Las ilustraciones del Hombre-lobo-para-el-hombre
no siempre representan una forma de lobo real
El Hombre-lobo-para-el-hombre no lo es de vez en cuando, sino siempre que se deja obrar a su naturaleza. Las consecuencias de ello son una vida solitaria, pobre, embrutecedora y corta, según uno de los relatos más conocidos en la pluma de Thomas Hobbes. Este mito ha pervivido en muchas referencias a guerras, explotación y cualquier otra circunstancia en la que prevalece el egoísmo. Tiene su némesis en el Buen Salvaje, protagonista de leyendas donde se venera el mito de la bondad natural y se acusa de la corrupción de esa bondad a las interferencias de la vida artificial.
En su versión más pesimista, este ser desagradecido muerde la Mano Invisible que le podría dar de comer y se convierte en prisionero de su dilema, que solo es capaz de resolver si erige a otro ser con más poder que todos los Hombres-lobo-para-el-hombre juntos, el Leviatán, que le obligue frustrar su vocación destructiva de toda cooperación.
Versiones modernas del mito presentan una imagen más moderada, donde el Hombre-lobo-para-el-hombre es domado por la Mano Invisible allá donde compite, mientras que se mantiene prisionero del dilema en territorios fuera de su competencia.
Otras versiones mítico-utópicas intentan cambiar al Hombre-lobo-para-el-hombre en Buen Salvaje llevándolo pacientemente a la escuela en la que sería convencido de su error y gracias a lo cual su descendencia nacería libre de culpa. Se cuenta que algunas sectas intentaron llevar a cabo estos procesos de adoctrinamiento con seres humanos reales y que todas ellas fracasaron. El recuerdo de su intento y el olvido del porqué de sus fracasos mantienen vivo el mito en nuevas sectas que, adornándose con liturgias modernas y sin saber bien si su mito fundacional es Hombre-lobo-para-el-hombre o el Buen Salvaje, creen aún saber invocar al Leviatán en un caso o deshacer la corrupción de la vida artificial en el otro para escribir el nuevo relato de una vieja utopía.
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