sábado, 30 de septiembre de 2017

Hoy toca Escépticos en el pub: 30 años de historia

Empezamos la temporada celebrando todo un acontecimiento: ¡ARP-SAPC ha cumplido 30 años este 2017! Por este motivo el EEEP de septiembre será especial. El sábado 30 de septiembre nuestro presidente, Alfonso López Borgoñoz (@lopezborgonoz) estará con nosotros para hablarnos de: ARP-SAPC: 30 años de historia.

Esta charla, que ha subtitulado “Una entidad crítica, con alternativas racionales, cieníficas y eficaces contra las afirmaciones pseudocientíficas”, nos la resume Alfonso así:

“ARP-SAPC suma ya algo más de tres décadas de escepticismo en España. Al trabajo contra las creencias falsas de antes, muchas de ellas aparentemente superadas o en franca regresión (como la astrología o la ufología, aunque aún con la suficiente fuerza como para resurgir en cualquier momento), se le ha ido uniendo nuevas preocupaciones, entre ellas y de modo especial las relacionadas con las pseudoterapias o con concepciones equivocadas sobre temas de consumo, cuyo seguimiento puede suponer un grave riesgo para el bienestar de muchas personas, y que incluso les puede llegar a ocasionar la muerte.”

También anunciaremos en breve un fantástico evento especial para la semana siguiente. ¡Estad al tanto!


Alfonso López Borgoñoz es licenciado en Historia, en la especialidad en prehistoria e historia antigua, y desde 2014 es presidente de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico.

Sabemos que muchos ya conocéis ARP-SAPC. Para los que no, esta es la mejor ocasión. Y os animamos a que invitéis a vuestros amigos a acompañaros.

Además de la charla y el debate posterior, tendremos alguna sorpresa preparada. Y anunciaremos otra sorpresa para el EEEP de octubre, que también va a ser especial y se celebrará a la semana siguiente. ¡Estad atentos!

Como siempre, la entrada es libre y gratuita. Durante la realización de esta actividad cultural está permitida la presencia de menores de 18 años, siempre que no consuman bebidas alcohólicas, y de los menores de 16 años si están acompañados por uno de sus padres o tutor. Os esperamos en el Moe Club, en Alberto Alcocer 32 el sábado 30 de septiembre a las 19:00.

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Hace cinco años en el blog: Las voces de los economistas.
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miércoles, 27 de septiembre de 2017

La baza de todos para el futuro tras el 1-O

En las dos entradas anteriores he hablado de la baza de los independentistas catalanes y de la del Estado ante el intento de independencia y la protesta del 1-O. Ahora me atrevo a decir algo sobre el futuro tras las aguas revueltas.


Lo primero que diré es que veo más probable que Catalunya siga siendo parte de España que un país independiente durante unos cuantos años más. Los suficientes para que lo que digo a continuación tenga sentido. Si las aguas siguen constantemente revueltas o si se consigue la independencia, las bazas serán otras.

En el escenario que manejo seguirá habiendo una gran parte de la población catalana que seguirá incómoda con la idea de ser parte de España y también una gran parte de la población catalana dispuesta a presentar una lista de agravios. ¿Cómo puede haber una convivencia en estas circunstancias? Recordemos que siempre ha habido una “cuestión catalana” en la política española. Si la había hace más de un siglo, con una proporción mucho menor de independentistas, con más razón para no pensar que la cuestión se acabará cuando el procés no lleve a la independencia.

A menudo el análisis parece ser tomar como dadas las preferencias y actitudes de los catalanes y sus políticos y buscar cuál es el mejor curso de acciones desde el resto de España o, por lo menos, desde la parte central del Estado y, en particular, del Gobierno. Es decir, que el análisis parecería solo como elemento de estudio y consulta para el gobierno central y no para el catalán. Yo expondré lo que creo debe ser una actitud responsable de cada parte para mejorar la convivencia.

Una de las primeras cosas que resolver es, ¡sorpresa!, el estado de la cuestión autonómica. Si se mantiene el Estado de las Autonomías, debe acabarse de definir con precisión cuáles son las competencias de cada comunidad y del Estado, competencias que deben asumirse sin más dilación, y debe arreglarse el caótico modelo de financiación. Es más fácil decirlo que hacerlo, ya lo sabemos, pero también sabemos que es lo que hay que hacer. Si se decide un modelo federal o cualquier otro arreglo, lo mismo: con claridad y con un modelo cerrado que no se discuta, amplíe, reduzca o renegocie cada vez que hay elecciones y que dure unas cuantas décadas.

También sabemos que eso no será suficiente, e incluso que eso será una minucia en comparación con los sentimientos de desafección para una parte importante de la población. Una discusión, más bien diálogo de besugos, persistente que todos hemos presenciado más de una vez es la siguiente:
-Yo no soy español, soy catalán.
-Mira tu DNI, dice que eres español.
-Eso no significa nada. Yo no me siento español y no quiero serlo.
-Pues lo eres.
-No.
-Sí.
Resulta que en este diálogo de besugos y de sordos se encuentra parte de la clave para la convivencia, si sabemos entender. Hay dos verdades objetivas e irrefutables. Ese catalán es español quiera que no y ese mismo catalán no se siente español y no quiere serlo. Ahora bien, el sentido en que es español es en el de la ciudadanía. Ninguna otra acepción de lo que significa se español se le impone por este hecho. Un ciudadano español no está obligado a sentirse español ni ninguna otra cosa. Por eso mismo, cuando señala que no se siente español, la respuesta de que mire su DNI es totalmente absurda e irrelevante.

Este es el pacto: el Estado no se mete en tus sentimientos ni en cómo uses tu libertad dentro de la ley y tú solo tienes que cumplir como ciudadano. Hay muchas zonas en Europa en que se ha logrado la convivencia de esta manera. A veces mediante acuerdos explícitos, a veces mediante la aceptación paulatina de una realidad no como una opresión sino como una oportunidad. En el primer grupo podemos poner a la minoría alemana en Bélgica. En su día fueron incorporados a Bélgica, sin ningún entusiasmo por su parte, y se les obligó a educarse en francés. Con el tiempo se les reconocieron sus derechos lingüísticos y desde entonces conviven pacíficamente con flamencos y valones. La población de habla sueca en Finlandia, los sur-tiroleses en Italia y los republicanos de Irlanda del Norte pueden ser otros ejemplos. En el segundo grupo tenemos a prácticamente todas las antiguas minorías lingüísticas de Francia, que han ido perdiendo la extensión de su idioma sin graves conflictos, seguramente por acceder a cambio a un ideal republicano abierto a todos los ciudadanos.


En toda España se debe aceptar (o, por lo menos, esa es la postura que propongo para la gente que quiera la convivencia) lo gallego, vasco y catalán como parte de lo español. Y no porque sea una concesión a esos pueblos, sino porque lo español es todo eso tal y como se define lo español, perteneciente o relativo a España, que es una geografía y un Estado, con todo lo que ello contiene, gentes, historias y lenguas (aquí hablé más sobre ello). Escuchar canciones en esas lenguas en las galas de Nochevieja e introducir un acercamiento a ellas en algún momento de la educación primaria o secundaria sería una buena idea. Esto mejoraría la convivencia incluso si siguiera habiendo independentistas o desafectos. Ante estos, con no meterles el dedo en el ojo con qué pone en su DNI y con no decir ¡a por ellos! bastaría.

Las comunidades deben aceptar la ciudadanía y la lealtad política al Estado. Mientras no sean independientes serán parte de él. Como dice Eduardo Mendoza: "El amor a la comunidad a la que uno pertenece y el cuidado de los intereses materiales y culturales de esa comunidad no se articulan hoy en día por medio del nacionalismo". Deberán aceptar también que una posible independencia es una alteración importante del statu quo y que debe ser planteada únicamente tras una voluntad amplia de la ciudadanía a lo largo de un lapso temporal también amplio. Por ejemplo, si los partidarios de la independencia ganan el voto popular holgadamente durante varias elecciones seguidas y con la cuestión independentista en el programa. Es difícil argumentar que una comunidad en la que el sentimiento independentista ha sido secularmente minoritario deba ser independiente (o pueda alterar las estructuras del Estado) porque durante unos pocos años el sentimiento independentista pueda superar el 50%.

Si el sentimiento independentista prevalece en la mayoría y en el tiempo, ambas partes deben negociar la manera en que se encauce el tema, con referéndum, cambios en la Constitución y negociaciones pacíficas y civilizadas.

En resumidas cuentas: mientras no haya perspectivas de independencia porque no estemos en el caso del párrafo anterior, hagamos las cosas como si fuéramos a vivir juntos durante mucho tiempo con ganas de vivir juntos. Cuando haya perspectivas, vivamos tranquilos el proceso.

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Hace cinco años en el blog: Preferencias catalanas.
Hace tres años en el blog: ¿Qué derechos existen?
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viernes, 22 de septiembre de 2017

La baza del Estado ante el 1-O


En la entrada anterior hablaba sobre la baza de los independentistas. Hoy hablaré sobre la baza del Estado. Lo primero que uno debe reconocer es que el Estado no tiene más remedio que acogerse a la ley. Cierto que esta puede cambiarse, pero mientras ello no ocurra no podrá hacer otra cosa. No importa quién gobierne, si lo hace con un mínimo de responsabilidad, es lo que hará. No estoy diciendo que las decisiones pasadas no podían haber sido distintas según quien gobernara. Hablo de lo que hacer dado el punto en el que estamos. Podía haberse incorporado el derecho a decidir en la Constitución (teóricamente se podía, pero todo el mundo entenderá que era en la práctica imposible). Podía haberse optado por un estado centralizado excepto por tres autonomías con competencias bien delimitadas. Podía haberse pactado en épocas más recientes un referéndum para ver que pensaban sobre la cuestión los españoles en general y los catalanes en particular.

En la situación en que nos encontramos ahora, en la que las instituciones catalanas, con fuerte apoyo en la población, desobedecen al Estado, no hay nada más que hacer que aplicar la ley hasta que se abandone el desacato o hasta que la desobediencia genere una situación insostenible con las leyes actuales o de independencia de hecho. Habrá quien crea que para evitar estas últimas posibilidades, el Estado debe presenta más dureza que la que le permite la ley. Esa tentación no generará nada bueno, implicaría el deterioro del Estado de Derecho y del apoyo internacional. Cualquier cosa que se pueda hacer para evitar la desobediencia deberá ser de acuerdo a la ley. Si es suficiente, el Estado habrá ganado. Si no lo es, habrán ganado los rebeldes. Tan sencillo como eso.

Las ganancias serán siempre en el corto plazo. En el primer caso con una Generalitat y un Parlament que renuncian a acciones unilaterales y en el segundo con un acuerdo para un cambio de leyes que reflejen la situación de hechos consumados. Aun si gana el Estado esta batalla, a medio plazo veremos también algún tipo de acuerdos para intentar evitar situaciones parecidas en el futuro.

Una de las características de la baza del Estado de Derecho es que desobedecer e intentar cambios fuera de la ley no solo es difícil (también lo es, y más, en un Estado dictatorial) sino que además es poco atractivo (puesto que, a diferencia del totalitario, tiene la posibilidad de los cambios legales). Quien hasta ahora no ha abrazado la causa independentista, ¿por qué iba a hacerlo ahora si se muestra con más claridad su dificultad? Para que esto sea así, es necesario que el Estado muestre que sigue siendo Estado de Derecho. Si lo deja de ser, o si solo lo parece, dará razones, aunque solo sean emotivas, a los que ahora plantean que la lucha por el referéndum del 1O es también la lucha por la libertad en España. Esto implica que, a la baza de seguir la ley, el Estado debe acompañar las bazas de la transparencia, explicación y paciencia. Un PP corrupto puede no estar en las mejores condiciones para ello. La oposición o crítica de PSOE, Podemos, C’s e IU al PP debería saber distinguir entre el PP y el Estado.

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lunes, 18 de septiembre de 2017

La baza de los independentistas catalanes

Cuando Rosa Parks no cedió su asiento en el autobús para que se sentara una persona blanca, sabía dos cosas: que la ley era injusta y que así todo sería detenida por ello. Su postura no fue intentar convencer al conductor del autobús de lo primero, sino forzar lo segundo. El movimiento por los derechos civiles, canalizado en gran medida por Martin L. King, consistía en mostrar al resto del país lo injusto de una norma que llevaba al calabozo a una persona por no ceder un asiento a otra persona de otra raza y lograr que se cambiara la ley. Esto podía ocurrir bien porque los legisladores del Estado de Alabama, presionados por la opinión pública, lo hicieran, bien porque los jueces dictaran que la ley era inconstitucional.


La baza de los independentistas en Catalunya debería ser, y así lo entienden muchos, apelar también a la desobediencia civil, provocar las consecuencias penales y, con ellas, mostrar al resto de catalanes y de españoles, y a todo el mundo que pueda simpatizar, lo injusto de la ley y forzar un cambio mediante un referéndum pactado y legal. Junto a estos, están los que piden que no se aplique la ley y no haya consecuencias penales, los que creen que la ley les da la razón y los que creen que la contradicción entre las recientes leyes aprobadas en el Parlament y la Constitución española debe ser dirimida por una instancia superior o que es la ley española la que contradice leyes internacionales. Los segundos viven un espejismo, eso que ahora se llama postverdad. Una de las cosas que más me preocupa es la cantidad de independentistas razonables que acaban siendo atraídos, en mayor o menor medida, hacia el terreno de los segundos.

Para que la primera estrategia tenga algún éxito, aunque no llegue a ser la independencia, deberá provocar esas simpatías. Lo hará en mayor medida si las acciones que provocan la reacción son razonables y si la reacción es desproporcionada. Un simulacro de referéndum, entendido así, como una manifestación, se entiende bien y seguro que genera simpatías (es difícil ganar el argumento emocional frente a quien muestra un deseo de votar). Empeñarse en decir que sí es un referéndum y que un sí en él debe implicar la independencia, como dicen las revocadas leyes del referéndum y de la desconexión, no las generará. Pocas más simpatías puede generar esta desobediencia además de la expuesta, y tal vez no sea poco.

Casi cualquier otra cosa que se añada será difícil de vender. ¿España nos roba? Cualquier ciudadano europeo sabe que las regiones ricas contribuyen más que las pobres. ¿Los españoles eligen gobiernos corruptos? Los partidos catalanes han apoyado muchos de esos gobiernos y la corrupción ha sido continuada en la Generalitat. Eso no es razón para la independencia de un territorio, sino para luchar contra la corrupción. ¿España no respeta a los catalanes? El catalán es una lengua pujante en España y a punto de morir en Francia e Italia. ¿Barcelona estaba mayoritariamente en el lado perdedor de varias guerras civiles españolas y sufrió por ello? Igual que muchas otras poblaciones en España y que ha sucedido en otras guerras en otras partes de Europa. ¿Catalunya perdió sus fueros? Como toda otra región de España, con el añadido de que Catalunya experimentó un gran crecimiento económico, en términos absolutos y en comparación con otras regiones, justo tras la Guerra de Sucesión. ¿A Catalunya le irá mejor si es independiente? Tal vez sí, tal vez no, como a muchas otras regiones de Europa, pero no será algo que genere especial simpatía fuera de Catalunya. ¿Los precedentes de referéndums en Escocia y Quebec? Las constituciones del Reino Unido y de Canadá son ambiguas sobre la posible independencia; ni la española ni las de la Europa continental lo son. ¿Los precedentes de independencias? La URSS reconocía la autodeterminación de sus repúblicas y las independencias se declararon en un momento de desmoronamiento de un régimen, Checoslovaquia se dividió de común acuerdo y las independencias de las repúblicas yugoslavas se produjeron tras conflictos bélicos. Ninguna de las situaciones se asemejan a nada que esté sucediendo en España ni que nadie, mayoría de independentistas incluidos, deseen.


Fuera de esto están los errores que pueda cometer una y otra parte. Entre los independentistas estos son, además de la tergiversación de la legalidad, la tergiversación de la historia hasta términos ridículos (Catalunya es una colonia, Colón era catalán, etc.), el juntarse con malas compañías (los anti-todo de la CUP, los que queman banderas españolas, francesas y de la UE, los Otegi y compañía, y los Varoufakis y Assange, por ejemplo) y el creerse con más apoyos de los que tienen (entendiendo a su manera las palabras de Juncker o creyendo cualquier noticia que diga que un ministro báltico les apoya). Entre los errores por la parte contraria está la sobre-reacción a la manifestación-referéndum (los tanques lo serían, aplicar el artículo 155 si se declara la independencia, no) y el crecimiento de acciones anti-catalanas por parte de quien sea. En las próximas fechas veremos si las herramientas del Estado son suficientes y están bien ajustadas o, si por el contrario, no hay manera de que no se entiendan como exageradas y eso les dé alas a los independentistas.

Otras entradas sobre el tema:

Carta abierta a un catalán

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Hace cinco años en el blog: Derechos humanos y derechos contractuales.
Y también: Carta abierta a un catalán.
Hace tres años en el blog: Los mitos de la razón. La Manzana de Newton (y también sus gigantes).
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sábado, 9 de septiembre de 2017

Tal vez no haya armas de destrucción masiva. ¿Atacamos igualmente? (2)

Esta es la segunda parte de la versión en español de mi artículo de junio en Mapping Ignorance. Debe leerse la primera parte para entender esta.


El País 1 puede permitir inspecciones

Considérese ahora que si el País 1 decide no construir la bomba, entonces también puede decidir si permitir al País 2 que inspeccione sus instalaciones para verificar sus intenciones pacíficas. Esta estrategia no tiene sentido en caso de que el País 1 decida fabricar la bomba, pues sería atacado inmediatamente. Sin embargo, el País 1 puede perder influencia política al mostrarse como débil permitiendo la entrada a inspectores extranjeros. Si el coste de esta pérdida no es muy alto, su pago puede todavía ser mejor que la situación explicada anteriormente (en el juego original sin inspecciones), en la que había una probabilidad positiva de ser atacado. Si el coste de permitir las inspecciones es muy alto podrá tener sentido el arriesgarse a ser atacado.

Si el País 2 sabe que clase de gobierno tiene el País 1, el equilibrio es el siguiente. Si el País 1 encuentra no demasiado costoso el permitir las inspecciones, no construirá la bomba y permitirá las inspecciones, y el País 1 no atacará. Si el coste de las inspecciones es alto, el País 2 no permitirá las inspecciones y se seguirá la elección impredecible de las estrategias del juego sin inspecciones.

El País 2 no sabe el tipo del País 1

En esta variación del juego, considérese que el País 2 no sabe a ciencia cierta el tipo del País 1. Sin embargo, sí sabe que si es del tipo débil (para quien la inspección no es costosa) entonces permitirá la entrada a los inspectores. Así, si el País 1 no permite la inspección se podrá deducir que será del tipo fuerte (con altos costes si es inspeccionado). Así, el equilibrio será el mismo que en el caso anterior.

El País 2 no sabe el tipo del País 1, pero tiene servicios de espionaje

En esta nueva variación, el País 2 tiene servicios de inteligencia (SI) que pueden obtener información acerca de los planes del País 1. Sin embargo, el SI no es 100% fiable, e informa de la verdadera situación del País 1 con probabilidad p. Esto significa, por ejemplo, que si el País 1 está construyendo la bomba, el SI escribirá un informe que diga “Están construyendo la bomba” con probabilidad p, y escribirá un informa que diga “No están construyendo la bomba” con probabilidad 1-p. El caso es similar si el País 1 no está construyendo la bomba. El SI se volverá a equivocar con probabilidad 1-p.

Al introducir el SI, las estrategias del País 2 estarán condicionadas por la información recibida acerca de los planes del País 1. Esto abre cuatro posibilidades para el País 2 en caso de que el País 1 no permita inspecciones:
  • Atacar no importa cuál se el informe del SI (A, A).
  • Atacar si el informe dice “Bomba” y no atacar si el informe dice “No bomba” (A, NA).
  • No atacar si el informe dice “Bomba” y atacar si el informe dice “Bomba” (NA, A).
  • No atacar no importa lo que diga el informe (NA, NA).

Si el SI es muy fiable (la probabilidad p es cercana a uno), el País 2 elegirá (A, NA), es decir: atacar si el informe dice “Bomba” y no atacar si dice “No bomba”. Si, en cambio, la probabilidad p es pequeña (el SI es poco fiable), el equilibrio implicará elegir aleatoriamente entre (A, A) y (A, NA) o entre (A, NA), (NA, NA), para ser impredecible. Cuando p es alto los beneficios para los países cambian linealmente con el valor de la probabilidad mientras el equilibrio siga siendo (A, NA). Si la probabilidad p se hace demasiado baja, llegará un momento en que el equilibrio pase de (A, NA) a uno de los otros dos antes mencionados, por ejemplo al que supone los resultados (A, A) y (A, NA) de manera aleatoria, y eso implica un salto grande en la probabilidad de elegir A y elegir A si el informe es negativo (esto es lo que implica elegir (A, A)).

El resultado es que, incluso en el caso de que el País 1 no construya la bomba y el SI así lo informa, el País atacará con alta probabilidad.

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Hace tres años en el blog: Beneficios y Privatizaciones.
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miércoles, 6 de septiembre de 2017

Tal vez no haya armas de destrucción masiva. ¿Atacamos igualmente? (1)

Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de junio en Mapping Ignorance.


El análisis de los conflictos armados tiene una tradición en la Teoría de los Juegos, empezando por los modelos clásicos de la batalla del Mar de Bismark por Haywood (1954) [1] y de la amenaza nuclear durante la Guerra Fría por Schelling (1960) [2]. Análisis más recientes han centrado la atención en la incertidumbre sobre la capacidad de destrucción de una de las partes. En este contexto, Jelnoy et al. (2017) [3] muestran cómo la decisión estratégica de emprender un ataque preventivo contra un país hostil puede llevarse acabo con alta probabilidad incluso si los informes de inteligencia indican que el país no supone una amenaza. Por supuesto, la explicación estratégica no dice nada acerca de la ética de esa situación. A continuación presento una versión simplificada del modelo en Jelnov et al. (2017).

El País 1 debe decidir si construir una bomba (o cualquier sistema de armas de alta capacidad de destrucción) o no hacerlo. El País 2 debe decidir si atacar o no las instalaciones del País 1 para prevenir el desarrollo y fabricación de la bomba. Cada país debe decidir sin saber el plan del otro.

Hay cuatro posibles combinaciones estratégicas: (Bomba, Atacar), (Bomba, No atacar), (No bomba, Atacar) y (No bomba, No atacar). Las preferencias naturales de los países son tales que, si el País 1 construye la bomba, el País 2 prefiere atacar; mientras que si el País 1 no construye la bomba, el País 2 prefiere no atacar. Además, si el País 2 ataca, el País 1 prefiere no construir la bomba (tras el ataque, el País 1 tendrá más simpatías en la comunidad internacional), pero si el País 2 no ataca, el País 1 prefiere construir la bomba. Recuérdese que estas son las preferencias sobre resultados hipotéticos, y que no se dice nada acerca de decisiones de los países condicionadas a lo que hace el otro, puesto que no se pueden condicionar las acciones de esta manera al decidir sin sabe lo que hace el otro. Podemos ilustrar estas preferencias en la siguiente secuencia, donde cada acción indica cuál sería la respuesta ideal a la acción rival en caso de ser conocida:
Bomba -> Atacar -> No bomba -> No atacar -> Bomba -> …
Este juego no es muy diferente de los tiros de penalti en el fútbol, donde el delantero debe decidir si tirar hacia la derecha o la izquierda, mientras que el portero debe también decidir si saltar hacia la derecha o la izquierda. Como el balón va muy rápido, el portero debe tomar la decisión antes de verlo venir. Delantero y portero tienen diferentes opiniones sobre los resultados, que pueden ser ilustradas en una secuencia similar:
Delantero tira a la izquierda -> Portero salta a la izquierda -> Delantero tira a la derecha -> Portero salta a la derecha -> Delantero tira a la izquierda -> …
La mejor estrategia para ambos, delantero y portero, es ser impredecibles y elegir su acción de manera aleatoria, pero no necesariamente al 50% cada una. Las probabilidades correctas dependen de las habilidades de delantero y portero en cada lado. Por ejemplo, el resultado (Delantero izquierda, Portero derecha) puede ser peor para el delantero que el resultado (Delantero derecha, Portero izquierda) porque su probabilidad de marcar gol sea mayor cuando tira hacia la derecha. El cálculo de la manera correcta de echar a suertes no es difícil y llevarán a un resultado en términos de probabilidad de marcar.

Por razones similares, los países 1 y 2 también deben ser impredecibles. En este caso, la decisión implicará una utilidad esperada de los diferentes resultados calculada según las probabilidades con que cada país elige su estrategia.

Referencias:

1. Haywood, O.G. 1945. Military decision and Game Theory. Journal of the Operations Research Society of America 2 (4), 365-385.

2. Schelling, T.C., 1960. The Strategy of Conflict. Harvard University Press.

3. Jelmov, A.; Tauman, Y., y Zeckhauser, R. 2017. Attacking the unknown weapons of a potential bomb builder: The impact of intelligence on the strategic interaction. Games and Economic Behavior 10, 177–189.

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Hace cinco años en el blog: La política de los economistas.
Y también: La separación por sexos en la escuela.
Y también: Últimas preguntas, preguntas siguientes.
Hace tres años en el blog: Los mitos de la razón. El Velo de la Ignorancia.
Y también: Cómo no medir el esfuerzo fiscal.
Y también: Los mitos de la razón. El Eslabón Perdido.
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