miércoles, 27 de febrero de 2013

Experimentos con mercados (2)

Esta es la segunda parte de la traducción del artículo publicado en Mapping Ignorance La primera parte está publicada en la entrada anterior y debe leerse para entender esta.



El primer intento de obtener datos experimentales sobre el equilibrio competitivo fue realizado por Chamberlin (1948) [1]. En su trabajo pionero, varios participantes en un experimento de mercado podían moverse libremente por el aula y negociar en grupos dispersos. Estos participantes eran individuos como Ana, Abel, Zoe y Zenón en nuestro ejemplo de la entrada anterior, pero con una mayor variedad de costes y valoraciones. No obstante, el experimento encontró una dispersión en los precios, en lugar de una convergencia al punto de equilibrio. Fue Vernon Smith (1962) [2] quien descubrió una sorprendente y rápida convergencia al punto de equilibrio simplemente añadiendo la novedad de que los precios negociados pudieran ser conocidos públicamente. El experimento se conoce técnicamente como "mercado de subasta doble con ofertas públicas" (doble subasta, en breve).

Más tarde, Smith (1982) [3] mostró experimentalmente que la información necesaria para que lo mercados funcionen según muestra la teoría es mínima. Los agentes deben conocer únicamente sus valoraciones privadas y los precios públicos. Este trabajo constituye la prueba experimental de una version de la conjetura de Hayek, que fue demostrada teóricamente por Hurwicz (1960) [4] en un teorema que dice lo siguiente: cualquier mecanismo económico eficiente necesita intercambiar un mínimo de n-1 mensajes, donde n ese el número de bienes. Dado que los participantes en un mercado solamente necesitan conocer n-1 precios relativos (el precio del bien numerario, el dinero, se fija en 1), se alcanza el mínimo. Un mecanismo de planificación central, por su parte, necesita de un número mucho mayor de mensajes.

Aún así, los agentes deben ser racionales, tal vez uno de los supuestos del modelo más criticados y menos entendidos. En el modelo, racionalidad significa dos cosas; primero, que los agentes tienen preferencias definidas y transitivas y, segundo, que tomarán acciones para satisfacer esas preferencias. De nuevo, esta es una condición suficiente que ha sido relajada. Por ejemplo, Becker (1962) [5] mostró cómo algunas de las características del modelo, como la función de demanda decreciente en el precio, se puede derivar como una consecuencia en el nivel del mercado de elecciones aleatorias sujetas a una restricción presupuestaria. El siguiente hito en los mecanismos de doble subasta sucedió cuando Gode y Sunder (1993) [6] mostraron que el mismo resultado se obtiene para la convergencia al equilibrio: si los sujetos experimentales se reemplazan por programas de ordenador que realizan ofertas aleatorias sujetos únicamente a la restricción presupuestaria, el resultado es muy cercano al equilibrio competitivo.

Este último trabajo ayuda a explicar el hecho sorprendente de que los mercados de doble subasta funcionan como dicta la teoría con todo tipo de agentes: educados e iletrados, economistas y filósofos, amos de casa y gerentes de alto nivel.

Sin embargo, todavía quedaban dos problemas por resolver. Primero, el nivel de eficiencia de los programas aleatorios no llegaba al 100% (los autores informaban de un 90%), y los trabajos se referían a situaciones con un único mercado. Segundo, incluso con agentes racionales, el proceso de tâtonnement postulado para la convergencia al equilibrio teórico no funcionaba siempre. Se habían sugerido algunas dinámicas alternativas, pero la elección parecía ser entre procesos simples que no funcionan siempre y procesos complicados que sí lo hacen.

Crockett, Spear y Sunder (2008) [7] se enfrentan a este problema y encuentran una regla de aprendizaje sencilla que converge al equilibrio competitivo. El el nuevo proceso tâtonnement, en lugar de cambiar el precio de acuerdo con los excesos de oferta o demanda, los agentes lo cambian dependiendo de si están o no subsidiando a otros agentes a esos precios.

Este trabajo no debe entenderse como que los autores afirmen que los agentes se comportan de acuerdo con esa regla. Más bien muestra que un poco de aprendizaje es suficiente para llegar al equilibrio competitivo y abre las puertas para encontrar otras condiciones suficientes y sencillas. También abre las puertas a la realización de nuevos experimentos sobre a estas reglas de aprendizaje. Finalmente, su modelo se aplica a una economía de intercambio y todavía debe extenderse a una economía con producción. La investigación continúa en torno a estas líneas.

Referencias

[1] Chamberlin, Edward 1948. An experimental imperfect market. Journal of Political Economy 56, 95-108.

[2] Smith, Vernon 1962. An experimental study of competitive market behavior. Journal of Political Economy 70, 111-137.


[4] Hurwicz, Leonid 1960. Optimality and informational efficiency in resource allocation processes in Mathematical Methods in the Social Sciences, edited by Kenneth J. Arrow, Samuel Karlin, and Patrick Suppes. Stanford: Stanford University Press. Also in Readings in Welfare Economics, edited by K. J. Arrow and T. Scitovsky. New York: Irwin, 1969.

[5] Becker, Gary 1962. Irrational behavior and economic theory. Journal of Political Economy 70, 1-13.

[6] Gode, Dhananjay; Sunder, Shyam 1993. Allocative efficiency of markets with zero-intelligence traders: Market as a partial substitute for individual rationality. Journal of Political Economy 101, 119-37.

[7] Sean Crockett; Spear, Stephen; Sunder, Shyam 2008. Learning competitive equilibrium. Journal of Mathematical Economics 44, 651–671.

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Hace tres años en el blog: 100 economistas 100.
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lunes, 25 de febrero de 2013

Experimentos con mercados (1)

Esta es la traducción del artículo publicado en mapping ignorance. Si todavía no conocéis esta página, ya estáis tardando. Los mejores divulgadores de ciencia te explicarán un tema científico llevándote de la mano hasta la frontera de la investigación. Mapping Ignorance es una iniciativa de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco bajo los auspicios del Proyecto de Campus Internacional de Excelencia – Euskampus. Agradezco a César Tomé, editor, su confianza en mí y a Juan Ignacio Pérez, Iñako, por su sugerencia.
Hay dos razones principales por las que el mercado es el mecanismo económico más estudiado. La primera, porque existen en casi todas las sociedades humanas. La segunda, porque, al menos desde Adam Smith, hemos ido aprendiendo algunas de sus interesantes propiedades.

En particular, la Teoría del Equilibrio General moderna, en su versión estándar, asevera que si un grupo de agentes racionales interactúan en un mercado competitivo sin externalidades (como la contaminación) sin bienes públicos (como los parques) y sin problemas de información, los intercambios ocurrirán según indica el equilibrio competitivo y se producirá una asignación eficiente de bienes y recursos. Una de las objeciones a este modelo es que las condiciones raramente se encuentran en la realidad.

Es importante entender que las citadas condiciones son suficientes y de ninguna manera necesarias. Es más, incluso si alguna de ellas no se cumple y el mercado no alcanza a ser eficiente, todavía queda considerar si existe algún otro mecanismo económico que funcione mejor que el mercado en este sentido. En esta entrada discutiré únicamente sobre el poder predictivo de la teoría del equilibrio competitivo (de la que se deduce la propiedad de eficiencia). Con este fin mostraré alguna de la evidencia teórica y experimental a favor de la hipótesis que dice que en los mercados competitivos prevalece el equilibrio competitivo. Otras consideraciones, como las consecuencias sobre la igualdad o como el estudio de otras evidencias empíricas o históricas, no las abordaré aquí. También conviene advertir que estos mercados no incluyen los mercados de derivados financieros (como los de futuros o las opciones de compra).

Antes de seguir adelante, ilustremos el significado del equilibrio competitivo y de la propiedad de eficiencia. Lo haré en un ejemplo que, además, permitirá entender el tipo de experimentos que se han realizado sobre el mecanismo de mercado.

Pongamos que Ana puede producir un bien al coste de 1 euro y que Abel valora ese bien en 2 euros. Un precio entre esas dos valoraciones (uno y dos euros) parece plausible poder intercambiar el bien. Consideremos ahora que Zoe puede producir el mismo bien al coste de 3 euros y que Zenón lo valora en 4 euros. Ahora ambos podrán pactar un precio entre 3 y 4 para realizar la venta. Sin embargo, si los cuatro se juntan en una plaza púbica, la teoría del mercado predice que Ana le venderá el bien a Zenón a un precio entre 2 y 3 euros y que tanto Abel como Zoe no encontrarán con quien comerciar. De esta manera se genera un excedente social de 3 euros (por ejemplo, si el precio es 3 euros Ana gana 3-1=2 euros y Zenón 4-3=1). De haber vendido Ana su bien a Abel y Zeo el suyo a Zenón, el excedente total habría sido únicamente de 2 euros. Decimos que el primer intercambio es eficiente (de hecho, 3 es el máximo excedente posible en este ejemplo), mientras que el segundo no lo es.

En el modelo competitivo, los mercados tienen un punto de equilibrio que marca el precio al que se compran y venden los bienes: el lugar donde se cortan la oferta y la demanda (véase la figura). Esta definición estática fue primero defendida como el resultado de una dinámica simple: si la demanda es mayor que la oferta, los oferentes subirán el precio, y si es menor lo bajarán. Esta dinámica se conoce como el proceso de tâtonnement.

En la próxima entrada veremos ya las evidencias prometidas.

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Hace tres años en el blog: Pseudoperiodismo.
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viernes, 22 de febrero de 2013

Extrañas afirmaciones de A. Garzón sobre el comercio internacional

Dice A. Garzón en un tuit suyo muy celebrado:
"Alemania vive fundamentalmente de sus exportaciones. Alemania empobrece al resto del mundo. Alemania está dirigida por verdaderos genios." 
¿De dónde saca A. Garzón tamaña aseveración? Leyendo los siguientes tuits parece que la razón es que si Alemania tiene un superávit en la balanza por cuenta corriente el resto del mundo tendrá un déficit. Eso, al parecer, es malo. Alemania, la locomotora, tiene que tener déficits para no estar empobreciéndonos. El que un país pueda tener un déficit por cuenta corriente y estar progresando es algo que parece se le escapa a A. Garzón.

Por ejemplo, si un país pobre comienza una etapa de desarrollo y atrae capital extranjero para invertir en él (eso es bueno ¿no?) entonces tendrá un superávit en la cuenta financiera, lo que forzosamente implica un déficit por cuenta corriente (contablemente ambas balanzas deben sumar cero -bueno, deben sumar el aumento o decremento de acumulación de divisas, pero dejemos eso). Resumen: si entra más capital del que sale se puede importar más de lo que se exporta.

No hay razón para pedir que ambas balanzas estén a cero. A menudo se oye, cuando un país presenta una balanza negativa por cuenta de capital, que las empresas extranjeras están repatriando beneficios, que están descapitalizando el país,... y bien puede ser cierto. Pero si nos parece bien lo contrario, porque es un país que vemos necesitado de inversiones para modernizarse, no podemos quejarnos de que tenga un déficit por cuenta corriente. En fin, que a ver si nos aclaramos con lo que queremos. Que de tanto quererlo todo acabamos diciendo estas cosas de A. Garzón.

Nota: Esto de las balanzas es un pelín más sutil, lo he contado en términos simplificados por cuestiones didácticas.
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martes, 19 de febrero de 2013

La curva de Laffer y el ministro Montoro



La idea según la cual disminuyendo los impuestos se puede aumentar la recaudación se debe a la famosa curva de Laffer. La idea es sencilla, si la tasa impositiva es del 0% se recaudarán cero impuestos. Pero la recaudación también será nula si la tasa es del 100% (¿quién va a trabajar si se le confisca todo el salario?). En algún punto intermedio estará el máximo de recaudación posible. Antes de llegar a este punto sucede que a un incremento del tipo impositivo le acompaña un incremento de la recaudación. Sin embargo, después de pasado ese punto comienzan a prevalecer los incentivos a no trabajar debido al carácter confiscatorio del impuesto. Si se suben los impuestos, se recaudará menos y, por tanto, si se baja, se recaudará más. Laffer se hizo famoso al explicarles a Dick Cheney y Donald Rumsfel estos argumentos en una servilleta.

La idea de que la economía (por lo menos la de EEU con Reagan y la del Reino Unido con Thatcher) estaba en este punto era parte del ideario de los políticos favorables a las políticas de oferta y era también una creencia sin ningún sustento. No había la más mínima evidencia empírica de que ese fuera el caso. Tanto es así que, ya en su día, algunos economistas que ejercían de consejeros a los políticos republicanos tachaban esta idea como propia de charlatanes. El caso más conocido es el de Gregor Mankiw, que llegó a describir a los asesores de Reagan como de charlatanes y crédulos en la primera edición de su famoso libro de texto.

Más recientemente, con la administración de George W. Bush, uno de sus asesores económicos y director de la Oficina del Presupuesto del Congreso, Douglas J. Holtz-Eakin, realizó con su equipo un extenso estudio en el que no se encontraba ningún soporte a la idea de que menos impuestos impliquen más recaudación en la economía americana.

En la España reciente, el ministro Montoro (al parecer, el ideólogo económico del gobierno) defendió antes de las últimas elecciones la conveniencia de bajar impuestos para incentivar el crecimiento (programa electoral del PP dixit, ver páginas 43 y 44) y, vía curva de Laffer, aumentar la recaudación y disminuir el déficit. Bonitas palabras, sino fuera porque la realidad le puso en su sitio (hechos y más hechos en el gobierno del PP dixerunt). Realidad, por otra parte, de la que se había advertido por activa y por pasiva desde la Economía académica.

Debe hacerse hincapié en que la idea de disminuir los impuestos puede tener su aceptación en términos de aumentar la parte de la economía en manos privadas sin tener que aceptar que se aumentará la recaudación. Querer un sistema económico más anglosajón, más tigre asiático o más nórdico es una opción política, no económica.
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Hace tres años en el blog: ... y de los pocos errores.
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viernes, 15 de febrero de 2013

Ignorancia supina sobre el desempleo


Hace unos días escribí sobre la ignorancia supina que muestran algunos en el tema de las pensiones. Hoy toca otra ignorancia.

El presidente de la CEOE, Juan Rosell, nos soltó hace pocos días esa guinda de que los parados en España no son seis millones, como dice la EPA, sino cinco, como dice el registro en el INEM.

La EPA (Encuesta de Población Activa) es eso, una encuesta. Se pregunta a decenas de miles de personas sobre su situación laboral y de sus respuestas se sacan conclusiones generales. Las preguntas están perfectamente tipificadas y responden a las definiciones usadas en todos los países con datos homologados.

El paro registrado es también eso, el registrado. Y la decisión de registrarse o no depende no solamente del hecho de estar desempleado, sino también de las ventajas que se encuentren en registrarse. Por ejemplo, si un año se ofrecen más cursos de formación con el requisito de estar registrado para acceder a él, podrá estar aumentando el registro sin que esté aumentando el desempleo.

Es cierto que, con un 23% de economía sumergida, es posible que haya gente que afirme estar desempleada cuando no lo está, pero lo que importa para conocer la evolución del desempleo, su comparación con otros países y sus cambios ante distintas políticas es tener unos datos que dependan únicamente del nivel de desempleo, y esto lo cumple mucho mejor la EPA que el paro registrado. Cualquier sesgo o corrección que se deba hacer, se debe hacer sobre los datos de la EPA.

Y, a cuenta de todo esto ¿por qué hay gente que echa en cara que J. Rosell minimice el problema del paro mientras que aplaude que V. Navarro niegue el de las pensiones? (Y al revés, que también habrá). Nunca deja de asombrarme la incapacidad para discernir que tiene la gente cegada por prejuicios ideológicos.

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Hace tres años en el blog: De las muchas afirmaciones.
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jueves, 14 de febrero de 2013

Cuatro añitos


¿Pues no que se me estaba pasando mi cuarto aniversario de bloguero? Pues nada, ¡a festejar!
¿Qué mejor que apuntarte de seguidor/a?

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Hace tres años en el blog: Un año de "Quacumque sunt vera".
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domingo, 10 de febrero de 2013

¿Son necesarias las leyes?


A cuenta de la interesantísima entrada de César Tomé López en Cuaderno de Cultura Científica he tenido discusiones tuiteras (con rgrantiliberal sobre todo) acerca de qué es eso de que las leyes físicas (no sé si también las de otras ciencias) deben ser "necesarias". Son discusiones viejas que siempre vuelven a lo mismo, lo cual indica que no sirven de mucho. Vamos con mi visión del asunto.

Empezamos con la primera ley de Newton, tomada de Galileo, esa que dice que un móvil en reposo o movimiento rectilíneo uniforme continúa en su estado a no ser que una fuerza lo altere.

Hay un argumento metafísico que dice que, puesto que nunca hemos observado un móvil sobre el que se ejerce ninguna fuerza, no hay observación ninguna que valide esta ley y que, por tanto, su veracidad y su necesidad lo son en un sentido metafísico. Dicho de otra manera: la metafísica es quien dice que es necesaria, no la empiria, y que es la metafísica quien distingue este fenómeno como ley necesaria de otros fenómenos que serían accidentales (como las carambolas que suceden cuando uno juega una partida al billar).

No le veo a este argumento ni pies ni cabeza. Ni la metafísica ni nadie tiene manera de decir que una determinada ley es necesaria en el sentido de que la realidad es tal que esa ley debe cumplirse, porque nadie sabe cómo es la realidad que produciría esa necesidad. A lo más que podemos aspirar es a que una teoría, un modelo de la realidad, propone esa ley como necesaria (axiomática, como la de la inercia en el modelo de la mecánica clásica) o deduce esa ley a partir de las axiomáticas (como las de Kepler se deducen de las de Newton). Si le atribuimos un valor de verdad es únicamente porque ese modelo nos permite interactuar con la realidad más y mejor que otros modelos alternativos. Es la empiria la que da validez al modelo y es en el modelo en el que se establecen las necesidades. Lo demás son castillos en el aire.

La distinción entre ley necesaria y accidente tampoco es ningún avance metafísico, puesto que la metafísica no tiene manera de efectuar esa distinción. Solo dice que en su castillo aéreo existen esas categorías, sin tener manera de encontrarlas en la realidad. Cualquier distinción que podamos hacer será arbitraria y estará basada en los observables, en el modelo y en lo que nos explica de la realidad. Una opción es decir que los elementos primitivos del modelo (las tres leyes de Newton, p.e., en la mecánica clásica) son las necesarias y los deducidos por ellos (las leyes de Kepler) son accidentales. Pero esto presenta dos graves problemas.

Primero, que dejaríamos de llamar leyes a cosas a las que seguiremos llamando leyes toda la vida. Segundo, que la elección de las leyes axiomáticas puede no ser única. Un modelo puede basarse en las proposiciones (axiomáticas) A y B y deducir la proposición C. Otro modelo puede basarse en las proposiciones (axiomáticas) A y C y deducir la proposición B. Ambos modelos serían igualmente válidos, deducirían las mismas cosas y tendrían la misma validación empírica. Serían, en dos palabras, observacionalmente equivalentes. No habrá nada que pueda demostrar que el verdadero, el que ha detectado las leyes necesarias, es uno u otro. La elegancia o la simplicidad de uno sobre otro nos puede hacer preferirlo, pero la naturaleza pasa de nuestras preferencias. Lo más que podríamos decir es que hemos observado en otras instancias que los modelos más sencillos tienden a ser mejores. Pero esto vuelve a ser observación empírica (con su modelo bayesiano que la explica).

En ciencia la manera de distinguir entre leyes y accidentes va por otra parte. Depende, sobre todo, del criterio de universalidad, pero sin poner fronteras precisas. ¿Se cumplen en cualquier posible universo? ¿solo en este? ¿Qué pasa con las leyes de otras ciencias? ¿no son tales? ¿la biología solo tiene accidentes? ¿no podemos hablar de leyes restringidas al conjunto de los seres vivos del planeta Tierra? Y el comportamiento humano ¿tiene leyes? ¿es necesaria o accidental la tendencia de los adolescentes humanos que existen hoy en día a pasar mucho rato delante del espejo? La ley de la demanda es una regularidad muy terca en economía ¿no merece ser llamada ley porque algún individuo pueda decidir comportarse en desacuerdo con ella?

En cualquiera de estos casos, el poner la etiqueta de "ley" o de "accidente" no es más que eso, poner nombres a cosas que acaso sirva para entendernos mejor, pero en el caso de la ciencia, dado que todo se sigue estudiando y cuestionando (accidentes y leyes incluidas) no sirve para hacer demarcaciones metafísicas, solo para decir que en los modelos que tenemos los accidentes o las leyes no universales son menos primitivas que las más universales. Ninguna metafísica hace nada mejor esto que ya hacen la ciencia y su reflexión sobre ella, la epistemología.

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Hace tres años en el blog: Los engañosos límites del crecimiento.
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jueves, 7 de febrero de 2013

Ignorancia supina sobre las pensiones


Cualquier sistema de pensiones implica que una parte de lo producido por los que trabajan pasa a manos de los pensionistas. Para analizar las alternativas simplifiquemos un poco la sociedad. Pongamos que hay 300 personas, de las que trabajan 200 mientras que 100 son pensionistas. Pongamos también que es una sociedad igualitaria (hasta este momento) y que cada uno tiene uno de cada 300 euros generados por todos.

Si el sistema es de reparto esto quiere decir que cada uno de los trabajadores está pagando una cotización o un impuesto con el que se sufragan las pensiones de los retirados; más precisamente, cada trabajador está pagando un tercio de su renta para mantener las pensiones. Si el sistema es de capitalización, quiere decir que cada pensionista es titular de uno de cada 300 euros de la actividad económica (es titular de acciones, bonos o cualquier otro título que le está reportando ese euro de cada 300) y que cada trabajador es titular solamente dos de cada 300 euros de la economía. Cada sistema tiene ventajas y desventajas. En el sistema de reparto hay una seguridad que no se tiene en el de capitalización. Por contra, en el de capitalización, habrá un incentivo a realizar buenas inversiones con las aportaciones. Entre otras cosas, esto debe dejar claro que ninguno de los dos sistemas es un timo piramidal a no ser que las cotizaciones sean pocas de manera que se dependa del aumento indefinido de la población o que las inversiones en el sistema de capitalización sean de carácter piramidal.

Pero no es de eso de lo que quería hablar, sino de qué pasará en esa sociedad si se espera que el número de pensionistas se doble y pase de 100 a 200. En el sistema de reparto, si se quiere mantener la igualdad del sistema, podrán hacerse dos cosas, entre otras. La primera, doblar el número de trabajadores, que debería pasar de 200 a 400. La segunda, si no aumentan los trabajadores, será aumentar las cotizaciones de los que trabajan. Esto último requiere un pequeño cálculo. Cuando eran 200/100, cada trabajador se quedaba con dos tercios de su salario y cotizaba un tercio, que es lo que se daba a los pensionistas. Ahora que son 200/200 debe darle la mitad. Por supuesto, en este caso la sociedad es más pobre que en el primero, pues trabajan solo la mitad en lugar de los dos tercios.

Un aumento de la productividad no arregla nada las cosas en lo que toca al reparto. Si cuando son 200/200 la productividad es el doble que cuando eran 200/100, con la misma cotización de un tercio se podrá dar a cada uno de los pensionistas lo mismo que cuando eran 200/100, pero ahora que son 200/200 cada pensionista está teniendo no un euro de cada 400 (como en la sociedad equitativa anterior), sino 0,66 de cada 400.

Hay quien no lo ve y piensa que si el producto del 2% de agricultores que hay en la sociedad puede alimentar al 100% de la población, también un 33% de los trabajadores pueden pagar las pensiones de los pensionistas. Craso error, los agricultores pueden hacer eso porque el producir alimentos es el 2% de la actividad, y esto es así porque hay un 98% de producción que no es agrícola. Un 33% de trabajadores producen un 33% de lo que produce la economía. Pero si los pensionistas son más del 33% de la población, tendrán menos que su parte proporcional. En contra de lo que pasaba con los alimentos, que son poca cosa comparado con el resto de la economía gracias a la productividad, los pensionistas no son poca cosa gracias a ella, son más cosa que antes y hay que dedicarles más producto, no menos. Esto es de Pero Grullo y por eso cualquiera que quiera hacer un diagnóstico, como Vicenç Navarro ayer en El País, sobre el problema de las pensiones que no parta de esto estará mostrando una ignorancia supina.

Estas son otras entradas sobre pensiones:


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Hace tres años en el blog: Cuestión de orden.
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lunes, 4 de febrero de 2013

Política ficción


Hay muchas cosas que se pueden hacer en política que no necesitan cambiar leyes, incluso cuando así parece que debe ser sobre el papel.

1. Tras la independencia de Suecia, los noruegos buscaron un rey. El candidato, conocido como Carlos de Dinamarca, no aceptó el ofrecimiento hasta que no fuera aceptado en referéndum. En España, al aceptarse la Constitución se acepta la Monarquía como forma de gobierno, pero dado el carácter hereditario de esta institución y la manera en que se hizo la Transición, con el aliento del Franquismo y de los militares sintiéndose en la nuca, sería todo un detalle que el príncipe Felipe pidiera lo mismo para aceptar la sucesión. Si sale que sí (lo más probable), problema queda resuelto hasta la siguiente sucesión. Si sale que no será más fácil cambiar la Constitución en lo tocante a la forma de gobierno.

2. Según la Constitución española, el Presidente del Gobierno puede adelantar las elecciones. Lo que en teoría permite flexibilidad al gobierno para acometer situaciones extraordinarias, en la práctica hace que se pierda mucho esfuerzo y tiempo en buscar el mejor momento de convocar elecciones por parte del gobierno o en pedir adelantos por parte de la oposición (aquí hablé ya de esto). La mayoría de los gobiernos autonómicos y la totalidad de los ayuntamientos carecen de esta posibilidad y no muestran especial inestabilidad. Las circunstancias hacen más fáciles los acuerdos. Los países donde no se pueden adelantar las elecciones tampoco parecen estar peor por esta razón. De nuevo, no hace falta cambiar la Constitución. Un pacto entre los partidos puede muy bien establecer esta costumbre.

3. La limitación de los mandatos del Presidente del Gobierno parece haber estado bien vista por la ciudadanía en los tiempos recientes. Aznar se comprometió a un máximo de dos mandatos como parte de su estrategia electoral. Zapatero también vio bien no presentarse a un tercer mandato. Muchos países tienen esta limitación como ley. Parece ser que la limitación de mandatos tiene como bueno el evitar el anquilosamiento de un grupo en el poder, al favorecer muchas renovaciones de altos cargos con el cambio de presidente, aunque sea del mismo partido. La experiencia de los últimos gobiernos de Felipe González y los finales de los gobiernos de Aznar y Zapatero parecen indicar que sería algo bien visto. De nuevo la costumbre puede muy bien resolver el problema sin tener que acudir a un cambio en la Constitución.

4. Los referéndums deben estar autorizados por el Gobierno Central para ser legales. La única razón por la que un referéndum por la independencia en Catalunya sería ilegal es que no tuviera esta autorización. El problema se resolvería si el Gobierno lo autorizara, así que tampoco hay que cambiar ninguna Constitución. Un acuerdo como en el Reino Unido para la consulta en Escocia es perfectamente posible en España. Si gana el no a la independencia no hará falta cambiar nada, si sale el sí será entonces cuando haya que ver qué se hace y, en ese caso, será más fácil hacer algo que no hacerlo ahora. (Aquí hablé de autodeterminación.)

5. Uno de los problemas de una hipotética petición de independencia por parte de Catalunya o el País Vasco es la falta de colaboración que se encontraría en el resto de España. En contra de lo que pasa en el Reino Unido, donde los ingleses pondrían pocas trabas a una independencia deseada por los escoceses, en España la cosa sería tomada de manera más visceral. No estaría mal que en ese hipotético caso, catalanes o vascos hicieran un gesto que permitiera a los españoles digerir la independencia. Al igual que Canadá mantiene como jefe de estado a Isabel II del Reino Unido, una Catalunya independiente podría mantener al rey de España como Jefe de Estado, por lo menos durante un tiempo. Sería un gesto simbólico, como el de los republicanos que aceptarían a Juan Carlos como presidente de la república, pero que podría ayudar a culminar el hipotético proceso de manera pacífica y amigable.

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Hace tres años en el blog: Las cuatro lenguas de España.
Y también: La ballena, esa vaca.