Este verano fui con la familia a ver
El amanecer del planeta de los simios (
Dawn of the planet of the apes). No voy a hacer ninguna crítica ni recomendación, solo destacar una escena que, advierto, puede ser spoiler.
La acción transcurre con una población humana muy reducida tras una enfermedad apocalíptica procedente de los simios, que los humanos tenían como animales de compañía y de faena. Los simios quedaron libres, genéticamente desarrollados, con inteligencia y formando una sociedad ajenos a los humanos, que creen extintos. La sociedad de los simios es primitiva, pero ya tienen escuelas en las que enseñan a los pequeños una de las ideas que los unen:
Ape not kill ape, así escrito, con la gramática y escritura que alcanzan a manejar. Cuando llega el encuentro entre humanos y simios se producen conflictos y división de pareceres. Lo que me importa destacar es cómo un grupo de simios, dirigidos por Koba, pretende acabar con los humanos. Razones no les faltan, desde el trato recibido en la etapa anterior hasta el comportamiento de algunos humanos tras el reencuentro. En ambos bandos hay quien quiere construir una convivencia pacífica, pero las circunstancias se lo ponen muy difícil. Koba lleva la situación al límite y acaba matando a algún simio. Aunque ya es tarde para un arreglo con los humanos, César, el líder pacifista, logra vencer a Koba que, tras la pelea, está a punto de caer al vacío. Solo le sujeta la mano de César. Koba le recuerda la máxima de la sociedad simia para que no lo deje caer. Tras un breve momento de duda, César le contesta: tú no eres simio, y lo suelta. Todos en el cine aplauden.
¿Todos? No todos. Yo no aplaudo. No porque me compadezca de Koba y hubiera preferido un juicio justo y cosas así, sino porque César acaba de generar un mal precedente con una mentira (algo que no es deseable, pero sí realista y permite que la película sea precuela de la serie original). Koba sí es un simio, mal que les pese a quienes creen en las utopías. Negar la condición de simio a un individuo para poder saltarse las reglas morales es un recurso que hemos visto, mutatis mutandi, en demasiadas ocasiones. El bárbaro o el salvaje frente al civilizado, el infiel frente al creyente, el negro frente al blanco, el contrarrevolucionario frente al pueblo, y así en mil ejemplos más. La historia se repite, desde genocidios hasta casos más mundanos de pertenencia a grupos. "No es de los nuestros" puede justificar cualquier cosa.
Afortunadamente, vivimos en tiempos más civilizados y las consecuencias son menos graves, aunque las sigue habiendo. Algunas gentes de izquierda niegan a otras el ser de izquierdas porque no concuerdan con su visión de la izquierda (por ejemplo, hay quien todavía cree que nadie que sea nacionalista puede ser de izquierdas a pesar de toda la abrumadora evidencia en contra). Todos los grupos tendrán sus moderados y sus exaltados, sus racionales y sus irracionales. Son de izquierda tanto los que quieren una revolución de la que nadie sabe cómo saldremos parados como los moderados socialdemócratas o liberales de izquierda. Como también son liberales estos últimos y también los anarcocapitalistas. Como son vascos tanto los de Bildu como los del PP vasco.
Es de destacar cómo en la derecha actual esta negación no se da. No veo a nadie repartiendo credenciales de derechismo. Todos parecen ser bienvenidos, y así está bien unida en España y con buena salud a pesar de su pésima gestión de la crisis y para incredulidad de la izquierda.
Yo mismo he estado tentado de decir que los austriacos no son liberales, o que los escépticos que creen en utopías económicas no son escépticos. Siempre me he contenido y he aceptado las contradicciones e imperfecciones de los grupos humanos. O eso intento.
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