viernes, 20 de julio de 2018

Odiosa comparación (12)

Esta es la catedral de Santa María de Burgos. Basada en los modelos franceses de la época, gótica, se comenzó a construir en 1221 y fue completada (es un decir, las catedrales nunca están completas) en el siglo 18.






Esta es la catedral de Notre Dame de París. Gótica, comenzada en 1163 y terminada a mediados del siglo 14.


La fachada de la Catedral de Notre Dame es más ancha, pero no así la planta, ya que el interior de la de Burgos se extiende a los lados de la fachada y contiene más y mayores elementos, como su gran claustro. Vista la de Burgos, la de Notre Dame parece incompleta, con las torres laterales mochas en comparación con las agujas añadidas a las de Burgos. Como compensación, el cimborrio de la de Notre Dame está rematado por una gran aguja, frente a las ocho pequeñas del de la de Burgos. Los arbotantes de Notre Dame son más y más vistosos que los de la de Burgos, entre otras cosas, porque los de esta última quedan dentro del complejo de la edificación.

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Hace cinco años en el blog: Sobre las becas universitarias.
Y también: Sobre Economía e ideología.
Y también: Cómo se sale de una crisis.
Hace tres años en el blog: La banca islámica y la alternativa al pago de intereses (1).
Y también: La banca islámica y la alternativa al pago de intereses (2).
Y también: Comparando mis predicciones de Grecia con la realidad.
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jueves, 5 de julio de 2018

El consumo ostentoso: mercados competitivos vs monopolio (2)

Esta es la segunda parte de la versión en español de mi artículo de mayo en Mapping Ignorance. Debe leerse la primera parte para entender esta.



Podemos resumir el equilibrio de la entrada anterior en otras palabras: gastar X es demasiado caro para el individuo normal y ser tratado como rico no le compensa. Para el rico, la cantidad X no significa tanto y sí se lo puede permitir. En este modelo, el gasto X no es una dilapidación de recursos, o por lo menos no en su totalidad, puesto que los individuos con la etiqueta “rico” obtienen algo a cambio. Puede suceder que una cantidad menor que X también satisfaga esas tres condiciones, pero el gasto debe ser necesariamente alto para que no atraiga a los individuos normales.

En el modelo anterior, Mandler (2018) [2] investiga las consecuencias teóricas de permitir la piratería frente al caso de monopolio de marca en el mercado de estos bienes. Para entender el alcance del modelo de Mandler, considérese primero la situación en la que el nivel X de consumo ostentoso se consigue mediante la compra de unos pocos bienes, pero muy caros, perteneciente a marcas exclusivas. El productor de la marca disfruta de un monopolio sobre el uso de la marca, lo que significa que puede extraer un alto margen de beneficio, la diferencia entre el coste de producción y el precio. En estas circunstancias, una parte elevada del gasto en X es simplemente una transferencia de renta de los individuos etiquetados como “rico” hacia las empresas que ofrecen los bienes de lujo, y una parte pequeña irá a retribuir los costes de producción.

Si ahora consideramos que una empresa que posee una marca no puede evitar que otros la copien, y si múltiples competidores pueden proveer en el mercado un bien indistinguible del original, entonces el precio de los bienes de esa marca particular bajarán, dejando solo un pequeño margen de beneficios a las empresas, tanto a la original como a las que copian el producto. En un primer momento, antes de que la mayoría de la gente conozca la existencia de las copias, muchos individuos normales pueden comprar la etiqueta “rico” a un coste muy inferior a X, puesto que la gente todavía creerá que el gasto en las copias es tanto como era el gasto en el original antes de aparecer los competidores. Esta situación, sin embargo, no puede prevalecer. Al final todo el mundo entenderá qué está pasando y se darán cuenta que para alcanzar el nivel de gasto X los individuos tienen que comprar una cantidad mucho mayor de los bienes de esa marca o pasar a comprar los de otra marca que todavía no ha sido copiada. Como vemos, en este primer caso los consumidores con la etiqueta “rico” estarán comprando mucho de empresas con poco margen de beneficios, lo que implica que la proporción de X que es una transferencia de rentas es baja, y que la proporción que se pierde en los costes de producción es muy alta. En este caso, la conclusión es que el coste total de conseguir la etiqueta “rico” es más alta en competencia perfecta (cuando hay competidores que producen copias perfectas) que en el caso de monopolio. En el caso de que los consumidores con la etiqueta “rico” opten por comprar otros bienes, observaremos un equilibrio al alza en el que las empresas produzcan bienes que no se puedan copiar fácilmente. Esto implica que las empresas competirán en producir bienes cada vez de calidad más alta y que sea difícil de copiar, pero esto también implicará altos costes de producción y un bajo margen de beneficios, con las mismas consecuencias que antes y un coste más alto que cuando se toleran las copias.

En este modelo, a los individuos que realizan un consumo ostentoso no les importa si el mercado está servido por empresas que compiten copiándose los bienes o no, puesto que gastan X en cualquier caso. Son las empresas monopolísticas las que se ven beneficiadas por los altos márgenes cuando no se permiten las copias. Hay otra manera de llegar al mismo nivel de eficiencia social sin otorgar poder de monopolio a ninguna empresa: basta con permitir la copia y poner un impuesto tal que el impuesto más el pequeño margen en competencia se iguale al margen de beneficio en el caso de monopolio.

Referencias:

2. Mandler, M. 2018. Piracy versus monopoly in the market for conspicuous consumptionThe Economic Journal, 128 1257–1275.

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Hace cinco años en el blog: Odiosa comparación (5).
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domingo, 1 de julio de 2018

El consumo ostentoso: mercados competitivos vs monopolio (1)

Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de mayo en Mapping Ignorance.


El consumo ostentoso puede definirse de manera extensa como un tipo de consumo que no satisface directamente una necesidad o algo que se quiere por sí mismo, sino un deseo de ser reconocido como alguien que ocupa una posición más alta en una jerarquía. Por ejemplo, yo puedo comprar un Picasso no porque me guste particularmente el cuadro, sino porque, colgado un una pared destacada de mi casa, envía inmediatamente un mensaje a mis visitas y amigos acerca de cuán rico soy. Este status es lo que persigo, no el cuadro.

El análisis económico de este tipo de consumo no es fácil. Un error típico es pensar que la ley de la demanda no se satisface, puesto que el precio alto del bien es lo que lo hace atractivo. El error se advierte en cuanto uno se da cuenta de que si el mismo bien se pudiera comprar a un precio inferior (sin que los demás sepan que fue comprado de esa manera) el consumidor lo preferiría.

Si la razón principal del consumo ostentoso es comprar un lugar en un ranking, el resultado es el de un equilibrio al alza en el que aquellos que puedan permitirse bienes de lujo los terminarán comprando en demasiada cantidad. Pongamos que después de que los individuos toman sus decisiones se establece un ranking. Inmediatamente notamos que ese mismo ranking se puede establecer sin tanto gasto (el escalar posiciones en un ranking es un jugo de suma cero). Las empresas y los individuos que proveen los bienes de consumo obtienen un beneficio, pero este no es más que una transferencia de rentas de los consumidores a los productores. Sin embargo, el coste de producir estos bienes es un gasto perdido en la medida en que no contribuyen directamente a un incremento en la utilidad que compense el gasto de acuerdo con el consumidor que lo compra. Este fallo de mercado abre la cuestión acerca de las consecuencias de diferentes tipos de regulación para estos bienes, como el impuesto de lujo sugerido por Stuart Mill en el siglo 19 [1].

Hay otras maneras de modelizar el consumo ostentoso. En lugar de comprar un lugar en un ránking, este consumo compra la pertenencia a un grupo. Como antes, lo que importa es la pertenencia al grupo, no el bien en sí. Sin embargo, contrariamente al modelo anterior, este no es de suma cero, puesto que varios miembros pueden pertenecer al mismo club. Esto es, si un individuo gasta una cantidad suficiente de dinero en consumo ostentoso será clasificado como “rico”, y pertenecerá al grupo de personas con esa etiqueta, lo cual es algo que disfruta. En este caso, el gasto en consumo ostentoso puede analizarse dentro de los modelos de la Economía de la Información. Básicamente, dice lo siguiente: sea que hay gente normal y gente rica (si hablamos de gente rica y gente más rica, nada cambia), pero que no pueden ser distinguidas. En estas circunstancias podemos tener el siguiente equilibrio. Hay un nivel X de consumo ostentoso tal que:

  • Todo el mundo en la sociedad cree que los individuos con un nivel de consumo ostentoso igual o superior a X son ricos, que los individuos con un nivel inferior a X son normales.
  • Los individuos ricos están mejor gastando la cantidad X en consumo ostentoso y disfrutando la etiqueta de “rico” que no gastando esa cantidad y no tener la etiqueta.
  • Los individuos normales están mejor gastando menos de X en bienes ostentosos y no disfrutando de la etiqueta de “rico” que lo contrario.
(Continúa aquí)

Referencias:


2. Mandler, M. 2018. Piracy versus monopoly in the market for conspicuous consumption. The Economic Journal, 128 1257–1275.

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Hace cinco años en el blog: Los efectos de la inmigración en el mercado de trabajo (1).
Y también: Los efectos de la inmigración en el mercado de trabajo (2).
Hace tres años en el blog: La jugada del referéndum griego.
Y también: Once fallos en la negociación de Syriza.
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