Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de noviembre en Mapping Ignorance.
Un análisis estándar de oferta y demanda muestra que los mercados competitivos producirán bienes hasta el punto en que los costes percibidos por los productores igualen los beneficios percibidos por los consumidores. Cuando ambos, productores y consumidores, internalizan todos los costes y beneficios, el resultado es eficiente en el sentido de que el mercado no dilapida recursos. Una característica adicional de los mercados competitivos es que todos los compradores pagan el mismo precio por el bien o servicio en cuestión. Esta es una característica del mercado, pero no es necesaria para la eficiencia. Mientras el precio que se paga por la última unidad refleje el conste real del bien no se estará causando ninguna ineficiencia, puesto que el número de unidades compradas será el mismo. Por supuesto, si las primeras unidades se pagan a un precio menor, el comprador estará mejor a costa del vendedor. Pero esto es un problema de distribución, no de eficiencia.
Todo esto se puede ver en la Figura 1. La oferta y la demanda se cortan en la cantidad 6 y el precio de 4€. En un mercado estándar (línea azul) los consumidores pagarán 4€ por un total de 6 unidades (un total de 24€). Sin embargo, otro esquema de precios es posible: los consumidores podrían pagar 2€ por las 3 primeras unidades (línea roja) y luego 4€ por las 3 siguientes, haciendo un total de 18€. En ambos mecanismos los consumidores quieren 6 unidades. Más allá de esas 6 la oferta queda por encima de la demanda, lo que significa que los oferentes solo aceptarían un precio mayor que el que los compradores están dispuestos a pagar. Ambos mecanismos son igualmente eficientes, pero el segundo es más beneficioso para el consumidor.
Típicamente, el análisis económico sugiere que las redistribuciones de renta son mejores que las redistribuciones en especie. La razón es simple: si por alguna razón se quiere dar a una familia una cantidad del bien X por valor de 100€, por el mismo precio se le podrían dar los 100€ directamente. La familia puede comprar la cantidad del bien X que le queríamos dar, y si usa el dinero para comprar otra cosa, esto indicaría que esa otra cosa es más valiosa para ella. Con el mismo coste se estaría ayudando más.
El argumento del comienzo de este artículo es, sin embargo, la base para una clase especial de redistribuciones. Algunas veces el gobierno decide que un bien en particular es un bien meritorio, i.e., un bien que todo el mundo debe consumir independientemente de su situación económica. La educación y la salud son ejemplos de ello. Que un bien deba ser considerado meritorio o no es una decisión política. El análisis económico sirve para analizar las consecuencias de usar un mecanismo específico en la asignación de los bienes meritorios. En el caso de la garantía de acceso al agua, una cuestión es, tal como se indicaba antes, si el agua gratis es una mejor forma de garantía que una dotación monetaria para comprarla. Puede haber razones por las que el agua gratis es una mejor opción: el consumidor no conoce bien la necesidad de disponer de agua potable (por ejemplo, el padre de la familia no es consciente del trabajo necesario para recogerla, y que es realizado por la madre, y podría gastarse el dinero de la transferencia en otra cosa), el gobierno puede no tener un censo de los individuos y familias que tienen necesidad de acceso al agua, o simplemente no hay un mercado de agua que responda eficientemente a los incrementos de demanda. Otra cuestión es acerca de si el mecanismo funciona como se desea.
Andrea Szabó estudian precisamente esto. En su trabajo, Szabó (2015) [1], analiza la política de agua gratis en Sudáfrica (South Africa’s Free Basic Water Policy) de acuerdo con la cual los hogares reciben una asignación gratis de agua equivalente al mínimo recomendado por la Organización Mundial de la Salud. En términos de niestro ejemplo de la Figura 1, esto significa que ningún consumidor paga nada por las primeras unidades (el mínimo recomendado) y que el resto se pagan al precio de mercado.
Figura 1
Todo esto se puede ver en la Figura 1. La oferta y la demanda se cortan en la cantidad 6 y el precio de 4€. En un mercado estándar (línea azul) los consumidores pagarán 4€ por un total de 6 unidades (un total de 24€). Sin embargo, otro esquema de precios es posible: los consumidores podrían pagar 2€ por las 3 primeras unidades (línea roja) y luego 4€ por las 3 siguientes, haciendo un total de 18€. En ambos mecanismos los consumidores quieren 6 unidades. Más allá de esas 6 la oferta queda por encima de la demanda, lo que significa que los oferentes solo aceptarían un precio mayor que el que los compradores están dispuestos a pagar. Ambos mecanismos son igualmente eficientes, pero el segundo es más beneficioso para el consumidor.
Típicamente, el análisis económico sugiere que las redistribuciones de renta son mejores que las redistribuciones en especie. La razón es simple: si por alguna razón se quiere dar a una familia una cantidad del bien X por valor de 100€, por el mismo precio se le podrían dar los 100€ directamente. La familia puede comprar la cantidad del bien X que le queríamos dar, y si usa el dinero para comprar otra cosa, esto indicaría que esa otra cosa es más valiosa para ella. Con el mismo coste se estaría ayudando más.
El argumento del comienzo de este artículo es, sin embargo, la base para una clase especial de redistribuciones. Algunas veces el gobierno decide que un bien en particular es un bien meritorio, i.e., un bien que todo el mundo debe consumir independientemente de su situación económica. La educación y la salud son ejemplos de ello. Que un bien deba ser considerado meritorio o no es una decisión política. El análisis económico sirve para analizar las consecuencias de usar un mecanismo específico en la asignación de los bienes meritorios. En el caso de la garantía de acceso al agua, una cuestión es, tal como se indicaba antes, si el agua gratis es una mejor forma de garantía que una dotación monetaria para comprarla. Puede haber razones por las que el agua gratis es una mejor opción: el consumidor no conoce bien la necesidad de disponer de agua potable (por ejemplo, el padre de la familia no es consciente del trabajo necesario para recogerla, y que es realizado por la madre, y podría gastarse el dinero de la transferencia en otra cosa), el gobierno puede no tener un censo de los individuos y familias que tienen necesidad de acceso al agua, o simplemente no hay un mercado de agua que responda eficientemente a los incrementos de demanda. Otra cuestión es acerca de si el mecanismo funciona como se desea.
Andrea Szabó estudian precisamente esto. En su trabajo, Szabó (2015) [1], analiza la política de agua gratis en Sudáfrica (South Africa’s Free Basic Water Policy) de acuerdo con la cual los hogares reciben una asignación gratis de agua equivalente al mínimo recomendado por la Organización Mundial de la Salud. En términos de niestro ejemplo de la Figura 1, esto significa que ningún consumidor paga nada por las primeras unidades (el mínimo recomendado) y que el resto se pagan al precio de mercado.
Referencias
1. Szabó, A. 2015. The
Value of Free Water: Analyzing South Africa’s Free Basic Water Policy. Econometrica,
83(5), 1913–1961.
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Hace cinco años en el blog: El día del escepticismo.
Y también: La ley Sinde.
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Hace cinco años en el blog: El día del escepticismo.
Y también: La ley Sinde.
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