Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de marzo en Mapping Ignorance.
Cuando compro en un mercado solo tengo que lidiar conmigo mismo, sin importarme si el mercado es competitivo o está en manos de un monopolio. El precio está dado y yo elijo cuánto comprar. En una subasta para conseguir un proyecto que el gobierno saca a licitación pública, cada empresa participante debe anticipar lo que las empresas rivales van a pujar, pero a no ser que se pongan de acuerdo ilegalmente en coludir no hablan entre ellas sobre el tema. Hay, sin embargo, muchas decisiones que deben tomarse tras una negociación entre unas pocas partes, como las decisiones para ponerse de acuerdo en el precio que pagar por un proyecto o para pasar una ley en el parlamento. En estos casos hay a menudo un espacio para el acuerdo en la forma de un precio a medio camino entre las aspiraciones máximas de comprador y vendedor, o de un compromiso sobre el alcance de la ley, y por eso es que firmamos contratos y aprobamos leyes votadas por coaliciones de diferentes partidos. Hay también espacio para una diversidad de preferencias sobre los posibles acuerdos, y por eso seguimos usando la expresión latina quid pro quo en estas situaciones.
Típicamente, la manera de estudiar los problemas de negociaciones es a través de un proceso de negociación bien definido. El problema es que hay muchos procedimientos entre los que elegir. Los jugadores pueden alternar ofertas y contraofertas de una manera pre-especificada o pueden hacerlo de manera aleatoria, los acuerdos pueden requerir unanimidad o algún tipo de mayoría, el procedimiento puede tener una ronda final, no tener un final definido o terminar con cierta probabilidad, o también el tamaño del pastel que repartir puede disminuir con el tiempo o permanecer fijo, solo por mostrar algunas posibles variaciones. Las buenas noticias son que aún así los modelos presentan ciertas regularidades. Por ejemplo, ser impaciente o mostrar aversión al riesgo hace perder poder de regateo, y el jugador que tenga la capacidad de hacer una última oferta del tipo “lo tomas o lo dejas” tendrá normalmente una posición ventajosa. Además, el no saber los beneficios y costes de los demás jugadores retrasará el momento del acuerdo.
En este contexto, de Groot et al. (2016) [1] introducen un elemento nuevo. Los autores estudian los efectos de tener un procedimiento de negociación informal frente a uno formal, y lo hacen de manera teórica y experimental. Primero consideran una situación en la que tres jugadores deben negociar el nivel de una variable. Por ejemplo, pueden ser partidos que deben ponerse de acuerdo en aumentar, disminuir o mantener el gasto dedicado a un programa gubernamental. Un único partido no puede tomar la decisión, pero cualquier coalición de dos puede hacerlo. Además, si no llegan a un acuerdo acabarán en un mal punto de desacuerdo (por ejemplo, el programa deberá desmantelarse, algo que ninguno quiere). Pare el Jugador 1 el mejor resultado es reducir el presupuesto por, digamos A euros, y a partir de ahí evalúa cada otro posible resultado según lo lejos que esté de esa reducción, tanto por exceso como por defecto. De manera similar, el Jugador 2 prefiere que no haya cambios en el presupuesto, mientras que el Jugador 3 prefiere un incremento en el presupuesto de B euros, y también estos jugadores evalúan los posibles resultados según la distancia a su política preferida.
Como procedimiento formal, los autores eligen un modelo de ofertas alternas, en concreto el usado en Baron y Ferejohn (1998) [2], y muestran cómo el resultado cambia dependiendo de la polarización de las preferencias de los jugadores. En cuanto al procedimiento informal, los autores eligen una situación en la que los jugadores pueden hacer cualquier oferta en cualquier momento a cualquiera de los otros jugadores. Veremos los resultados en la siguiente entrada.
Referencias:
[1] de Groot Ruiz, A.; Ramer, R. y Schram, A. 2016. Formal versus informal legislative bargaining. Games and Economic Behavior 96, 1–17.
[1] de Groot Ruiz, A.; Ramer, R. y Schram, A. 2016. Formal versus informal legislative bargaining. Games and Economic Behavior 96, 1–17.
[2] Baron, D.P., y
Ferejohn, J. 1989. Bargaining in legislatures. American Political Science
Review 83, 1181–1206.
Hace cinco años en el blog: Horarios.
Y también: Prejuicios económicos (1).
Hace tres años en el blog: Experimentos sobre equidad (1).
Y también: Experimentos sobre equidad (2).
Y también: Cómo ser escéptico de la economía en 15 lecciones.
Y también: Acabar una discusión con los papeles intercambiados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario