Hace unos días publiqué este hilo en twitter (aquí, aquí y aquí). Lo paso al blog para que no se pierda.
Quien tiene como lengua materna un idioma plenamente normalizado no suele ser consciente de lo que significa eso. Voy a explicarlo un poco.
1. Una lengua no normalizada es aquella cuyo uso es básicamente oral, de transmisión familiar, ajena a la educación y otras instituciones sociales y, frecuentemente, fragmentada en dialectos y con poca literatura.
2. Una lengua normalizada está presente en todos esos ámbitos y presenta una unificación gramatical, de léxico y de pronunciación. A pesar de que puedan pervivir sus variantes locales, la lengua normalizada será la más usada en la literatura, educación y medios de comunicación.
3. Todas las lenguas normalizadas han sido lenguas no normalizadas en algún momento. El paso no es fácil. Veamos algunos problemas a los que se enfrenta.
4. Para empezar, hay que desarrollar la versión normalizada. Cuando no ha habido un dialecto que domina a los demás, la normalización suele hacerse a partir de varios dialectos. El castellano y el toscano son el español y el italiano. El alemán y el euskera siguieron la segunda ruta.
5. La unificación a partir de dialectos suele hacerse por iniciativa de escritores que necesitan comunicarse con todos los hablantes. Van eligiendo las expresiones más comunes y más inteligibles por la mayoría de hablantes. P.e., en euskera, “tienes” se dice “dozu”, “duzu”, “dezu”,… . De todas ellas, la variante “duzu” se reconoce como más central y más regular teniendo en cuenta el resto de formas verbales.
6. A veces, los propios hablantes, reconocen como “más correctas” algunas expresiones que no son las que usan. P.e., quienes dicen “me se ha caído” pueden ser conscientes de que en realidad debería decirse “se me ha caído”. Otros saben que en su pueblo se dice “gura” (querer), pero que en todos los demás se dice “nahi”.
7. El siguiente paso es decidir cómo expresar en la lengua términos para usar en los ámbitos en que hasta ahora no se ha usado, como la educación, la política, la ciencia, los negocios,… Por ejemplo, ¿cómo ha de decirse en euskera “cambio de sentido”? (Esa expresión que se usa en autopistas).
8. Un hispanohablante puede pensar que en español siempre se ha dicho así, pero eso no es cierto. Alguien decidió que en los carteles se pondría “cambio de sentido” y no “camino de vuelta”, “cambio de dirección”, o cualquier otra posibilidad. Ese alguien pudo ser quien diseñó los primeros carteles de las autopistas o el conjunto de hablantes decantándose por una de las formas.
9. En una lengua minoritaria y que convive con otra mayoritaria y normalizada se presenta un problema mayor. Si hay varias maneras de expresar una idea en la lengua minoritaria y hay una manera normalizada de hacerlo en la mayoritaria, fácilmente esta se extenderá a la minoritaria.
10. Cualquier hispanohablante que haya vivido un tiempo en un país con diferente lengua se habrá dado cuenta cómo adopta muchas palabras de esa otra lengua, incluso para hablar con otros hispanohablantes y habiendo fácilmente una expresión española. Cuando uno vuelve de pasar varios años en USA le salen esas palabras que algunos atribuyen a la pedantería, pero que son el reflejo de este hecho.
11. Para normalizarse, la lengua necesita de lingüistas, académicos, escritores, comunicadores, escuelas,… Una lengua muy extendida y sin competidoras podrá hacerlo sin problemas a lo largo del tiempo y con bastante naturalidad. El español tiene una Real Academia. El inglés, no, pero tiene universidades cuyos diccionarios y gramáticas son referencia obligada. Una lengua minoritaria tiene más problemas.
12. Las opciones de una sociedad en las que conviven una lengua minoritaria y una mayoritaria (o dos lenguas extendidas, pero solo una de ellas normalizada) van desde dejar ir muriendo a la minoritaria hasta intentar su plena normalización y garantizar que el paso a la siguiente generación suceda sin esfuerzo. Lo que haga la siguiente generación ya será su opción.
13 Una vez decidida la normalización, habrá que pagar un coste. Económicamente, es pagar por la provisión de un bien público sujeto a economías de red. Si el bien es deseado, el coste puede ser perfectamente defendible. Quienes dicen que cualquier lengua que deba ser defendida merece dejarse morir no saben de lo que hablan.
14. Es cierto que la normalización de una lengua puede suponer la pérdida de variedades dialectales. Eso también es un coste. Claro que la falta de normalización implicaría también la pérdida, no solo de la variedad dialectal, sino de la propia lengua.
15. Los hablantes de las variedades dialectales a menudo recelan la lengua normalizada, sobre todo cuando esta se construye en un lapso breve de tiempo, relativamente hablando. “No suena igual”, “le falta gracia”, “nunca se ha dicho eso de esa manera” … son quejas recurrentes e inevitables.
16. Piénsese qué sensación le daría la lengua del telediario a un andaluz que del español no hubiera escuchado más que su habla en familia, sin escuela, sin apenas libros y sin cine. Piénsese todavía qué sensación tendría si la escuela, los libros y la televisión que conociera fueran en inglés.
17. En su momento, el gobierno vaso sacó una campaña para que los vascohablantes mayores no alfabetizados no tuvieran complejos por usar su variedad del euskera. No es ninguna tontería. He visto a vascohablantes de toda la vida no querer hablarlo fuera de su ámbito familiar por temor a no hablar bien.
18. Hay quien critica que se normalice la lengua minoritaria apelando a la pérdida de variedades dialectales o al recelo de algunos hablantes. Normalmente son gente que prefieren dejar morir la lengua. Es una preferencia respetable, pero es el acuerdo político del territorio en que se habla el que definirá cómo minimizar el coste y si este merece la pena.
19. Nada de lo anterior asume que las lenguas tengan derecho. Lo tienen los hablantes a usar su lengua y a poder pasarla en igualdad de condiciones que las demás lenguas con las que conviva.
20. La convivencia de varias lenguas y el respeto a su normalización implica que ningún hablante puede pretender que, en una sociedad bilingüe, se haga una burbuja a su alrededor con solo su lengua de preferencia. De vez en cuando se topará con la otra. Lo importante es que estos encuentros no sean costosos.
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