lunes, 31 de octubre de 2016

El gasto público y la desigualdad de renta en los países en desarrollo (1)

Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de octubre en Mapping Ignorance.


Las dos cuestiones más importantes en Economía son, sin duda, la eficiencia y la igualdad. Lo primero significa no derrochar recursos, lo segundo significa…, en realidad puede significar muchas cosas: igualdad de oportunidades, de recursos, acceso a bienes básicos o igualdad de resultados, entre otras muchas cosas. No importa qué entendamos exactamente por igualdad, hay dos problemas principales con su contrario, la desigualdad. Primero, afecta a los resultados socioeconómicos, incluyendo la inversión y el crecimiento económico, la pobreza, la salud y el bienestar, el crimen, los conflictos y la cohesión social. Segundo, afecta también a los sentimientos y emociones de aquellos en la sociedad a quienes disgusta la desigualdad. De hecho, todas las sociedades muestran un mayor o menor interés por la justicia, la justicia y contra altos niveles de desigualdad. El lector podrá objetar que hay otro gran problema: esa gente que está en el lado bajo de la desigualdad. Es cierto, pero serán parte de un problema social a través del primero o segundo mecanismo expuestos.

Diferentes sociedades usan diferentes políticas que afectan a la desigualdad, bien como consecuencia no deseada o como parte de un plan para reducirla, como la política fiscal o comercial, salarios mínimos, controles en los tipos de interés, reformas agrarias, legislación anti-discriminación, discriminación positiva y otras. Anderson et al. (2016) [1] presentan los resultados de un meta-análisis para estudiar estos efectos. La cuestión es demasiado amplia, así que la primera tarea es definirla en términos manejables. Los autores prestan atención a las políticas que tienen la forma de gasto gubernamental orientado a reducir la desigualdad, medida como desigualdad de renta. Además, se centran en países de medio y bajos ingresos. En su meta-análisis identifican un total de 84 estudios distintos que contienen 900 estimaciones sobre este efecto. Antes de hablar de los resultados del estudio es importante tener en cuenta todas las dificultades de un proyecto de este tipo.

Hay muchas razones por las que una política de gasto público, incluso si es bien intencionada, puede producir unos pobres resultados en términos de reducción de la desigualdad. He aquí cuatro ejemplos: (i) la mayor parte del gasto en transferencias puede ser captada por la clase media (Milanovic, 1994) [2], (ii) lo mismo puede suceder con los subsidios, que son una parte importante del gasto público en los países en desarrollo (Rhee et al., 2014) [3], (iii) incluso el gasto en sanidad y educación puede llegar de una manera desproporcionada en su mayor parte a las clases medias de las zonas urbanas (Davoodi et al., 2003 [4]), y (iv) el gasto puede estar financiado con impuestos que, en los países en desarrollo puede contrarrestar el efecto del gasto, o puede estar financiado por una expansión monetaria que causa una inflación que perjudica más a los pobres.

Otro aspecto importante es la causalidad reversa. Los países con mayores niveles de desigualdad pueden embarcarse en una mayor actividad redistributiva. Si no se controla esta posibilidad de manera adecuada, la mayor desigualdad podría estarse atribuyendo falsamente al gasto público.

El meta-análisis está justificado porque la literatura econométrica parece no ser concluyente. Algunos estudios no encuentran indicios de una relación estadística significativa entre el gasto público en salud y educación y la parte de la renta nacional en manos del 20% más pobre (p.e., Dollar et al., 2013 [5]), mientras que otros encuentran pruebas de que ciertos tipos de gasto público, por ejemplo, en gasto social, educación y salud, sí tienen un efecto estadísticamente significativo en la reducción de la desigualdad de renta (p.e., Martinez Vazquez et al., 2012 [6]). Un meta-análisis anterior se centraba solo en los efectos de la educación en la desigualdad de renta (Abdullah et al., 2015 [7]).

(Continúa aquí).

Referencias

1. Anderson, E.; Jalles D’Orey, M.A.; Duvendack, M., y Esposito, L. 2016. Does Government Spending Affect Income Inequality? A Meta-Regression Analysis. Journal of Economic Surveys. doi:10.1111/joes.12173

2. Milanovic, B. 1994. Determinants of cross-country income inequality: an “augmented” Kuznets’ hypothesis. Policy Research Working Paper. Washington D.C.: World Bank.

3. Rhee, C.; Zhuang, J.,; Kanbur, R., y Felipe, J. 2014. Confronting Asia’s rising inequality: policy options. In R. Kanbur, C. Rhee and J. Zhuang (eds.), Inequality in Asia and the Pacific: Trends, Drivers and Policy Implications 79–100. London: Routledge.

4. Davoodi, H.; Tiongson, E., y Asawanuchit, S. 2003. How useful are benefit incidence analyses of public expenditure and health spending? IMF Working Paper 03/227. Washington DC: International Monetary Fund.

5. Dollar, D.; Kleineberg, T., y Kraay, A. 2013. Growth is still good for the poor. Policy Research Working Paper 6568. Washington, DC: World Bank.

6. Martinez-Vasquez, J.; Vulovic, V., y Moreno-Dodson, B. 2012. The impact of tax and expenditure policies on income distribution: evidence from a large panel of countries. Review of Public Economics 200(4), 95–130.

7. Abdullah, A.; Doucouliagos, H., and Manning, E. 2015. Does education reduce income inequality? A meta- regression analysis. Journal of Economic Surveys 29, 301–316.

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Hace cinco años en el blog: Con qué probabilidad ganaremos la Copa.
Y también: Dos propuestas.
Hace tres años en el blog: Una entrada de "El retorno de los charlatanes", censurada.
Y también: Un artículo censurado en Mundo Obrero.
Y también: Un tirón de orejas a Mario Bunge (con todo el cariño).
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sábado, 22 de octubre de 2016

Algunas reflexiones sobre la divulgación científica


Uno de los problemas que se enfrenta la ciencia a la hora de divulgar es la adaptación de sus complejidades, con su lenguaje especializado y modelos formales, al lenguaje verbal. Y no solo porque eso sea difícil, sino porque una vez expresada una teoría científica en estos términos narrativos, entrará a competir, a los oídos de los que somos legos en la materia, con otras narraciones. Por ejemplo, la ciencia que hay tras las vacunas es extremadamente compleja: hay que detectar la causa de una enfermedad, encontrar que se trata de un microorganismo (virus o bacteria), conocer el mecanismo de invasión y propagación del microorganismo, investigar si existen anticuerpos contra él, si pueden ser generados por el propio cuerpo, buscar cómo inducir la creación de estos anticuerpos antes de que sea demasiado tarde, encontrar versiones inofensivas del microorganismo o de alguna de sus partes que provoquen la reacción adecuada en el cuerpo humano, encontrar alternativamente barreras químicas que impidan la invasión del microorganismo en las células, encontrar las dosis adecuadas de la vacuna, dar con una manera de administrarla que consiga la reacción adecuada del cuerpo, estudiar los posibles efectos secundarios, tener estudios de epidemiología para conocer su efectividad y mil cosas más.

Todo esto es imposible de resumir cuando se hace divulgación sobre el tema. En lugar de una enumeración detallada de todos los progresos científicos que han culminado con el desarrollo de una vacuna, el divulgador tendrá que hacer un resumen lleno de intuiciones que puedan entenderse. Se dirá algo así como que la vacuna contiene una dosis pequeña o “adormecida” del agente que causa la enfermedad para conseguir una reacción del cuerpo, que producirá los anticuerpos necesarios para luchar contra el agente infeccioso y que, de esta manera, estará preparado para cuando el agente entre en dosis más altas y peligrosas.

Al lado de esta narración divulgadora un homeópata puede poner también la suya y dirá, por ejemplo, que los productos homeópatas también logran una reacción del cuerpo para que se enfrente a la enfermedad. Los que no sabemos medicina (y algunos que deberían saber, pero parece que no la han asimilado del todo) apenas tendremos manera de entender por qué ambas narraciones responden a realidades muy diferentes. La del divulgador de las vacunas tiene ciencia detrás, la de la homeopatía, no. Esa ciencia que legitima una narración y no la otra es la clave, pero es justo lo que es difícil de explicar. Incluso si el divulgador habla de la ciencia tras las vacunas, lo hará también en términos divulgadores y sin demasiados detalles. Pero ahí el homeópata también podrá construir una narración sobre la ciencia tras la homeopatía. Los legos en la materia, de nuevo, no sabremos distinguir fácilmente quién está hablando de ciencia de verdad y quién está vendiendo una moto.

Podemos seguir así. El divulgador de las vacunas puede intentar describir el método científico que legitima el conocimiento de las vacunas como científico y divulgar cómo la homeopatía no usa el método científico (o lo usa mal, que es como no usarlo). Pero incluso en la discusión metodológica, el homeópata podrá decir que sí sigue el método científico o que el método no se aplica, según convenga. El lego en la materia seguirá perdido.

¿Está todo perdido? No tanto. He planteado tres niveles en la divulgación:
  1. Una narración que explique en lenguaje inteligible por no expertos unos hechos o teorías científicas.
  2. Una explicación de cómo esa narración tiene, punto por punto, mucha investigación científica detrás.
  3. Una explicación del porqué de la metodología científica.
Cuando uno es experto en una materia y escucha opiniones alternativas sabe que esa alternativa no es digna de tomarse en serio y que la batalla científica está ganada cuando la discusión deviene en una discusión metodológica, con la supuesta alternativa cuestionando el método científico y defendiendo otra cosa (el holismo, la praxeología, el ojo clínico, la metafísica, la no aceptación de la ciencia patriarcal-occidental-racional,…). El no experto en vacunas podrá no distinguir la validez de las vacunas frente a la de la homeopatía en el nivel 1; pero si acepta el método científico, podrá convencerse por el nivel de detalle que se da en nivel 2 en un caso y no en otro. Si no está ducho en el método científico, podrá convencerse en el nivel 3. Si ni siquiera ahí se convence, no habrá mucho más que hacer que no pueda hacer el homeópata.


Dadas estas restricciones, creo que la divulgación científica debe hacer las siguientes cosas:
  1. Servir de vínculo entre lo que se puede expresar en lenguaje no especializado y el trabajo científico. Es decir, debe explicar la ciencia en lenguaje inteligible y debe también ofrecer una guía a quien quiera seguirla de cómo llegar a las pruebas de lo que se afirma (no necesariamente debe hacerlo a la vez en cada acto de divulgación).
  2. Conseguir que todas las personas vinculadas a alguna ciencia y, por tanto, con cierta predisposición a aceptar sus métodos, entiendan cuáles son los conocimientos científicos de las demás ciencias y sepan distinguir en ellas las proposiciones establecidas con método científico y las que no. Y de estas, las que son especulaciones que no contradicen las proposiciones establecidas y que pueden ser hipótesis razonables y las que sí contradicen las proposiciones establecidas sin aportar pruebas a su favor.
  3. Defender y explicar el método científico como manera de llegar a establecer conocimientos.
  4. Ser una primera referencia para quien quiera indagar más sobre un tema (educadores, periodistas, estudiantes, curiosos y público en general).
El punto 2 toca con el problema de la endogamia que muchas veces se achaca a la alguna actividad divulgadora o de crítica a la pseudo-ciencia. No me parece tal, por lo menos, no en la medida que se aúnan a científicos de todas las áreas en un proyecto común de divulgación en lugar de tenerlos divididos con cada área despreciando o minimizando lo que hace la otra por no entender bien cuál es su actividad.

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Hace cinco años en el blog: El fin de la violencia de ETA.
Hace tres años en el blog: Por qué las escuelas en EEUU inflan las notas (1).
Y también: Por qué las escuelas en EEUU inflan las notas (2).
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domingo, 16 de octubre de 2016

Elecciones con una y con dos vueltas (2)

Esta es la segunda parte de la versión en español de mi artículo de septiembre en Mapping IgnoranceDebe leerse la primera parte para entender esta.


El límite de 15.000 habitantes cambia la manera en que se eligen tanto los concejales como el alcalde, el test es sobre ambos cambios. Sin embargo, los autores argumentan convincentemente que en la práctica cualquier cambio de comportamiento puede ser atribuido a la manera en que se elige al alcalde, puesto que tras la reforma de 1993 les dio mayores poderes políticos. De hecho, incluso si los concejales pueden, en teoría, forzar la salida del alcalde, este es un suceso que raramente ocurre.

Los datos seleccionados son municipios con población cercana al límite (entre 10.000 y 20.000 habitantes), que constituyen el 10% de los municipios, para las elecciones entre 1993 y 2000. En total la muestra se compone de 2.027 mandatos de alcaldes en 661 municipios.

Finalmente, es importante notar que los resultados de los análisis teóricos requieren dos supuestos centrales. Primero, que el electorado esté polarizado (los moderados están más cerca de los extremistas de su mismo lado del espectro político, que entre ellos), y segundo que los partidos moderados son más grandes que los extremistas. Estas dos condiciones se dan en la política local italiana.

Cómo varía el número de candidatos según el sistema electoral

Antes de la reforma de 1993 no se observa ningún efecto en el número de candidatos alrededor del límite. Hay menos candidatos en los municipios más pequeños, pero no se encuentra ninguna discontinuidad entre las ciudades justo por encima y por debajo de 15.000 habitantes. Sin embargo, tras la reforma sí que se encuentra una discontinuidad estadísticamente significativa, lo que refuerza la hipótesis que la causalidad entre más candidatos y elecciones a doble vuelta es el mecanismo electoral y no el tamaño. En general, los autores encuentran que con doble vuelta el número de candidatos para alcalde aumenta alrededor de un 29%, en contraste con las evidencias que mostraban algunos estudios previos (véase, por ejemplo, Fujiwara, 2011 [2] para el caso brasileño). Los autores van más allá y argumentan que esto es debido al comportamiento estratégico de los candidatos, y no de los votantes, puesto que no encuentran evidencias de voto estratégico en este contexto.

¿Conduce la elección a doble vuelta a políticas más moderadas?

En el trabajo, la volatilidad política se mide por el cambio en la política de impuestos municipal cuando cambia el alcalde. Los autores encuentran que el cambio es ciertamente mayor cuando se usa la elección a una vuelta, confirmando la hipótesis (c). Más aún, la probabilidad de que un partido en el lado extremo (como el Partido Comunista) consiga que es elija su candidato es menor cuando hay doble vuelta, lo que supone una evidencia a favor de la hipótesis (b). El análisis rechaza explicaciones alternativas para este efecto del sistema electoral en la volatilidad de los impuestos, por ser los cambios de alcalde similares entre los ayuntamientos que usan el sistema a una y a dos vueltas.

Más específicamente, los autores consideran la variación inter-temporal en las tasas de impuestos sobre la propiedad en las empresas y encuentran que una reducción de alrededor del 61% en al varianza justo por encima del límite de los 15.000 habitantes. De manera similar, cuando consideran una variación de corte transversal en el mismo impuesto, dentro de los grupos de municipios con población similar alrededor de los 15.000 habitantes, encuentran una disminución en la varianza del impuesto sobre la propiedad de alrededor del 71%.

Finalmente, los autores explican con cautela la significancia su trabajo:
“Nuestros resultados tienen implicaciones importantes para el diseño de las instituciones democráticas. El extremismo político está extendido en muchos países avanzados y desarrollados (Italia incluida) y a menudo es contra productivo. Reduce el bienestar ex-ante si los votantes presentan aversión al riesgo, e induce grandes desacuerdos que a menudo interrumpen los procesos de decisión en los gobiernos y las legislaturas. Respecto a esto, los sistemas electorales a doble vuelta pueden tener una ventaja sobre los sistemas de una sola vuelta, al moderar la influencia de los grupos extremistas y al reducir los costes de bienestar asociados con la volatilidad política.” 
“Debe tenerse cuidado en extrapolar estos resultados a contextos institucionales distintos, como las elecciones primarias para elegir a los candidatos de los partidos. Otra limitación importante de nuestro trabajo es que no estudiamos los efectos a largo plazo en el número de partidos y en sus posiciones ideológicas. Uno puede argumentar que el sistema a dos vueltas, además de reducir la influencia de las posturas extremas en las decisiones políticas, permite sobrevivir a los partidos extremistas al darles visibilidad en la primera ronda.”
Referencias

1. Bordignon, M.; Nannicini, T., y Tabellini, G. 2016. Moderating Political Extremism: Single Round versus Runoff Elections under Plurality Rule.” American Economic Review 106(8), 2349–2370.

2. Fujiwara, T. 2011. “A Regression Discontinuity Test of Strategic Voting and Duverger’s Law.” Quarterly Journal of Political Science 6, 197–233.

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Hace cuatro años en el blog: Los sesgos cognitivos (1).
Hace tres años en el blog: Que veinte años no es nada.
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jueves, 13 de octubre de 2016

Elecciones con una y con dos vueltas (1)

Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de septiembre en Mapping Ignorance.


Consideremos un país con dos partidos de izquierdas y dos de derechas. En cada lado del espectro político uno de los partidos es radical y el otro es moderado. Consideremos también que los moderados atraen a más votantes que los radicales. Para fijar ideas, consideremos que el porcentaje de simpatizantes es 15, 33, 30 y 22, de izquierda a derecha. En esta situación, un sistema de mayoría simple a una vuelta para elegir un representante (presidente, alcalde,…) resultará en la victoria del candidato del partido izquierdista moderado (con el 33% de los votos) siempre y cuando los votantes voten por su candidato más preferido. El resultado final dependerá de cómo los votantes radicales en ambos lados sopesen sus preferencias por un candidato cercano a su ideología y con alguna probabilidad de ganar (el moderado) y el deseo de apoyar y dar visibilidad a su opción preferida (el radical).

En un sistema a dos vueltas, donde los dos candidatos más votados son seleccionados para competir en una segunda ronda, los radicales pueden mostrar el apoyo a sus candidatos en la primera y ser más proclives a votar (en lugar de abstenerse) por el candidato moderado en la segunda vuelta, puesto que el candidato radical ya no es una opción en ese momento. 

Tras analizar estos aspectos estratégicos, Massimo et al. (2016) [1] concluyen que “si el electorado está polarizado y los partidos moderados son grandes, el sistema a doble vuelta permite a los candidatos moderados seguir adelante con su plataforma electoral sin ser forzados a coaligarse o comprometerse con sus vecinos extremos. Intuitivamente, con una ronda y voto sincero los extremistas pueden amenazar con causar una derrota del candidato moderado si rehusa a formalizar una alianza. En el sistema de doble vuelta esta amenaza no es creíble, siempre y cuando un número suficiente de votantes extremistas estén dispuestos a votar por el candidato moderado más cercano a ellos en la segunda vuelta”. 

Los autores encuentran tres predicciones susceptibles de comprobación empírica según este modelo
  1. Las elecciones a doble vuelta aumentan el número de partidos políticos en comparación con las elecciones a una sola vuelta.
  2. Los partidos extremistas serán menos proclives a coaligarse o fusionarse con los moderados en el sistema de doble vuelta.
  3. La moderación política es mayor –y la volatilidad, menor– en el sistema de doble vuelta. 
Para comprobar estas hipótesis los autores toman un experimento natural en las elecciones municipales de Italia. En 1993 Italia cambió la manera en que se elegían alcaldes. Hasta ese momento todos los municipios usaban el mismo mecanismo, básicamente un sistema parlamentario, donde los concejales eran elegidos según una regla proporcional y el alcalde era elegido por los concejales. Desde 1993 el sistema cambió a uno de mayoría simple, con una ronda para los municipios de menos de 15.000 habitantes, y con doble vuelta para los de más. Más concretamente, en los municipios con menos de 15.000 habitantes la lista con más votos gana 2/3 de los concejales y el resto de listas se reparten proporcionalmente el otro tercio. En los municipios con más de 15.000 habitantes, en la primera ronda se votan con dos papeletas, por una parte se vota al candidato para alcalde y por otra la lista del partido de donde saldrán los concejales. Si una candidatura para alcalde tiene más del 50% de los votos, sale elegida. Si no, las dos más votadas se enfrentan en una segunda ronda en la que solo se vota para la alcaldía.

(Continúa aquí.)

Referencias:

1. Bordignon, M.; Nannicini, T., y Tabellini, G. 2016. "Moderating Political Extremism: Single Round versus Runoff Elections under Plurality Rule.” American Economic Review 106(8), 2349–2370.

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Hace cinco años en el blog: Las expectativas racionales de Sargent.
Y también: El método clínico.
Hace tres años en el blog: ¿Es inconsistente la idea de progreso moral?
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viernes, 7 de octubre de 2016

Escépticos en el pub: Ciencia, política y sexo

Este sábado 8 de octubre traemos a Víctor Mora (@rockerhorror) a Escépticos en el Pub de Madrid para abordar una cuestión espinosa: cómo se forzó la ciencia para justificar con ella una ideología que rechazaba la diversidad sexual. Con el título de “Ciencia, política y sexo”, Víctor nos hablará de sus investigaciones sobre “el trato que la (pseudo)ciencia médica franquista dio a la homosexualidad y, en general, a las identidades sexuales no normativas”. En un alarde de lo que él llama “diversifobia”, se llegó a considerar esas conductas incluso como enfermedades contagiosas que se oponían radicalmente al ideal franquista de la “auténtica y viril” nación española, y el Régimen trató de erradicarlas con leyes represivas y terapias aberrantes. Esto dará pie a continuar con un debate sobre cómo están las cosas en la actualidad y si han cambiado tanto como podríamos suponer.

Víctor Mora es doctorando en Humanidades y Estudios Culturales. Es miembro del Instituto de Estudios de Género de la Universidad Carlos III de Madrid, de la Asociación de Jóvenes Investigadores Memorias en Red y del Centro Iberoamericano de Estudios sobre Sexualidades. Investiga en temas como la filosofía política, la construcción del discurso histórico, la teoría visual, los estudios de género y sexualidad, cuestiones sobre las que ha escrito en libros y revistas.


Como siempre, la entrada es libre y gratuita. Durante la realización de esta actividad cultural está permitida la presencia de menores de 18 años, siempre que no consuman bebidas alcohólicas, y de los menores de 16 años si están acompañados por uno de sus padres o tutor. Os esperamos en el Moe Club, en Alberto Alcocer 32, el sábado 8 a las 19:00.

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Hace cinco años en el blog: Farewell, Bert Jansch.
Hace tres años en el blog: Sobre Ciencia y Economía.
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lunes, 3 de octubre de 2016

De referendums


Estamos cogiendo mucha experiencia con referéndums y votaciones. Este fin de semana hemos tenido los casos de Hungría y Colombia. El primero con la peculiaridad de necesitar y un 50% del censo en las urnas para valer y el segundo con la peculiaridad de que vale a pesar de la poca participación y lo estrecho del resultado. Todavía tenemos en el recuerdo el referéndum sobre el Brexit, con su jornada de reflexión después de celebrarse y no antes; el de la independencia de Escocia, con el argumento implícito de que era la independencia lo que les dejaría fuera de la UE, y el de Grecia, que no sirvió para nada.

No creo que nadie vaya a estar en contra del referéndum como medio democrático y, desde luego, no lo estará este bloguero. Lo que sí creo es que necesitamos una reflexión sobre algunos modos. En principio en un referéndum se vota entre dos opciones, por lo que no hay razón para el voto estratégico y debería servir para recabar las verdaderas preferencias de los votantes. No siempre es así. A veces hay más de dos opciones, implícitas o explícitas. Lo primero ocurre cuando a ese referéndum seguirá posiblemente otro o cuando la abstención tenga relevancia.

Esto último ha sucedido en el de Hungría. Se votaba una moción para no acoger inmigrantes. Las reglas eran que votara más del 50% del censo y que una mayoría de ellos lo hiciera a favor para que la moción se aceptara. Esto crea una situación asimétrica entre las posiciones. La partidaria de las cosas continúen como en caso de que el referéndum no triunfe tiene una ventaja. Imaginemos que el 45% de la gente prefiere el si, el 30% el no y el 25% restante no tiene una idea clara y no votará. Si votaran todos los que tienen una posición definida, el sí ganará 60-40, con participación del 75% (la proporción no-sí es 3 a 2). Un resultado muy claro, pienso yo. Pero si los partidarios del no se quedan en casa, el resultado será 100-0, pero con una participación del 45% que hará que el resultado sea inválido. Es una propiedad muy mala de este tipo de referéndums, que hace sea muy manipulable. Si no se quieren tomar decisiones con baja participación hay otras maneras de hacerlo reduciendo este problema. Por ejemplo, pidiendo un mínimo del censo en la posición ganadora. Un 45% es ya mucho pedir. En Hungría votó algo más del 40% y, de ellos, el 98% a en contra de las cuotas de inmigración de la UE, por lo que el referéndum no vale y se aplicarán las leyes comunitarias. Un buen resultado si uno está a favor de los refugiados (yo lo estoy y mucho), pero un mal sistema que no oculta la opinión mayoritaria contra ellos en Hungría.

En Colombia, el no al acuerdo de paz con las FARC ha ganado por la mínima (50,21 frente a 49,78) y con un 40 de participación. Con las reglas húngaras este referéndum no valdría y el gobierno estaría libre para tomar la decisión (a favor del acuerdo). Con las reglas colombianas el referéndum de Hungría sí valdría y el gobierno se opondría a las leyes comunitarias sobre refugiados. Una distancia tan corta entre las dos posiciones para una cuestión tan importante y con una participación limitada es siempre una llamada a darle alguna vuelta más al asunto. Es posible que así sea en Colombia, con otro acuerdo que sea más aceptable que este para la votación. Lo que pasa es que, por una parte, este otro acuerdo no estaba previsto y, por otra, que si estuviera prevista esa posibilidad, se habrían introducido aspectos estratégicos en la votación. Gente a favor del acuerdo, pero que prefieran todavía otro más duros hubieran votado en contra. No hay mucha salida, pero la previsión de que el referéndum no es válido si la distancia no es mayor que una que se estime oportuna (unido a que la posición ganadora tenga un mínimo del censo, como antes, para alentar la participación) podría introducir un elemento estabilizador. En caso de que el referéndum no fuera concluyente por estar las partes igualadas podría tenerse la previsión de repetirse en un futuro cercano.

Provisiones de este tipo impedirían que circunstancias coyunturales influyeran demasiado en decisiones de gran calado, como puede haber ocurrido en Colombia y en el Brexit. Si los gobernantes y el parlamento en Catalunya siguen insistiendo en un referéndum, es posible que algún día haya que celebrarlo, y mejor si para ese momento hemos aprendido algo en cabeza ajena.

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Hace cinco años en el blog: Lo confieso: cada día tengo manías.
Y también: Por qué el sexo y por qué en parejas (2).
Hace tres años en el blog: Cómo no medir el esfuerzo fiscal.
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