Se acumulan las noticias sobre velos y burkas. Que si unos municipios prohíben el uso de uno en sus dependencias públicas, que si un imán espera juicio por incitar al acoso de una mujer que decide no llevar el otro, que si el Senado, que si el Consejo de Europa,…
Ha habido discusión en muchos foros sobre la cuestión. Como suele suceder, la inmensa mayoría de las opiniones son de uno de estos dos estilos:
“La libertad de cada cual implica poder llevar velos o burkas si así se quiere”.
“El uso del velo o el burka es una imposición machista y debe evitarse”.
Como he escrito en otras ocasiones, no es buen planteamiento intentar deducir una postura basándose en un principio. No diré que los opinantes ignoren la existencia de varios principios que sean pertinentes al caso. Todo lo contrario, la mayoría piensa que el problema es complejo. Pero sí ocurre que, tras algún tipo de argumentación, uno suele acabar pensando que ha dado con el principio que se debe aplicar en este caso.
Ese es, a mi entender, el error. Todos los principios deben aplicarse (el de la libertad personal y el de defensa del más débil, entre otros). Como mucho, uno podrá decir que, ponderando todo, lo mejor es tal decisión y, en ese sentido, prevalece tal principio. Pero en las ponderaciones deberá importar la evidencia empírica más que las cábalas mentales.
Así, frecuentemente se lee o oye que prohibir el burka puede ser peor, puesto que la mujer a la que se le impone tal vez tenga prohibido salir de casa sin la prenda y eso será todavía peor. Tal vez, pero ¿qué evidencia tenemos de que eso vaya a ser así las más de las veces?
Por lo que sabemos, y sigo centrándome en el burka, hay mujeres que lo llevan libremente y otras que los llevan obligadas. ¿Qué hacer? Si la prohibición implica que una mujer que lo quería llevar deje de poder hacerlo y que, de 10 lo llevaban obligadas, 9 dejen de llevarlo y una no salga de casa durante un año hasta que el marido se dé por vencido, yo vería bien la prohibición. Lo siento por la libertad de esa que quería llevarlo y por el año de cautividad de la otra, pero las cuentas me salen a favor de la prohibición.
Como siempre, estaré a lo que diga la empiria. Si la realidad es distinta y resulta que son multitud las que lo quieren llevar libremente y pocas las obligadas y éstas, además, se quedarían de por vida en casa sin poder salir, cambiaría de opinión.
Esas son las cosas que importan y, curiosamente, son las que no se examinan.