoísta.
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sábado, 21 de enero de 2017

La elección de Trump


Trump acaba de tomar posesión como presidente de los EEUU. No sé cuáles de los puntos de su programa podrá llevar finalmente a cabo. Muchas de ellas dependerá mucho de cómo estén las cosas en el Partido Republicano y de cómo se respeten los acuerdos internacionales, pero hay dos cosas que ya han pasado:
  1. Ha mostrado poco aprecio por la ciencia, por decirlo suave, mostrando que no le da importancia al cambio climático y la defensa del medio ambiente y que sigue flirteando con los antivacunas. Lo ha mostrado en los anuncios de algunos de los cargos para puestos altos de su administración. (Véase aquí.)
  2. Ha conseguido que algunas empresas automovilísticas cancelen algunos de sus planes de producción en el extranjero y se queden en EEUU (aquí) y ha amenazado con poner trabas a la importación de automóviles extranjeros (aquí).


Son dos cosas que, aunque vayan en contra de hacer "America great again", no será fácil que eso sea detectado por la población, sobre todo por la proclive a Trump. La razón es que el deterioro del clima es lento y también lo es el deterioro de la economía debido a las barreras comerciales en industrias concretas. El deterioro de la salud podrá ser más visible si se hacen más laxas las leyes sobre vacunación.

Cuando Trump toma una medida que consigue que la Ford no se lleve una planta de Kentucky a México todo el mundo ve claramente quiénes son los beneficiados: todos los trabajadores de esa fábrica en Kentucky, sus familias y su entorno. Es muy fácil encontrar las ganancias. Más difícil es encontrar y contabilizar las pérdidas. Los usamericanos tendrán coches algo más caros. El coste se divide entre millones de consumidores y no será fácil convencer a quien no quiera mirar todos los números que esas pérdidas son mayores que las ganancias, y que las mejores políticas para ayudar a los trabajadores no pasan por proteger artificialmente puestos de trabajo obsoletos, sino por proteger a los trabajadores dándoles acceso a una mejor preparación para manejarse en una economía de mayor valor añadido, que es donde están.

El problema es que en EEUU. estas políticas de ayuda nunca han estado muy bien vistas. La agilidad de la economía usamericana se debe, en parte, a que las empresas se abren y cierran sin mayor consideración. Esto ha permitido que grandes cantidades de trabajadores pasen de un trabajo a otro (se cierran empresas en Michigan, pero se abren en California), pero también ha impedido que muchos trabajadores accedan a una mejor preparación, de manera que sus sueldos no han mejorado. Mejorar la educación y la preparación es trabajoso. La tentación proteccionista, esa que tras la revolución industrial se tardó más de un siglo en vencer para gran beneficio del progreso humano, siempre estará ahí. Los proteccionistas no se acuerdan de lo contagioso y pernicioso que es la limitación del comercio. Igual que les pasa a los antivacunas con las enfermedades que se evitan con un pinchazo.

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Hace cinco años en el blog: La economía de la discriminación (10).
Y también: La economía de la discriminación (11).
Hace tres años en el blog: Los mitos de la razón. El Demonio de Laplace.
Y también: El vídeo de la charla Economía y Pseudociencia.
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jueves, 12 de enero de 2017

Cómo afectan las reglas electorales a la selección política (2)

Esta es la segunda parte de la versión en español de mi artículo de noviembre en Mapping IgnoranceDebe leerse la primera parte para entender esta.


Las hipótesis 

Basándose en los resultados teóricos de su modelo más general los autores encuentran ocho predicciones teóricas: 
  1. La competencia de los candidatos elegidos es mayor en elecciones con sistema plurinominal que en uno con distritos unipersonales. 
  2. La diferencia en competencia de los miembros del Consejo entre el sistema plurinominal y el de distrito unipersonal es mayor en los municipios más heterogéneos. 
  3. En municipios homogéneos, la competencia de los miembros del Consejo no depende del tipo de elecciones. 
  4. Los miembros del Consejo muestran unas preferencias políticas menos sesgadas con el sistema plurinominal en comparación con el sistema de distritos unipersonales. 
  5. Con el sistema plurinominal, si un candidato competente es elegido, el sesgo de los demás miembros del Consejo es menor. Este efecto no se da con los distritos unipersonales. 
  6. Con distritos unipersonales hay una correlación negativa entre la competencia de un representante elegido y el sesgo de sus preferencias. Este efecto no se encuentra con el sistema plurinominal. 
  7. Los proyectos se llevan a cabo más rápidamente en los municipios que usan el sistema plurinominal en comparación con los que usan distritos unipersonales. 
  8. La efectividad de los proyectos de desarrollo, las mejoras en el bienestar económico general y los aumentos en el apoyo a los líderes locales y a los procesos democráticos son todos mayores en los municipios que usan sistemas plurinominales en comparación con los que usan distritos unipersonales. 
El experimento natural 

El Programa de Solidaridad Nacional (NSP, según sus siglas en inglés), diseñado en 2010, es el mayor programa de desarrollo en Afganistán, y se lleva a cabo en 32.000 municipios. El programa tiene dos intervenciones (i) crear un Consejo de Desarrollo Comunitario mediante elecciones y (ii) llevar a cabo proyectos municipales. El NSP realiza un desembolso de 200$ por familia hasta un máximo de 60.000$ por municipio, para financiar proyectos de desarrollo local. Los proyectos se seleccionan por el Consejo y normalmente se concentran en la construcción o rehabilitación de alguna infraestructura, como la conducción de agua potable, canales de regadío, carreteras y puentes o generadores de electricidad, o también en la provisión de desarrollo de capital humano, como cursos de alfabetización o de aprendizaje laboral. Hubo un programa piloto en 250 municipios elegidos de manera aleatoria para evaluar el impacto del programa. Se consideraron dos reglas para elegir el Consejo Comunitario, que correspondían a los sistemas plurinominal y de distritos unipersonales discutidos anteriormente. 

La competencia del candidato se mide usando el nivel de educación o su ocupación. Los autores usan tres medidas de heterogeneidad: la fragmentación de las preferencias sobre los proyectos, la heterogeneidad étnica y el tamaño de los municipios. La calidad (efectividad) de los proyectos se mide usando datos de acceso a agua potable y electricidad, y a la productividad agrícola, que son los objetivos más financiados. 

En general, los autores encuentran evidencias para la mayoría de las predicciones. En particular la calidad de proyectos de desarrollo llevados a cabo era mayor en los municipios a los que se asignó el sistema de elección plurinominal, sin ninguna señal de que la mayor celeridad en el proyecto fuera a costa de sacrificar calidad. Las estimaciones que usaban medidas de bienestar y la opinión de los habitantes, en lugar de medidas objetivas, guardan una débil consistencia con la predicción octava.

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Hace cinco años en el blog: ¿Es la Economía una ciencia?
Hace tres años en el blog: Los mitos de la razón. El Votante Mediano.
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martes, 10 de enero de 2017

Cómo afectan las reglas electorales a la selección política (1)

Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de noviembre en Mapping Ignorance.
Diferentes reglas electorales tienen consecuencias en el comportamiento estratégico de los votantes, en la selección de los políticos y en los resultados de las políticas aplicadas. Hay una amplia literatura sobre la relación entre las reglas electorales y los resultados de las políticas (véase, por ejemplo, Cox, 1997 [1]; Persson y Tabellini, 2000 [2], 2005 [3], y Norris, 2004 [4]). Sin embargo, el alcance de la influencia en la calidad de los políticos elegidos ha recibido una atención limitada. Beath et al. (2016) [5] se centran precisamente en este tema. Los autores se fijan en dos reglas electorales alternativas: el sistema de elección por distrito, donde solo sale elegido un candidato por distrito, y el sistema de elección plurinominal, donde las circunscripciones son mayores y se eligen múltiples candidatos en cada una de ellas. La cuestión que se estudia es si el uso de una regla frente a la otra tiene consecuencias en la calidad de los candidatos y de las políticas llevadas a cabo. Para ello, los autores primero desarrollan un modelo teórico y después contrastan las predicciones en un experimento natural en Afganistán.

La teoría

Se puede desarrollar una buena intuición sobre cómo las diferentes reglas afectan a la calidad de los candidatos elegidos con una serie de ejemplos sencillos. Consideremos una ciudad lineal que debe decidir dónde colocar un recurso público. Por ejemplo, los habitantes están distribuidos uniformemente a lo largo de una carretera o de un río. Para tomar la decisión tienen que elegir un Consejo de dos miembros donde cada ciudadano es un posible candidato. Todos saben que, una vez elegido, cada miembro del Consejo intentará que el servicio público se localice cerca de su domicilio. Consideremos que los dos miembros del Consejo negociarán de manera que la localización del servicio terminará en un punto equidistante entre los domicilios de ambos. Veamos qué ocurre cuando se usan distintas reglas para elegir los miembros del Consejo y cuando los votantes anticipan las acciones estratégicas de estos miembros.

Sistema plurinominal: Toda la ciudad es una única circunscripción electoral que debe elegir a dos representantes. La localización del servicio público en el punto central de la ciudad gana por mayoría a cualquier otro punto. Para conseguir esta localización hace falta que los dos miembros del Consejo estén a distancias iguales (pero en direcciones opuestas) del centro de la ciudad. Ninguna otra localización recibirá más votos.

Distritos unipersonales: La ciudad se divide geográficamente en dos mitades, la izquierda y la derecha, y cada una elige un miembro del Consejo. En esta situación el voto estratégico implica elegir un representante en el extremo del distrito. Para entender esto, considérese cualquier otra posibilidad, por ejemplo, que cada distrito elige a un candidato que vive justamente en el centro del distrito. Dado esto, el servicio público se localizará en el centro de la ciudad. Pero ahora, la mayoría de los votantes de la parte izquierda preferirán votar a un candidato más extremo para que el servicio esté más hacia la izquierda. Los votantes de la parte derecha tendrán los mimos incentivos, de manera que el único equilibrio consiste en que cada distrito elige como representante a su ciudadano más extremo.

Introduzcamos ahora la calidad de los candidatos. Para mantener el ejemplo simple, digamos que la ciudad tiene únicamente un ciudadano competente para el puesto de miembro del Consejo. Ser competente significa que la construcción y gestión del recurso público se harán de manera adecuada, con la calidad adecuada, cumpliendo los plazos y con eficiencia. En cualquier lugar que se encuentre el servicio, los votantes prefieren que esté bien hecho y gestionado. Revisemos los equilibrios con esta nueva condición.

Sistema plurinominal: Los votantes elegirán al individuo más competente y al ciudadano con preferencias opuestas, es decir, al que está a la misma distancia del centro que el competente, pero en el lado opuesto. De esta manera se logra llevar el recurso público al punto central y el Consejo será lo más competente posible. Cualquier otra manera de satisfacer al votante mediano, con el servicio en el centro, perderá al individuo competente.

Distritos unipersonales: Aquí hay dos posibles equilibrios. En uno de ellos, cada mitad de la ciudad elegirá a su candidato extremo, igual que antes. Existe la posibilidad, sin embargo, de que la mitad que tiene el ciudadano competente dentro del distrito lo elija. Este será el caso si la utilidad de que el proyecto público se complete de manera competente es mayor que la utilidad por tener el proyecto en el punto medio, aunque de manera incompetente. Qué equilibrio prevalecerá depende de cuán importante sea la competencia para que el proyecto se lleve a cabo de manera adecuada.

(Continúa aquí).

Referencias:

1. Cox, G. W. 1997. Making Votes Count: Strategic Coordination in the World’s Electoral Systems. New York: Cambridge University Press. 

2. Persson, T. y Tabellini, G. 2000. Political Economics: Explaining Economic Policy. Cambridge, MA: MIT Press. 

3. Persson, T. y Tabellini, G. 2005. The Economic Effects of Constitutions. Cambridge, MA: MIT Press.

4. Norris, P. 2004. Electoral Engineering: Voting Rules and Political Behavior. New York: Cambridge University Press. 

5. Beath, A.; Christia, F.; Egorov, G., y Enikolopov, R. 2016. Electoral Rules and Political Selection: Theory and Evidence from a Field Experiment in Afghanistan. Review of Economic Studies 83, 932–968.

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Hace cinco años en el blog: Reivindicación de Malthus.
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