miércoles, 24 de abril de 2013

La protección de los derechos de autor y el número de obras (2)

Esta es la segunda parte de mi artículo en Mapping Ignorance de este mes traducida al castellano. La primera abarcaba el estado de la cuestión hasta los años 80. En esta segunda parte veremos la investigación más actual.


Las observaciones empíricas referidas en la primera parte y otras más impulsaron a algunos autores a realizar modelos que explicaran la posibilidad de que exista creación intelectual sin la necesidad del poder monopolístico otorgado por los sistemas de derechos de autor y de patentes. Para tener un modelo teórico sólido en el que se muestre cómo existen rentas en ausencia de derechos de propiedad intelectual ha de esperarse a los trabajos de Boldrin y Levine (2002, 2005 y 2008) [5], [6] y [7]. La clave de estos modelos es la consideración cuidadosa de la estructura dinámica del problema económico, donde la copia requiere tiempo y solo puede hacerse rentable tras un retardo, de manera que el propietario del trabajo original puede venderlo y obtener un beneficio. En un trabajo posterior, Henry y Ponce (2011) [8] muestran que el retardo no tiene que ser puramente tecnológico, sino que puede ser consecuencia del comportamiento estratégico de los imitadores: esperan a que el inventor original venda el contrato (que revela la información necesaria para reproducir el trabajo) y, de esta manera, se origine un mercado competitivo por la idea en la que el precio de reventa sea más bajo (su modelo es más apropiado para las patentes que para los derechos de copia, pero la idea sigue siendo de interés para todas las creaciones intelectuales).

Pero volvamos a la evidencia empírica. Landes y Posner (2003) [9] aportan una evidencia de que el valor esperado de la protección de los derechos de autor es muy bajo. La razón viene por el siguiente hecho: aunque la tasa por registrar una obra es muy baja en los EEUU (alrededor de 20$), pequeñas subidas en la tasa llevan a reducciones reseñables en el número de registros. Esto solo puede ser explicado si los autores ven poca ventaja en ver sus obras registradas.

Ku et al. (2006) [10] realizan un análisis estadístico para contrastar la vieja teoría que afirma que incrementar la protección de los derechos de autor incrementa también el número de obras. Los autores consideran los libros, las artes escénicas, las películas y las grabaciones musicales y usan el número de registros por derechos de autor en EEUU como una aproximación al número de obras producidas. Tras corregir por población, situación económica y tecnología, encuentran que no hay ninguna relación consistente entre los cambios en las leyes y los registros. Los autores resumen sus hallazgos en el siguiente párrafo:
"Los datos indican que uno no puede predecir ex ante y con confianza si un cambio en la ley tendrá una relación positiva o negativa con el número de obras producidas. En muchos casos la misma ley se asocia con incrementos en una categoría y con descensos en otra sin ninguna razón en que sustentar los diferentes resultados. Más aún, nuestros datos sugieren que las leyes que incrementan la protección de los derechos de copia Y TAMBIÉN las que reducen esta protección pueden estar asociadas con cambios en el número de trabajos registrados."
La discusión sobre la copia privada y la extensión o reducción de las provisiones de derechos de autor puede ser muy encendida. Sin embargo los investigadores han logrado acumular unos cuantos datos empíricos que pueden estructurar el debate social y político. Un argumento usado frecuentemente para aumentar los derechos de autor es el de garantizar la producción de las obras intelectuales. Este argumento, como vemos, no tiene validación empírica. Los investigadores reconocen las limitaciones de la literatura empírica, que desde luego necesita acumular más datos, y que también tiene que estudiar las consecuencias de las nuevas tecnologías. La evidencias contra la hipótesis puede ser poca, pero la evidencia a favor, hasta donde alcanza la investigación académica, es nula.

Referencias:

  1. Plant, Arnold, 1934. The Economic Aspects of Copyright in BooksEconomica, 1(2), 167-195. 
  2. Novos, Ian E. and Michael Waldman, 1984. The Effects of Increased Copyright Protection: An Analytic ApproachJournal of Political Economy92(2), 236-246. 
  3. Johnson, William R. 1985. The Economics of CopyingJournal of Political Economy93(1), 158-174. 
  4. Liebowitz, S. J. 1985. Copying and Indirect Appropriability: Photocopying of JournalsJournal of Political Economy 93(5), 945-957. 
  5. Boldrin, Michele, and David Levine. 2002. The Case against Intellectual PropertyAmerican Economic Review Papers and Proc. 92(2), 209–12. 
  6. Boldrin, Michele, and David Levine. 2005. Intellectual Property and the Efficient Allocation of Surplus from CreationReview of Economic Research on Copyright Issues 2(1), 45–67. 
  7. Boldrin, Michele, and David Levine. 2008. Perfectly Competitive InnovationJournal of Monetary Economics 55(3), 435–53. 
  8. Henry, Emeric, and Carlos J. Ponce, 2011. Waiting to Imitate: On the Dynamic Pricing of Knowledge.Journal of Political Economy 119(5), 959-981. 
  9. Landes, William M., and Richard A. Posner. 2003. The Economic Structure of Intellectual Property Law, Cambridge, MA: Belknap Press, 2003. 
  10. Ku, Raymond Shih Ray, Sun, Jiayang and Fan, Yiying. 2009. Does Copyright Law Promote Creativity? An Empirical Analysis of Copyright BountyVanderbilt Law Review63. Case Legal Studies Research Paper No. 09-20. 
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Hace tres años en el blog: El método científico es una lista de cuidados.
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lunes, 22 de abril de 2013

¿Ha matado Excel a la estrella de la Troika?


Reinhart y Rogoff publican un artículo en la American Economic Review, Papers and Proceedings en donde se afirman dos cosas:

1. Niveles altos de deuda están asociados con bajos niveles de crecimiento. Hay una alta correlación. No hablan de causalidad, aunque pueden leerse párrafos en los que parecen pensar que sea en sentido "deuda implica no crecimiento".

2. Cuanto mayor es el nivel de la deuda, menor el crecimiento. La relación es "suave" hasta un nivel de deuda del 90%, donde el cambio es drástico y se pasa a muy poco crecimiento o a decrecimiento.

Herndon, Ash y Pollin encuentran fallos en el artículo:

1. Un error de cálculo.

2. La exclusión de algunos casos de la muestra por razones no convincentes.

Se dice que el problema es grave porque ese artículo es una referencia para las políticas de la Troika.

Estas son las cosas que debemos tener en cuenta:

1. El artículo fue publicado como Proceedings de una Conferencia de la American Economic Association, es decir, no en una publicación con revisión por pares, sino en el resumen de la conferencia. Sus conclusiones debían tomarse con cautela a la espera de su revisión.

2. Incluso una publicación en una revista con revisión por pares no debe tomarse inmediatamente como la última palabra. Es el primer paso para su posible aceptación. Debe acumularse más evidencias (replicación del resultado por otros autores, para empezar).

3. En este caso se encontró un error. Es lo bueno de comprometerse con el método científico, que permite corregir errores. Errores se han cometido y se cometerán siempre. Lo importante es tener un método de corrección.

4. El error elimina la conclusión sobre el techo del 90% de deuda, pero no elimina la primera conclusión, que está perfectamente documentada en muchos otros estudios. Aquí Pedro Tarrafeta nos resume algunos y de paso nos explica muy bien por qué esos límites deseables del 60% de deuda y 3% de déficit.

5. A partir de aquí quedan las implicaciones sobre las políticas económicas. Si la Troika basaba sus recomendaciones en este artículo y únicamente en él, desde luego eso constituye un error de primera magnitud. Las políticas deben basarse en evidencias. Sin ellas se basarán en intuiciones, ideologías, prejuicios y demás sesgos cognitivos.

6. ¿Es ese el caso? No lo sé. Pero convendría no sacar la conclusión contraria, que no hay que preocuparse de los déficits y la deuda. No solo los estudios históricos y teóricos nos indican las nefastas consecuencias de no controlarlos, sino que le hemos visto las orejas al lobo al sufrir con la prima de riesgo y las dificultades de financiación para España.

7. La obsesión de la Troika por hablar casi exclusivamente de la contención de los déficits tiene dos posibles interpretaciones. (i) Realmente solo quieren recomendar esa actuación de política económica y (ii) Están dispuestos a un Plan Marshall para el sur de Europa, pero quieren imponer antes un mínimo de disciplina (en contención de deuda y en reformas estructurales).

8. Esto último entra ya en el terreno de la especulación y de la negociación política y se escapa del análisis económico. Con todo, yo me atrevería a decir que alguna versión del caso (ii) se acabará imponiendo, aunque no fuera lo que se tuviera en mente.

9. La alegría de un Plan Marshall para el sur de Europa es que serían transferencias enormes de recursos del norte al sur. A la larga mejorarían también al norte, pero no deja de ser una transferencia.

10. El punto anterior está escrito desde el optimismo. Plan Marshall, políticas de crecimiento, estímulos... Lo malo es que nadie sabe muy bien qué significaría esto en nuestro caso. Tras la Segunda Guerra Mundial había un uso muy claro que hacer de los recursos, con tanto trabajo en la reconstrucción. ¿Estímulos en España? No quedan autopistas ni aeropuertos por hacer, ni siquiera polideportivos en los pueblos. La pregunta del millón es ¿dónde se invertirían con provecho los recursos que vinieran a España? ¿quién lo sabe? ¿el Estado? ¿las CCAA? ¿los ayuntamientos? ¿las empresas? ¿cuáles? Me temo que este gobierno no tenga un plan y tampoco veo a la oposición con ideas. Sin ideas claras ¿quién nos va a dejar dinero?

11. España necesita un proyecto en el que participen gobierno y oposición si quiere mostrar credibilidad ante Europa. Parece pedir peras al olmo.

12. Entretanto los economistas hacen bien en examinarse unos a otros y en buscar propuestas de consenso. La mejor vacuna contra los sesgos personales (y en una ciencia donde tan a menudo faltan datos como en la Economía estos sesgos son siempre un riesgo) es la supervisión mutua, la revisión por pares y la comunicación continua. Cuando coinciden economistas de varias tendencias políticas en análisis y propuestas, más confianza darán. En Nada es Gratis tenemos un ejemplo de ello. Aquí Garicano explica el tipo de propuestas que se han defendido tras dar su análisis del caso Reinhart y Rogoff.

Cuatro enlaces más sobre el tema: El País, Krugman, Politikon, Juan Urrutia.
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Hace tres años en el blog: No seas Cedro: da y extiende.
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sábado, 20 de abril de 2013

La protección de los derechos de autor y el número de obras (1)

Esta es la primera parte de mi artículo en Mapping Ignorance de este mes traducida al castellano. Abarca el estado de la cuestión hasta los años 80. La segunda parte nos traerá la investigación más actual.


Cuando se analizan las consecuencias de la protección de los derechos de autor uno debe considerar primero cómo afecta a la cantidad y calidad de las obras que protege; segundo, cuáles son los efectos sobre la disponibilidad y difusión de estas obras y, tercero, cómo se reparten los costes y beneficios entre los distintos agentes que intervienen en el mercado (consumidores, autores, productores, editores, etc.). En este artículo me centraré en la evidencia sobre los efectos de la protección de los derechos de autor en el número de obras intelectuales creadas.

El argumento convencional para favorecer la protección de los derechos de autor afirma que incentiva la creación de obras puesto que el autor ve los beneficios derivados de la venta de copias de su trabajo. La difusión se restringe a las copias hechas por el titular de los derechos de autor, cuyo poder de monopolio se defiende como un mal menor que pagar para que la creación de la obra sea posible en un primer lugar.

Esta visión convencional tiene su contrapartida teórica en el Análisis Económico. El problema es que uno también pude escribir un modelo teórico que rechace la necesidad de los derechos de autor porque la ventaja de ser el primero y el original, junto con la mayor exposición de la obra, puede generar un incentivo suficiente para crear. Aún más, puede escribirse un modelo en el que la concesión del monopolio sobre la obra desincentive la creación, puesto que puede ocurrir que muchas obras intelectuales usen de material anterior que, según las provisiones de los derechos de autor, no puedan ser usadas fácilmente.

En otras palabras, ambas posibilidades son compatibles con el análisis económico estándar sin necesidad de recurrir a hipótesis ad hoc extrañas. La implicación es que no podemos tener una idea clara, ni siquiera una idea educada a priori y provisional, sobre el tema a no ser que recabemos evidencia empírica. Resumiré brevemente esta clase de evidencia, tanto teórica como empírica, que ha hecho cuestionarse a la Economía sus primeras ideas sobre la racionalidad de los sistemas de derechos de autor. El cambio está ocurriendo durante los últimos años y todavía es difícil saber adónde llevará. 

Ya en 1934, Arnold Plant [1] se dio cuenta de que durante el siglo 19 en los EEUU uno podía copiar y reproducir legalmente los libros de los autores británicos y que, así todo, sus editores en los EEUU hacían suficiente negocio como para que los autores recibieran sustanciosas pagas. Sin embargo no hubo más estudios empíricos serios sobre esta cuestión durante muchos años, y solamente se presentaban evidencias anecdóticas para justificar o criticar los derechos de autor. Todavía en los años 80 la mayor parte de los trabajos que defendían la necesidad de un sistema de derechos de autor se basaban en modelos puramente teóricos. Por ejemplo, Novos y Waldman (1984) [2] desarrollaron un modelo en el que es teóricamente posible que un incremento en la protección de los derechos de autor produzca un incremento del bienestar social porque incentive una mayor creación sin que se vea mermada la difusión. Otro ejemplo es Johnson (1985) [3], quien desarrolla dos modelos diferentes con los que justifica que se restrinjan las copias que podían hacerse con las nuevas técnicas de reprografía que empezaban a tener un uso extensivo en esos años.

Sobre la misma época (y en la misma revista), se publicó un estudio empírico serio que contradecía la visión teórica, al menos parcialmente. Liebowitz (1985) [4] se enfrentó a la cuestión de las copias de las revistas científicas y encontró que las editoriales podían apropiarse indirectamente de ingresos debidos a usuarios que no compraban directamente la revista y que el uso de las fotocopias no dañaba a la editora de la revista. La mayor exposición de la publicación debida a la copia era suficiente para compensar a la editorial. En el trabajo se realizaron tres tests distintos que, al final, mostraban que las revistas con mayor número de citas y un uso más intensivo podían poner un precio institucional mayor, y que las citas y el uso crecían con la copia. Además, la mayor exposición de la revista estaba relacionada con un incremento en la suscripción individual (incluso si los individuos podían hacer copias baratas de la revista sin necesidad de suscribirse). Más aún, el periodo de crecimiento en reprografía no coincidió con un declinar de las revistas, sino todo lo contrario.

Continúa aquí.

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Hace tres años en el blog: Médicos sin fronteras.
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miércoles, 17 de abril de 2013

El bitcoin explicado sin tonterías


A estas alturas muchos ya sabrán de qué va esto del Bitcoin. Vamos a ver si conseguimos poner en perspectiva cuál es su debilidad fundamental.

Un grupo de amigos decide que el primero que dé un salto mortal recibirá un papelito. El primero que dé dos saltos mortales seguidos recibirá otro papelito, y así sucesivamente. Dar varios saltos mortales seguidos se hace cada vez más difícil y cada vez es más difícil tener un nuevo papelito. Llegará un momento en que el número de papelitos aumente muy despacio. Ahora los amigos deciden usar esos papelitos como moneda. Esto es el Bitcoin.

O casi. Una de las diferencias se refiere al modo en que se asignan papelitos. No es por dar saltos mortales, pero sí por realizar una tarea complicada e inútil, aunque perfectamente precisada informática y matemáticamente. Por lo mismo podían repartirse por darse un número de cabezazos en la pared cada vez mayor.

Otra diferencia estriba en que en lugar de darse papelitos se dan códigos. Mediante un ingenioso sistema de encriptación se consigue que la asignación de códigos sea completamente segura y anónima.

Estas dos diferencias cautivan al personal. El diseño es una maravilla informática y tiene varias de las propiedades que uno quisiera en una moneda, incluida otra propiedad atractiva a anarcocapitalistas y antisistema, cual es la no dependencia de un banco central emisor. Lo malo es que le falta la principal: no tiene quien la garantice ni respalde. Se basa exclusivamente en la confianza que el grupo de amigos le tenga a los papelitos, digo a los códigos. No hay ninguna razón para que el cambio de esa moneda con respecto al euro sea uno u otro, todo dependerá de cuánto se use el Bitcoin y cuánto se use dependerá de la confianza.

Para más explicaciones de los entresijos de Bitcoin recomiendo la explicación del profe de física, aunque como veréis no comparto su optimismo.

Se dirá que lo mismo pasa con las monedas normales. La respuesta es sí, pero no. En ellas la confianza viene respaldada por el hecho de que los estados recaudan impuestos en su moneda y garantizan legalmente que en esa moneda se pueden cancelar deudas. No es poco.

El Bitcoin podría estabilizarse en un determinado nivel de poder de compra y para ello necesitaría que el volumen de transacciones por periodo de tiempo que se realicen en esa moneda creciese exactamente al mismo ritmo en que aparecen nuevos bitcoins.

Si su uso crece a ritmo mayor de la aparición de nuevos bitcoins la moneda sufrirá una deflación que hará de ella un objeto de especulación más que otra cosa. ¿Quién gastará bitcoins sin mañana valen más? Esta situación es explosiva y bien merece ser llamada burbuja.

Si su uso decrece su valor disminuirá, como cualquier moneda en inflación.

Pero de nuevo uno podrá preguntarse, ¿no son estas tres cosas también las que le pueden pasar a cualquier moneda? La respuesta es, de nuevo, sí, pero de nuevo no. Los procesos inflacionistas o deflacionistas de una moneda respaldada por un banco central tienen un límite marcado por la cantidad de moneda en circulación mientras sea una moneda de uso obligado, y lo será mientras el Estado demande impuestos en la moneda y mientras en ella se cancelen deudas. Con el Bitcoin eso no pasa. Recordemos que su uso es completamente arbitrario, así que no tiene quien limite un proceso inflacionario o deflacionario. Bueno, el deflacionario se limitará cuando explote la burbuja. El inflacionario tiene el límite del valor cero.

Ahora hagan sus apuestas.

P.D.: Estas cosas no las digo ahora que hemos visto bajar la cotización. Las dije unos días antes en los comentariosuna entrada sobre bitcoins en el blog de Pedro Tarrafeta, coincidiendo con él y adelantándonos unas horas a Sala-i-Martín y adelantándonos unos días a las noticias de su caída primero de casi 250$ a 110$ y luego hasta 71$. Ahora anda por los 85$.

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jueves, 11 de abril de 2013

Cuándo funciona bien la planificación


Ocurre un accidente y se llama al servicio de urgencias. Desde la centralita se envía una ambulancia, la que pueda llegar más rápidamente. No se establece ninguna subasta entre las distintas empresas proveedoras del servicio de ambulancias, no hay ningún mercado en el que dilucidar a qué ambulancia se le contrata ese servicio. No hace falta.

En contra de lo que muchas veces pueda parecer, la Economía no va de precios (no principalmente) sino de cantidades. Qué cantidades de qué bienes y servicios producir, con qué cantidad de recursos, con qué tecnología y qué cantidades de cada bien y servicio irán a cada ciudadano. Los precios de mercado son solo una manera de orientar estas decisiones. Cuando ya sabemos qué cantidad es la eficiente no hace falta más. La pregunta relevante es ¿cuándo sabemos qué es lo óptimo que hacer?

En el ejemplo de la ambulancia lo óptimo es enviar de la manera más rápida una ambulancia, no dos ni ninguna sino exactamente una. Los euros que se puedan ahorrar por traer una ambulancia más barata que está un poco más lejos no compensarán por los minutos de más que tardaría.

Hay otras circunstancias en las que sabemos lo que hacer. En situaciones de guerra total, como en la Segunda Guerra Mundial, lo prioritario es el aprovisionamiento del ejército con soldados, armas y material de guerra entre otras cosas. Si los generales son competentes, sabrán lo que necesitan y el país se pondrá a producirlo, sabrán también qué problemas sería bueno resolver y orientarán la investigación para resolverlos.

Cosas parecidas dije hace unas semanas acerca de apropiaciones, revoluciones y nacionalizaciones. Funcionan durante un tiempo, pero en cuanto no sea fácil saber por parte de una autoridad central qué es lo que hay que hacer comenzarán los problemas, de manera que un mecanismo más descentralizado de decisión, que respete las preferencias de los individuos, las necesidades de cada empresa y permita aprovechar el conocimiento de cada uno de los agentes económicos será más deseable.

Tenemos en la economía moderna un ejemplo reciente. Hasta los 90 las empresas de telecomunicaciones eran públicas o monopolios fuertemente regulados. Mientras el Estado pudiera conocer la tecnología y sus posibilidades podía regular el monopolio obligándole a dar un tipo de servicio a un precio para el ciudadano que permitiera a la empresa recuperar la inversión y tener un beneficio razonable. El problema surge en cuanto se complican las cosas. Si la empresa consigue una mejora tecnológica que le permita tener menos costes, la regulación que garantiza el beneficio normal será una rémora. ¿Para qué reducir costes si va a ganar lo mismo?

Los economistas vieron eso y propusieron abrir el sector a la competencia. La pérdida de eficiencia por duplicar algunas inversiones se vería más que compensada por los incentivos a reducir costes. En pocos años se universalizaron tecnologías que apenas se usaban (fax, llamadas a tres, buzón de voz, terminales extra,...) y pocos años después se produjo la explosión en las telecomunicaciones que nos ha traído los teléfonos inteligentes.
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domingo, 7 de abril de 2013

Halcones y palomas


Dos animales de la misma especie compiten por un recurso (una pareja, comida, un refugio,...). Ninguno es más grande ni más fuerte que el otro, ¿qué hacer? ¿Luchar? ¿Amagar, pero ceder si hay lucha?

Si evolutivamente están programados para luchar, uno se llevará el recurso, pero si el coste de luchar es muy alto (tanto que no se ve compensado por la ganancia del recurso) será una mala estrategia. En un mundo de luchadores, un individuo que no luche evitará esta pérdida y tendrá un éxito mayor.

Pero el mundo de esa especie tampoco podrá haber seleccionado la estrategia de no luchar. En un mundo de mansos, un individuo que desarrolle una estrategia luchadora tendrá una ganancia, puesto que en cada encuentro en que se compita por un recurso saldrá vencedor sin tener que llegar a luchar.

Hay varias maneras de encontrar una estrategia evolutivamente estable. Una implica que cada individuo luche solo con cierta probabilidad. Otra requiere que los animales puedan identificarse como Jugador 1 y Jugador 2 en cada encuentro. Si ambos reconocen cuál es cuál, pueden usar la estrategia que consiste en "luchar si eres el Jugador 1 y retirarse si eres el Jugador 2". Una manera de decidirlo puede ser el tamaño: el más grande y más fuerte es el 1. Pero hemos comenzado la entrada diciendo que eran parecidos.

También puede decidirse que el Jugador 1 sea quien llegó primero. Y esto lleva a una situación de mucho interés: se trata de un equilibrio muy estable y, de hecho, se observa muy a menudo en la naturaleza. Sin embargo, uno no encuentra razones claras por las que esto tenga que ser así si solo mira a ambos animales y a sus posibilidades de luchar por el recurso. En cambio, la Teoría de Juegos explica perfectamente bien la situación, como sabemos desde Maynard Smith.

¿Qué fuerza es esa que conduce al equilibrio? ¿Está determinada por las leyes de la Física?

Claro que lo está, pero hay que buscar la relación, que es muy sutil y que se aclara en cuanto entendemos eso de la selección del mejor adaptado y que una estrategia es una adaptación.

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sábado, 6 de abril de 2013

Las muchas vidas y muertes de Jesucristo en Escépticos en el Pub



Hoy toca Escépticos en el Pub. El Irish Corner, en Madrid. El tema: "Las muchas vidas y muertes de Jesús de Nazaret". Nos lo explica Miguel Ángel, el ponente:
En 1985 Robert W. Funk creaba el Jesus Seminar, un grupo formado por un centenar de académicos neotestamentarios con el objetivo de elucidar, utilizando la antropología, la historia y el análisis textual, qué pudo y qué no pudo decir Jesús. Y la polémica, que se había encontrado latente a lo largo de todo el siglo XX, estalló. La razón es obvia: además de sesudos artículos y libros, los miembros del seminario se dedicaron de manera consistente a sacar su postura en los medios de comunicación una visión de Jesús muy diferente a la por todos conocida. El tranquilo mundo de la investigación neotestamentaria, en manos de católicos y protestantes, se vio sacudido por el terremoto mediático de la década de los 90. Nuevas imágenes de Jesús aparecieron por autores no vinculados a ninguna iglesia y las viejas posturas recibieron un fuerte impacto bajo la acusación de haber entorpecido y enmascarado al verdadero Jesús.

Una idea debemos tener presente: la investigación histórica del Nazareno, el que realmente vivió y murió en Galilea, está y estará siempre en la cuerda floja. “No existe una Suiza neutral en el investigación sobre Jesús”, afirma el sacerdote católico John P. Meier, profesor de Nuevo Testamento en la Universidad de Notre-Dame en Indiana, EE UU. No es lo mismo que estudiar a Sócrates o a Alejandro Magno. En rarísimas ocasiones se ha dado el caso que un historiador confesional haya llegado a conclusiones distintas a las que soporta su fe. Y si no es así, se puede prever qué sucederá: como le ocurrió a la teóloga Uta Ranke-Heinemann, autora del polémico libro No y amén, compañera de estudios del anterior Papa y la primera mujer en ser profesora de teología en una universidad católica, de donde fue separada de su cargo al interpretar la virginidad de María en un sentido únicamente teológico y no biológico.

La vida de Jesús, tal y como nos ha llegado, es totalmente sobrenatural: nacido de una virgen, autor de portentosos milagros y, sobre todo, resucitado de la muerte. Ya lo dijo Pablo de Tarso: “si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe”. En este sentido, la historicidad de la resurrección, que el Catecismo de la Iglesia Católica sostiene en base al testimonio recogido en los evangelios, es clave para entender las peleas y debates que en la última mitad del siglo XX se han producido en el ámbito universitario y que se conocen como The Jesus Wars, las Guerras de Jesús.

Por eso “el estudio histórico de Jesús es un cómodo lugar para hacer teología y llamarlo historia”, comenta uno de los más polémicos estudiosos neotestamentarios, John Dominique Crossan.

El Jesús histórico no se resolverá jamás. Cada cual arrima el ascua a su sardina e intenta ajustarlo a su propia ideología. Cualquier investigación histórica adolece de suficientes lagunas para poder bailar con los hechos hasta acomodarlos a nuestras concepciones previas. Si existen personas capaces de negar el holocausto nazi, ¿qué no puede hacerse con una figura de hace 2.000 años del cual la única información que se tiene es la que proporcionan sus propios seguidores? La investigación sobre el Jesús histórico presenta una clara falla: la escasa investigación antropológica y psicológica de cómo se construyen las historias míticas y religiosas. Entender porqué aparecieron y triunfaron movimientos más modernos, con un origen netamente sobrenatural, como el espiritismo –a los dos años de su nacimiento en 1848 aglutinaba a más de 8 millones de seguidores– o el más reciente de los contactos con extraterrestres, quizá proporcionen alguna luz sobre el nacimiento de las religiones y sobre la fiabilidad de las fuentes. De todas formas, en Jesús se hace cierto lo que el físico teórico Werner Heisenberg dijo en broma de su propia especialidad: “cuando los hechos no concuerdan con la teoría, es un problema exclusivo de los hechos”.
Allí nos vemos.
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Hace tres años en el blog: La razón moral y el paternalismo.
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martes, 2 de abril de 2013

Acabar una discusión con los papeles intercambiados

Hay un tipo de discusiones que me gustan especialmente. Ocurren cuando se intercambian los papeles que, a priori, nos había asignado mi interlocutor a él y a mí.

Ejemplo 1: Mi interlocutor defiende un sistema de tasas gratuitas, o casi, para la universidad. Como lo que tenemos, pero con matrículas todavía más reducidas. Yo contesto que otro sistema puede ser mejor, por ejemplo, el cobrar en la matrícula el coste íntegro de la educación y luego dar becas a los estudiantes según notas y según ingresos. Mi contertulio me llama neoliberal por querer cobrar, mientras que él se tiene por muy progresista. Craso error.

Según avanza la discusión y hacemos números queda claro que el sistema de mi ejemplo tiene varias ventajas: (i) es más barato, (ii) permite dar becas salario a los buenos estudiantes sin recursos, (iii) corrige el gasto regresivo que ahora es la universidad (van hijos de ricos en mucha mayor proporción que hijos de pobres) y (iv) permite aumentar la calidad sacando del sistema a los malos estudiantes. Ante tamaña cantidad de argumentos mi interlocutor hace unas confusas apelaciones a (i) el derecho a estudiar gratis en la universidad, (ii) que los ricos ya han pagado sus impuestos en mayor proporción que los pobres y (iii) que los hijos tienen derechos independientemente de la renta de sus padres.

Han cambiado las tornas y ahora soy yo el acérrimo defensor de la igualdad de oportunidades y de la búsqueda de mecanismos que nos ayuden a ello en detrimento de los mecanismos facilones que tienen consecuencias distintas de las que uno podría pensar.

Ejemplo 2: Mi interlocutor dice que es neoliberal eso de aumentar la edad de la jubilación, que (i) es mejor trabajar menos para trabajar todos, (ii) la gente prefiere jubilarse antes y (iii) las pensiones se pueden pagar con el aumento de la productividad futura y con más impuestos a los ricos.

Ante eso argumento que (i) el número de puestos de trabajo no es fijo y que la relación entre contratación y trabajo de mayores no está relacionado con menos trabajo juvenil sino todo lo contrario, (ii) la gente prefiere jubilarse antes si va a cobrar lo mismo, pero que si va a cobrar menos, la gente prefiere jubilarse más tarde, con un aumento del bienestar social (iii) la productividad es irrelevante para el cálculo de la proporción de renta que dedicar a las pensiones a no ser que uno quiera congelarlas y que los impuestos a los ricos no van a generar suficientes ingresos para pagar al doble de pensionistas, que es lo que se nos viene encima dentro de unos años.

Sin adaptarse a este aumento en el futuro las pensiones serán menores que ahora en relación al último salario y en relación al salario medio en ese momento. Previendo esto muchos trabajadores contratarán planes privados.

Han vuelto a cambiar las tornas, ahora soy yo el que propone planes que ayudan al sostenimiento del sistema público de pensiones mientras mi interlocutor se lo carga. Y soy yo el que defiende un balance trabajo/jubilación más acorde con las preferencias de los ciudadanos tal y como se refleja en su comportamiento en la encuesta de presupuestos familiares y otras macroencuestas.

Mi interlocutor no acepta mis argumentos y sigue creyendo que estoy engañado y que quiero engañarle a él porque él sabe que hay sesudos economistas que han hecho mil trabajos que le dan al razón. Al parecer, el no poder encontrar ninguno de esos trabajos no le causa extrañeza. Él sabe que tienen que estar. Si no, no habría tanta gente defendiendo lo que defiende él.

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Hace tres años en el blog: Una curiosa coincidencia.
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