martes, 29 de noviembre de 2016

Los malos axiomas de los austriacos


Uno de mis libros favoritos es La Ética de Spinoza. Me gusta la ingenuidad del proyecto, la decisión con que se plantea, el estilo con que está escrito, la personalidad del escritor, la originalidad del método y el declarado respeto a la razón. Todo ello hacen de él un libro único y memorable. Es una lástima que esté todo mal, y que ninguna de las afirmaciones del libro se demuestren con el método geométrico que presume el autor. No quiere decir que todas las afirmaciones sean falsas o que las proposiciones normativas no sean razonables, sino que no están deducidas de la manera propuesta.

Spinoza quería deducir la Ética a partir de la Razón basándose en unos pocos axiomas y aplicando la deducción lógica. Ahora sabemos que al rigor de la lógica debe preceder el rigor de las definiciones y que estas solo pueden establecerse en un modelo formal. Esto no impide que podamos hacer también deducciones en un lenguaje no formal, pero será difícil llegar muy lejos, sobre todo en cuanto nos metamos en materias especializadas e intrincadas, donde tenemos que definir bien de qué estamos hablando. Spinoza creía que conceptos como “esencia” o ”naturaleza” estaban bien definidos y que con ellos podía definir “causa”, o que frases como “ser limitada por otra de su misma naturaleza” tienen un sentido evidente, y que con ellas puede tirar para adelante y demostrar la ética al modo geométrico. No lo consiguió, claro, lo que no implica que algunas de sus frases y conceptos no puedan ser apreciados. Lo serán, pero no por ser parte de una construcción formal, como pretendía. Eran otros tiempos, no se sabía de modelos formales más allá de la geometría y de otros pocos más y limitados a aspectos pequeños de otras ciencias.

En el siglo 20 ya sabíamos más de todo eso y, sin embargo, abundaban todavía pensadores que se permitían creer que con definiciones tan imprecisas como aquellas de Spinoza podían deducir proposiciones metafísicas, teológicas, morales, políticas o económicas. La justificación que siempre se da es que es posible mostrar ejemplos en los que se puede hacer (o parece que se puede hacer) este tipo de deducciones y tirar para adelante y pretender demostrar toda una doctrina. La ingenuidad de estos últimos no me inspira tanto candor como la de Spinoza. Ya debían saber que su empeño era imposible y que, de tener seguidores, los estarían condenando a defender lo indefendible. Es lo que me pasa con von Mises y su libro La Acción Humana. Von Mises cree poder deducir muchas cosas del hecho que consiste en que las personas procedemos de manera consciente y deliberada, sea esta fruto de una clara deliberación o de recuerdos olvidados y deseos reprimidos (son expresiones suyas, influenciado como estaba por las teorías freudianas).

Este es el argumento que hace Mises para mostrar que pensando apriorísticamente y sin empiria puede tener un conocimiento preciso y verdadero de la realidad:
El objeto específico de la praxeología, es decir, la acción humana, brota de la misma fuente donde nace el razonamiento. Actuación y raciocinio constituyen realidades cogenéricas y similares; cabría, incluso, considerarlas como dos manifestaciones distintas de una misma cosa. Por cuanto la acción es fruto del raciocinio, resulta que éste puede descubrir la íntima condición de aquélla. Los teoremas que e! recto razonamiento praxeológico llega a formular no sólo son absolutamente ciertos e irrefutables, al modo de los teoremas matemáticos, sino que también reflejan la íntima realidad de la acción, con el rigor de su apodíctica certeza e irrefutabilídad, tal como ésta, efectivamente, se produce en el mundo y en la historia. La praxeología proporciona conocimiento preciso y verdadero de la realidad.
No, Mises, del hecho de que la acción humana sea producto del raciocino no se deduce que el raciocinio pueda estudiar la acción humana de manera certera e irrefutable. Eso te pasa por razonar por analogía y huir de los modelos formales. Le pasarán cosas parecidas a lo largo del libro, como le pasan a sus defensores actuales. Veamos cómo razonan en el Mises Institute sobre el uso de las matemáticas frente al lenguaje normal:
Considérese, por ejemplo, las proposiciones (2) A un precio mayor corresponde una menor (o, por lo menos, no mayor) demanda. (2´) Si p denota el precio de un bien y q su demanda, entonces q = f(p) y dq/dp = f' (p) ≤ 0. Aquellos que encuentran la fórmula (2´) más precisa o “más matemática” que la frase (2) caen un uno completo error … la única diferencia entre (2) y (2´) es esta: como (2') se limita a funciones diferenciables y cuyas gráficas, por tanto, tienen tangentes … la frase (2) es más general, pero de ninguna manera es menos precisa: tiene la misma precisión que (2´).
Para empezar, en matemáticas se puede expresar que a un precio más alto corresponde una demanda menor sin restringirse a funciones diferenciables (por ejemplo, con correspondencias no necesariamente continuas) y tener la generalidad que quiere el redactor del párrafo anterior. El uso de conceptos más restringidos (que el redactor parece confundir con pretensiones de precisión) simplemente permite tener modelos más manejables, aunque simplificados. Para seguir, el hecho de que una relación se pueda expresar en lenguaje llano y seguirle la pista durante un pequeño razonamiento no implica que todo se pueda hacer así. Por continuar con el ejemplo del párrafo anterior, será muy difícil seguir la pista a un razonamiento que distinga la función de demanda marshalliana de la hicksiana e intente sacar conclusiones acerca de las consecuencias de ayudar a un consumidor según distintos mecanismos de ayuda.

Los austriacos han oído, por supuesto, este argumento. He aquí cómo lo desdeñan en el Mises Institute
A menudo se dice que la traducción de un concepto … del lenguaje ordinario al matemático lleva a una mayor precisión lógica del concepto y a mayores oportunidades de uso. Pero la falta de precisión matemática en el lenguaje ordinario refleja precisamente el comportamiento de los seres humanos en el mundo real…
Has leído bien, querido lector: está diciendo que quien quiera estudiar una realidad imprecisa debe usar un lenguaje también impreciso. Razonamientos, ninguno, otra vez hay discurso por analogía. Y todos estos errores de razonamiento son antes de empezar a hablar de economía.

En la historia del pensamiento económico ha habido varios intentos de encontrar la coherencia interna de teorías verbales y siempre se han encontrado problemas con la teoría. Sucede con El Capital de Marx, que se ha mostrado incoherente; con la Teoría General de Keynes, cuya modelización es controvertida, y con la Teoría Austríaca de los Ciclos Económicos, que se ha encontrado tan falta de contenido que la mejor aproximación formal conseguida necesita supuestos ad hoc completamente arbitrarios. Lo curioso es que, además de todo eso, la teoría de los ciclos económicos austriaca no se ha deducido ni remotamente a partir del axioma de la acción humana.


Esta enemistad con los modelos formales y el recurso a la dialéctica, la retórica, la apelación a intuiciones y, en el caso de los austriacos, a la praxeología, podrá justificarse de la manera que cada uno quiera (y, si se la cree, será esa su justificación), pero en la práctica lo que hace es dar rienda suelta a que cualquiera, apelando a la simpatía que generan los rebeldes, se haga llamar heterodoxo y reivindique un lugar en igualdad de condiciones a los que sí se molestan en detectar incoherencias internas en sus modelos, supuestos mejores, y evidencias empíricas. Todo ello con matemáticas, claro. 

Cuando hace ya un tiempo hablé de la pseudociencia austriaca y respondí (aquí y aquí) a la defensa de Rallo, este volvió a escribir y, aparte de repetir los argumentos que ya le había respondido, se pasó a la baza metodológica y, entre ella, a la defensa de las narrativas no formales en forma de una de Huerta de Soto. En su día dije que tal vez habría una coda para contestar otra vez a Rallo. No me animé porque los argumentos eran repetitivos y porque cuando la pseudociencia apela a otra forma de metodología distinta del método científico uno ya sabe que no hay nada que discutir (aquí he hablado de eso). Pero sirvan estas últimas líneas como la coda no prometida.

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Hace cinco años en el blog: El parlamento proporcional.
Y también: English as she is spoke.
Hace tres años en el blog: Los mitos de la razón. El Hotel Infinito.
Y también: Entrevista en el Canal 24 Horas.
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martes, 22 de noviembre de 2016

Odiosa comparación (9)

Un río atraviesa un relieve kárstico, a lo largo de varios kilómetros la reacción química del agua por precipitación y disolución de los carbonatos va acumulando material que forma travertinos, barreras de piedra que actúan como presa natural. El río se transforma en una serie de lagunas conectadas entre sí por pequeñas cascadas en la superficie, además de fluir por una corriente subterránea. Al paisaje se añaden cuevas y otras oquedades. El fenómeno natural ocurre en las Lagunas de Ruidera (España) y en los Lagos de Plitvice (Croacia).

Lagunas de Ruidera: 15 lagos más un pantano artificial, 126 metros de desnivel en 35 km.




Lagos de Plitvice: 16 lagos, 133 metros de desnivel en 8 km.




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Hace cinco años en el blog: Los sesgos cognitivos (3).
Y también: ¿Existe el método moral?
Hace tres años en el blog: Los mitos de la razón. El Relojero Ciego.
Y también: Cómo escribir bueno.
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martes, 15 de noviembre de 2016

Los mitos de la razón. Los zombis de Chalmers

Las ilustraciones de los zombis filosóficos suelen contener un tono burlesco

Los zombis de Chalmers son una especie de demonios que habitan en un planeta igual que la Tierra y se comportan exactamente igual que los humanos, pero que no tienen consciencia. Las fuentes de referencia de este mito no aclaran cómo es ello puede suceder, simplemente hablan de su posible existencia, de cómo es posible imaginarlos y de cómo el solo imaginarlos los hace no contradictorios, por lo que la consciencia humana debe ser algo de lo que carecen los zombis y que debe quedar fuera del mundo físico que conocemos hasta ahora. Los relatos llaman qualia a este algo más. En realidad, el mito de los zombis de Chalmers es el mito de los qualia.

Estos zombis viven su vida, algunos pagan sus impuestos, otros defraudan a Hacienda y a sus compañeros zombis. Discuten de política y de banalidades, de fútbol, de famosas y del mejor restaurante para comer; cuando se juntan zombis machos hablan de zombis hembras, mientras las hembras se quejan de sus zombis machos y los gays se quejan entre ellos; a veces se tratan con respeto, a veces son hostiles, a menudo se llaman inconscientes unos a otros. Algunos se dedican a la ciencia y otros, a la Filosofía. Hablan mucho de sí mismos e investigan su propio cuerpo, cerebro incluido. Desarrollan teorías sobre la mente, el libre albedrío, los sentimientos y sobre su propia consciencia. Pero, por alguna razón desconocida y que los relatos de Chalmers no aclaran, no son conscientes.

El Sócrates de los zombis realmente no sabía nada. Estos pobres demonios se creen conscientes, pero no saben que no lo son. Parece que los relatos de Chalmers nos describen unos seres muy extraños, pero acaso, y sin saberlo el propio Chalmers, simplemente nos están describiendo a los seres humanos.

Entrada relacionada: Un mundo de zombis.

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Hace cinco años en el blog: Los sesgos cognitivos (2).
Hace tres años en el blog: Los mitos de la razón.
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viernes, 11 de noviembre de 2016

Mañana toca Escépticos en el Pub: He cogido frío... ¡Has cogido un virus!

Para el sábado 12 de noviembre hemos pedido al doctor Vicente Baos (@vbaosv) que nos aclare ciertas ideas y conceptos erróneos que reviven especialmente en esta época en torno a los catarros, gripes y otras infecciones. Nos explicará, entre otras cosas, que cuando uno se resfría no es que haya “cogido frío” sino que ha cogido un virus. O que se puede tener una calentura sin haber tenido fiebre. O que la vacuna de la gripe no nos puede contagiar la enfermedad. Estos y otros mitos se analizarán desde la ciencia.

Vicente Baos (@vbaosv) es médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Ejerce en un Centro de Salud de la Comunidad de Madrid. También es miembro de la Red de Expertos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) y de la European Medicines Agency. Ha escrito varios libros sobre el uso de medicamentos y la automedicación. Tiene un blog llamado “El supositorio”, y es uno de los impulsores de la iniciativa “No sin evidencia” en contra de los tratamientos que no hayan demostrado eficacia. Es miembro de ARP-SAPC y de Círculo Escéptico.


Como siempre, la entrada es libre y gratuita. Durante la realización de esta actividad cultural está permitida la presencia de menores de 18 años, siempre que no consuman bebidas alcohólicas, y de los menores de 16 años si están acompañados por uno de sus padres o tutor. Os esperamos en el Moe Club, en Alberto Alcocer 32, el sábado 12 a las 19:00.

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Hace cinco años en el blog: Una voz sensata y otra no tanto.
Hace tres años en el blog: Evidencias de la educación como señal (1).
Y también: Evidencias de la educación como señal (2).
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martes, 8 de noviembre de 2016

De números y malas filosofías en el ojo ajeno

Parte I. De números

Tenemos un problema con el infinito. No ya que no lo concibamos, sino que no lo podemos siquiera tocar, escribir o señalar. Con el infinito grande podemos hacernos algunos trucos. Por ejemplo, hacer que el intervalo abierto (0, 1), que no incluye el cero ni el uno, esté en correspondencia con los números reales positivos. Entonces, si dibujamos el intervalo y si ponemos la punta del lápiz sobre el 1 nos podemos hacer a la idea de estar tocando el infinito, pero requiere un poco de imaginación.


Para el infinito pequeño las cosas son más difíciles. A pesar de que siempre podemos elegir dos números que estén muy cerca el uno del otro, más cerca que cualquier cantidad ridículamente pequeña que se nos ocurra, siempre estarán separados por una distancia positiva. Por eso siempre encontramos algún número racional entre cualesquiera dos irracionales y algún irracional entre dos racionales, a pesar de que haya en total muchísimos más irracionales que racionales (de hecho, hay un grado de infinito más). Y es que los números parecen no existir o, por lo menos, no estar definidos, hasta que interactuamos con ellos, cual partículas elementales del mundo cuántico.

Resultado de imagen de irrational numbers

Hemos interactuado con millones de números, pero nos faltan infinitos con los que interactuar. Nuestro modelo de números es tal que la definición de cualquier número cabe en él, pero también tal que nunca los definirá a todos. Podemos definir el cuatro, la raíz cuadrada de dos, pi,…, pero nunca todos. El modelo es recursivo y por eso, tras definir el uno y definir lo que significa “siguiente de”, podemos llegar al cuatro como el siguiente del siguiente del siguiente del uno. Y así llegamos a todos los naturales y, definiendo la resta, a los enteros. Luego definimos los racionales, dividiendo enteros, operación esta que también podemos definir. Luego llegan los irracionales, que son todos los números que se pueden definir como límites de secuencias de racionales, secuencias que se definen de manera recursiva. Y ahí está la recursión, que nos garantiza el poder definir cualquier número real, pero que nos deja la pesada carga de tener que hacerlo cada vez que queremos tocar uno nuevo.


Parte II. Las malas filosofías en el ojo ajeno

-Entonces, ¿existen o no esos números con los que no hemos interactuado todavía?
-Sí y no. Sí, si a tu definición de existir le basta la demostración de existencia de una secuencia aún sin encontrar la secuencia. No, si demandas su construcción.


-Entonces, ¿cuál es la verdadera noción de existencia cuando hablamos de números?
-La primera, si quieres que existan todos los números, aún los no interactuados. La segunda, si quieres que no.

-Entonces, ¿qué debo querer?
-Que existan, si quieres ventilar pragmáticamente un asunto que no tiene ninguna trascendencia para las matemáticas ni para sus aplicaciones. Que no existan, si quieres ponerte a filosofar a lo Sócrates, metiendo el dedo en el ojo solo por fastidiar.

-Entonces, ¿debo querer filosofar?
-Sí, si lo haces para poner en orden algún pensamiento relevante. No, si tu idea de la Filosofía es meter el dedo en el ojo solo por fastidiar.


-Entonces, ¿qué es lo relevante?
-Desde luego, no andar metiendo el dedo en el ojo ajeno. Antes inténtalo en el tuyo propio.

-¿No me dolerá?
-Seguramente, y además de ser irrelevante, también te dolerá que a nadie le importare un carajo.

-¿Importaba un carajo cuando metía el dedo en el ojo de los demás?
-Solo importaba la pérdida de tiempo de los demás.

-¿Entonces…? ¡Shh!
-“Pérdida de tiempo” he dicho.

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Hace cinco años en el blog: Problemas existenciales.
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sábado, 5 de noviembre de 2016

La economía tras el piso de Espinar


Hemos leído la noticia del piso de Espinar. Hemos leído sobre la ética del asunto y sobre sus ajustes al derecho y a la coherencia política (aquí, por ejemplo). Pero no hemos leído, por lo menos yo, sobre el trasunto económico del caso. Para eso está este bloguero, tu economista escéptico de cabecera.

La cuestión es la siguiente:
  1. Hay gente necesitada de una vivienda.
  2. Los poderes públicos deciden subvencionar la compra de vivienda a quien cumpla ciertos criterios.
  3. Una persona cumple los criterios, compra la vivienda subvencionada, y luego la vende, ganando en el camino.
¿Hay algo de malo en todo ello desde el punto de vista económico? El moral lo dejo para cada uno y el legal para los juristas.

Con la subvención de la vivienda se quiere avanzar en el compromiso constitucional de garantizar una vivienda a cada ciudadano. Si alguien no puede pagarla, se le ayuda. El economista no se mete en qué fines quiera establecer una sociedad, sino en los medios económicos adecuados para estos fines. ¿Por qué subvencionar una vivienda en lugar de dar el dinero de la subvención para que se gaste en lo que quiera el ciudadano? Si el ciudadano se lo gasta en otra cosa será porque juzga que esa otra cosa es todavía más perentoria que la vivienda. El dinero puede estar mejor empleado en completar una educación si lo de vivir bajo techo se arregla con la casa de los padres o compartiendo un piso de alquiler entre unos cuantos. Si queríamos subvencionar la vivienda por ser un bien de primera necesidad, ¿no subvencionaríamos algo que según el propio ciudadano es de más necesidad todavía?

Hay varias bifurcaciones en esta cuestión. La primera sería decir que no, que el ciudadano no sabe bien lo que quiere, y que se lo gastará en vino, y que nuestro paternalismo nos impide darle esa libertad. Mi ejemplo favorito es el de los ejidatarios tras la Revolución Mexicana a quienes se dio tierra, pero no libertad para negociar con ella. Sin poder venderla, este recurso valía menos e impedía que los campesinos medrasen vendiendo la tierra para invertir en algo más productivo, como un negocio o la educación de sus hijos. Al Estado no le cuesta ni más ni menos el dar esa parcela con o sin el derecho a venderla, como a la Comunidad de Madrid no le cuesta más ni menos la subvención al piso si posteriormente se vende con lucro o no.

La segunda bifurcación tiene que ver con la identificación de quien necesita el bien meritorio, la vivienda en este caso. Si los poderes públicos pudieran identificar correctamente quién necesita la vivienda según su ideario, no debería haber ningún problema con otorgarle completa libertad para que hiciera lo que tuviere a bien con ella. Pero eso no siempre es posible. En la adjudicación de las viviendas los poderes públicos establecen una serie de requisitos que solo acotan el colectivo objeto del programa de ayudas de manera aproximada. Si hemos acotado bien, es la idea, pocos preferirán un uso distinto que el habitarla. En los casos que hemos acotado mal prevalecerá en mayor abundancia el incentivo al otro uso. Para desanimar a estos últimos se limita la disponibilidad de esa propiedad para su posterior venta.

Una buena regulación del programa de viviendas deberá sopesar todo lo anterior. No voy a entrar en si el actual al que se acogió Espinar es el mejor posible (respuesta: a mi juicio, no), sino en que el programa tiene unos objetivos y una reglamentación que solo de manera aproximada consigue el objetivo. Habrá huecos y habrá quien se cuele en los huecos del reglamento.

La Economía está para ayudar a diseñar un sistema mejor y para prever las consecuencias de tener un sistema u otro. Con el actual tenemos la consecuencia que ya hemos visto.

La Economía también está para ayudar a entender en dónde poner responsabilidades y atinar en la coherencia de las consideraciones éticas y legales. Por ejemplo, se ha dicho que la acción de Espinar al vender su vivienda y lucrarse (no mucho, la verdad) es inmoral en sí misma. Creo haber argumentado que no lo es, que una presunta inmoralidad únicamente debería sustentarse en el hecho de si había accedido o no a la vivienda subvencionada cuando no la necesitaba (y otros la necesitaban más que él, según el criterio moral que subyace al programa de subvenciones), más aún si es un político que como todo político (y no solo los de la nueva política) debe parecer honrado además de serlo. No digo nada si se ha accedido de manera fraudulenta o si se han dicho mentiras, porque ahí no habría debate.

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Hace cinco años en el blog: Problemas existenciales.
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jueves, 3 de noviembre de 2016

El gasto público y la desigualdad de renta en los países en desarrollo (2)

Esta es la segunda parte de la versión en español de mi artículo de octubre en Mapping IgnoranceDebe leerse la primera parte para entender esta.


Hay unas cuantas cuestiones que los autores tienen que resolver sobre los estudios que usan en su meta-análisis. Para incluir un trabajo, este debe proveer suficiente información estadística para poder usar sus datos en los nuevos cálculos. Luego está el sesgo de publicación, puesto que es posible que los trabajos muestren que cierto tipo de relaciones son más fácilmente publicables. Finalmente, se deben detectar las fuentes de heterogeneidad para realizar los controles adecuados. Por ejemplo, para medir la desigualdad, algunos estudios usan el índice de Gini mientras que otros usan la parte de la renta que corresponde al 10% más pobre.

El meta-análisis encuentra que, en general, el gasto gubernamental reduce las desigualdad de renta, pero, y esto es importante, el tamaño del efecto depende de cómo se mide esta desigualdad. Los efectos son mayores cuando uno mira a la parte de la renta del 10% o del 20% más rico, y son más débiles cuando se mira a la parte que corresponde al 10% o 40% más pobre. Si se mira el índice de Gini el efecto se queda a medio camino de las anteriores medidas. Esto favorece la hipótesis de que la mayor parte del efecto redistributivo se debe a políticas que transfieren rentas de los ricos hacia las clases medias.

Los autores encuentran algunos resultados inesperados que pueden ayudar a futuras investigaciones. Primero, muestran que hay poca evidencia de que el periodo de tiempo cubierto por las muestras usadas en las estimaciones implique una gran diferencia en los resultados. Lo mismo ocurre con la inclusión o no de países desarrollados. La excepción más importante ocurre cuando los estudios se centran en el gasto social, donde las estimaciones que usan datos más recientes muestran una relación más negativa con la desigualdad. Segundo, encuentran que los estudios que usan la técnica econométrica más simple de OLS (mínimos cuadrados ordinarios, por sus siglas en inglés) tienen una tendencia a sobreestimar la contribución del gasto público en la reducción de la desigualdad, comparado con técnicas analíticas más robustas, como los métodos de datos de panel y las estimaciones con variables instrumentales. La aplicación de las herramientas econométricas para estudiar el riesgo de sesgos (Duvendack et al., 2012 [8]) encuentra que, efectivamente, los estudios que usan OLS quedan clasificados como de “riesgo medio de sesgo”. Finalmente, tras un primer estudio de los datos, usando técnicas de gráfico de embudo (funnel plot) los autores encuentran que la distribución de resultados es suficientemente simétrica, lo que constituye una indicación de ausencia de sesgo en las publicaciones. Sin embargo, un estudio más completo encuentra alguna evidencia de que las estimaciones positivas entre el gasto público y la reducción de la desigualdad de renta están infrarrepresentadas en la literatura. Si esto es debido a una tendencia a no publicar resultados a no ser que sean muy significativos o a la existencia de un sesgo ideológico no está claro. Para añadir más confusión, el sesgo es el contrario cuando los estudios se centran específicamente en gasto social.

He aquí cómo los autores resumen sus conclusiones finales:
En términos de una asociación general entre el gasto público y la desigualdad de renta, tras controlar por el sesgo de publicación, encontramos que la respuesta depende mucho del tipo de gasto que se considere y de la medida de desigualdad empleada. Los resultados muestran alguna evidencia de una relación negativa moderada entre el gasto público y la desigualdad de renta, que es más fuerte para el gasto social y cuando se usa el índice de Gini o la proporción de renta de los más ricos como medida de desigualdad. Es importante reconocer, sin embargo, que tanto el tamaño como la dirección de la relación estimada se ve afectada por un número de factores. Esto hace difícil poder decir si hay o no una fuerte asociación en general entre un tipo particular de gasto público y la desigualdad de renta. A pesar de que en este estudio hemos podido identificar algunos de los factores que influyen en el tamaño y en la dirección de la relación, está claro que hay mucha heterogeneidad que queda por explicar.
Referencias

8. Duvendack, M.; Hombrados, J.; Palmer-Jones, R., y Waddington, H. 2012. Assessing ‘What Works’ in international development: meta-analysis for sophisticated dummies. Journal of Development Effectiveness 4(3), 456–471.

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Hace cinco años en el blog: ¿El comienzo de la cordura?
Hace tres años en el blog: Mi libro Economía y pseudociencia.
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