Imagen del Subastador Walrasiano en el momento de lanzar un vector de precios
Pertenece a esa familia de seres portentosos, como el Relojero Ciego o el Demonio de Laplace, a los que se atribuyen grandes poderes. En el caso del Subastador Walrasiano, hijo seguramente de la Mano Invisible, aunque algunas fuentes los muestran como hermanos, el poder atribuido es el de igualar ofertas y demandas.
En el relato económico, al que pertenece el ciclo de leyendas del Subastador, los mortales son caprichosos y quieren comprar, vender o intercambiar los más variados bienes o servicios. El Subastador Walrasiano, en una actitud que a veces recuerda a la del propio Zeus, deidad de la mitología griega no científica, lanza vectores de precios a modo de rayos con el fin de igualar ofertas a demandas. No lo hace siempre de manera certera, sino que sigue un proceso de tanteo (tâtonnement) por el cual sus lanzamientos son primero un tanto azarosos y después los va corrigiendo según observe excesos en las ofertas o las demandas hasta dar con el vector perfecto que vacía los mercados. Cuando esto ocurre se alcanza la Eficiencia, que es un estado de casi perfección al cual se le han dedicado muchas invocaciones.
La influencia de esta mito, que ya en su día resultó limitado y ni siquiera fue adoptado por el gremio de subastadores, ha ido descendiendo. Permaneció en algunos altares en los que un sacerdote simbolizaba su papel en una liturgia experimental. Con el tiempo los experimentos de estos sacerdotes se centraron en el proceso de tanteo más que en la figura del subastador, hasta llegar al punto en que las últimas liturgias únicamente se basan en el recitado público de los precios a los que se realizan las llamadas transacciones. En estos rituales se alcanzan el vaciado de mercados y la Eficiencia sin invocar a ningún subastador.
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