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sábado, 27 de enero de 2018

Economía y pseudociencia en Enigmas y Birras, Bilbao

Esta tarde hablo de Economía y pseudociencia en el Enigmas y birras de Bilbao. Este es el cartel y el contenido tal como lo han preparado los organizadores. Nos vemos.


La charla versará sobre cuatro aspectos que distorsionan, por decirlo suave, la realidad de la investigación económica. Uno es la manera en que cualquier discurso aparentemente coherente pasa a ser creído sin más crítica por una parte de la sociedad por motivos seguramente ideológicos. El segundo aspecto se refiere a la toma de decisiones de políticas económicas por los poderes públicos que no se basan en evidencias o que son directamente contrarias a ella. En tercer lugar se muestra la metodología científica que hay detrás de la Economía académica y de la que carecen las ideas económicas que no tienen cabida en ella.

DóndeDOCK (Paseo de Uribitarte 3, Bilbao)
Cuándo: Sábado 27 de Enero a las 18.00h

Cómo llegar:
  • Tranvía: Parada Pío Baroja
  • Bilbobus: 11, 71 (Campo Volantín 23, hay que cruzar por el Zubizuri)
  • Metro: Abando
Entrada libre y gratuita.

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Hace cinco años en el blog: La última provincia.
Hace tres años en el blog: Resumen de Piketty y sus críticas.
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viernes, 27 de octubre de 2017

Escépticos en el pub de Santiago: Economía y pseudociencia.

Esta tarde estaré dando una charla sobre "Economía y Pseudociencia" en Santiago. Este es el anuncio. Está en gallego. Como se entiende bien, la dejo así. Nos vemos.


Xa temos preparada a charla de outubro! Este mes falaremos de economía. De catro aspectos que distorsionan, por dicilo mainamente, a realidade da investigación económica. Un é o xeito en que calquera discurso aparentemente coherente pasa a ser crido sen crítica por unha banda da sociedade por motivos seguramente ideolóxicos. O segundo aspecto refírese á toma de decisións de políticas económicas polos poderes públicos que non se basean en evidencias ou que son directamente contrarias a elas. En terceiro lugar falaremos da metodoloxía científica que hai detrás da economía académica e da que carecen as ideas económicas que non teñen cabida nela. Ao fin ofreceranse algunhas aclaracións sobre onde atopar a ideoloxía na economía.

O noso relator será José Luis Ferreira. É profesor titular no Departamento de Economía e director do Master en Economía da Universidade Carlos III de Madrid. Despois de estudar na Euskal-Herriko Unibertsitatea doutorouse na Northwestern University e, tras pasar pola University of Pennsylvania, finalmente ficou na Carlos III. As súas áreas de investigación inclúen a teoría de xogos, a organización industrial, a economía experimental e a metodoloxía da economía. Adoita publicar en revistas académicas de prestixio como o Journal of Economic Theory ou Games and Economic Behavior. Recentemente publicou un libro titulado Economía y Pseudociencia. É editor e colaborador do blog colectivo sobre Economía Nada es Gratis, participa no proxecto de divulgación científica Mapping Ignorancee mantén un blog persoal (Todo lo que sea verdad) onde fala cumpridamente de economía, método científico, filosofía e política desde a perspectiva dun economista.

O venres 27 de outubro ás 21:00 no Airas Nunes Café de Compostela. Vémonos!

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Hace cinco años en el blog: Pedir perdón a la española.
Hace tres años en el blog: Matar una discusión (1). A mí me gusta así.
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martes, 1 de agosto de 2017

La torre herida por el rayo (2). La paradoja de Newcomb.


Esta vez la discusión fue en el Otto Neurath, magnífico blog de mi amigo y coautor Jesús Zamora (lo digo para presumir). Debatíamos las implicaciones de la paradoja de Newcomb en los conceptos de causalidad y de libre albedrío.

Transcribo (con un poco de edición), la redacción de Jesús Zamora.

“Un ser omnisciente y que siempre dice la verdad nos ofrece dos cajas cerradas, y nos da a elegir entre coger una sola de ellas, o las dos; después de nuestra elección, nos podremos quedar con el contenido de las cajas que hayamos tomado. En la caja A, ha puesto 1000 euros; en la caja B, en cambio, su acción depende de la nuestra: habrá puesto un millón de euros SI ÉL SABE que vamos a coger SÓLO la caja B, y la habrá dejado vacía SI ÉL SABE que vamos a coger la caja A. Naturalmente, nosotros sabemos que el ser nunca se equivoca y que nunca miente.

El problema consiste, por lo tanto, en preguntarnos qué elegir: ¿sólo la caja A?, ¿sólo la caja B?, ¿las dos? Tomar la caja A sólo, es obviamente una tontería. Tomar las dos cajas parece que también lo es: si las tomas, el ser no habrá puesto el millón de euros en la segunda caja. Así que lo racional parece tomar sólo la B. Por otro lado, puesto que en el momento de elegir TÚ la caja, el ser ya ha puesto el dinero en las cajas (sea la cantidad que sea), y entonces, si él ha puesto un millón de euros en la caja B, y tú decides llevártela, no pierdes nada tomando la A también (y te llevas 1000 euros más); así que parece racional llevarse ambas.”

Me interesa deshacer las implicaciones sobre el libre albedrío (que, indirectamente llevan también a deshacer las pretendidas implicaciones sobre el concepto de causalidad). Lo hago resumiendo mis comentarios en esa discusión.

La paradoja se puede resumir en este esquema: La coexistencia de un ser omnisciente y un ser con libre albedrío lleva a un contradicción. Esto plantea tres posibilidades.

(i)    El ser con libre albedrío no puede existir (y esto plantea un problema con el libre albedrío).
(ii)  El ser omnisciente no puede existir (y esto plantea un problema con el ser omnisciente).
(iii) El argumento que muestra la contradicción expresada en la paradoja es falaz.

El argumento sobre la posibilidad de que el ser omnisciente pueda poner dinero en dos estados cuánticos superpuestos parece encontrar una falacia en la deducción. Sin embargo el enunciado dice claramente que el ser omnisciente pone una cantidad determinada y que él es la causa de esta cantidad. Así que nos quedan los puntos (i) y (ii). No veo por qué la gente se enreda con el (i) cuando el (ii) es lo más obvio.

Como decía en una entrada reciente: ¿Qué pasa si el rayo rompelotodo cae sobre la torre indestructible? Venga, todos a hacer filosofía sobre esto y a sacar consecuencias sobre el mundo. Hay que ver en qué cosas se enredan algunos.

Una nota:

No es posible dar una definición del término “omnisciente” (como no es posible dar una de “omnipotente”, “omnipresente” y otros “omnis”) sin hacer referencia a un conjunto universal, donde esté claro cuáles son todos y cada uno de los elementos que constituyen el todo (omni). No he considerado que este sea el problema con la paradoja porque está claro lo que suponemos que sabe el ser. Podemos reformular la paradoja diciendo que sabe qué caja va a elegir uno y no que es omnisciente, lo que equivaldría a reformular la posibilidad (ii) en el sentido de que el ser que sabe lo que voy a elegir no puede existir.

lunes, 31 de julio de 2017

La torre herida por el rayo


En El Tamiz, blog recomendable donde los haya, hemos estado debatiendo la paradoja de Roos-Littlewood que, en realidad, no es más que una versión de otra paradoja algo más sencilla, La lámpara de Thompson. Tenemos una lámpara encendida. Al cabo de una hora la apagamos, media hora después la encendemos, un cuarto de hora más tarde la apagamos de nuevo, un octavo de hora después la encendemos otra vez, y así sucesivamente. Alternamos la lámpara encendida y apagada en intervalos cada uno la mitad de largo que el anterior. Todo el proceso acabará en dos horas:

1+1/2+1/4+1/8+1/16+… = 2.

La pregunta inquietante viene ahora. Al cabo de esas dos horas, ¿la lámpara estará encendida o apagada?

Ninguna de las dos respuestas parece adecuada ni preferible a la otra. ¿Qué hacemos entonces?

Ocurre simplemente, que el problema no está bien definido. Parece bien definido porque hemos sido capaces de enunciarlo claramente, pero es solo apariencia. El problema está perfectamente definido para cualquier instante anterior a las dos horas, pero no para ese momento.

Hay quien dice que la indefinición de la paradoja se debe a que esa situación es físicamente imposible. No hay manera de encender y apagar tan rápidamente una lámpara. Además, según la mecánica cuántica, hay un intervalo de tiempo (el tiempo de Planck) que es indivisible. No es que no podamos o sepamos dividirlo, sino que en la mecánica cuántica no existe posibilidad de algo más pequeño (en otras palabras, el tiempo es discreto, va a saltitos).

Pero la paradoja no está planteada en ningún mundo físico que llega a momentos indivisibles, sino en una construcción nuestra, donde es posible dividir siempre un poco más cualquier intervalo de tiempo (en otras palabras, el tiempo es continuo). La indefinición está en que es imposible formular un modelo lógico-formal en el que la pregunta tenga sentido. De hecho, la paradoja es lógicamente equivalente a resolver la siguiente suma:

1-1+1-1+1-1+1-1+….

En esa suma, el 1 corresponde a la vela encendida y el -1 a su apagado. Esa suma no está definida. No existe ni como planteamiento.

El problema es similar a la siguiente paradoja:

¿Qué ocurre si el rayo rompelotodo cae sobre la torre indestructible?

Volvemos a tener otro problema mal definido, a pesar de que fácilmente hayamos podido expresar esa pregunta en un lenguaje natural. El problema no es que físicamente sea imposible tener un rayo rompelotodo o una torre indestructible. El problema es que en un lenguaje formal la paradoja no se puede plantear. Para ello haría falta definir qué significa un rayo rompelotodo, y para eso tendríamos que enumerar el conjunto de elementos que hay en el todo y que son rompibles por el rayo. Entre esos elementos no puede estar la torre indestructible. La misma indefinición encontraríamos si comenzamos por definir la torre indestructible. De la misma manera, en las matemáticas no puede existir la suma anterior, ni en ningún modelo formal puede existir la lámpara de Thompson.

(En realidad sí se podría definir la suma, pero no como resultado de la operación suma de toda la vida, sino definiendo arbitrariamente un valor, y lo mismo se podría hacer con un modelo formal para la lámpara de Thompson, pero definir arbitrariamente un valor se parece mucho a obviar el problema.)

De esta paradoja toca aprender el cuidado que hay que tener con lo que formulamos, ya que enunciados aparentemente sensatos son, en rigor, imposibles de enunciar.

En la realidad no se da la paradoja porque el tiempo real no es continuo. Este pensamiento es poco evocador. Prefiero el que me llega en momentos de duermevela, según el cuál el secreto de por qué el mundo es cuántico se debe a que una realidad continua no es lógicamente posible.

sábado, 29 de julio de 2017

Al monte se va con botas: La paradoja del examen sorpresa.


Una profesora anuncia un examen sorpresa para la semana siguiente. Los alumnos razonan de la siguiente manera. El viernes no podrá ser, puesto que si llega el viernes sin haber tenido examen, sabremos que será ese día. El jueves tampoco podrá ser, puesto que hemos descartado el viernes, así que si llega el jueves, tampoco será sorpresa. Por inducción, no podrá ser ningún día de la semana. Los alumnos deducen que la profesora no podrá poner ningún examen sorpresa.

Para asombro de todos, llega el miércoles y la profesora pone el examen.

La paradoja está resuelta desde hace muchos años. Se trata de mostrar que el enunciado de la profesora consta de varias proposiciones incompatibles entre sí. Lo vemos mejor si la semana solo tuviera dos días. Así, la profesora está diciendo:

  1. Si el examen es el día 1, la víspera (o ese día antes de clase) de ese día los estudiantes no sabrán que el examen es el día 1.
  2. Si el examen es el día 2, la víspera de ese día los estudiantes no sabrán que el examen es el día 2 y sabrán que no ha sido el día 1.
  3. El examen será alguno de esos dos días.
Es posible, usando las reglas de la lógica proposicional, mostrar que las tres afirmaciones no pueden ser ciertas a la vez (no lo voy a hacer). Hasta aquí no hay problema, todos los lógicos están de acuerdo. Lo que ha creado una larga confusión es que, a pesar de que la profesora ha dicho algo falso, resulta que consigue su objetivo de dar un examen sorpresa.

Llegados a este punto, la discusión ha dado lugar a decenas de artículos en revistas serias. Casi todos van al monte sin botas. Hay autores que se inventan ramas de la lógica sólo para intentar abordar la cuestión.

Borwein y compañía miden el grado de sorpresa con una definición de entropía y buscan así una estrategia para la profesora que maximice la tal entropía.
Según Shaw, la profesora hace unas afirmaciones autorreferenciales de tal manera que nada bueno se puede deducir de ellas.
Olin y Sorensen se ponen a definir “puntos ciegos” epistemológicos y no sé qué diantre hacen con ellos.
Otros se ponen a decir cosas como que saber una preposición un día no es lo mismo que saberla otro día.
Sober, que propone una buena manera de abordar el problema, sin embargo se pone a decir que hay que distinguir entre predicciones prudenciales y evidenciales para concluir no sé tampoco muy bien qué cosa.

En realidad, la cosa es más sencilla. Pensemos en una semana de dos días. Cada día la profesora decide si poner o no un examen, y cada día los alumnos apuntan un SÍ o un NO en un sobre. Si hay examen y apuntaron SÍ, o si no hay examen y apuntaron NO, no hay sorpresa. En caso contrario sí la habrá. Pongamos que la sorpresa le reporta un beneficio (felicidad, utilidad, como quiera llamarse) de 1 a la profesora y de -1 a los alumnos. La no sorpresa cambia el beneficio de cada uno. Los pagos son arbitrarios y podemos cambiarlos si se quiere.

Si no ha habido examen el día 1, el día 2 se enfrentarán al siguiente juego

Día 2
NO
Examen
-1,1
1,-1
No examen
1,-1
-1,1

La única manera de elegir consistentemente en este juego es echar a cara o cruz entre poner examen o no por parte de la profesora y escribir SÍ o NO por parte de los alumnos. El beneficio esperado para cada uno será cero.

Sabido esto, el día 1 el juego es parecido. Ambos tienen que elegir como antes, pero aquí surge un problema. Si la profesora elige no poner examen y los alumnos eligieron SÍ, ¿seguimos con el juego? Si es así, esto querría decir que los alumnos pueden anticipar el examen cada día, de manera que alguno acertarán. Una cosa sensata es decir que, en ese caso, perdieron su oportunidad y el juego se acaba. Otra es decir que esto les impide decir SÍ en el futuro, de manera que el juego del día dos tras (No examen, SÍ) habría sido trivial, con la profesora poniendo el examen los alumnos sorprendidos. Voy a seguir el primer caso, que deja así el primer día:

Día 1
NO
Examen
-1,1
1,-1
No examen
1,-1
0,0

En la casilla (No examen, No) hemos puesto ceros, que son los pagos que se esperan obtener el día siguiente. La casilla (No examen, NO) la podemos interpretar como que el juego se acaba o como que, aún siguiendo, los beneficios son (1,-1) no importa lo que pase el segundo día, porque ya se erraron los alumnos en su elección. La única manera consistente de decidir ahora es, para la profesora, elegir poner examen con probabilidad 2/3 y, para los alumnos, elegir SÍ con probabilidad 1/3. (Otras posibles variantes las tengo publicadas con Jesús Zamora aquí. Se puede leer también aquí.) En el análisis vemos claramente los dos hechos fundamentales de la paradoja:
No es posible poner un examen y que sea sorpresa. Pero esto es porque no es posible que ocurra con probabilidad uno. Vemos que, en nuestro análisis, hay una probabilidad 1/3 x 1/2 = 1/6 de que no hay examen, y una probabilidad positiva de que, habiéndolo, no sea sorpresa. Podíamos haber insistido en que debía haber examen, sólo habría que alterar el juego del día 2 y tendríamos la misma conclusión acerca de que el examen no puede se sorpresa con probabilidad 1.

¡Pero la profesora consigue poner un examen sorpresa! Esto es porque nos cuentan sólo uno de los posibles finales de la historia, cuando los dados cayeron de manera que la profesora pone el examen y los alumnos no lo adivinaron. Lo que he expuesto aquí dice que eso sólo puede pasar con alguna probabilidad si, al lado, está la probabilidad de que no pase.

Lo que ha pasado es que ni alumnos ni profesora pueden razonar al margen de lo que crean que va a hacer el otro, ni al margen de cómo valoren acertar o no, y esto nos coloca en el mundo de la Teoría de los Juegos, puesto que la lógica proposicional no podrá dar cuenta de la interacción entre las acciones y creencias de los dos jugadores. No estaban hechas esas botas para este monte.

viernes, 28 de julio de 2017

Al monte se va con botas: ¡Judy Benjamin salvada!


Recordemos a la soldado Judy Benjamin. Hace cinco entradas la dejamos perdida en un terreno dividido en cuatro cuadrantes, NO, NE, SO, SE, donde las letras son los puntos cardinales. Llama al cuartel general y le dicen "si estás en el Norte, no estás en el Este", ahí la comunicación se interrumpe.

Se trata de saber qué probabilidades asignará Judy Benjamin a los otros tres cuadrantes. Algunos autores proponen resolver el problema con complicaciones como las siguientes para resolver el problema:


El Principio de Simetría lo mencionó BaUmol que interpretó que la frase “si estás en el Norte, no estás en el Este” es equivalente a “si estás en el Oeste, no estás en el Norte” y, por tanto, no tendría sentido privilegiar la separación Norte/Sur de la Este/Oeste, así que la respuesta no puede dar 1/2 de probabilidad a NO sin dársela también a SE.

No interesa mucho ahora explicar lo que es cada uno de estos conceptos, baste decir que son intentos de deducir cosas cuando no hay información suficiente apelando a principios que, a priori, pueden parecer razonables. Estos principios pueden tener una definición precisa y llevar a deducciones lógicas a partir de ellos.

Argumentaré que nada de esto es necesario. Es más, argumentaré que cualquier intento de resolver el problema está abocado al fracaso. Simplemente no hay datos suficientes para resolverlo. Es como si nos preguntan a qué hora se encontrarán dos trenes que salen desde dos ciudades distintas y no nos dicen a qué velocidad van o a qué hora han salido. Cualquier cábala para dar una respuesta, por muy razonable que parezca, no puede dar lugar a una manera general de resolver problemas sin datos. Y esto es lo que intentan hacer todos los proponentes de soluciones para el problema en cuestión.

En el problema de Judy Benjamín, nos falta el dato de cómo obtiene el cuartel general la información. Puede ser de muchas formas. Veamos dos:
  • El Cuartel General puede usar un satélite una vez nada más. Apunta el satélite al Norte, pero solo hay visibilidad en el cuadrante NE, donde no hay señales de Judy. No pueden hacer nada más con el satélite e informan a Judy: “Si estás en el Norte, no estás en el Este”.
  • El Cuartel General puede usar un satélite una vez nada más. Apunta el satélite al Norte y eligen decirle a Judy un cuadrante en el que no está (si no está en ninguno, le dicen uno al azar). El mensaje es, nuevamente: “Si estás en el Norte, no estás en el Este”.
Lo que cambia según cuál de los casos sea el que ocurre es la probabilidad condicional de que se obtenga la información “Si estás en el Norte, no estás en el Este” (u otra proposición lógicamente equivalente a ella). En el primer caso, la información tiene 1/3 de probabilidad de ocurrir si está en cualquier lugar que no sea NE y tiene 0 de probabilidad si está en NE. En el segundo caso, la probabilidad de la información es 1 si está en NW, es 0 (cero) si está en NE, 1/2 si está en SW y 1/2 si está en SE.

Estas distintas probabilidades darán, metidas en la fórmula de Bayes, las probabilidades que Judy debe asignar a cada cuadrante NO, NE, SO y SE, y que serán (1/3, 0, 1/3, 1/3) en el primer caso y (1/2, 0, 1/4, 1/4) en el segundo. La conclusión de todo esto es que, como ya hemos advertido varias veces en este blog, para ir al monte de la incertidumbre hay que ir con las botas de la teoría de la probabilidad. No basta con la lógica proposicional, ni hace falta inventarse teorías ad hoc. Sabiendo usar el equipamiento adecuado podremos disfrutar del monte sin perdernos.

Efectivamente, el caso se parece al de Monty Hall (cuando no se sabía cómo se elegía la puerta) y no al de la Bella Durmiente ni al del Dormilón, donde la historia sí especificaba cómo se obtenía la información. El ganador es Roberto, que acertó con esta idea.

domingo, 23 de julio de 2017

Los científicos se lo montan con modelos

La importancia de tener un modelo para pensar sobre la realidad nunca debe ser desdeñada. De otra manera es difícil saber de qué estamos hablando. Véase, si no, esta entrada en el Otto Neurath o esta otra mía semanas atrás. Uno de los ejemplos más sencillos, a la vez que ilustrativo, es la paradoja de Monty Hall.

Monty Hall es el presentador de un concurso televisivo. Una de las situaciones en las que se suelen ver inmerso el concursante es la siguiente. Debe elegir entre tres puertas, una de las cuales tiene tras ella un premio. Las otras dos no guardan nada. El concursante elige la puerta A y, a continuación Monty Hall abre una de las otras dos puertas, pongamos que sea la B, y se ve que no hay premio. Monty Hall le da la oportunidad al concursante de cambiar y elegir la C, si quiere. ¿Debe el concursante cambiar de puerta?

Esta es una vieja paradoja y no es mi intención elaborar sobre ella. Sólo la tomo de referencia para ilustrar la necesidad de los modelos. Tal como yo he descrito la historia, nos falta saber cómo se ha llegado a la situación descrita. En particular, es necesario saber si Monty Hall sabía dónde estaba el premio y si, sabiéndolo, deliberadamente escoge la puerta en que sabe que no está.

Si Monty Hall abre una puerta al azar y sucede que no hay premio, las probabilidades a priori de que el premio esté tras A o tras C siguen siendo iguales (el 1/3 de probabilidad de B se pasa a medias a A y a C, quedando en 1/2 cada una) y el concursante no gana nada por cambiar.

Si, en cambio, Monty Hall sabe dónde está el premio y abre una puerta donde sabe que no está, la probabilidad de 1/3 de B se va toda a C, de manera que al concursante le conviene cambiar.

El modelo lo es todo. Intentar responder a la cuestión sin especificar qué caso tenemos en mente solo nos puede llevar a un gran dolor de cabeza tras una larga discusión.

Aclaro dos cosas. La formulación original de la paradoja narraba el segundo escenario. Sin embargo, mucha gente pensaba que la solución seguía siendo 1/2 y que no hacía falta cambiar. No me molesto en hacer los cálculos y las explicaciones de cómo se llegan a estas conclusiones porque está en cualquier página dedicada al asunto, incluidas las entradas en la wikipedia y en la ilustración que abre esta entrada. Pinchad sobre ella para verla completa.

sábado, 22 de julio de 2017

La razón moral en democracia


(¿Un hombre un voto? - ¿No es eso lo que he estado haciendo?)

He aquí otro problema, esta vez mucho más serio y general, sobre cómo no es posible deducir reglas que obedezcan a principios aparentemente bien racionales, simplemente porque no existen. Esto obliga a elegir reglas imperfectas, por así decirlo, sobre las cuales habrá disparidad de opiniones.

El problema es el de elegir un sistema de elección social (p.e. un sistema de votaciones). No queremos uno cualquiera (p.e., el que elija la opción que obtenga 4.533 votos), así que convengamos unos mínimos de coherencia. Para facilitar la decisión centrémonos en los sistemas en los que hay que elegir una alternativa entre varias (un presidente, un proyecto ciudadano, un sí o un no en un referéndum,…). He aquí los criterios.
  1. Transitividad. Si se determina que A se elige ante B y B ante C, entonces A debe ser elegido frente a C.
  2. Unanimidad. Si todo el mundo prefiere A a B, entonces se elige A.
  3. Independencia de alternativas irrelevantes. La elección entre A y B depende sólo de las preferencias que los individuos tengan sobre A y B.
  4. No dictadura. La regla no elige siempre según las preferencias de un individuo en particular.
El punto 3 merece un poco más de explicación. Imaginémonos que estamos en un restaurante y pedimos la carta. Nos dicen que hay carne y pescado. Elegimos la carne. En ese momento, el camarero nos informa de que también hay ancas de rana. Ante la nueva información elegimos pescado. Este extraño cambio de parecer es el que evita la independencia de alternativas irrelevantes.

Estos puntos son perfectamente formalizables matemáticamente. Arrow lo hizo y, a continuación, enunció y demostró que no existe ninguna manera de elegir socialmente que cumpla los cuatro principios. Además, se ganó el Nobel. El esquema de la demostración es ilustrativo. Lo que hizo fue suponer que se cumplen los primeros tres puntos y demostró que sólo la regla dictatorial los cumple.

Así que, o bien aceptamos a un dictador, o tenemos todos las mismas preferencias o tenemos que renunciar a algún otro principio. De nuevo, no existe la regla racional de elección. En particular, tampoco existe el sistema de votaciones ideal.

viernes, 21 de julio de 2017

La razón moral en bancarrota


Propongo considerar un pequeño problema moral para el que la razón pura (sea lo que sea eso) es incapaz de ofrecer una solución. El ejemplo, por ser tan mundano él, no debería preocupar a los proponentes de una moral basada en la razón. Aún así lo propongo porque ayudará a entender la postura de quienes no creemos posible que la razón pueda dar ningún salto para poder deducir lógicamente la moral.

Este es el ejemplo:

Una empresa se declara en bancarrota. Sus activos están valorados en 120, pero tiene dos acreedores a quienes debe 60 y 120, respectivamente. ¿Cómo se dividen los activos entre los acreedores?
  • Regla igualitaria: Se reparte entre ellos a partes iguales, 60 para cada uno.
  • Regla proporcional: Se reparte proporcionalmente a la deuda, 40 para el primero, 80 para el segundo.
  • Regla del Talmud: El primero reclama la mitad, el segundo todo. La mitad que reclaman los dos se reparte a medias (30 para cada uno). La segunda mitad que reclama sólo el segundo es para él (60 más para el segundo). El reparto queda así: 30 para el primero y 90 para el segundo.
¿Cuál es el reparto moralmente justo?

No es posible saberlo. Cada uno obedece a un principio distinto, todos tienen en cuenta cierto principio de igualdad, pero cada regla lo trata de forma distinta. De hecho podríamos imaginarnos muchas más, todas sensatas. Podemos poner un mínimo asegurado para cada acreedor y un reparto proporcional del resto de la deuda, o hacer el reparto proporcional al logaritmo de la deuda (por aquello de que más dinero da cada vez menos felicidad), o dárselo todo al más rico (la regla Reaganiana), por poner unos pocos ejemplos más.

Esta es la discusión:

El problema es interesante porque está perfectamente definido. Si se dice que hacen falta más datos, por ejemplo sobre quién es cada uno de los acreedores, supóngase que son dos personas exactamente iguales excepto por su posición en este caso de bancarrota. Ni aún así podemos deducir una u otra regla de reparto sin mediar por medio algún otro principio que implique esa regla en particular. Esto no tiene por qué ser redundante. En teoría de juegos hay toda una rama dedicada a derivar fórmulas de reparto a partir de axiomas deseables. Ocurre que cada regla obedece a un subconjunto particular de estos axiomas y que ninguna regla los puede tener todos. En otras palabras, muchos axiomas que son deseables son incompatibles entre sí. Fijémonos que la elección de los axiomas será convencional, mientras que será la razón la que nos lleve de esa elección de principios a una regla de reparto (si es posible) o a concluir que una regla que satisfaga esos axiomas no existe.

Todo eso está muy bien, se objetará, pero la razón moral no se mete con asuntos mundanos como el de la bancarrota (con permiso del Corán, del Talmud y de los códigos civiles y mercantiles, supongo), sino con problemas más importantes. Es posible, pero mi argumento es que los intentos para sustentar una moral en la razón se enfrentarán siempre a este tipo de problemas.

¿Por qué lo creo? Por dos razones. Primera, porque en todos los problemas que se han podido analizar con rigor (bancarrota, negociación, votaciones, provisión de bienes públicos, agregación de preferencias,…) se han encontrado estos problemas. Segunda, porque los que proponen que tal empresa es posible no han conseguido avanzar un milímetro. Todos los avances han sido a partir de concesiones en los principios o a partir de una formulación de acuerdos normativos sobre qué es lo deseable: un punto económicamente eficiente, un punto aceptable tras el velo de la ignorancia, un punto de equilibrio, un punto en el que no haya envidias, una cesión de soberanía a un líder o algún otro principio por el estilo. Todo ellos serán perfectamente discutibles por personas razonables.

martes, 6 de junio de 2017

En cuestión de sexos, más datos y menos ideología


Hay quien cree que las mujeres tienen menos tendencia a decantarse por algunas carreras que por otras, o que son los hombres quienes tienen esa tendencia. Hay quien piensa que, de ser cierto la anterior, la tendencia por fuerza tiene que ser social y no genética. ¿Hay razones tras esas creencias? Una mirada casual a la proporción de hombres y mujeres en las distintas carreras parece indicar que hay, efectivamente, distintas preferencias entre sexos. El hecho de que las mujeres hayan entrado en otras carreras antes también acaparadas por hombres parece dar fuerza a la creencia de que las preferencias innatas pueden no estar explicando el fenómeno observado y que tienen que haber sido moldeadas socialmente. Sin embargo, estas justificaciones de las creencias no están bien fundamentadas. Hay múltiples hipótesis que podrían explicar los datos. Hagamos una lista:
  1. Las mujeres tienen menos inclinación por esas carreras por causa genética.
  2. Las mujeres tienen menos inclinación por esas carreras por causa social.
  3. Las circunstancias específicas en esas carreras implican una dinámica más lenta en la presencia de mujeres que en otras antaño también dominadas por hombres.
  4. Las mujeres aprecian igual que los hombres cada carrera, pero ni a hombres no a mujeres les gusta demasiado estar en minoría (modelo de segregación de Schellling).
Que yo sepa, ninguna de estas hipótesis (ni otras posibles) está probada ni descartada. Proponerlas como líneas de investigación no es machista ni deja de serlo, aceptar alguna de ellas sin estar probada sí puede serlo. P.e., no aceptaremos sin más que a las mujeres les gusta la ingeniería menos que a los hombres solo porque satisfaga la intuición de alguien y porque una mala mirada a los datos así parezca decirlo. Tampoco rechazaremos sin más que haya una diferencia de gustos innata solo porque choca con la intuición de alguien, normalmente porque piensa que la diferencia innata justificaría la discriminación por sexo o, alternativamente, porque haría más difícil igualar la presencia de hombres y mujeres en las distintas carreras que si la diferencia de preferencias tuviera un origen social. Ninguna de las dos cosas se seguiría de ese dato. Lo que necesitamos para dar con la explicación adecuada no es la idea preconcebida de ninguna ideología, sino datos que todavía no tenemos.

Mientras llegan los datos –y pueden tardar mucho en llegar- no debemos dar por buena ninguna hipótesis y actuar en la dirección de menor daño o de más probable beneficio, y yo creo que esta es la de animar a hombres y mujeres a que acudan a las carreras en las que están menos representados.

Cambiemos de tercio y observemos que hay quien piensa que los hombres tienden a interrumpir a las mujeres (manterrumping) o a despatarrarse en el transporte público (manspreading) o a explicar cosas a las mujeres condescendientemente (mansplaining). ¿Están bien fundamentadas estas creencias o pasa como en el caso anterior de las distintas hipótesis sobre la presencia de hombres y mujeres en distintas carreras? ¿Hay algo más que la intuición de alguna ideología? La hipótesis de los distintos gustos entre hombres y mujeres tenía los datos de mayor presencia de uno de los sexos en distintas carreras y ya hemos visto que, incluso existiendo este dato, no es suficiente para aceptar la hipótesis. En los casos de manterrumpting, manspreading y mansplaining, ¿tenemos siquiera esos datos? Yo no los he visto, solo he leído relatos anecdóticos que se refieren como generales, representativos o, por lo menos, como de mayor ocurrencia entre hombres que entre mujeres. No sé si esas cosas ocurren, sino que no se ofrecen los datos.
Por ejemplo, para mostrar el manterrumping, se ofrecen debates entre hombres y mujeres (por ejemplo, entre Clinton y Trump) y se cuenta que Trump interrumpió a Clinton muchas más veces que al contrario. El dato es cierto, pero no sabemos si es general. Habría que hacer, por lo menos, tres cosas más para comprobarlo: (i) que esto ocurre cuando se toma una muestra aleatoria de debates, (ii) que los hombres interrumpen más a las mujeres que a otros hombres y (iii) que las mujeres no se interrumpen más entre ellas que lo que interrumpen a los hombres. Por ejemplo, si (ii) no se da, ¿en qué queda el manterrumping? Será cierto que los hombres interrumpen más, pero no que discriminen por sexo en la interrupción. Algo parecido podríamos pedir a los datos que apoyen el mansplaining. En el caso del manspreading. ¿Alguien se ha puesto a contar qué porcentaje de hombres ocupan más sitio del que deben y lo ha comparado con el de las mujeres? ¿Ocurre siempre o solo cuando hay asientos vacíos? ¿De cuanto sitio ocupado estamos hablando? ¿Se mantiene la diferencia si se controla por el tamaño de la persona o alguna otra circunstancia? Si ocurre, ¿se debe a un deseo de acaparar espacio o hay razones anatómicas?

Yo no tengo ni idea de si estas cosas ocurren y en alguna de ellas tengo curiosidad por saber si es cierta o no. Sobre lo que sí tengo idea es que, mientras lleguen los datos, igual que hacíamos antes, trabajemos sobre la hipótesis de menos daño, aquella que no supone una diferencia donde no sabemos si la hay.

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Hace tres años en el blog: Los mitos de la razón. El Homúnculo y el Fantasma en la Máquina.
Y también: Salud y República.
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martes, 29 de noviembre de 2016

Los malos axiomas de los austriacos


Uno de mis libros favoritos es La Ética de Spinoza. Me gusta la ingenuidad del proyecto, la decisión con que se plantea, el estilo con que está escrito, la personalidad del escritor, la originalidad del método y el declarado respeto a la razón. Todo ello hacen de él un libro único y memorable. Es una lástima que esté todo mal, y que ninguna de las afirmaciones del libro se demuestren con el método geométrico que presume el autor. No quiere decir que todas las afirmaciones sean falsas o que las proposiciones normativas no sean razonables, sino que no están deducidas de la manera propuesta.

Spinoza quería deducir la Ética a partir de la Razón basándose en unos pocos axiomas y aplicando la deducción lógica. Ahora sabemos que al rigor de la lógica debe preceder el rigor de las definiciones y que estas solo pueden establecerse en un modelo formal. Esto no impide que podamos hacer también deducciones en un lenguaje no formal, pero será difícil llegar muy lejos, sobre todo en cuanto nos metamos en materias especializadas e intrincadas, donde tenemos que definir bien de qué estamos hablando. Spinoza creía que conceptos como “esencia” o ”naturaleza” estaban bien definidos y que con ellos podía definir “causa”, o que frases como “ser limitada por otra de su misma naturaleza” tienen un sentido evidente, y que con ellas puede tirar para adelante y demostrar la ética al modo geométrico. No lo consiguió, claro, lo que no implica que algunas de sus frases y conceptos no puedan ser apreciados. Lo serán, pero no por ser parte de una construcción formal, como pretendía. Eran otros tiempos, no se sabía de modelos formales más allá de la geometría y de otros pocos más y limitados a aspectos pequeños de otras ciencias.

En el siglo 20 ya sabíamos más de todo eso y, sin embargo, abundaban todavía pensadores que se permitían creer que con definiciones tan imprecisas como aquellas de Spinoza podían deducir proposiciones metafísicas, teológicas, morales, políticas o económicas. La justificación que siempre se da es que es posible mostrar ejemplos en los que se puede hacer (o parece que se puede hacer) este tipo de deducciones y tirar para adelante y pretender demostrar toda una doctrina. La ingenuidad de estos últimos no me inspira tanto candor como la de Spinoza. Ya debían saber que su empeño era imposible y que, de tener seguidores, los estarían condenando a defender lo indefendible. Es lo que me pasa con von Mises y su libro La Acción Humana. Von Mises cree poder deducir muchas cosas del hecho que consiste en que las personas procedemos de manera consciente y deliberada, sea esta fruto de una clara deliberación o de recuerdos olvidados y deseos reprimidos (son expresiones suyas, influenciado como estaba por las teorías freudianas).

Este es el argumento que hace Mises para mostrar que pensando apriorísticamente y sin empiria puede tener un conocimiento preciso y verdadero de la realidad:
El objeto específico de la praxeología, es decir, la acción humana, brota de la misma fuente donde nace el razonamiento. Actuación y raciocinio constituyen realidades cogenéricas y similares; cabría, incluso, considerarlas como dos manifestaciones distintas de una misma cosa. Por cuanto la acción es fruto del raciocinio, resulta que éste puede descubrir la íntima condición de aquélla. Los teoremas que e! recto razonamiento praxeológico llega a formular no sólo son absolutamente ciertos e irrefutables, al modo de los teoremas matemáticos, sino que también reflejan la íntima realidad de la acción, con el rigor de su apodíctica certeza e irrefutabilídad, tal como ésta, efectivamente, se produce en el mundo y en la historia. La praxeología proporciona conocimiento preciso y verdadero de la realidad.
No, Mises, del hecho de que la acción humana sea producto del raciocino no se deduce que el raciocinio pueda estudiar la acción humana de manera certera e irrefutable. Eso te pasa por razonar por analogía y huir de los modelos formales. Le pasarán cosas parecidas a lo largo del libro, como le pasan a sus defensores actuales. Veamos cómo razonan en el Mises Institute sobre el uso de las matemáticas frente al lenguaje normal:
Considérese, por ejemplo, las proposiciones (2) A un precio mayor corresponde una menor (o, por lo menos, no mayor) demanda. (2´) Si p denota el precio de un bien y q su demanda, entonces q = f(p) y dq/dp = f' (p) ≤ 0. Aquellos que encuentran la fórmula (2´) más precisa o “más matemática” que la frase (2) caen un uno completo error … la única diferencia entre (2) y (2´) es esta: como (2') se limita a funciones diferenciables y cuyas gráficas, por tanto, tienen tangentes … la frase (2) es más general, pero de ninguna manera es menos precisa: tiene la misma precisión que (2´).
Para empezar, en matemáticas se puede expresar que a un precio más alto corresponde una demanda menor sin restringirse a funciones diferenciables (por ejemplo, con correspondencias no necesariamente continuas) y tener la generalidad que quiere el redactor del párrafo anterior. El uso de conceptos más restringidos (que el redactor parece confundir con pretensiones de precisión) simplemente permite tener modelos más manejables, aunque simplificados. Para seguir, el hecho de que una relación se pueda expresar en lenguaje llano y seguirle la pista durante un pequeño razonamiento no implica que todo se pueda hacer así. Por continuar con el ejemplo del párrafo anterior, será muy difícil seguir la pista a un razonamiento que distinga la función de demanda marshalliana de la hicksiana e intente sacar conclusiones acerca de las consecuencias de ayudar a un consumidor según distintos mecanismos de ayuda.

Los austriacos han oído, por supuesto, este argumento. He aquí cómo lo desdeñan en el Mises Institute
A menudo se dice que la traducción de un concepto … del lenguaje ordinario al matemático lleva a una mayor precisión lógica del concepto y a mayores oportunidades de uso. Pero la falta de precisión matemática en el lenguaje ordinario refleja precisamente el comportamiento de los seres humanos en el mundo real…
Has leído bien, querido lector: está diciendo que quien quiera estudiar una realidad imprecisa debe usar un lenguaje también impreciso. Razonamientos, ninguno, otra vez hay discurso por analogía. Y todos estos errores de razonamiento son antes de empezar a hablar de economía.

En la historia del pensamiento económico ha habido varios intentos de encontrar la coherencia interna de teorías verbales y siempre se han encontrado problemas con la teoría. Sucede con El Capital de Marx, que se ha mostrado incoherente; con la Teoría General de Keynes, cuya modelización es controvertida, y con la Teoría Austríaca de los Ciclos Económicos, que se ha encontrado tan falta de contenido que la mejor aproximación formal conseguida necesita supuestos ad hoc completamente arbitrarios. Lo curioso es que, además de todo eso, la teoría de los ciclos económicos austriaca no se ha deducido ni remotamente a partir del axioma de la acción humana.


Esta enemistad con los modelos formales y el recurso a la dialéctica, la retórica, la apelación a intuiciones y, en el caso de los austriacos, a la praxeología, podrá justificarse de la manera que cada uno quiera (y, si se la cree, será esa su justificación), pero en la práctica lo que hace es dar rienda suelta a que cualquiera, apelando a la simpatía que generan los rebeldes, se haga llamar heterodoxo y reivindique un lugar en igualdad de condiciones a los que sí se molestan en detectar incoherencias internas en sus modelos, supuestos mejores, y evidencias empíricas. Todo ello con matemáticas, claro. 

Cuando hace ya un tiempo hablé de la pseudociencia austriaca y respondí (aquí y aquí) a la defensa de Rallo, este volvió a escribir y, aparte de repetir los argumentos que ya le había respondido, se pasó a la baza metodológica y, entre ella, a la defensa de las narrativas no formales en forma de una de Huerta de Soto. En su día dije que tal vez habría una coda para contestar otra vez a Rallo. No me animé porque los argumentos eran repetitivos y porque cuando la pseudociencia apela a otra forma de metodología distinta del método científico uno ya sabe que no hay nada que discutir (aquí he hablado de eso). Pero sirvan estas últimas líneas como la coda no prometida.

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Hace cinco años en el blog: El parlamento proporcional.
Y también: English as she is spoke.
Hace tres años en el blog: Los mitos de la razón. El Hotel Infinito.
Y también: Entrevista en el Canal 24 Horas.
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lunes, 25 de enero de 2016

Matar una discusión (5): Lo que no entiendo lo llamo como quiero.


De un debate sobre el consenso en Economía:
-Interlocutor: Vamos que ese grupo de economistas que publican en revistas de impacto y se citan unos a otros, me recuerda cada vez más a ese grupo de dirigentes de la ICAR que en el siglo ¿III? decidieron cuales eran los evangelios verdaderos y cuales los apócrifos. 
-Yo: No sé si te das cuenta, pero esta crítica que haces la podrías hacer para las revistas de física o de medicina. Lo que es mejor no se decide porque sí. Hay primero una adscripción al método científico y luego las revistas van decantándose según aporten conocimientos en el uso del método. También me explayo sobre esto aquí. Así es en todas las disciplinas. No sé por qué te parece mal que sea así en Economía. 
-Interlocutor: La diferencia, está en que la validez de los enunciados de física o de medicina, no se determina por el consenso entre físicos o médicos (cada consenso en su materia específica) 
-Yo: En toda ciencia el consenso está en la aceptación del método científico y de las proposiciones que se logren establecer con el método. En cualquiera de esos dos colectivos (los que publican en Nada es Gratis y los autores de Els Opuscles del Crei) hay simpatizantes de IU, PSOE, PP, CiU, PNV y otros partidos. El que puedan ponerse de acuerdo gente de tan diversa ideología en realizar divulgación de ideas y propuestas comunes muestra las bondades de adscribirse al método científico.
-Interlocutor: Lo que demuestra es que son apolíticos de derechas, sin más.
En honor a la verdad, no eran siempre los mismos interlocutores a quienes respondía en este debate. El último era un troll resabidillo que, sin saber ni de Economía ni de sus métodos, se dedicaba a soltar frases no más ingeniosas que la de esa muletilla. ¿Qué decir a eso? Mejor dejar que los testigos vieran la flagrante contradicción entre el argumento que se ofrece y la conclusión que saca.

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Hace cinco años en el blog: Más errores de Vicenç Navarro.
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Y también: Suicidio homeopático.
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sábado, 31 de octubre de 2015

Lo que cuesta dejar las ideas preconcebidas por los datos


Hace unos días tuve una discusión en twitter. Comenzó por una noticia que decía que Ciudadanos proponía el copago médico y una nota de prensa de Ciudadanos que lo negaba. A raíz de eso tuití lo siguiente (enlace aquí):
Decir q no es copago sino repago es no decir nada. No es cierto q ya pagamos todo. Lo cierto es que no lo hacemos y por eso tenemos déficit. 
El copago médico no es una forma d recaudar (quien piense eso q se lo haga mirar), sino d evitar el abuso. La discusión será si lo hace o no 
Y si lo hace mejor que otros mecanismos, y si los demás efectos compensan. P.e., desatención por copago vs. mayor atención por más recursos. 
Cualquier discusión que no vaya por ahí sino por retóricas ideológicas no debería merecer ni un minuto de consideración.
Me contestan cosas como esta (aquí)
usted dice "hay abuso" ¿quién receta? el médico, no el paciente. 
el paciente no está cualificado para decidir y recetar, por tanto no puede "abusar". Si hay abuso (demuéstrelo) es de los médicos 
¿A partir de qué momento un ciudadano X puede saber cuando es grave o leve? 
que haya casos, las pruebas y datos que pide para los demás a usted no se le exigen.
¿No es curioso? Yo digo que hay que examinar las consecuencias del copago frente a las alternativas y decidir según eso y estos comentadores (y otros muchos) entienden que yo defiendo el copago, que afirmo que hay abusos y que solo pido datos a los que están en contra y, además, algunos dicen que es imposible que el paciente abuse del sistema si no hay copago. En el desarrollo de la discusión yo incidía siempre en la necesidad de datos y no en las posturas apriorísticas. Se me contesta una y otra vez con razones apriorísticas. Entre los argumentos para defender el apriorismo y no evaluar los posibles efectos negativos del copago y compararlos con los positivos (posible desatención por no acudir al médico frente a posible mayor atención por los recursos que se liberan) están estas (aquí y aquí):
eliminar las elecciones puede liberar recursos para atender a los más enfermos. Ya sabes a priori que no compensa? 
¿Y por qué imponer un "mecanismo" que sólo hace las cosas peor (+ injusto)?
Es decir, porque ya sabemos a priori que el no tener copago es tan probadamente bueno como tener elecciones y es más justo que las alternativas. Contesto:
Porque sabes que hay más consecuencias que el dinero que se ahorra con la organización de elecciones. 
Que es más o menos injusto que otros mecanismos es algo que hay que mostrar con datos, no con decirlo
Debo decir que, tras mucho tuits, poco a poco me iban entendiendo que yo no afirmaba ni que hay mucho abuso ni lo contrario, ni que propongo el copago ni que dejo de hacerlo, que simplemente hay valorar tras saber lo mejor que podamos las consecuencias. Al mismo tiempo que algunos contertulios iban entendiendo, otros se sumaban a la discusión volviendo a los apriorismos. ¿Por qué costó tanto entenderlo?

El mejor momento ocurrió cuando, tras decenas de tuits, un par de contertulios se decidió a buscar información (aquí y aquí). Los felicité, claro, aunque falta saber si la recopilación no está sesgada, y no se estará buscando la información que apoye las creencias a priori en lugar de desarrollar las creencias después de haber considerado toda la información. Pero es un comienzo.

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Hace tres años en el blog: Pedir perdón a la española.
Y también: Los mercados financieros y los juegos de suma cero.
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Y también: Pregunta para físicos (2).
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martes, 14 de abril de 2015

La debilidad del marxismo y del psicoanálisis


Reproduzco aquí un texto de Karl Popper, que sigue siendo actual. Habla del marxismo (su parte del Materialismo Histórico), del Psicoanálisis de Freud y de la Psicología individual de Adler. El texto original en inglés se puede consultar aquí. La traducción está tomada de aquí.

Podemos añadir muchas otras teorías modernas más modernas (el patriarcado explicado por el sexo como poder, la economía austriaca, el ecologismo que enfrenta lo natural a lo artificial, el diseño inteligente o las teorías políticas del neo-imperialismo, entre otras muchas).


"Durante el verano de 1919 comencé a sentirme cada vez más insatisfecho con esas tres teorías, el Materialismo Histórico, el Psicoanálisis y la Psicología del individuo; comencé a sentir dudas en relación a su pretendido carácter científico. Mis dudas tomaron al principio la siguiente forma simple: “¿qué es lo que no funciona en el Marxismo, el Psicoanálisis y la Psicología del individuo?”, “¿por qué son tan diferentes de las teorías físicas, de la teoría de Newton y especialmente de la Teoría de la Relatividad?”.

"Para aclarar este contraste debo explicar que pocos de nosotros, por entonces, habríamos dicho que creíamos en la verdad de la teoría einsteniana de la gravitación. Esto muestra que no eran mis dudas acerca de la verdad de esas otras tres teorías lo que me preocupaba, sino alguna otra cosa. Tampoco consistía en que yo tuviera la sensación de que la física matemática era más exacta que las teorías de tipo sociológico o psicológico. Así, lo que me preocupaba no era el problema de la verdad, en esta etapa al menos, ni el problema de la exactitud o mensurabilidad. Era más bien el hecho de que yo sentía que esas tres teorías, aunque se presentaban como ciencias, de hecho tenían más elementos en común con los mitos primitivos que con la ciencia: que se asemejaban más a la astrología que a la astronomía. 

"Hallé que aquellos de mis amigos que eran admiradores de Marx, Freud y Adler estaban impresionados por una serie de puntos comunes a las tres teorías, en especial su aparente poder explicativo. Estas teorías parecían poder explicar prácticamente todo lo que sucedía dentro de los campos a los que se referían. El estudio de cada una de ellas parecía tener el efecto de una conversión o revelación intelectuales, que abría los ojos a una nueva verdad oculta para los no iniciados. Una vez abiertos los ojos de este modo, se veían ejemplos confirmatorios de todas las partes: el mundo estaba lleno de verificaciones de la teoría. Todo lo que ocurría la confirmaba. Así, su verdad parecía manifiesta y los incrédulos eran, sin duda, personas que no querían ver la verdad manifiesta, que se negaban a verla, ya porque estaba contra sus intereses de clase, ya a causa de sus represiones aún “no analizadas” y que exigían a gritos un tratamiento. 

"Me pareció que el elemento más característico de esta situación era la incesante corriente de confirmaciones y observaciones que “verificaban” las teorías en cuestión; y este aspecto era constantemente destacado por sus partidarios. Un marxista no podía abrir un periódico sin encontrar de continuo pruebas que confirmaban su interpretación de la historia; no solamente en las noticias, sino también en su presentación –que revelaba el sesgo clasista del periódico- y, especialmente, por supuesto, en lo que el periódico no decía. Los analistas freudianos subrayaban que sus teorías eran constantemente verificadas por sus “observaciones clínicas”. En lo que respecta a Adler, quedé muy impresionado por una experiencia personal. Una vez, en 1919, le informé acerca de un caso que no parecía particularmente adleriano, pero el no halló dificultad alguna en analizarlo en términos de su teoría de los sentimientos de inferioridad, aunque ni siquiera había visto al niño. Experimenté una sensación un poco chocante y le pregunté cómo podía estar tan seguro. “Por mi experiencia de mil casos”, respondió, a lo que no pude evitar contestarle: “Y con este nuevo caso, supongo, su experiencia se basa en mil y un casos”. 

"Lo que yo pensaba es que sus anteriores observaciones podían no haber sido mucho mejores que esta nueva; que cada una de ellas, a su vez, había sido interpretada a la luz de “experiencias previas” y, al mismo tiempo, considerada como una confirmación adicional. “¿Qué es lo que confirman?”, me pregunté a mi mismo. Solamente que un caso puede ser interpretado a la luz de una teoría. Pero esto significa muy poco, reflexioné, pues todo caso concebible puede ser interpretado tanto a la luz de la teoría de Adler como de la Freud. Puedo ilustrar esto con dos ejemplos diferentes de conductas humanas: la de un hombre que empuja un niño al agua con la intención de ahogarlo y la de un hombre que sacrifica su vida en un intento de salvar al niño. Cada uno de los dos casos puede ser explicado con igual facilidad por la teoría de Freud y por la teoría de Adler. De acuerdo con Freud, el primer hombre sufría una represión (por ejemplo, de algún componente de su complejo de Edipo), mientras que el segundo había hecho una sublimación. De acuerdo con Adler, el primer hombre sufría sentimientos de inferioridad (que le provocaban, quizás, la necesidad de probarse a sí mismo que era capaz de cometer un crimen), y lo mismo el segundo hombre (cuya necesidad era demostrarse a sí mismo que era capaz de rescatar al niño). No puedo imaginar ninguna conducta humana que no pueda ser interpretada en términos de cualquiera de las dos teorías. Era precisamente este hecho – que siempre se adecuaban a los hechos, que siempre eran confirmadas – el que a los ojos de sus admiradores constituía el argumento más fuerte a favor de esas teorías. Comencé a sospechar que esta fuerza aparente era, en realidad, su debilidad."

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Hace cinco años en el blog: La torre herida por el rayo (2). La paradoja de Newcomb.
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miércoles, 3 de septiembre de 2014

Cómo no medir el esfuerzo fiscal


España lleva años arrojando déficits importantes en las cuentas del Estado. El gasto público ha estado recientemente entre el 40% y el 45% del PIB mientras que la recaudación ha estado entre el 31% y el 34%. ¿Gastamos mucho o recaudamos poco (o ambas cosas)? La respuesta depende de con qué lo comparemos. La comparación con los países de nuestro entorno es siempre una de las más socorridas y dice que, sobre todo, recaudamos poco. Mientras el nivel de gasto no está muy alejado de la media de los países europeos, la recaudación sí lo está. Gusto eso o no guste, todo el mundo está de acuerdo en que es así.

¿Todos? No, un grupo de economistas de la escuela austriaca dice que nuestra recaudación es alta comparada con esos países. ¿Cómo puede ser, si los datos dicen a gritos lo contrario? Fácil, basta con buscar un índice a medida. Los austriacos dicen que no hay que comparar la presión fiscal, que es la recaudación como porcentaje del PIB, sino el índice de Frank, que llaman esfuerzo fiscal, y que es igual a la presión fiscal dividida entre el PIB per cápita. La idea es que a alguien que gana 100 pagar la mitad de sus ingresos como impuestos le supone más esfuerzo que a alguien que gana 200. Si hacemos este cálculo, España, que es menos rica que los otros países, realiza un mayor esfuerzo. ¿Se convence usted?

No debería. El argumento anterior contiene unos cuantos errores. Veámoslos.
  1. Aceptando que a los más ricos les cuesta menos pagar el mismo porcentaje de impuestos, ¿cómo sabemos que dividir entre el PIB es la mejor manera de tener en cuenta este hecho? Podría ser mejor dividir entre el logaritmo del PIB, que está más correlacionado con la felicidad, satisfacción o utilidad que se deriva de tener rentas más altas.
  2. El índice debe medir algo que podamos interpretar, si no directamente, sí por lo menos en su manera de relacionarse con otras magnitudes. El índice de Frank se relaciona muy mal con cualquier idea de lo que debe ser “esfuerzo fiscal”. Por ejemplo, alguien que gane 100 y pague el 60% de impuestos presentará un índice mayor que quien gane 200 y pague el 100% (60/100 = 0,6, mientras que 100/200 = 0,5). Es decir, si aceptamos el índice diríamos que quedarse con cero es mejor que quedarse con 40.
  3. Si miramos cómo evoluciona el índice en los países europeos veremos que, al tener una presión fiscal relativamente estable y un crecimiento positivo, el índice decrece. Si vemos un país con un índice de Frank alto, lo más que podemos interpretar es que lo normal es que decrezca en el futuro al ritmo que lo han hecho los demás países.
  4. Un país europeo con menos renta tendrá típicamente un índice de Frank mayor. Incluso si nos empeñamos en decir que esto significa que está realizando un esfuerzo fiscal mayor, esto no significa que tenga demasiados impuestos comparándolo con los demás. Significa que llega más tarde a los niveles de renta que tienen los demás. Una comparación más sensata sería ver si su esfuerzo fiscal ahora es mayor o menor que el esfuerzo fiscal de esos otros países cuando tenían la renta del país que estamos mirando.
Me he molestado en mirar cómo son las cosas para España. En los últimos años (de 2009 a 2012) su PIB per cápita ha estado en torno a 30.000 dólares. La mayoría de los países más desarrollados de Europa alcanzaron ese nivel de renta hacia el 2003 (Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Alemania y Reino Unido), alguno algo más tarde (Italia, entre 2004 y 2005, Grecia estuvo cerca en 2008 para luego alejarse) y los más ricos, antes (Dinamarca entre 1994 y 1997, Suecia en 1999 y Suiza en 1989) - datos del Banco Mundial-. Pues bien, todos menos Suiza tenían una presión fiscal y un esfuerzo fiscal mayor que el que tiene España. La recaudación en España estaba entre el 31% y el 33%, con una renta de 30 mil euros -datos de la OCDE-. Haciendo la división nos queda un índice de Frank entre 1 y 1,1. Los países listados, con una media de recaudación del 40%, arrojan índices en torno al 1,33.

Podemos usar los datos del PIB corregido por la capacidad de compra, o usar el logaritmo del PIB o cualquier otra cosa sensata, que siempre dará lo que todos sabemos (menos los austriacos), que en España se recauda poco en comparación con los países del entorno. También podemos usar un índice insensato, hacer una mala comparación y decir cosas absurdas. Usted mismo.

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Hace cinco años en el blog: Crítica de la razón moral.
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sábado, 26 de abril de 2014

El ser egoísta


La Economía no enseña a ser egoístas ni requiere de un Homo oeconomicus egoísta para defender todos sus modelos. Sobre todo, enseña a encontrar situaciones en las que las dos partes de una negociación ganen, y también muestra cómo algunos mecanismos funcionan eficientemente a pesar de que en él participen individuos egoístas.

Lo anterior sirve solo para negar que el egoísmo deba ser, en general, un supuesto necesario para guiar el estudio de la economía. Hay, sin embargo, situaciones particulares en las que es cierto que el egoísmo ayuda más que otras motivaciones para encontrar ganancias mutuas. Estudiaremos varios casos.

1. El mercado de las drogas

Hay razones para aceptar y para rechazar la legalización de las drogas, por lo menos de algunas de ellas. No voy a repasar aquí cuáles son ni cuáles están mejor documentadas y son más relevantes. Lo que quiero decir aquí es que una discusión social basada en el egoísmo de cada cuál puede llevar a un mejor resultado que una basada en actitudes morales. La actitud egoísta hará que cada uno mire por sus intereses: los traficantes querrán que siga la prohibición; los consumidores, que se legalice; el resto estará divido según crean que traerá más o menos delincuencia o más o menos individuos cuya voluntad quede en manos de la adicción, por ejemplo. La actitud moral opondrá a los que encuentren moralmente reprobable el comercio y uso de drogas contra aquellos para quienes ir contra la libertad individual es lo reprobable. Si las actitudes morales están basadas en ideas prejuiciosas (p.e., religiosas), los egoístas estarán en mejor disposición de llegar a acuerdos políticos para vivir en sociedad que los guiados únicamente por sus preferencias morales.

Uno puede achacar la superioridad del egoísmo en el caso anterior a la excesiva discrepancia moral, a menudo prejuiciosa, en la cuestión. En el siguiente ejemplo no habrá tal cosa.

2. Acuerdos entre el fiscal y el abogado defensor

Fieke Harinck, junto a otros colegas, realizan el siguiente experimento. Se trata de tomar decisiones sobre varios casos judiciales. Los sujetos experimentales se dividen en dos grupos y, dentro de cada grupo se dividen en pares, donde uno hará las veces de abogado y otro de fiscal. En el primer grupo se les dice que busquen acuerdos en términos puramente egoístas, sabiendo que sus carreras dependen de las ganancias que consigan en los acuerdos. Al segundo grupo se les pide que tomen decisiones en términos morales. El grupo egoísta conseguía sistemáticamente acuerdos más beneficiosos para todos. Eran más capaces de ceder en algún punto del acuerdo para ganar en otro que les reportara más beneficios.

Aquí se puede alegar que, aunque no haya discrepancia moral, el estar en distintos lados de una negociación hace que la parte de la moral común que cada uno aplica es distinta. Bien puede ser, pero para eso tenemos el tercer ejemplo.

3. El mercado

Pongamos que Ana puede producir un bien al coste de 1 euro y que Abel valora ese bien en 2 euros. Consideremos ahora que Zoe puede producir el mismo bien al coste de 3 euros y que Zenón lo valora en 4 euros. Si los cuatro se juntan en una plaza púbica, la teoría del mercado predice que Ana le venderá el bien a Zenón a un precio entre 2 y 3 euros y que tanto Abel como Zoe no encontrarán con quien comerciar. No solamente ocurre con la teoría estándar, donde los cuatro son egoístas, sino que pasa también en la práctica cada vez que se somete a experimentos de laboratorio.

De esta manera egoísta se genera un excedente social de 3 euros (por ejemplo, si el precio es 3 euros Ana gana 3-1=2 euros y Zenón 4-3=1). De haber tenido en cuenta una consideración moral redistributiva, vendido Ana su bien a Abel y Zeo el suyo a Zenón, el excedente total habría sido únicamente de 2 euros. Otras consideraciones, por ejemplo, una manera aleatoria de hacer ofertas lleva a situaciones semejantes a las que lleva el egoísmo, pero esta es otra historia (ver aquí y aquí).

Por supuesto, se puede decir que es mejor generar un excedente de 2 repartido entre cuatro que uno de 3 repartido entre dos, pero no sería una buena apreciación. La historia siempre es más complicada. Por una parte, los dos que no comercian en este mercado son libres de comerciar en otros mercados en los que sean más eficientes. Por otra, esto crea incentivos para ser eficiente en cada mercado. Solamente después de tener en cuenta todas estas consideraciones podremos decir si es mejor o peor una u otra manera de actuar. Lo que nos importa aquí es que es perfectamente posible que la actitud egoísta lleve a mejores situaciones para todos que otra actitud a priori moralmente más aceptable.

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Hace tres años en el blog: La economía de la discriminación (4).
Hace cinco años en el blog: La metamorfosis.
Y también: El amor fati y la libertad.
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jueves, 10 de abril de 2014

Cómo leer un libro que lo explica todo


Acabo de terminar de leer Why Nations Fail, de Acemoglu y Robinson, que ofrecen una explicación sobre el éxito y fallo de las naciones según qué tipo de instituciones hayan logrado crear: extractivas, en beneficio de una élite, o inclusivas, que benefician a toda la sociedad. Es totalmente recomendable. Pero no voy a hacer una reseña, ni siquiera voy a resumirlo. Lo que voy a hacer es compartir unas reflexiones acerca de cómo leer este tipo de libros.

¿Qué tipo de libros? Pues libros que abarcan mucho, que ofrecen una teoría para explicar cosas que se antojan, a priori, demasiado complicadas y diversas como para que una teoría aparentemente simple pueda explicarlas. No voy a negar tal posibilidad, puesto que yo, a priori, no puedo hacerlo. ¿Quién sabe si finalmente resulta que es posible y yo me niego a reconocerlo?

Además del libro citado, otros ejemplos son Guns, Steel and Germs, de Jared Diamond; Civilization: The West and the Rest, de Niall Ferguson, y Non Zero, de Robert Wright. El de Diamond explica por qué las distintas sociedades llegaron al año 1500 en tan distinta situación dependiendo de los condicionantes físicos (clima, vegetación, abundancia de animales domesticables,...). El de Ferguson se pregunta por qué a partir de justamente ese año Europa se puso por delante del resto del mundo, y lo atribuye a seis factores: competencia, ciencia, ley, medicina, consumismo y ética del trabajo. Finalmente, el de Wright encuentra una línea de progreso en la biología y en las sociedades humanas: la vida y la sociedad no son un juego de suma cero, existen ganancias potenciales que benefician a los participantes de una sociedad si consiguen cooperar. Las estrategias necesarias deben hacer compatible el egoísmo del individuo con las ganancias de la cooperación y son las que permiten tanto la existencia de organismos pluricelulares como las instituciones de las sociedades prósperas.


¿Como leerlos? Una primera reflexión es más acerca de cómo no leerlos. Algo que debe evitarse hacer en todo momento es llegar a decir cosas del tipo: estoy de acuerdo con el libro X, pero no con el Y. O bien, del libro Z estoy de acuerdo con la aplicación de la tesis al caso A, pero no al B. Y debe evitarse porque uno no es la vara de medir la verosimilitud de la hipótesis. Las explicaciones que se dan en cada libro serán buenas en la medida que los datos disponibles casen mejor con esas teorías que con otras y, para eso, solo el contraste científico tendrá algo que decir. Yo puedo leer Guns, Steel and Germs y dejarme impresionar por su discurso, encontrar lógicos y adecuados sus argumentos, pero mi opinión no aporta un ápice de prueba a la evidencia científica, así que tampoco le aportará nada a nadie, que no se deberá dejar influir por mí a la hora de valorar las teorías del libro.

Por la misma razón, el que yo concuerde con el libro tampoco debería ser motivo para que yo lo encuentre veraz, sino para alertarme sobre posibles sesgos de confirmación. A no ser que yo sea un experto en la materia no es en la valoración de la teoría en donde debo usar mi conocimiento, sino en la manera en que se ha desarrollado esta. ¿Son los datos presentados todos los datos relevantes? ¿No hay cherry-picking? ¿Qué teorías alternativas se han descartado? Las explicaciones que yo veo lógicas, ¿lo son en verdad? Para contestar a estas preguntas uno debe saber qué filtros han pasado esas teorías. Yo no soy experto en Antropología, Historia o Ciencias Políticas, pero puedo intentar saber cómo se evalúan esas teorías en las disciplinas correspondientes. Y si es demasiado pronto para una evaluación global, por lo menos puedo intentar saber si algunas de las hipótesis están bien resueltas.

Por ejemplo, la teoría de Diamond tal vez no sea aceptada todavía, pero sí puede haber evidencias o conclusiones aceptadas de algunas de las hipótesis, como que cada grupo humano ha sido capaz de domesticar todo lo domesticable que tenía a mano. Si el libro de Diamond me va a servir para actualizar mis conocimientos y creencias, lo hará después de que yo consulte muchas otras fuentes que vayan aclarando todos esos puntos.

Por poner otro ejemplo, después de leer a Acemoglu y Robinson tendré que estar atento a confirmar si todos los episodios relevantes en la historia económica de las naciones están recogidos en el libro o si acaso se han dejado de lado algunos que no encajan en su teoría.

Obviamente, algunas cosas sí podré ponderar, como si los argumentos están bien formados y no se cometen falacias lógicas, o si se da vueltas en torno a alguna hipótesis sin acabar de demostrarla y, en lugar de ello, apelando a que el lector comparta algunas intuiciones. Algo así ocurre, por ejemplo, en los últimos capítulos de los libros de Ferguson y Wright, que hablan de la religión sin una hipótesis clara en el primer libro y como para quedar bien con los lectores usamericanos en el segundo.

Es que esto de querer saber nunca se acaba.


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Hace tres años en el blog: El País no se lee a sí mismo.
Hace cinco años en el blog: La historia más asombrosa jamás contada (11). Las pruebas de la evolución.
Y también: Al monte se va con botas. El ser y la casa.
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