Al Demonio de Maxwell siempre se le representa pegado a su puerta
y jugando a dejar pasar partículas de un lado a otro.
No parece un gran portento hasta que nos damos cuenta que la cantidad de moléculas energéticas es lo que produce la temperatura de un ambiente. El Demonio de Maxwell consigue que el calor (la energía de las moléculas) pase del ambiente con menos temperatura al que tiene más. Esta derrota mítica que el Demonio inflige a la Termodinámica, acostumbrada a que nadie desobedezca sus leyes, es su gran poder.
Relatos posteriores reflexionan sobre el poder del demonio que, al encontrar una trampa en las leyes de la Termodinámica, cambia su carácter universal para hacerlas estadísticas, haciendo que sus principios sean más bien sugerencias. Los abogados y contables de la Termodinámica, por su parte, rechazan ninguna violación, pues el propio Demonio de Maxwell debe someterse a las reglas: ¿de dónde saca la energía para detectar las moléculas y abrir la puerta, más cuando sobre esta puerta están empujando en la otra dirección cada vez más moléculas? Lejos de burlar la ley, el demonio sucumbe a ella.
Como pasa con muchos otros mitos, aparece en leyendas ajenas a sus altares, y con un significado normalmente tan alterado que solo conserva algunas analogías del original. Así, lo podemos ver deambulando por los escritos de Henry B. Adams, encarnado en forma de ejércitos que impiden a la diosa Historia llegar a su equilibrio, o por la Sociología en los textos de Pierre Bordieu, impidiendo que las aulas se llenen de escolares de clases menos pudientes.
El mito tiene también su parte lúdica, y aparece como personaje en forma de máquina en la saga Ciberíada del trovador Stanislav Lem. En este relato el Demonio de Maxwell usa su poder de detectar partículas para extraer la información del Universo al deducir el pasado. Todavía interviene en una leyenda más, "La subasta del lote 49", que conocemos gracias a Thomas Pynchon. En ella el Demonio es usado para intentar fabricar una máquina de movimiento perpetuo.
El mito tiene también su parte lúdica, y aparece como personaje en forma de máquina en la saga Ciberíada del trovador Stanislav Lem. En este relato el Demonio de Maxwell usa su poder de detectar partículas para extraer la información del Universo al deducir el pasado. Todavía interviene en una leyenda más, "La subasta del lote 49", que conocemos gracias a Thomas Pynchon. En ella el Demonio es usado para intentar fabricar una máquina de movimiento perpetuo.
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Hace cinco años en el blog: ¿Quién entiende a Vargas Llosa?
Hace tres años en el blog: Into Darkness.
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