En una entrada anterior mostraba qué dice el teorema de Coase. Debe leerse para entender esta otra sobre lo que no dice. Es importante porque a menudo se exagera el alcance de este teorema. Recordémoslo brevemente: en ausencia de costes de negociación y con derechos de propiedad perfectamente definidos es posible resolver los problemas de externalidades dejando libertad de acción a los individuos.
El ejemplo más sencillo ocurre entre dos personas, como el panadero que causaba un perjuicio al médico con su actividad y que expuse en la entrada anterior. Otros ejemplos involucran a más personas. Imaginemos un lago en el que miles de personas pescan. Fácilmente caerán en el problema conocido como la tragedia de los comunes y esquilmarán sus recursos. Hay maneras de evitar eso. Por ejemplo, si una empresa tiene asignada la propiedad de los recursos del lago tendrá en su interés evitar que se agoten sus recursos. Esto es así porque la empresa estará interesada en maximizar el valor actual descontado del flujo de beneficios obtenido con el lago y a no ser que se crea que no va a haber un mañana, esto implica tener un stock de peces que permita el máximo de capturas sostenible.
Si son varias las empresas tendrán en su interés ponerse de acuerdo negociando también para evitar el agotamiento de la pesca. Una negociación entre unas pocas empresas será más fácil que una entre miles de individuos, donde los costes de negociación pueden hacer inviable la aplicación del teorema de Coase.
Antes de despotricar contra la solución empresarial, piénsese que la empresa puede ser una cooperativa de pescadores o varias empresas públicas repartidas entre los municipios que colindan con el lago.
Muchos individuos implican un gran coste de negociación. Hay siete mil millones de seres humanos contaminando y explotando los recursos del planeta. ¿Podrán negociar entre ellos para hacerlo de manera eficiente y sostenible? Imposible.
No hace falta llegar tan lejos. El coste también se hace alto cuando se trata de negociar si se permite fumar o no cada vez que se reúne un grupo de gente en un local. ¿Vamos a estar una hora negociando en el cine para estar hora y media viendo una película? No; es más fácil tomar una decisión que, entre las sencillas de implementar, sea la más eficiente, y esta es la de no permitir fumar como posición por defecto. Lo mismo ha ocurrido en los bares y restaurantes. Cuando sea fácil no debería haber inconveniente en que se abran algunos donde sea posible fumar y esté claro que la permisión es mejor alternativa que la no permisión (como se está haciendo ahora al hacer clubs privados).
Además del número de individuos involucrados añade al coste de negociación el no saber exactamente las preferencias de los demás individuos y los costes reales de las acciones de cada uno. Las negociaciones en ausencia de este conocimiento no tienen por qué ser eficientes. De hecho, la investigación económica dice que, en general, no lo serán. Los acuerdos pueden llegar, pero con un retraso que implica un coste.
Todas las dificultades anteriores hacen que muy a menudo la negociación privada no sea suficiente para resolver el problema de las externalidades por mucho que se invoque el teorema de Coase. Hay quien dice, por todo argumento, que la existencia de una ineficiencia implica un beneficio potencial si se subsana y, por tanto, un incentivo para que la ingeniería económica de los individuos la solucionen sin intervención estatal. El problema es no querer entender que esto último no se sigue: a menudo esa ingeniería económica es justamente una decisión política vía Estado.
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