martes, 22 de mayo de 2012

Huelga en la enseñanza


Hoy está convocada una huelga por la enseñanza pública de calidad y contra los recortes del Gobierno en esta área.

Como docente no puedo más que estar de acuerdo en promover la enseñanza pública de calidad. Además, como economista, no puedo por menos que señalar, como se ha dicho incontables veces, que la Educación es una de las mejores inversiones que puede hacer una persona o un país. En épocas de crisis hay que recortar cualquier cosa o subir los impuestos antes que disminuir las inversiones más productivas. 

(Esto es hablar en general, claro, con la crisis que tenemos los docentes también tenemos que sufrir nuestra parte. Ya nos bajaron el sueldo un 5% y podríamos muy bien aceptar sufrir otro 5% antes que ver cómo se despiden o dejan de contratar más profesores. Lo que importa es la manera en que nos apretamos el cinturón y con qué prioridades.)

Pero no quería hablar de esto, sino de mi situación particular como profesor universitario ante esta huelga. Pongamos que quiero participar. ¿Cómo lo hago?

Si tengo clase ese día es fácil, no doy la clase. Si hay una reunión o un seminario, no se acude. La consecuencia es que se da menos material a los alumnos (¿el examen quedaría igual?) y que la reunión o el seminario seguramente se pospondrán si la huelga es secundada por un amplio número de personas. ¿Qué tarea se deja de hacer en ese caso? Sufrirá la preparación de las clases o el tiempo dedicado a la investigación. O no necesariamente. Si no voy al despacho, podré realizar estas actividades en casa. Y si no las hago ese día, fácilmente haré otras cosas que no tendré que hacer otro día en el que podré dedicar más tiempo a recuperar esas horas. ¿Es eso huelga?

Pero lo que más me preocupa es que no tengo manera de hacer saber que estoy de huelga y, todavía peor, no sufriré ninguna consecuencia por ello. No ficho, nadie vigila si estoy en el despacho, nadie me pregunta si estoy de huelga. Solamente si he faltado a clase se me podrá descontar el sueldo de la jornada (y ni eso ocurre). Incluso si controlaran los despachos, podría estar trabajando en casa o en una reunión o trabajando en el despacho de otro colega.

En un alarde de ingenuidad, la Universidad nos dio la oportunidad de mostrar que estamos en huelga, introduciendo nuestro nombre en una aplicación informática (con nuestro código, claro). No creo que nadie entienda que se pretende otra cosa que facilitarnos la vida, pero he aquí que los convocantes rechazan esta medida. Argumentan, creo que con algo de razón, que puede ser intimidatoria. Si no con el actual equipo rectoral, tal vez con alguno futuro, por lo que no están bien estas medidas.

Así que aquí estoy, si hago huelga como me piden los convocantes no tendré ningún coste. Eso me coloca en una posición moralmente delicada. Mi huelga no se parecerá en nada a la huelga que hacen aquellos a los que sí se les descontará el sueldo. No quiero de ninguna manera decir que mi acción es equiparable a la de ellos. Sería desvirtuar su acción. Y si quiero equipararme a ellos, debo desoír a los convocantes.

¿Qué hago?

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Hace tres años en el blog: Los científicos se lo montan con modelos.
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