El Barco de Teseo, con piezas cada vez más modernas
En la mitología griega, después de matar al Minotauro, Teseo regresa al hogar en su barco. Al hacerlo, no solamente se aleja de Creta, sino que se desplaza de mitología y acaba en las sagas filosóficas de los mitos de la ciencia. No él, empero, sino su nave.
Se trata de un barco que, en los años de su vida, ha visto reemplazar cada una de sus partes, hasta el punto que no queda en él ni una tabla original. La obsesión por encontrar esencias y verdades inmutables, creó este mito relacionado con el problema de la identidad. ¿Es el barco el mismo o es otro tras haber cambiado todas sus piezas? Si bien en los comienzos de la Filosofía esta actitud era razonable, resulta asombrosa su pervivencia hasta épocas recientes. Las dos tradiciones, una que sostenía que el barco era el mismo y otra que decía lo contrario, se mantienen vivas tras cambiar de nombre, de lenguaje y de imágenes.
Del Barco de Teseo se pasa al río de Heráclito, al calcetín de Locke (¿cuántos remiendos hasta que deje de ser el mismo?) y a la navaja del abuelo (¿se puede cambiar la hoja y luego el mango sin dejar de ser la misma hacha?). Solo con en el enunciado de las distintas imágenes en que ha derivado el Barco de Teseo se pueden observar dos cosas: primero, que a medida que avanza el tiempo el mito deja de ser tomado en serio cada vez por más gente, y, segundo, que para quien se lo siga tomando en serio se abre el nuevo problema de dilucidar si el mito del calcetín de Locke sigue siendo el mismo mito que el Barco de Teseo.
Tras liberarse de este mito, la Filosofía compuso otro más racional, el Barco de Neurath, que también cambia las partes constantemente, pero esta vez con el añadido de que las obras se hacen en alta mar, sin un puerto, sin una tierra firme que tomar por certidumbre. De la búsqueda de la identidad el mito pasa a la descripción de la posibilidad de navegar sin necesidad de establecer identidades sagradas.
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