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lunes, 5 de marzo de 2018

La huelga feminista del 8 de marzo


Este jueves 8 de marzo, aprovechando el día internacional de la mujer trabajadora, está convocada una huelga feminista. Más que huelga es una jornada de brazos caídos para hacer patente el trabajo de las mujeres. Digo que no es huelga porque, por ejemplo, se pide a los hombres que asuman el trabajo de las mujeres y faciliten su participación en la jornada, tanto si es en el trabajo remunerado como en el no remunerado. Conviene aclarar esto porque entendiendo lo que es se evita uno argumentaciones semánticas que no van a ninguna parte, como hace, por ejemplo, quien critica la jornada haciendo burla de la huelga que no es huelga.

En principio, una jornada de este tipo me parece muy buena idea mientras persista la discriminación de la mujer. ¿Persiste? Sobre el papel hay igualdad de derechos y ya en los estudios universitarios y en muchas profesiones liberales son mayoría. Además, la brecha salarial se reduce mucho cuando se compara por igual trabajo. Pero sigue habiendo discriminaciones, aunque no se observen fácilmente. Lo sabemos por las diferencias al valorar currículos o tareas cuando se sabe el sexo (o alguna otra característica) de la persona frente a cuando se hace a ciegas, o cuando el acoso y violencia sexuales son sufridos en mayor medida por las mujeres. También sigue habiendo diferencias estadísticas muy grandes en las tareas y trabajos a que tienen tendencia uno y otro sexo (o género). No sabemos cuánta de esta diferencia es explicable por causas sociales y cuántas por causas de inclinación genética. Las cosas que hemos empezado a saber no son concluyentes en lo que toca a la maleabilidad de una u otra causa. Lo que sí parece es que estas diferencias pueden acortarse sensiblemente, desde el cuidado de les niñes, a la elección de carrera, y ello sin forzar a nadie a hacer lo que no quiere. 

En todo eso concuerdo con una jornada de este tipo, pero hay cosas que no me gustan de esta convocatoria. Una es el lenguaje del manifiesto de la convocatoria (aquí). Está muy mal redactado, con una manera de escribir que recuerda aquellos panfletos de extrema izquierda, tipo Bandera Roja, llenos de eslóganes y de afirmaciones inconexas, sin el menor intento de realizar una argumentación rigurosa sobre nada y dando por sentado que la verdad les ha sido revelada. La otra es la toma de postura por un tipo de reivindicación feminista que no es inclusiva de todo el feminismo. 

El manifiesto está lleno de referencias al neoliberalismo, al pensamiento único, al heteropatriarcado y al capitalismo como causas de la desigualdad y discriminación. Existe el neoliberalismo, si llamamos a eso la ideología que pide una reducción del Estado a la mínima expresión, pero no como hecho ni, desde luego, como pensamiento único. La apelación al heteropatriaracado solo puede ser retórica. Si se refiere al hecho de que los hombres heterosexuales tienen más poder económico, político y militar, eso ha ocurrido y ocurre en la gran mayoría de las sociedades humanas. Es dar un nombre, no hacer un diagnóstico. Sobre el capitalismo, cualquiera es libre de querer una organización económica u otra, pero estará alejándose del feminismo que no ve las cosas de esa manera. Al fin y al cabo, las sociedades capitalistas son las que más han avanzado en la igualdad de las mujeres, con excepciones puntuales en algunas sociedades del antiguo bloque soviético y en algunos parámetros. 

Feminismo significa igualdad efectiva de derechos entre mujeres y hombres dentro de una sociedad. Ni más ni menos. A partir de ahí se puede diferir en diagnósticos y en políticas encaminadas hacia esa igualdad. Tener disparidad de opiniones no es razón para acusar de no ser feminista a la otra parte. 

Con todo, es mi apreciación que la gran mayoría de quienes apoyen la huelga (mantendré el nombre) no entran en todas esas consideraciones, por más que estén en quienes convocan a través del manifiesto, y lo que querrán dejar de manifiesto es la reivindicación de la igualdad, y esa reivindicación es la que más se entenderá y la que se recuerde. Por otra parte, siempre he sido partidario de quitar símbolos, banderas, gestos y monopolios reivindicativos a quien se quiere apropiar de ellos. Cuanta más gente apoye la igualdad, menos estará esa reivindicación en manos de la parte más iracunda del movimiento. Así, pues, reivindiquemos este jueves la igualdad efectiva de derechos y hagamos visible toda la desigualdad y discriminación que todavía existe y, sobre todo, tengamos la disposición para mejorar el mundo en este sentido.

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Hace cinco años en el blog: En torno a las propuestas sobre ciencia en Izquierda Unida.
Y también: La ética solidaria.
Hace tres años en el blog: Odiosa comparación (7).
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jueves, 15 de febrero de 2018

Una idea económica muy perversa


Hace pocos días escribí este pequeño hilo en twitter. Como tuvo cierta aceptación, lo reproduzco aquí para que no se me pierda en la línea del tiempo.

Tuit 1:

La idea de que el número de puestos de trabajo está más o menos fijo y hay que repartirlos es especialmente perversa.
-Se acepta porque parece intuitiva, pero contiene una falacia de composición.
-Teóricamente necesita de supuestos heroicos.
-Empíricamente no tiene ningún apoyo.

Tuit 2:

Si la mantienes creyendo favorecer a los trabajadores acabarás:
-siendo menos competitivo al reducir la jornada,
-dilapidando recursos humanos al promover prejubilaciones,
...

Tuit 3:

...
-dando alas a los xenófobos al limitar la inmigración y
-ralentizando el progreso al dificultar el uso de nuevas tecnologías.

Y todo ello sin conseguir ninguno de los beneficios que esperabas.

Tuit 4:

Dicho de otra manera:

Si convences a los trabajadores de la idea errónea de que hay unos puestos de trabajo que toca repartir, no te extrañe que esos mismos trabajadores acaben votando opciones populistas y xenófobas.


Me preguntaron por estudios que sostengan que la cantidad de trabajo no es fija. Contesté con esta referencia:

Tuit 5:

Aquí hay unas cuantas referencias, para abrir boca.

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Hace cinco años en el blog: Ignorancia supina sobre el desempleo.
Hace tres años en el blog: El papel del Gobierno en la financiación del sistema de salud (4).
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martes, 6 de junio de 2017

En cuestión de sexos, más datos y menos ideología


Hay quien cree que las mujeres tienen menos tendencia a decantarse por algunas carreras que por otras, o que son los hombres quienes tienen esa tendencia. Hay quien piensa que, de ser cierto la anterior, la tendencia por fuerza tiene que ser social y no genética. ¿Hay razones tras esas creencias? Una mirada casual a la proporción de hombres y mujeres en las distintas carreras parece indicar que hay, efectivamente, distintas preferencias entre sexos. El hecho de que las mujeres hayan entrado en otras carreras antes también acaparadas por hombres parece dar fuerza a la creencia de que las preferencias innatas pueden no estar explicando el fenómeno observado y que tienen que haber sido moldeadas socialmente. Sin embargo, estas justificaciones de las creencias no están bien fundamentadas. Hay múltiples hipótesis que podrían explicar los datos. Hagamos una lista:
  1. Las mujeres tienen menos inclinación por esas carreras por causa genética.
  2. Las mujeres tienen menos inclinación por esas carreras por causa social.
  3. Las circunstancias específicas en esas carreras implican una dinámica más lenta en la presencia de mujeres que en otras antaño también dominadas por hombres.
  4. Las mujeres aprecian igual que los hombres cada carrera, pero ni a hombres no a mujeres les gusta demasiado estar en minoría (modelo de segregación de Schellling).
Que yo sepa, ninguna de estas hipótesis (ni otras posibles) está probada ni descartada. Proponerlas como líneas de investigación no es machista ni deja de serlo, aceptar alguna de ellas sin estar probada sí puede serlo. P.e., no aceptaremos sin más que a las mujeres les gusta la ingeniería menos que a los hombres solo porque satisfaga la intuición de alguien y porque una mala mirada a los datos así parezca decirlo. Tampoco rechazaremos sin más que haya una diferencia de gustos innata solo porque choca con la intuición de alguien, normalmente porque piensa que la diferencia innata justificaría la discriminación por sexo o, alternativamente, porque haría más difícil igualar la presencia de hombres y mujeres en las distintas carreras que si la diferencia de preferencias tuviera un origen social. Ninguna de las dos cosas se seguiría de ese dato. Lo que necesitamos para dar con la explicación adecuada no es la idea preconcebida de ninguna ideología, sino datos que todavía no tenemos.

Mientras llegan los datos –y pueden tardar mucho en llegar- no debemos dar por buena ninguna hipótesis y actuar en la dirección de menor daño o de más probable beneficio, y yo creo que esta es la de animar a hombres y mujeres a que acudan a las carreras en las que están menos representados.

Cambiemos de tercio y observemos que hay quien piensa que los hombres tienden a interrumpir a las mujeres (manterrumping) o a despatarrarse en el transporte público (manspreading) o a explicar cosas a las mujeres condescendientemente (mansplaining). ¿Están bien fundamentadas estas creencias o pasa como en el caso anterior de las distintas hipótesis sobre la presencia de hombres y mujeres en distintas carreras? ¿Hay algo más que la intuición de alguna ideología? La hipótesis de los distintos gustos entre hombres y mujeres tenía los datos de mayor presencia de uno de los sexos en distintas carreras y ya hemos visto que, incluso existiendo este dato, no es suficiente para aceptar la hipótesis. En los casos de manterrumpting, manspreading y mansplaining, ¿tenemos siquiera esos datos? Yo no los he visto, solo he leído relatos anecdóticos que se refieren como generales, representativos o, por lo menos, como de mayor ocurrencia entre hombres que entre mujeres. No sé si esas cosas ocurren, sino que no se ofrecen los datos.
Por ejemplo, para mostrar el manterrumping, se ofrecen debates entre hombres y mujeres (por ejemplo, entre Clinton y Trump) y se cuenta que Trump interrumpió a Clinton muchas más veces que al contrario. El dato es cierto, pero no sabemos si es general. Habría que hacer, por lo menos, tres cosas más para comprobarlo: (i) que esto ocurre cuando se toma una muestra aleatoria de debates, (ii) que los hombres interrumpen más a las mujeres que a otros hombres y (iii) que las mujeres no se interrumpen más entre ellas que lo que interrumpen a los hombres. Por ejemplo, si (ii) no se da, ¿en qué queda el manterrumping? Será cierto que los hombres interrumpen más, pero no que discriminen por sexo en la interrupción. Algo parecido podríamos pedir a los datos que apoyen el mansplaining. En el caso del manspreading. ¿Alguien se ha puesto a contar qué porcentaje de hombres ocupan más sitio del que deben y lo ha comparado con el de las mujeres? ¿Ocurre siempre o solo cuando hay asientos vacíos? ¿De cuanto sitio ocupado estamos hablando? ¿Se mantiene la diferencia si se controla por el tamaño de la persona o alguna otra circunstancia? Si ocurre, ¿se debe a un deseo de acaparar espacio o hay razones anatómicas?

Yo no tengo ni idea de si estas cosas ocurren y en alguna de ellas tengo curiosidad por saber si es cierta o no. Sobre lo que sí tengo idea es que, mientras lleguen los datos, igual que hacíamos antes, trabajemos sobre la hipótesis de menos daño, aquella que no supone una diferencia donde no sabemos si la hay.

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Hace tres años en el blog: Los mitos de la razón. El Homúnculo y el Fantasma en la Máquina.
Y también: Salud y República.
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lunes, 6 de febrero de 2017

Los efectos de la inmigración en el país de acogida (2)

Esta es la segunda parte de la traducción de mi artículo de diciembre de Mapping Ignorance. Debe leerse la primera para poder entenderla.


La evidencia empírica

Para los estudios empíricos que se centran en las habilidades y en la estructura, una buena opción es dividir a los trabajadores según la educación y simular una economía de equilibrio general para estimar los efectos de los trabajadores inmigrantes. Esto es mejor que la alternativa de usar un análisis de equilibrio parcial (centrándose en un tipo de trabajador cada vez), puesto que se tienen en cuenta los efectos cruzados entre grupos. Ottaviano y Peri (2012) [7] analizan el efecto para 1990–2006, y encuentran un impacto positivo de entre 0,3 y 0,6 puntos porcentuales en los salarios de los trabajadores nativos sin educación universitaria, y entre 0,3 y 1,3 puntos para los que sí tienen esa educación.

Cuando la atención se centra en los ajustes y en la identificación, la estrategia en el análisis es identificar dos ciudades (o dos grupos de ciudades), una en la que ya hay inmigrantes de la misma nacionalidad de los nuevos y otra sin ellos. Los inmigrantes tienden a ir a la primera por otras razones además de la económica, de manera que se pueden estudiar diferencias entre las dos ciudades para calcular los efectos de la inmigración. Ottaviano y Peri (2006) [8] estiman un efecto positivo significativo de la inmigración en la productividad del trabajo, especialmente si los inmigrantes vienen de varios países de origen. Estos estudios observan algunas especificidades europeas: hay pequeños efectos en los salarios y posiblemente algún efecto negativo en el empleo de los nativos y una menor respuesta en la especialización de los nativos (por ejemplo, D’Amuri y Peri 2014 [9], y Glitz 2012 [10]), tal vez debido a una menor flexibilidad del trabajo. Parece haber una cierta “degradación en la habilidad” de los inmigrantes según la cual los trabajadores con un nivel relativamente alto de educación terminan realizando trabajos comparables a los que realizan nativos con menos educación. Este es debido posiblemente a barreras idiomáticas, de obtención de licencia y a requisitos legales.

Se obtiene otra fuente de datos cuando a una región llega un repentino flujo de inmigrantes por causas ajenas a las circunstancias económicas de la región de acogida. Esto ocurre, por ejemplo, cuando una ciudad, provincia o estado recibe un gran número de refugiados. (En unas entradas anteriores, aquí y aquí, se mencionaban algunos casos). Aunque Peri (2016) [1] encuentra que estos datos son poco fiables, los casos mejor estudiados muestran un efecto positivo en los salarios de los nativos. Esto es cierto para el “éxodo del Mariel” de cubanos hacia EE.UU. y para la llegada a Dinamarca de refugiados de las zonas de guerra en Bosnia, Somalia, Afganistán e Irak. De acuerdo con la hipótesis antes mencionada, la explicación para este incremento en los salarios es que los trabajadores nativos con menos habilidades hicieron una transición hacia ocupaciones menos manuales y más complejas (intensivas en conocimiento y cognición) como respuesta a la llegada de refugiados, quienes se especializaron en trabajos manuales.

Líneas de investigación prometedoras
  • La experiencia ganada con los últimos estudios empíricos sobre los efectos de los inmigrantes en los mercados de trabajo sugieren tres líneas de investigación:
  • Prestar mayor atención a los detalles de las políticas de inmigración.
  • Explotar las diferencias en la flexibilidad de los distintos mercados de trabajo europeos y en las distintas políticas e instituciones.
  • Estudiar la todavía no bien entendida conexión entre los inmigrantes de altas habilidades y el progreso científico y técnico.
Referencias

1. Peri, G. 2016. Immigrants, Productivity, and Labor Markets. Journal of Economic Perspectives 30:4, 3-30.

7. Ottaviano, G.I.P., y Peri, G. 2012. Rethinking the Effect of Immigration on Wages. Journal of the European Economic Association 10:1 152–97.

8. Ottaviano, G.I.P., and Peri, G. 2006. The Economic Value of Cultural Diversity: Evidence from US Cities. Journal of Economic Geography 6:1, 9–44.

9. D’Amuri, F., y Peri, G.. 2014. Immigration, Jobs, and Employment Protection: Evidence from Europe Before and During the Great Recession. Journal of the European Economic Association 12:2, 432–64.


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Hace cinco años en el blog: Epistemología, ¿para qué?
Hace tres años en el blog: La Economía avanza: un año de Mapping Ignorance.
Y también: Todo el mundo al poder.
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viernes, 3 de febrero de 2017

Los efectos de la inmigración en el país de acogida (1)

Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de diciembre en Mapping Ignorance.


He aquí una visión súper simplificada de la inmigración: un número sustancial de trabajadores poco cualificados entran en el mercado de trabajo, causando un desplazamiento de la oferta de trabajo hacia la derecha (los trabajadores son oferentes de trabajo), y cambiando el equilibrio prevaleciente a otro con salarios menores. Este no tiene que ser el caso. Los inmigrantes también son empresarios y aumentarán la demanda de trabajo, y los trabajadores cualificados pueden añadir capital humano del país receptor y crear complementariedades con los trabajadores nativos. En esta entrada resumo un reciente artículo de Giovanni Peri (2016) [1] (a menudo con sus propias palabras) que repasa los estudios sobre inmigración y que tiene en cuenta todas estas complicaciones.


Los hechos relacionados con la inmigración en EE.UU., Europa occidental, Canadá y Australia no siguen los estereotipos. En estas regiones desarrolladas ha habido un crecimiento similar de los nacidos en el extranjero como proporción de la población, con un crecimiento del 8-9 puntos porcentuales de la población entre los años 1960 y 2015, que supone un 0,2 por ciento por año. Desde 1990 la mayoría de los inmigrantes provienen de países no ricos que no son los más pobres de su respectiva región. La emigración hacia los países de ingresos altos se describe mejor como una fase del desarrollo económico de un país más que como válvula de escape de los países más pobres (Clemens 2014 [2]). Sin embargo, el factor más llamativo de la inmigración es que la composición de los inmigrantes tiende a ser más educada no ya relativa al país de origen, sino también relativa al país de destino (Docquier y Marfouk 2004 [3], Docquier, Lohest, y Marfouk 2005 [4]). La razón más probable para este hecho es que los beneficios de la emigración son mayores para esos individuos. Finalmente, los inmigrantes tienden a localizarse en ciudades, donde podrían estar contribuyendo a la aglomeración de capital humano y a las externalidades derivadas de la densidad.

Para analizar los efectos de los inmigrantes en el país anfitrión, sería útil considerar grupos separados según sus destrezas. Una primera y relevante cuestión es considerar individuos con educación universitaria y sin ella. En los EE.UU. el influjo de inmigrantes ha sido equilibrado entre estos dos grupos. En 2014 el porcentaje de extranjeros entre los trabajadores americanos con y sin un título universitario era de 16,1 y 16,9 respectivamente. Estos hechos tienen dos implicaciones. Primero, debido a la similar composición de los dos grupos, la inmigración no ha podido influir mucho en los salarios relativos. Segundo, como la inmigración es constante y estable, el capital se ha podido adaptar fácilmente (como lo hace ante aumentos estables en el crecimiento de la población), de manera que los salarios absolutos deberían haberse mantenido estables como respuesta a la inmigración.

Hay una distinción más detallada que separa el grupo de no universitarios en subgrupos, dependiendo de la realización de tareas manuales o no manuales. Ahora sí encontramos diferencias relevantes entre la composición de los subgrupos, con un porcentaje de extranjeros de 32 y 18 en los subgrupos con más y con menos tareas manuales, respectivamente. Los trabajadores universitarios, por otra parte, pueden separarse entre aquellos que realizan tareas matemático-analíticas, donde se concentran los inmigrantes, y aquellos que realizan tareas de comunicación y gestión. Teóricamente estas diferencias en composición implican que los salarios en los trabajos con tareas manuales y en las analítico-matemáticas deberían decrecer, mientras que, a través de complementariedades, podrían también generar un incremento de los salarios de las ocupaciones no manuales y no matemático-analíticos, que beneficiarían en mayor medida a los trabajadores nativos. Las habilidades manuales son transferibles entre países, mientras que las habilidades de comunicación son más difíciles de transferir, especialmente si el idioma es distinto. Para los emigrantes con educación universitaria, transferir conocimientos analíticos entre países es más fácil que transferir las habilidades de gestión y comunicación, que son más específicas a la cultura de cada país.

Un implicación adicional de las diferencias y complementariedades anteriormente señaladas es que los trabajadores nativos se desplazan de las tareas que realizan los inmigrantes hacia aquellas que las complementan, bien cambiando la educación que eligen, bien moviéndose a ocupaciones que se especializan en habilidades para los que los trabajadores nativos tienen ventaja comparativa. Este movimiento a su vez aumenta las complementariedades y reducen la competición entre inmigrantes y nativos (Peri y Sparber 2009 [5] estudian el efecto para los trabajadores no universitarios y Peri y Sparber 2011 [6] hacen lo mismo para los universitarios). Estos movimientos no son las únicas posibilidades, puesto que los trabajadores nativos también pueden reaccionar con movilidad geográfica o con ajustes dentro de la empresa.

(Continúa aquí).

Referencias

1. Peri, G. 2016. Immigrants, Productivity, and Labor Markets. Journal of Economic Perspectives 30:4, 3-30. 

2. Clemens, M.A. 2014. Does Development Reduce Migration? IZA Discussion Papers 8592, Institute for the Study of Labor (IZA). 

3. Docquier, F., y Marfouk, A. 2004. Measuring the International Mobility of Skilled Workers (1990–2000): Release 1.0. Policy Research Working Paper 3381, World Bank. 

4. Docquier, F; Lohest, O., y Marfouk, A. 2005. Brain Drain in Developing Regions (1990–2000). IZA Discussion Papers 1668, Institute for the Study of Labor (IZA). 

5. Peri, G, and Sparber, C. 2009. Task Specialization, Immigration, and Wages. American Economic Journal: Applied Economics 1:3, 135–69.

6. Peri, G., y Sparber, C. 2011. Assessing Inherent Model Bias: An Application to Native Displacement in Response to Immigration. Journal of Urban Economics 69:1, 82–91.

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Hace cinco años en el blog: Extrañas finanzas en el primer ESkepticamp.
Hace tres años en el blog: La vida en las barriadas de chabolas. ¿Oportunidad o trampa de la pobreza? (1)
Y también: La vida en las barriadas de chabolas. ¿Oportunidad o trampa de la pobreza? (2)
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sábado, 7 de enero de 2017

¿Existe un feminismo extremista?


Según el diccionario de la RAE, feminismo se define así:
Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres.
Esta definición dio pie al Gran Wyoming a defender que no existen feminismo malo y feminismo bueno. Todo feminismo es bueno porque lo que defiende es bueno. Comparto que lo que defiende el feminismo según la definición de la RAE es bueno (aquí) y que hay mucho por hacer en ese terreno. No comparto que no haya feminismo malo. Lo que quiere decir que sostengo que la RAE ha dado una definición incompleta o que una buena idea se puede defender de malas maneras. Todas las ideologías sociales tienen sus extremistas y fanáticos. La derecha tiene a los fascistas, la izquierda a los comunistas, los liberales a los anarcocapitalistas, los madridistas a los ultras sur, los nacionalistas vascos a los etarras, los cristianos a los que atacan clínicas que practican abortos, los ecologistas a los antitransgénicos, los defensores de los animales a los antiespecistas, los ateos a los que quieren prohibir las religiones, y así sucesivamente (aquí he hablado de ello). Los extremistas y fanáticos pueden ser violentos o no, pero tienen en común el poner una idea por encima de todo sin reparar en conflictos con otras ideas que también merecen respeto (aquí hablé sobre esto). Sería increíble que no hubiera un feminismo extremista y que todo fuera bueno.

Veamos algunos ejemplos.
  • Hay quien opina que solo por sugerir que exista el feminismo extremista se es ultraconservador (aquí).
  • Hay quien opina que por usar las compresas como ejemplo de producto que contiene transgénicos se es machista (aquí).
  • Hay quien ve en todo lo que pasa un ejemplo de construcción social hecha por el patriarcado neoliberal heterocissexual (aquí).
  • Hay feministas vistas como extremistas por las propias feministas (aquí).
Algunas citas de feminismo extremista (las autoras se dicen radicales):
“Siento que odiar a los hombres es un acto político viable y honorable, que los oprimidos tienen derecho a un odio de clase en contra de la clase que les está oprimiendo.” Robin Morgan, editora de Ms. Magazine (aquí).
“Llamar animal a un hombre es adularlo; es una máquina, un dildo que anda.” Valerie Solanas, autora del SCUM Manifesto que intentó asesinar a Andy Warhol (aquí).
“La violación es un proceso consciente de intimidación por el cual todos los hombres mantienen a todas las mujeres en un estado de miedo”. Susan Brownmiller, autora de Against our will: men, women and rape (aquí).
Finalmente, habrá quien use la existencia del feminismo extremista para desacreditar todo el feminismo, truco argumental que debe ser denunciado. Eso no puede ser argumento para sospechar sin más de cualquier intento de criticar el feminismo extremista. Como he sostenido en otras ocasiones en relación a otras ideologías (por ejemplo, aquí y aquí), cada ideología que se precie debe ser la primera en denunciar sus extremistas y sus abusos. También el feminismo.

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Hace cinco años en el blog: Tratamientos no públicos.
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Hace tres años en el blog: Economía del comportamiento y la evaluación de las políticas de eficiencia energética (2).
Y también: La Economía y el debate entre naturaleza vs. crianza (1).
Y también: La Economía y el debate entre naturaleza vs. crianza (2).
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martes, 15 de marzo de 2016

Glaciares, género y ciencia


Gracias a @ptarra y @Uhandrea he sabido de un artículo recientemente publicado en la revista Progress in Human Geography, la segunda de mayor impacto en el área de Geografía. El artículo se titula “Glaciares, género y ciencia” y el resumen es el siguiente:
Los glaciares son iconos claves del cambio climático y el cambio ambiental global. Sin embargo, las relaciones entre género, ciencia y glaciares –en particular las relacionadas con cuestiones epistemológicas acerca de la producción del conocimiento glaciológico- permanecen infraestudiadas. Este artículo propone un marco de glaciología feminista con cuatro componentes clave: 1) productores de conocimiento; 2) ciencia y conocimiento “generizados”; 3) sistemas de dominación científica; y 4) representaciones alternativas de los glaciares. Combinando estudios de ciencia postcolonial feminista y ecología política feminista, el marco de glaciología feminista genera análisis robustos de género, poder, y epistemologías en sistemas socio-ecológicos dinámicos, conduciendo de ese modo a una más justa y equitativa ciencia e interacciones hielo-humanas.
Leyendo esto parece que los autores han encontrado fallos graves en el conocimiento científico que tenemos sobre los glaciares (volumen, velocidad, efecto sobre la salinidad del mar, el clima, su tasa de variación,…) debido a la ausencia de mujeres entre los científicos que históricamente se han dedicado a su estudio. El último punto del resumen sugiere incluso que han dado con un modelo científico sobre los glaciares más completo al tener en cuenta el factor género.

Me llamó tanto la atención que decidí leer el artículo entero. Resulta que en ninguna de sus páginas menciona un solo ejemplo de conocimiento científico sobre glaciares que esté mal en algún sentido, ni por razones de sesgo por ausencia de mujeres ni de otra índole. Más aún, en la sección donde supuestamente iba a tratar representaciones alternativas de los glaciares no hay tampoco ningún conocimiento científico que añadir al ya incorporado en la ciencia de los glaciares.

¿De qué se habla entonces en el artículo? ¿Acaso de que la geología de los glaciales está en manos de machistas que impiden el acceso a la profesión a las mujeres? Pues tampoco dicen nada de eso más allá de algunos ejemplos en los que lo esforzado del trabajo de campo en este tema está visto como atributo varonil. De lo que sí habla el artículo es de que, además de que los glaciares sean un objeto de estudio científico también son objeto de leyendas, de cultura de los pueblos aledaños y cosas así. Por supuesto, ningún científico niega que existan esas cosas, pero no son el objeto de estudio de los glaciales en cuanto accidente geológico. Antropólogos y literatos, entre otros, podrán estudiar esos otros aspectos. Pero en el artículo parece sugerirse que el estudio geológico debe incluir esos otros aspectos y que la aportación feminista a la ciencia geológica será justamente esa inclusión.

Así que tenemos lo siguiente:
  1. Un artículo en una revista de alto impacto en Geografía para decir la trivialidad de que los glaciares son importantes para los pueblos por su relevancia económica, cultural y mitológica. El artículo solo dice eso, no se para a analizar, por ejemplo, la importancia económica.
  2. Un artículo sobre glaciares en el que si sustituimos la palabra glaciares por cualquier otra (volcanes, ballenas, nubes, mercados,…) tendríamos otro artículo igual de irrelevante.
  3. Un artículo que pretende contribuir a aumentar la presencia de las mujeres en la ciencia, pero que toma a las mujeres por no se sabe muy bien qué al limitar esta presencia a contribuciones folklóricas.
Seguramente habrá quien diga que qué hago metiéndome con estas cosas cuando las realmente importante son otras, aquellas en las que la discriminación mengua las posibilidades de las mujeres y de la sociedad en general y en las que la lucha contra ella se hace con diagnósticos y propuestas adecuadas. Habría que hablar más de esto último y menos de absurdidades como las del artículo. Es cierto, y creo haber dedicado más tiempo a ello en este blog, lo que no impide que, por lo menos de vez en cuando, muestre que dentro de la lucha feminista y contra la discriminación se cuelan formas que parecen no entender lo que es ni la ciencia ni el feminismo. Como cualquier movimiento, el feminista haría bien en denunciar sus extremos. Convencerá y vencerá antes si así lo hace.

La entrevista a uno de los autores tras el estupor que causó el artículo no arregla nada.

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Hace cinco años en el blog: El discurso del monopolio intelectual.
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jueves, 10 de marzo de 2016

Por un mundo sin racistas

Mi hija Marina, de 14 años, escuchó una conversación en el autobús. Su indignación le llevó a escribir este texto que me pide lo haga público en el blog. Está transcrito tal cual le salió, sin ningún trabajo de edición por mi parte.

"Estoy muy en contra del racismo, ¿por qué? Simplemente creo que un color no hace a la persona distinta, en cambio esto para muchas personas es muy importante. Por ejemplo, un día estaba en el autobús sentada en un asiento y tenía a dos hombres sentados justo detrás de mi y estaban hablando de que estaban a favor del racismo. Algunas de las frases que decían eran las siguientes: 
  • “La humanidad estaría mejor sin los negritos" 
  • “Esos negritos no deberían de existir, deberíamos de vivir sólo los blancos”. 
  • “¡Que les maten a todos!” 
No entiendo cómo pueden algunas personas pensar así… 
Bueno con esas yo creo que nos podemos hacer una idea. Yo quiero luchar por un mundo sin racistas. Sé que no está bien meter la oreja en otras conversaciones pero no lo pude evitar. (En resumen) estoy en contra de los racistas porque que no tienen corazón, están ciegos y la mayoría no saben de lo que hablan. 
Lo primero de todo es que ¡NO HAY RAZAS! Sólo está la raza humana, ni raza negra ni raza blanca. El color es una parte de la genética y la razón por la que los negros son negros era para adaptarse mejor al clima de África. Igual que los blancos han nacido así para adaptarse al frío de Europa. Creo que los racistas deberían de tener un poco de corazón y ponerse en el lugar de los demás. ¿Y si hubiese sido al revés? En vez de criticarles, insultarles, agredirles… deberían de tratarles igual porque somos todos humanos. No somos superiores unos de otros, somos iguales.  
Cuando pasa un negro por mi lado me sale una pequeña sonrisa de alegría, tengo muchos amigos negros y estoy muy agradecida de ello. Aunque también hayan negros racistas, pero es una gran diferencia comparado con los blancos. Me encantaría que las personas abriesen los ojos. 
Y sinceramente no me puedo poner en el lugar de los racistas, lo siento… es que no puedo es injusto y cruel. 
Esta es mi opinión personal y espero que todo el mundo la respete porque tengo derecho a expresar lo que siento, gracias. 
¡NO AL RACISMO!"

domingo, 25 de octubre de 2015

Mujer y activismo escéptico: La charla de Antonia de Oñate y Daniela Meli


No fue una charla al uso, en la que se aclararan concepciones erróneas sobre algún aspecto científico que puedan prevalecer en la sociedad. Como se anunciaba, era una charla de introspección acerca de la presencia de la mujer en activismo escéptico. Tal vez esto no se recalcó lo suficiente durante la charla y eso provocó que hubiera comentarios negativos sobre ella, en el sentido de que no se ofrecían aportaciones científicas y que se usara un evento escéptico para promocionar la ideología feminista sin datos.

La charla consistió en una presentación de Antonia de Oñate (@Piamonte) sobre la presencia de las mujeres en el movimiento escéptico y otra de Daniela Meli (@Mexkeptic) sobre el "incidente del ascensor" Rebecca Watson y de las sorprendentes reacciones. Las preguntas y comentarios posteriores enseguida se desviaron del tema de la charla para hablar de la presencia de mujeres en general en distintos ámbitos (universidad, puestos ejecutivos, ciencias, letras, ciertas profesiones,...) y casi siempre ofreciendo más experiencias personales que datos o teorías comprobadas, lo que seguramente reforzó la imagen de poca ciencia y poco pensamiento crítico que algunos podían estar albergando.

Hacia el final de las preguntas (minuto 1:17:00) tomé la palabra para hacer algunos comentarios, que ahora, y tras haber hablado al final del evento con alguno de los críticos, se me antojan incompletos. Me gustaría resumiros cómo veo el asunto.

1. Como ya he dicho, la charla no era sobre aportar documentación contra alguna pseudociencia, sino para reflexionar sobre la presencia de la mujer en el movimiento escéptico.

2. ¿Es esta reflexión relevante? La ley de la gravedad no es machista ni hembrista ni feminista ni occidental. Esas consideraciones son ajenas a las teorías científicas. Pero el movimiento escéptico no es una teoría científica, por mucho que su actividad principal sea promoverlas, sino un grupo social. Como tal debe decidir si acepta algunos principios ideológicos. Aceptar la ideología de la no discriminación y de otros derechos humanos me parece que es adecuado para una asociación racional.

3. Ser racionales no nos hace inmunes frente a la posibilidad de estar cayendo en algún tipo de discriminación o de reproducción de dinámicas que llevan a la desigualdad.

4. Esto último nos lleva, por lo menos, a dos consideraciones. (i) ¿Queremos saber de estas posibles desigualdades dentro del movimiento? y (ii) ¿queremos hacer algo al respecto?

5. Sobre (i) podemos saber pocas cosas específicas del movimiento escéptico. Los estudios científicos sobre causas de la desigualdad y la discriminación están hechos en otros ámbitos y no sabemos cuánto se podrán extrapolar al movimiento escéptico. Hay teorías sociales, económicas, genéticas, estadísticas,... Todos estos estudios son relativamente recientes y todavía estamos en los inicios de conocer con suficiente detalle este problema. Pero una cosa es cierta: hay desigualdad y discriminación y cualquier colectivo, incluso los racionales, son proclives a tenerla.

6. Sobre (ii) estamos igual que antes. Sabemos de algunas cosas que han funcionado mejor que peor (con datos en la mano), como las medidas de discriminación positiva en el mercado de trabajo en los años ochenta en USA, la escolarización de las niñas en igualdad de condiciones, y algunas políticas de cuotas. No sabemos cómo de extrapolables son estos datos al movimiento escéptico, pero algunas sirven para ir probando.

7. En este contexto, la intervención de Antonia ha sido útil para conocer, por lo menos, los números de la participación femenina en el mundo escéptico y aventurar alguna hipótesis para el caso de ARP (su origen en un grupo de hombres cercanos a la Astronomía, territorio masculino hace varias décadas).

8. La intervención de Daniela, por su parte, nos ha servido para recordarnos que por ser racionales (o querer serlo) no somos inmunes a dinámicas sociales que impliquen algún tipo de discriminación. En otras palabras: la hipótesis nula no es que, como somos racionales y como en el movimiento escéptico español no ha habido denuncias tipo Rebecca Watson, hay que trabajar como si ese problema no fuera con nosotros. La hipótesis nula es que somos un grupo social susceptible de presentar patrones contrarios a la igualdad (ideología a la que nos adscribimos) y que debemos estar vigilantes frente a eso.

9. En particular, debemos seguir preguntándonos por qué no hay más mujeres y no dar por buena la hipótesis de que en un mundo sin desigualdad las mujeres simplemente muestran menos interés por este activismo y, además, que ese menor interés explica precisamente los números que tenemos actualmente. Tal vez sea, al final, la causa. Tal vez no. Hoy no lo sabemos y la posición por defecto, la de menos riesgo, debería ser (esto es opinión) que más paridad es posible y deseable.

De momento, ahí queda eso.

Saludos y gracias a Antonia y a Daniela por la charla.

P.D.: Debo decir que al comienzo del affair Rebecca Watson mi reacción fue "qué exagerada es la tal Rebecca" y que explicaciones como las de Daniela en su blog y los acontecimientos posteriores del caso Rebecca me han hecho ver las cosas como las he contado aquí.

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Hace tres años en el blog: Buenos argumentos sobre la circuncisión.
Hace cinco años en el blog: Para qué sirve la media geométrica o por qué la Wikipedia en español es una kk.
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miércoles, 21 de octubre de 2015

Los derechos de propiedad de las mujeres sobre la dote (2)


El sistema de dote presenta un doble perfil. Primero, es, de hecho, una herencia en vida a favor de la hija. Segundo, es un precio que pagar para hacer que la hija sea una esposa más atractiva. Según Anderson y Bidner (2015) [2], su trabajo es el primero de que tiene en cuenta explícitamente este doble papel y que, de esa manera, puede explicar la paradoja de la disminución de este derecho de propiedad con el desarrollo. Para estudiar los incentivos económicos involucrados en el sistema de la dote, los autores construyen un modelo en el que las familias tienen que decidir cuánto invertir en el hijo o hija, dándole educación, salud, ocupación, tierra o cualquier otro tipo de riqueza. En el momento del matrimonio la familia de la novia tiene que pagar al novio una transferencia directa de riqueza que depende de la calidad de tanto el novio como la novia, siendo la calidad fruto de la inversión en cada hijo. Para atraer a un novio de calidad se necesita más inversión que para uno de menor calidad. También una novia de calidad es más atractiva que una de baja calidad. Una vez casados la porción de los recursos del matrimonio que controla el hombre o la mujer depende de cómo de atractivo pueda ser su futuro fuera del matrimonio.

Este modelo tiene en cuenta el aspecto dual de la dote: la inversión para tener una novia de calidad es la componente de herencia, mientras que la transferencia de riqueza hacia el novio es la componente de precio. Una característica importante de este modelo es que el total de recursos controlados por el novio no puede ser contratado ex–ante, puesto que será el resultado de una negociación dentro del matrimonio. En el modelo esta es la razón por la cual, cuando la calidad del novio aumenta (como ocurre en los primeros momentos de desarrollo económico), se necesita pagar un precio más alto. Si el total de los recursos de la dote no aumenta demasiado, la parte destinada a la herencia en vida debe disminuir para hacer sitio a la mayor transferencia hacia el novio. Esto será así incluso si la inversión para aumentar la calidad de la novia ofrece un rendimiento mayor. Es decir, que en ese caso la transferencia al novio no solo es ineficiente socialmente, sino que también lo es para el matrimonio.

De manera similar, un incremento en la manera en que las mujeres pueden hacer efectivos sus derechos formales sobre su propiedad o un incremento en su poder de negociación lleva a una disminución en sus derechos de propiedad sobre la dote. Esto es así porque provocan un incremento en el precio que pagar al novio.

Otro resultado de interés es que un incremento en la productividad de la calidad de la hija aumenta los derechos de propiedad sobre la dote en el equilibrio. Esto ocurre en parte por un traslado en la asignación de los recursos de la familia de la hija hacia la inversión en su calidad, y en parte porque disminuirá el precio que pagar al novio. Más aún, según aumente la productividad de la novia, el precio que pagar al novio puede llegar a desaparecer por completo e, incluso, a hacerse negativo. Esta es la clave de la desaparición de la dote como mecanismo económico. Hay dos razones para esto: el precio de la calidad del novio disminuye y el coste marginal de producir una novia de calidad decrece hasta anularse.

Hasta aquí, los resultados del modelo indican que el fortalecimiento de los derechos legales de las mujeres desaparecen en el momento del matrimonio si las mujeres pierden derechos sobre su dote frente sus maridos. Los autores han podido mostrar, además, que estos cambios, en el mejor de los casos, no mejoran el bienestar de las mujeres, y que pueden fácilmente empeorarlo. Esta última posibilidad aparece cuando el retorno del matrimonio es ineficiente relativo a la inversión en calidad.

Referencias:

2. Anderson, S., y Bidner, C. 2015. Property rights over marital transfersThe Quarterly Journal of Economics 130(3), 1421–1484.

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domingo, 18 de octubre de 2015

Los derechos de propiedad de las mujeres sobre la dote (1)

Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de septiembre en Mapping Ignorance.


Dice el refrán español:
Mujer que sabe latín no tiene marido ni tiene buen fin.
Esta sentencia indica lo difícil que tradicionalmente ha sido el que una mujer educada fuera aceptada como una buena esposa. Diversos estudios sociales han documentado ejemplos en los que este es efectivamente el caso y han propuesto diferente hipótesis para explicarlo, como el machismo, el poder de dominación, la elección de la mujer educada de permanecer soltera o la asignación de diferentes valores a la mujer que se queda en casa (véase, por ejemplo, Ganguli et al., 2000 [1]).

Anderson y Bidner (2015) [2] estudian los derechos de propiedad de las mujeres sobre las dotes, y la manera en que se ven afectados por el desarrollo, incluyendo el incremento en el capital humano en manos de las mujeres. Algunas de sus conclusiones pueden arrojar luz sobre lo acertado del refrán anterior. El resto de este artículo resume su trabajo.

En las sociedades tradicionales las mujeres tienen pocos derechos legales, de manera que las transferencias en el momento del casamiento constituyen una fuente importante de derechos de propiedad para ellas y, a menudo, la única fuente. Sin embargo, incluso esta propiedad no está por completo en las manos de las mujeres, puesto que una vez casadas el hombre puede tomar el control de ella, total o parcialmente. La evolución de los derechos de propiedad de las mujeres sobre sus propias dotes ha sido estudiada en profundidad por los historiadores, sociólogos y economistas. Una de las regularidades más sorprendentes encontradas en esos estudios es el hecho de que los derechos de las mujeres sobre la dote se deterioran en las etapas iniciales del desarrollo hasta el punto que algunos países han aprobado leyes específicas para evitarlo. El hecho es más sorprendente cuando uno se da cuenta de que otros derechos de las mujeres mejoran.

Ejemplos de este deterioro ocurrieron en la Venecia del Renacimiento (Chojnacki, 2000) [3], Italia central (Reimer, 1985 [4]; y Krishner, 1991 [5]), la Europa de la baja Edad Media (Herlihly, 1976 [6]), el comienzo del periodo moderno en Castilla (Reher, 1997 [7]), y el siglo XVII en Moscú (Kleimola, 1992 [8]). En general los historiadores encuentran una correlación entre periodos de expansión y un desplazamiento del uso de la dote como herencia al uso de la dote como precio que pagar por el casamiento. En esos tiempos históricos las expansiones se correspondían con un aumento de las oportunidades para los hombres, pero no tanto para las mujeres. Al contrario de lo que ocurre con el descenso de los derechos de las mujeres sobre sus dotes, en esos tiempos se puede encontrar un incremento en otros derechos de propiedad de las mujeres, como atestiguan documentos notariales de mujeres que compran y venden propiedades y prestan o toman prestado dinero, además de la aprobación de leyes que aseguran los derechos de propiedad de las mujeres viudas. De hecho, las primeras feministas en esas épocas, a la vez que apoyaban esos mayores derechos para las mujeres, en lugar de demandar también un incremento de los derechos sobre la dote atacaban el sistema de la dote en su conjunto (Cox, 1995 [9]; Goody, 2000 [10]).

La institución de la dote vio un declive con la industrialización, y la inversión en la hijas reemplazó las transferencias a los maridos (Goody, 2000). En periodos más actuales, India representa el ejemplo más acusado de transformación de la dote como herencia hacia la dote como el precio que pagar al marido hasta el punto que en 1961 se pasó la Dowry Prohibition Act (Acta de Prohibición de la Dote) con el objetivo explícito de abolir la dote como precio. Sin embargo, en la práctica, hay evidencias de que las mayores oportunidades entre los hombres casados fuerza que la dote sirvan como precio en la India actual (e.g., Caplan 1984 [11]; Srinivas 1984 [12]; Nishimura 1994 [13]). Hay menos investigación hecha en el resto del Sur de Asia, pero los estudios disponibles sugieren un patrón similar en Pakistán y Bangladesh.

Continúa aquí.

Referencias

1. Ganguli, I.; Hausmann, R, y Viarengo, M. 2000. Schooling Can’t Buy Me Love”: Marriage, Work, and the Gender Education Gap in Latin America. CID Working Paper No. 197. Center for International Development, Harvard University.

2. Anderson, S., y Bidner, C. 2015. Property rights over marital transfers. The Quarterly Journal of Economics 130(3), 1421–1484.

3. Chojnacki, S. 2000. Women and Men in Renaissance Venice. Baltimore: Johns Hopkins University Press.

4. Reimer, E. 1985. Women, Dowries, and Capital Investment in Thirteenth-Century Siena. En The Marriage Bargain: Women and Dowries in European History. M. Kaplan, ed. New York: Haworth Press.

5. Krishner, J. 1991. Materials for a Gilded Cage: Non-Dotal Assets in Florence, 1300– 1500. In The Family in Italy from Antiquity to Present. D. Kertzer, and R. Saller, eds. New Haven, CT: Yale University Press.

6. Herlihy, D. 1976. The Medieval Marriage Market. Medieval and Renaissance Studies 6, 1–27.

7. Reher, D. 1997. Perspectives on the Family in Spain, Past and Present. Oxford: Clarendon Press.

8. Kleimola, A. 1992. In Accordance with the Canons of the Holy Apostles: Muscovite Dowries and Women’s Property Rights. Russian Review 51, 204–229.

9. Cox, V. 1995. The Single Self: Feminist Thought and the Marriage Market in Early Modern Venice. Renaissance Quarterly 48, 513–581.

10. Goody, J. 2000. The European Family. Oxford: Blackwell.

11. Caplan, L. 1984. Bridegroom Price in Urban India: Class, Caste and ‘Dowry Evil’ among Christians in Madras. Man 19, 216–233.

12. Srinivas, M. 1984. Some Reflections on Dowry. New Delhi: Oxford University Press.

13. Nishimura, Y. 1994. Marriage Payments among the Nagarattars in South IndiaContributions to Indian Sociology 28, 243–27.

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Hace cinco años en el blog: Las mujeres brillantes se casan con hombres mediocres.
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jueves, 5 de septiembre de 2013

Los efectos de las políticas de discriminación positiva (2)

Esta es la traducción de la segunda parte de mi artículo de julio en Mapping Ignorance. (La primera parte puede leerse aquí):

A partir de los 80 las políticas de discriminación positiva (DP) fueron abandonadas en la práctica en la mayoría de los programas. Entre 1980 y 1984 el empleo de las mujeres y de las minorías creció más despacio en el sector afectado por la DP que en el sector de control, como si los empleadores volvieran a la senda de crecimiento abandonada cuando se empezaron a llevar a cabo las políticas de DP. Una hipótesis, favorita de quienes se oponían a los programas, es que la DP tiene el efecto de emplear y promover trabajadores con una menor productividad al ser favorecidos solo por el hecho de pertenecer al grupo protegido. Leonard (1984c) [6] estudia esta cuestión en específico, pero no encuentra indicios de que hubiera un descenso de la productividad en el sector objetivo durante la aplicación de la DP. Las hipótesis de que las políticas no duraron lo suficiente para revertir siglos de discriminación o la de que los empleadores tienen preferencias contra el grupo discriminado son más probables.

Esta última conclusión a la que llega Leonard no fue del todo aceptada, al estar basada en medidas de productividad no muy precisas. En particular, Leonard usó datos agregados por sector en lugar de datos por empresa, como es más apropiado. Esto fue corregido por Holzer y Neumark (1999, 2000) [8] y [9], quienes encuentran que efectivamente hay diferencias entre el grupo discriminado y el no discriminado al aplicarse la DP, de nuevo un argumento usado por los oponentes de la DP, pero que estas mismas diferencias se encuentran en el sector que no aplica la DP. La productividad medida según los salarios y los informes de los empleadores es tan buena como en el sector de control. La única excepción que se encuentra es para los varones hispanos, pero ocurre que muy pocos fueron contratados con las políticas de DP.

En un trabajo posterior, Holzer y Neumark (2006) [10] repasan la literatura más reciente sobre DP, en particular la referida a la equidad y la eficiencia. Los autores no solo revisan los estudios relacionados con el mercado de trabajo, sino que se interesan también por las admisiones a la universidad, donde las políticas de DP duraron más tiempo. Las conclusiones de los estudios realizados la década anterior se mantienen y validan. La DP mostró su capacidad para redistribuir trabajos y admisiones a la universidad, aunque de manera modesta, sin producir ninguna merma de eficiencia que, en caso de existir, sería muy pequeña. Aún más, en algunos sectores se encuentra evidencia de externalidades positivas causadas por la DP (p.e., traducida en mejores servicios médicos y mejores contactos laborales) y se sugiere la hipótesis de que las externalidades positivas se extienden también a los empleadores y a las universidades.

Parece, entonces, que la DP ayuda a aumentar la participación de los trabajadores de los grupos discriminados en el mercado de trabajo sin tener que pagar el coste de una menor productividad, pero ¿cómo es esta ayuda en comparación con la obtenida por otro tipo de políticas? Kalev et al. (2006) [11] revisan los trabajos que estudian distintas políticas antidiscriminación y documentan que las estructuras que establecen responsabilidad (planes de DP, comités diversos, puestos reservados para minorías) producen un aumento significativo de la diversidad en puestos de gestión, mientras que los programas que tienen como objetivo la lucha contra los estereotipos basadas en la educación y en informes de evolución (programas de educación sobre la diversidad y evaluaciones de diversidad) no tienen ese resultado. Otros programas, como los que intentan combatir el aislamiento que hay entre mujeres y minorías (programas de redes y de tutorías) producen cambios modestos. Este estudio sugiere que las políticas de DP tienen una impacto comparativamente mayor para revertir la discriminación.

Todas las conclusiones expuestas en los artículos citados se basan en las experiencias de EEUU. Debería quedar claro que otros países pueden reaccionar de manera distinta a políticas similares debido a sus características idiosincrásicas. La investigación sobre otras experiencias está limitada a unos pocos países y a programas específicos, la mayoría sobre representación política y admisiones a centros de educación. Se va acumulando alguna evidencia sobre el éxito de estas políticas para aumentar la presencia de grupos discriminados históricamente, como en el caso de las algunas castas en India, pero todavía no hay estudios suficientes que midan su eficiencia.

Referencias

1. Becker, Gary S. 1957 (1971, 2nd ed.). The economics of discrimination. Chicago, University of Chicago Press.

2. Arrow, Kenneth 1973. The theory of discrimination. In Discrimination in Labor Markets, O. Ashenfelter and A. Rees eds., Princeton: Princeton University Press.

3. Spence, Andrew M. 1973. Job market signaling. Quarterly Journal of Economics 87, 355-74.

4. Leonard, Jonathan 1984a. The impact of affirmative action. Journal of Labor Economics 2, 439-463.

5. Leonard, Jonathan 1984b. Employmentand occupational advance under affirmative action. Review of Economics and Statistics 66, 377-385.


7. Leonard, Jonathan 1990. The impact of affirmative action regulation and equal employment law on black employment. Journal of Economics Perspectives 4, 47-63.

8. Holzer, Harry and Neumark, David 1999. Are affirmative action hires less qualified? Evidence from employer-employee data on new hires. Journal of Labor Economics 17, 534-569.

9. Holzer, Harry and Neumark, David 2000. What does Affirmative Action do? Industrial and Labor Relations Review 53, 240-271.

10. Holzer, Harry and Neumark, David 2006. Affirmative Action: What do we know? Journal of Policy Analysis and Management 26, 215.

11. Kalev, Alexandra; Dobbin, Frank and Kelly, Erin 2006. Best practices or best guesses? Assessing the efficacy of corporate Affirmative Action and diversity policies. American Sociological Review 71, 589–617.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Los efectos de las políticas de discriminación positiva (1)


Esta es la traducción de la primera parte de mi artículo de julio en Mapping Ignorance. Los lectores veteranos de este blog verán que toco un tema ya tratado en él y que se puede encontrar en las entradas con la etiqueta “discriminación”. Pero solo encontrarán repetitiva la primera parte, en la segunda hablaré de estudios más recientes que no había incorporado en su momento:

Nadie niega que haya discriminación tanto en el mercado de trabajo como en muchos otros lugares de nuestra sociedad. Hay, sin embargo, un debate acerca de las causas de esta discriminación y de las mejores maneras de abordar el problema. ¿Empieza la discriminación con una presión social o educativa que hace que las mujeres elijan trabajos peor pagados? ¿o es que los empleadores prefieren a trabajadores blancos antes que a los negros? Si es así, ¿por qué están dispuestos a pagar más por contratar a un trabajador blanco? ¿es porque simplemente les gusta más o porque creen, con o sin razón, que los blancos trabajan mejor o que los clientes los prefieren?

La teoría económica ha estudiado diferentes explicaciones para la discriminación económica: puede ser el resultado de preferencias en contra de algún grupo (Becker, 1971) [1], la consecuencia de usar información sobre el grupo para atribuir habilidades a un individio (esta es la discriminación estadística de Arrow, 1973, [2]), o puede deberse a la existencia de múltiples equilibrios en el mercado de trabajo por causa de la información asimétrica, de manera que en distintos grupos prevalezcan distintos equilibrios (Spence, 1973 [3]), entre muchas otras posibilidades. Diferentes causas implican diferentes políticas antidiscriminación, incluida la de no hacer nada si es que discriminar es tan costoso que los empleadores que discriminan se ven expulsados de los mercados. Es este artículo revisaré una de las políticas más controvertidas para limitar la discriminación: la discriminación positiva, DP (en inglés, affirmative action).

DP comprende políticas contra la discriminación que requieren una acción pro-activa, y que deben ser diferenciadas de otras medias antidiscriminación. Por ejemplo, pedir que, ante idénticos currícula, se elija a la persona del colectivo discriminado es una medida de DP, mientras que castigar al empleador que rehusa contratar a la persona más cualificada por su sexo, no lo es.

El primer país en hacer un uso extensivo de políticas de DP fue los EEUU en los años 70. Los primeros análisis de sus efectos se deben a Jonathan Leonard, quien publicó sus resultados en una serie de artículos (Leonard, 1984a [4], 1984b [5], 1984c [6] y 1990 [7]).

Leonard compara el empleo de mujeres y minorías en las empresas con obligaciones o incentivos para participar en los programas de DP (como las empresas que trabajan para la Administración) con el empleo en empresas similares que no participan en esos programas. Los resultados para el periodo 1974-1980 muestran que el incremento en el empleo en los grupos discriminados en el sector que implementó la DP fue mayor que en el grupo de control, con la mayor incidencia en las mujeres negras, cuya participación fue un 2,13% mayor.

Uno de los campos de batalla de la DP se da en los trabajos que requieren un cierto nivel de educación. En esas ocupaciones los empleadores son más sensibles a las diferencias en productividad y, consecuentemente, tienen un mayor cuidado en el proceso de selección. Por otra parte, estos trabajos ofrecen un mayor potencial de ganancia para los grupos discriminados. De acuerdo con los trabajos de Leonard, los empleadores pudieron cumplir con los objetivos del programa empleando a más trabajadores de las minorías para los trabajos no especializados. Esto no son necesariamente malas noticias. Una de las presunciones de los efectos a largo plazo de las políticas de DP es que los grupos protegidos tendrán mejores oportunidades de promoción una vez que han tenido más acceso a los puestos inferiores. Leonard (1984b) [5] efectivamente observa estos efectos en los datos de la segunda mitad de los 70. Usando los controles adecuados encuentra que los programas de DP afectan a todos los niveles de educación y que funcionan mejor cuando se llevan a cabo junto con otras políticas orientadas a aumentar la especialización de los grupos protegidos y cuando se aplica en empresas en crecimiento.

Continúa aquí.

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Hace tres años en el blog: ¿Inglés? No en mi ventanilla.
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sábado, 21 de enero de 2012

La economía de la discriminación (11)


Uno de los campos de batalla de las acciones positivas está en las ocupaciones que requieren una cierta educación. En estas ocupaciones los empleadores son más sensibles a las diferencias en productividad y, al mismo tiempo, son precisamente en estos empleos donde las ganancias potenciales para los grupos protegidos son mayores. Los primeros estudios antes mencionados sugieren que los empleadores cumplieron sus objetivos de acción positiva empleando más trabajadores de los grupos protegidos en puestos que no requerían ninguna especialización. Incluso si la oferta de trabajadores de los grupos protegidos con capacidad para desempeñar puestos más altos es limitada y fija durante el periodo de tiempo considerado, debería haberse observado un cierto trasvase de estos trabajadores desde el sector no afectado al afectado.

La presunción a largo plazo de las políticas de acción positiva es que los individuos de los grupos protegidos tendrán más oportunidades de promoción a puestos de más categoría al haberse conseguido una representación mayor en los puestos inferiores. Leonard muestra que, al incluir los datos de la segunda mitad de los 70's, de hecho se observa un aumento en este sentido. Controlando por las variables adecuadas, Leonard concluye que los programas de acción positiva afectan a todos los niveles de educación y que funcionan mejor cuando su aplicación está acompañada de una buena inspección, cuando se implementan junto con otras políticas para aumentar la especialización de los individuos del grupo protegido y cuando se aplican a empresas en crecimiento. En el mismo trabajo se encuentra que, a pesar de que el establecimiento de objetivos en lugar de cuotas estrictas compromete menos a los empleadores, estos constituyen uno de los mejores indicadores de la composición demográfica de los subsecuentes contratos en las empresas que prevén un crecimiento. Esto ocurre incluso cuando este crecimiento había sido sobreestimado en la redacción de los objetivos.

A partir de 1980, las acciones positivas en los sectores anteriores dejaron de ser una realidad a pesar de que permanecían en el papel (de hecho se aumentaron las inspecciones, pero a fuerza de hacerlas superficiales e inefectivas). Entre 1980 y 1984 el empleo femenino y de minorías creció más despacio en el sector afectado que en el de control, como si los empleadores estuvieran volviendo a la senda de crecimiento de la que habían salido por la aplicación más efectiva de las políticas en los años anteriores. Las acciones positivas pretenden dar a aquéllos en los grupos discriminados una oportunidad de mostrar sus capacidades, y así romper las barreras basadas en prejuicios. En este modelo, las acciones positivas deberían tener repercusiones a largo plazo, incluso tras el abandono de estas políticas. La evidencia en los Estados Unidos sugiere tres posibilidades: (i) Las políticas de acción positiva resultaron en una discriminación hacia los hombres blancos, (ii) el tiempo de duración fue excesivamente corto como para contrarrestar una discriminación que dura generaciones o bien, (iii) que a pesar de que los empleadores hubieran podido aprender las verdaderas capacidades de los grupos discriminados, continúan manifestando unas preferencias contrarias a estos grupos y que están dispuestos a mantener incluso a fuerza de perder oportunidades de contratar a buenos empleados. Un último trabajo, Leonard muestra que no se apreció un descenso en la productividad en el sector afectado, por lo que la posibilidad (i) no tiene base para sustentarse. De todas maneras esta última conclusión se basa en medidas no muy precisas de la productividad.

Finalmente, Leonard estudia los objetivos reales de los programas de acción positiva. A pesar de que el objetivo declarado sea la lucha contra la discriminación, ése no tiene por qué ser el objetivo alcanzado con su puesta en práctica. Un objetivo alternativo es la simple redistribución de trabajos y renta hacia estos grupos. Si el objetivo fuera este último se producirían dos implicaciones contrastables. La primera es que no se ejercería especial presión en empresas con pocas mujeres o empleados pertenecientes a minorías. La segunda es que la mayor presión se estaría ejerciendo en los segmentos del mercado de trabajo donde la oferta es relativamente inelástica, lo que implica más inspecciones en empresas intensivas en empleo más especializado. Leonard sugiere que los datos apoyan la segunda hipótesis como objetivo efectivo de la acción positiva tal como se llevó a cabo en esa época.

jueves, 19 de enero de 2012

La economía de la discriminación (10)


He dejado algo descuidada la serie sobre discriminación económica. Después de poner sobre la mesa unas cuantas hipótesis (con su modelo teórico coherente) sobre las causas de la discriminación en el trabajo, lo suyo era, y es, saber algo de lo que dice la empiria. En particular, me centraré en las políticas de discriminación positiva. Si alguien quiere opinar acerca de este tema, deberá (i) no decir que son a priori buenas o malas, puesto que hemos visto razones lógicas por las que podrían ser ambas cosas y (ii) estar a lo que digan los datos.

A pesar de la controversia que generan las políticas de acción positiva allí donde se propone su aplicación, son pocos los estudios serios sobre su validez para conseguir los objetivos antidiscriminatorios que pretenden. Los detractores basan sus argumentos en que los individuos del colectivo discriminado al que se pretende apoyar encontrarán menos atractiva su preparación al estar su promoción basada más en su pertenencia a ese colectivo que en la inversión en capital humano que haya podido realizar. Si este comportamiento prevalece, no sólo se producirá una asignación ineficiente de recursos en el mercado, sino que inducirá un empeoramiento en la preparación del colectivo que se pretende favorecer, con la consiguiente pérdida adicional de imagen de este grupo.

Con cierta frecuencia se oyen opiniones contrarias manifestadas por miembros del colectivo cuya participación se promueve y que alegan la dignidad de no recibir favores motivados por la mala conciencia del colectivo tradicionalmente más favorecido. A pesar de no estar formuladas en los términos económicos anteriores, inciden en las consecuencias negativas referentes a la desmotivación de los afectados. A favor de este tipo de acciones se encuentran quienes creen que la acción positiva supondrá un beneficio adicional para los individuos del grupo discriminado y puede servir para contrarrestar el coste añadido que sufren debido a los prejuicios discriminatorios o a la falta de información que se tiene sobre el grupo. Finalmente, existe el argumento, tal vez más usado, de favorecer estas medidas simplemente por razones igualitaristas.

El país occidental donde antes se han aprobado estas políticas y donde más literatura sobre ellas se ha generado es Estados Unidos, donde se vienen promoviendo con desigual intensidad desde principios de los 70's. Los pocos trabajos sobre su efecto en la primera época de implantación muestran que, a pesar de la casi nula presión que sentían las empresas para llevar a cabo los objetivos propuestos, se produjo una ligera mejora en la participación de los negros en los sectores afectados por las políticas (empresas que contratan con el sector público).

En diversos trabajos, J. Leonard (uno, dos, tres y cuatro) estudia de manera más sistemática y durante períodos más amplios los efectos de las políticas de acción positiva, desagregando por raza y sexo. Para analizar este efecto sugiere comparar el crecimiento del empleo de minorías y de mujeres en el sector con obligaciones o incentivos para participar en las políticas de acción positiva con el crecimiento en empresas similares sin participación en el programa.

Los resultados para el periodo 1974-1980 muestran que el crecimiento en el empleo de los grupos discriminados en el sector objeto de las políticas fue mayor que en el sector de control, con mayor incidencia entre las mujeres de raza negra (cuya participación es un 2,13% mayor debida a estas políticas) y los hombres de este mismo grupo (un 0,84%). En siguientes entradas veremos qué efectos se han encontrado sobre la productividad.

Continúa (y finaliza) en La economía de la discriminación 11.