martes, 31 de mayo de 2016

La economía de organizar unos Juegos Olímpicos (2)

Esta es la segunda parte de la versión en español de mi artículo de mayo en Mapping IgnoranceDebe leerse la primera parte para entender esta.


Otra razón para dudar de los informes oficiales es que usan métodos económicos dudosos, basados en multiplicadores y simulaciones económicas no apropiados. En resumidas cuentas, solamente Los Ángeles 84 pudieron mostrar beneficios, circunstancia que puede ser atribuida al hecho de que esa ciudad fue la única candidata para ese año, de manera que tenía una fuerte posición negociadora frente al COI para acceder a una mayor proporción de los derechos de televisión, para usar infraestructura ya existente, como el Los Angeles Coliseum, con 60 años a sus espaldas, así como para usar patrocinadores privados.

Consideremos, entonces, los beneficios a largo plazo. En primer lugar, los Juegos pueden dejar un legado de instalaciones deportivas que puedan ser usadas por las futuras generaciones. Sin embargo, los estudios académicos son unánimes en que no se encuentran beneficios económicos asociados a estadios y otras instalaciones (Coates y Humphreys, 2008 [2]). En segundo lugar, las inversiones en infraestructura general pueden devengar retornos a largo plazo y mejorar la calidad de vida de las ciudades anfitrionas. Esto sucedió así en el caso de las villas olímpicas de Los Ángeles 84 y Atlanta 96, que fueron reconvertidas en residencias de estudiantes para las universidades locales, y en Salt Lake City 02, que pudo expandir su sistema de autopistas hacia las populares estaciones de esquí al este de la ciudad.

En tercer lugar, los Juegos Olímpicos pueden servir para “poner una ciudad en el mapa” como destino turístico. En 1990 Barcelona era el decimotercer destino más popular en Europa, con menos de la mitad de plazas hoteleras que su rival, Madrid. Tras los Juegos de 1992, la ciudad experimentó uno de los mayores crecimientos de turismo entre las grandes ciudades europeas, tanto que para 2010 ya era el quinto destino más importante, habiendo superado a Madrid en plazas hoteleras (Zimbalist, 2015 [3]). De manera similar, las estaciones de esquí en Utah experimentaron un aumento del 20,4% en sus visitas entre el año de los Juegos de Salt Lake City 00 y la temporada 2014-15, superando el 8% de crecimiento de Colorado en ese mismo periodo. Sin embargo, los resultados de Barcelona y Salt Lake City no se han repetido en ninguna otra ciudad. La explicación por este éxito puede ser que estas dos ciudades fueran “joyas por descubrir”, localizaciones con alto atractivo potencial para turistas, pero que hasta la fecha habían permanecido a la sombra de sus más conocidos vecinos, Madrid y Colorado. Como contraste, Calgary en Canadá y Lillehammer en Noruega, anfitrionas de los Juegos de Invierno de 1988 y 1994 respectivamente, no tenían apenas nada que ofrecer como destino turístico tras el evento. En el otro extremo, Londres, ya uno de los destinos turísticos más populares del mundo antes de los Juegos, difícilmente pudo ganar todavía más reconocimiento a causa de ellos.

Una última justificación para albergar los Juegos Olímpicos puede ser que estos sirvan como una señal positiva para las empresas y consumidores acerca del futuro estado de la economía de la región o país. Hubo estudios preliminares que encontraron un 20% de incremento en las exportaciones de los países anfitriones de los Juegos. Sin embargo, análisis posteriores indicaron que la causalidad era la inversa, puesto que el mismo resultado se encontraba para todas las ciudades candidatas, sin importar si fueron o no elegidas (Maennig y Richter, 2012 [4] and Langer et al., 2015 [5]). Hay una explicación alternativa más plausible: los países de las ciudades candidatas pertenecen a un conjunto de países con una economía sólida y con buenas proyecciones de futuro, lo que constituye un claro ejemplo de sesgo de selección.

¿Por qué, entonces, hay países que se presentan ciudades como candidatas a albergar los Juegos? Los autores ofrecen tres posibles explicaciones:
  1. El lobby de sectores con influencia (en las industrias de la construcción y hostelería, principalmente) que pueden convencer a los políticos de albergar los Juegos a expensas de un coste para el resto de la sociedad.
  2. El ego de los líderes de los países candidatos y la demostración de poder político y económico. Seis ciudades en países con democracias liberales han retirado sus candidaturas para los juegos de 2022 y 2024 debido a la presión ciudadana, dejando los Juegos de Invierno de 2022 con solo candidaturas de regímenes autocráticos.
  3. La “maldición del ganador”, un resultado en teoría de las subastas que ocurre cuando los distintos participantes pujan por un activo de valor incierto. En estos casos ganador tiende a ser el participante con mayor tendencia a sobreestimar el valor del activo.
Referencias:

[1] Baade, R.A., y Matheson, V.A. 2016. Going for the Gold: The Economics of the Olympics. Journal of Economic Perspectives 30(2), 201–218.

[2] Coates, D., y Humphreys B.R. 2008. Do Economists Reach a Conclusion on Subsidies for Sports Franchises, Stadiums, and Mega-Events? Econ Journal Watch 5(3), 294–315.

[3] Zimbalist, A. 2015. Circus Maximus: The Economic Gamble Behind Hosting the Olympics and the World Cup. Brookings Institution Press.

[4] Maennig, W., y Richter, F. 2012. Exports and Olympic Games: Is There a Signal Effect? Journal of Sports Economics 13(6), 635–41.

[5] Langer, V.C.E.; Maennig, W., y Richter, F. 2015. News Shocks in the Data: Olympic Games and their Macroeconomic Effects—Reply. Working Paper 52, Hamburg Contemporary Economic Discussions, University of Hamburg.

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Hace cinco años en el blog: Teléfonos móviles y cáncer.
Hace tres años en el blog: El valor de una vida estadística (1).
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domingo, 29 de mayo de 2016

La economía de organizar unos Juegos Olímpicos (1)

Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de mayo en Mapping Ignorance.


Hasta los años 80 todos los Juegos Olímpicos tuvieron lugar en países ricos, con la sola excepción de México 68. En los 80, Moscú 80, Sarajevo 84 y Seul 88 comenzaron una tendencia a animar la presentación de candidaturas por parte de países en desarrollo, con el resultado de que después del año 2000 más de la mitad de las candidaturas provienen de estos países. Este hecho, junto con el creciente coste económico del evento, abre la discusión sobre si albergar unos Juegos tiene sentido económico. Baade y Matheson (2016) [1] revisan toda la literatura existente sobre el tema y llegan a varias conclusiones.

El Comité Olímpico Internacional, COI, requiere un mínimo de 40.000 habitaciones de hotel y una Villa Olímpica capaz de alojar a 15.000 atletas y oficiales. Además, la ciudad anfitriona debe tener unas instalaciones deportivas y un sistema de transporte de primera calidad. Una vez que el evento termina la ciudad puede encontrarse con un problema grave de exceso de capacidad en todos esos aspectos. La gestión, la organización de las ceremonias de apertura y clausura, y la seguridad completan la lista de gastos.

El coste total en tiempos recientes varía entre los 3.600 millones de dólares (en precios de 2015) de Atlanta 96 y los 45.000 millones estimados en Beijing 08 para los Juegos de Verano. Los ingresos directos, por otra parte, sufragan solo una parte de los costes (una fracción entre un cuarto y un quinto es lo típico), y para calcular lo que le llega a la ciudad hay que restar un 70% de los derechos de televisión –que suponen casi la mitad de los ingresos- que se queda el COI. Cualquier sentido económico para ser una ciudad anfitriona debe venir de los beneficios indirectos. Estos incluyen los beneficios a corto plazo de los gastos turísticos durante los Juegos; los beneficios a largo plazo o “legado olímpico”, que puede incluir las mejores en infraestructura, el aumento del comercio, inversión extranjera o el turismo tras los Juegos; y finalmente los beneficios intangibles tales como el “efecto orgullo”. Este último efecto ha sido documentado para Londres 12, donde las encuestas mostraron una importante disposición a pagar por albergar los Juegos (3.400 millones de dólares), pero que supone una cantidad todavía lejos del cose estimado de 11.400 millones.

Para estudiar los beneficios a corto plazo debe detectarse, por ejemplo, el empleo por mes en general y desagregado por industrias específicas alrededor de la fecha de los Juegos y considerar ciudades o regiones que puedan servir de control adecuado para poder descontar otras tendencias regionales que pudiera haber. Lo que encuentran varios estudios realizados para diferentes Juegos es que no hay ningún impacto en la creación de puestos de trabajo o en las ventas o que el impacto es mucho menor que las estimaciones oficiales previas a los Juegos. Hay también informes sobre efectos negativos, como el caso de una reducción en el consumo en los Juegos de Sídney 00. Un efecto del 10% de la estimación oficial no está lejos de uno Juegos típicos. Hay varias razones por las cuales no creer las estimaciones oficiales además de la obvia de que quien encarga el informe tiene intereses en las conclusiones. Una primera razón es que estos informes normalmente ignoran tanto los efectos sustitución (un dólar gastado en una entrada por un local es un dólar que no se gasta en la ciudad por esa misma persona), como los efectos tipo desalojo (turistas y personas de negocios que evitan la ciudad durante los Juegos). Este efecto fue considerable en Salt Lake City 02, con una reducción del 9,9% en ocupación hotelera; en Londres 08, donde varias representaciones en el distrito de teatros fueron suspendidas durante esas fechas; y en Beijing 08, con una reducción en un 30% de los visitantes internacionales y del 39% en ocupación hotelera.

Continúa aquí.

Referencias:

[1] Baade, R.A., y Matheson, V.A. 2016. Going for the Gold: The Economics of the Olympics. Journal of Economic Perspectives 30(2), 201–218.

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Hace cinco años en el blog: La economía de la discriminación (7).
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viernes, 27 de mayo de 2016

Escépticos en el pub. Pseudociencias en el veterinario: él nunca lo haría.

Mañana sábado 28 de mayo la ponencia en Escépticos en el Pub Madrid vendrá de la mano de Carlos Rodríguez (@carlosmascotero).

Veterinario con más de 30 años de profesión y una clara vocación divulgadora, ha trabajado para la televisión (Pelopicopata edición mascoteros) y para la radio, donde dirige desde hace diez temporadas el programa de Onda Cero Como el perro y el gato. Carlos es también autor de varios libros, como "El encantador de gatos" y "Yo y otros animales".

Además de su práctica profesional en su clínica veterinaria, Carlos Rodríguez es fundador de Mascoteros Solidarios, una ONG que presta asistencia integral a protectoras animales carentes de recursos. Carlos, que practica una veterinaria basada en la evidencia, se distingue por su trabajo para conseguir una ley de protección de los animales, así como por sus protestas contra el maltrato animal.

Carlos Rodríguez nos hablará sobre veterinaria basada en la evidencia: una práctica en la que no caben tratamientos últimamente muy en boga como la homeopatía o las flores de Bach; y también tratará sobre un asunto que ha generado cierta polémica: los trabajos de algunos veterinarios en los que se niega el sufrimiento del toro en la plaza.


Como siempre, la entrada es libre y gratuita. Durante la realización de esta actividad cultural está permitida la presencia de menores de 18 años, siempre que no consuman bebidas alcohólicas y que los menores de 16 años estén acompañados por uno de sus padres o tutor. Os esperamos en el Moe Club, en Alberto Alcocer 32, a las 19:00.

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Hace cinco años en el blog: ¿Son los vascos más nacionalistas?
Y también: Entrevista en la radio.
Hace tres años en el blog: Marxismo vs. Economía moderna (3).
Y también: Vuelve el debate sobre las copias privadas.
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sábado, 21 de mayo de 2016

Bautizos civiles y otras ceremonias


La realización de fiestas y celebraciones con cualquier excusa es algo muy humano. No creo que haga falta apelar a que existan estos ritos de paso en otras sociedades presentes o a que existieran en épocas anteriores al cristianismo en la nuestra (¿era nuestra la sociedad de hace casi 2000 años?). Basta con que hoy en día, en nuestra sociedad, a la gente le gusta mucho celebrar bautizos, comuniones, matrimonios, cumpleaños, etc. Aunque algunas de estas cosas estén organizadas en torno a un evento religioso, muchos (¿la mayoría?) disfrutan y se apuntan a ellos igualmente aunque no participen de la idea religiosa. Mantener la celebración sin esa parte religiosa solo abunda en eliminar la religión de las actividades sociales en la que solo se mantiene por inercia y en ofrecer una alternativa a mucha gente que quiere la celebración, pero no la parte religiosa.

El que el bautizo laico (incluso si se llama así, bautizo) tenga el precedente del bautizo religioso me parece irrelevante, y con el tiempo se lo parecerá a todo el mundo (si es que cuaja la idea). Intentar que el sentido actual de una celebración tenga que ver con el sentido que tenía anteriormente, o basar las opiniones sobre esa celebración en aquella de donde viene, me parece tan poco útil como buscar el significado de las palabras en la etimología. Es un ejercicio de gran interés histórico y de curiosidad malsana (a mí me encanta la etimología), pero no sirve para saber qué queremos decir cuando hablamos el lenguaje de hoy.

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Hace cinco años en el blog: A quién votar.
Hace tres años en el blog: Marxismo vs. Economía moderna (1).
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jueves, 12 de mayo de 2016

Los efectos a largo plazo de las políticas contra la pobreza en los hijos (2)

Esta es la segunda parte de la versión en español de mi artículo de abril en Mapping IgnoranceDebe leerse la primera parte para entender esta.


Hoynes et al. (2016) [2] evalúan si al aumentar los recursos económicos de las familias con los programas de cupones de comida (Food Stamp Programs, FSP), tanto cuando la madre está embarazada como durante la infancia del niño, se mejora la salud de los hijos y sus condiciones económicas de por vida. Este trabajo se añade a otros estudios que examinan estos mismos efectos para otras políticas como la educación temprana, los programas de seguro de salud como Medicaid, y otras parecidas. Sin embargo, a pesar de que los FSP afectan a más familias que ningún otro programa, conocemos poco sobre sus efectos. Los autores consideran una muestra de adultos nacidos entre 1956 y 1981 que crecieron en familias desaventajadas y emplean un modelo de diferencias en diferencias donde el tratamiento estadístico varía según el condado de nacimiento y la cohorte de edad, e incluye los controles adecuados para este tipo de análisis.

El estudio encuentra que el acceso a los FSP cuando la madre está embarazada y en los primeros años de la infancia conlleva una gran, y estadísticamente significativa, reducción en la incidencia del “síndrome metabólico” (un cúmulo de condiciones médicas que incluyen la obesidad, alta presión sanguínea, enfermedades del corazón y la diabetes) así como un aumento en la sensación de sentirse con buena salud. También se encuentra que la mujeres que tuvieron acceso a los cupones de comida en su primera infancia tuvieron una mayor suficiencia económica. Todos estos resultados se mantienen si se comparan con una gran variedad de condados usados como control estadístico. Se encuentra además que los resultados dependen mucho del momento de la exposición a los programas de cupones de comida, de manera que los beneficios se concentran en las exposiciones durante el embarazo y los primeros años de la infancia, mientras que el impacto después de este momento es limitado.

El estudio no solamente establece una conexión entre un incremento de recursos económicos en la niñez y los resultados también económicos a largo plazo, sino que permite hablar de la evaluación del programa de FSP al cuantificar aspectos de los beneficios internos y externos de la red de protección que no se habían medido antes. En particular, muestra que el FSP genera mayores beneficios sociales y privados cuando se tiene en cuenta el efecto multiplicador en el ciclo vital.

Aizer et al. (2016) [3] analizan datos del programa de Pensión para Madres (Mothers’ Pension program, 1911-1935), cuya intención declarada era mejorar las condiciones de vida de los niños pobres. Se elige este programa porque los resultados obtenidos no están contaminados al mezclarse con otras políticas de ayuda, que eran inexistentes en la época (en momentos más recientes, la madre podía recibir ayuda del programa de cupones de comida, vivienda social y cobertura sanitaria, entre otros). Los datos contienen información sobre miles de mujeres que se inscribieron en el programa. Por una parte, los datos incluyen a las madres que satisfacían los requerimientos para obtener la ayuda y la consiguieron, ayuda que representaba entre el 12 y el 15 por ciento del ingreso familiar durante tres años. Por otra parte también hay datos de madres que en un principio fueron aceptadas en el programa, pero que tras una investigación más exhaustiva fueron rechazadas. Una vez que los autores establecen que las diferencias entre los dos grupos se deben a características observables, de manera que las técnicas econométricas pueden controlar por ellas, el grupo rechazado se usa como control.

En total se recoge la información de 16.000 niños de 11 estados nacidos entre 1900 y 1925, y se encuentra que la recepción de las ayudas monetarias aumentaron la longevidad un año, con un efecto mayor (año y medio) en las familias más pobres. Usando los registros de lo alistamientos a la Segunda Guerra Mundial y los del censo de 1940, los resultados sugieren que las ayudas redujeron a la mitad la probabilidad de tener un peso excesivamente bajo, aumentaron la escolarización en 0,34 años y los ingresos en la edad adulta un 14% (variables todas estas relacionadas con la mortalidad, según estudios independientes). Los autores no pueden mostrar un análisis para las niñas porque su rastro se pierde en la mayoría de los casos cuando cambian su nombre tras el matrimonio. Tampoco pueden realizar un análisis separado para la población afro-americana por no estar bien representada en la muestra.

En resumen, estos tres artículos muestran que las tres políticas contra la pobreza funcionan en la dirección adecuada en lo que se refiere al bienestar a largo plazo de los niños. Todavía queda abierta la cuestión de la eficiencia, en el sentido de encontrar qué tipo de política provee los mejores resultados con los menores recursos. Aún así, los estudios ayudan a orientar las políticas públicas y muestran también qué políticas considerar en futuras investigaciones para realizar el análisis de eficiencia.

Referencias:

1. Chetty, R.; Hendren, N., y Katz, L.F. 2016. The Effects of Exposure to Better Neighborhoods on Children: New Evidence from the Moving to Opportunity Experiment. American Economic Review 106(4), 855–902.

2. Hoynes, H.; Schanzenbach, D.W., y Almond, D. 2016. Long Run Impacts of Childhood Access to the Safety Net. American Economic Review 106(4), 903–934.

3. Aizer, A.; Eli, S., Ferrie, J., y Lleras-Muney, A. 2016. The Long-Run Impact of Cash Transfers to Poor Families. American Economic Review 106(4), 935–971.

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Hace cinco años en el blog: La economía de la discriminación (5).
Y también: La economía de la discriminación (6).
Hace tres años en el blog: Conciliando falsabilidad sí, falsabilidad no.
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sábado, 7 de mayo de 2016

Los efectos a largo plazo de las políticas contra la pobreza en los hijos (1)

Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de abril en Mapping Ignorance.


El último número de la American Economic Review contiene tres artículos sobre el resultado de tres políticas distintas en la lucha contra la pobreza. Chetty et al. (2016) [1] estudian un programa en que varias familias fueron trasladadas desde barrios muy pobres a otros con baja tasa de pobreza, Hoynes et al. (2016) [2] examinan los programas de cupones de comida (Food Stamp), mientras que Aizer et al. (2016) [3] se concentran en transferencias de dinero a familias pobres. Estos artículos tienen en común que se fijan en el efecto a largo plazo de esta clase de políticas en la salud y las condiciones económicas de los hijos de las familias beneficiadas.

Cada una de estas políticas corresponde a distintas maneras de luchar contra la pobreza de acuerdo con el análisis económico. En principio, y a no ser que haya alguna razón para pensar de otra manera, las transferencias de renta son la mejor manera teórica de ayudar, puesto que no distorsionan los precios y, por tanto, las decisiones en otros mercados. Los programas de cupones de comida pueden ser óptimos o, al menos, una segunda mejor opción, si por ejemplo el cabeza de familia que recibe el dinero no tiene en cuenta completamente el bienestar del resto de la familia. Finalmente, el cambio de residencia puede resolver un problema de externalidades. Aquí presento un resumen de los tres artículos explicados por sus propios autores.

Chetty et al. (2016) [1] estudian las consecuencias del programa Moving to Opportunity (MTO), mediante el cual a varias familias elegidas aleatoriamente de entre las que vivían en un barrio muy pobre se les dio un bono para trasladarse a un barrio mejor. El experimento se llevó a cabo entre 1994 y 1998 en cinco grandes ciudades de los EEUU., e incluyó a 4.604 familias, quienes fueron divididas aleatoriamente en tres grupos: un grupo recibía el bono con la condición de mudarse a un barrio con una tasa de pobreza inferior al 10%, un segundo grupo recibió el bono sin restricciones sobre dónde usarlo, mientras que un tercer grupo no recibió ningún bono (pero siguió teniendo acceso a viviendas sociales –public housing).

Los estudios anteriores realizados sobre este experimento mostraron mejoras en indicadores de salud y seguridad, pero no en las rentas o el empleo de los adultos o de los jóvenes mayores. Los autores retoman el experimento MTO y se concentran en examinar el impacto a largo plazo sobre los hijos que eran demasiado jóvenes cuando las familias se mudaron a los nuevos barrios, un efecto que no se ha estudiado hasta ahora por las razonas obvias de que no tenían edad de trabajar. Los autores ponen a prueba dos hipótesis: (i) los resultados a largo plazo de esto hijos mejoran con el programa MTO, y (ii) las ganancias disminuyen con la edad de los hijos en el momento de la mudanza. Los resultados confirman ambas hipótesis. En particular los autores estiman que trasladar a un niño (de ocho años de media) desde un barrio muy pobre a otro con un índice bajo de pobreza usando un bono experimental tipo MTO aumenta las ganancias totales a lo largo de la vida laboral en alrededor de 302.000 dólares. Esta es una ganancia equivalente a 99.000 dólares cuando se calcula su valor actual descontado a un tipo de interés del tres por ciento. Más aún, las mayores rentas implican unos mayores ingresos fiscales que más que compensan el coste del programa relativo al coste de ofrecer viviendas sociales.

Referencias:

1. Chetty, R.; Hendren, N., and Katz, L.F. 2016. The Effects of Exposure to Better Neighborhoods on Children: New Evidence from the Moving to Opportunity Experiment. American Economic Review 106(4), 855–902. 

2. Hoynes, H.; Schanzenbach, D.W., and Almond, D. 2016. Long Run Impacts of Childhood Access to the Safety Net. American Economic Review 106(4), 903–934. 

3. Aizer, A.; Eli, S., Ferrie, J., and Lleras-Muney, A. 2016. The Long-Run Impact of Cash Transfers to Poor Families. American Economic Review 106(4), 935–971.

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