Esta entrada es continuación de la anterior. Tres pilares de la libertad 1: Las opciones.
Un individuo puede tener muchas opciones a su elección, pero si las desconoce es como si no las tuviera. También puede conocer las opciones, pero sin saber a qué conduce cada una. En ese caso la capacidad de elegir está también limitada. Así, pues, la información es un elemento de vital importancia para tener libertad. Cualquier manera de organizar una sociedad de personas libres debe garantizar un mínimo de diseminación de la información sobre las opciones vitales y un mínimo de educación para poder comprenderla.
Llegados a este punto, podemos entrar en problemas. ¿Es evidente que debe garantizarse tal cosa? Una persona con poca información elige no informarse sobre las consecuencias de ciertas opciones. Puede informarse y elige no hacerlo. ¿Es inmediato que el Estado o quien sea debe hacerle llegar esa información o, por lo menos minimizar el coste de hacerlo, si es que era el coste de adquirirla lo que le limitaba? Aquí estamos pasando de un intento de describir cómo de libres son las personas a tomar una posición normativa. Lo que sí podemos decir manteniéndonos en el aspecto descriptivo, es que una mejora de la información nos hará más libres, si es que eso es verdad, que también podrá discutirse qué pasa cuando la información es abrumadora. Pero de momento mantengamos que es cierto. Otra manera de verlo es decir que una persona que adquiere cierta información acerca de las consecuencias de sus opciones difícilmente querría volver a la situación en la que no tiene esa información. Es decir, que si valoramos la libertad, también valoraremos como de más libertad una situación en la que se amplía la información. Otra cosa es la posición moral o política que se quiera tener ante la decisión de proveer o no esa información desde la cosa pública.
Existe el riesgo, claro está, de que la información se provea de manera sesgada, según los intereses de quien la provea. Por ello los proveedores deben ser diversos, plurales y sujetos a crítica. Y aquí tenemos el gran problema. Por una parte hay información pública cuya diseminación puede no aportar beneficios a quien lo haga de manera privada y requerir de la provisión pública. Por otra parte, la provisión pública puede estar controlada por quien en ese momento esté gobernando. Ambas provisiones son imperfectas. Ante esto, algunos dicen que nada de cosa privada, que todos los medios de comunicación y de investigación sean públicos (algunos de Podemos andan con esto) y otros dicen lo contrario (algunos austriacos patrios). El argumento es: lo otro es imperfecto así que por eliminación lo mío es lo mejor. Craso error, la conclusión correcta es que tengamos ambas y que en ambas exijamos la minimización de sus problemas. Pluralidad y competencia en la cosa pública, y reconocimiento a quien produzca y disemine con calidad en la cosa privada.
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Hace tres años en el blog: Lo confieso: me gusta el chocolate.
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