lunes, 18 de julio de 2011

Las propiedades emergentes y otras compañías



De unos comentarios míos en el Otto Neurath y como complemento de una entrada anterior:

Insisto: hasta que no tengamos un ejemplo tal (un modelo en el que veamos emerger propiedades irreducibles), esa posibilidad en la definición sobra completamente y haremos bien en no extraer consecuencias de su posibilidad, y menos consecuencias que multiplican el número de entes (qualias y cosas así de indefinidas y que se quieren poner en el modelo al lado de partículas elementales, querido Watson) sin necesidad.

Esto es bastante semejante a aquello del submarino de Maturana, de los zombies de Chamlers, de la habitación china de Searle o del explorador de Quine.

En todos los casos se hace la petición de principio de suponer que existe algo que tiene las propiedades que queramos (y que no se ha visto nunca jamás) para luego deducir cosas y todo sin parase a pensar que, de momento y hasta nueva orden (encontrar algo que satisfaga la definición o demostrar lógicamente su coherencia) prescindir de esos entes innecesarios es la manera más cauta de proceder.

Hay tanta razón para aceptar esos entes inasibles como cualquier otro que se me ocurra, aunque algunos de nuevo confunden su intuición con razones razonables.

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