martes, 30 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. El Hombre Flotante de Avicena. (Reposición)

Ilustración moderna del Hombre Flotante

Durante su tiempo preso en el castillo de Fardajan, Avicena describió el mito del Hombre Flotante, que pertenece al grupo de mitos llamados experimentos mentales. El Hombre Flotante es un simple mortal que llega a la existencia completo y adulto, pero que lo hace flotando en el vacío, sin recibir información de ninguno de sus sentidos. No puede ver, ni oler, ni oír. Tampoco puede sentir sus extremidades o parte alguna de su cuerpo, ni siquiera sus latidos. Privado de sensaciones, de recuerdos y de nada sobre lo que hacer valer su imaginación, el Hombre Flotante solo puede pensarse a sí mismo y en eso pasa su existencia.

Recuerda a otro mito de mortales que viven en la ignorancia y la oscuridad, como los habitantes en el Mito de la Caverna, pero sin que esté clara una conexión directa entre ambos. Sí parece haberla, en cambio, con el mito del Genio Maligno de Descartes, mucho más tardío. Ambos intentan sentar una certeza que pueda sobrevivir a cualquier duda: la existencia de la consciencia o del pensamiento. En el caso del Hombre Flotante, la certeza viene dada al existir el pensamiento incluso si en la mente no hay nada previo a él. En el mito de Descartes, aparece a pesar del Genio Maligno, que confunde los pensamientos de los mortales y que aún así preservan la certeza de pensar.

El mito de una mente encerrada en sí misma es recurrente en la literatura. Son muchos los textos que, aunque no tienen sus orígenes en el Hombre Flotante, sí en cambio comparten la confusión de los sentidos y del entendimiento. Así, tenemos al hombre que soñaba ser una mariposa o mariposa que soñaba ser hombre (Zuangzi), al prisionero para quien la vida es sueño (Calderón de la Barca), a la consciencia traspasada de un ser humano a una máquina sin conexión con el mundo externo (Stanislaw Lem), el mundo de las películas de Matrix o la ballena de la Guía del Autoestopista Galáctico (Douglas Adams), aparecida toda ella por fluctuación cuántica a kilómetros de la superficie de un planeta, pero no flotando, sino con el tiempo justo para disfrutar la experiencia de estar cayendo a algo que en su proto-lenguaje decidió llamar suelo, su certeza.

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domingo, 28 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. El Demonio de Maxwell. (Reposición)

Al Demonio de Maxwell siempre se le representa pegado a su puerta
y jugando a dejar pasar partículas de un lado a otro.

A semejanza de otros demonios o demiurgos, como el Demonio de Laplace, el Relojero Ciego o el Subastador Walrasiano, es un ser de grandes poderes que, a pesar de su materialismo, se antojan sobrenaturales. El Demonio de Maxwell vive pegado a una puerta microscópica y posee unas dotes de observación con las que detectar moléculas que se mueven rápidamente, con mucha energía. Cuando una de esas moléculas se acerca a la puerta, Maxwell la abre para que pueda pasar, siempre en la misma dirección, de izquierda a derecha, por ejemplo. De esta manera, del lado izquierdo hay cada vez menos moléculas energéticas y más en el lado derecho.

No parece un gran portento hasta que nos damos cuenta que la cantidad de moléculas energéticas es lo que produce la temperatura de un ambiente. El Demonio de Maxwell consigue que el calor (la energía de las moléculas) pase del ambiente con menos temperatura al que tiene más. Esta derrota mítica que el Demonio inflige a la Termodinámica, acostumbrada a que nadie desobedezca sus leyes, es su gran poder.

Relatos posteriores reflexionan sobre el poder del demonio que, al encontrar una trampa en las leyes de la Termodinámica, cambia su carácter universal para hacerlas estadísticas, haciendo que sus principios sean más bien sugerencias. Los abogados y contables de la Termodinámica, por su parte, rechazan ninguna violación, pues el propio Demonio de Maxwell debe someterse a las reglas: ¿de dónde saca la energía para detectar las moléculas y abrir la puerta, más cuando sobre esta puerta están empujando en la otra dirección cada vez más moléculas? Lejos de burlar la ley, el demonio sucumbe a ella.

Como pasa con muchos otros mitos, aparece en leyendas ajenas a sus altares, y con un significado normalmente tan alterado que solo conserva algunas analogías del original. Así, lo podemos ver deambulando por los escritos de Henry B. Adams, encarnado en forma de ejércitos que impiden a la diosa Historia llegar a su equilibrio, o por la Sociología en los textos de Pierre Bordieu, impidiendo que las aulas se llenen de escolares de clases menos pudientes.

El mito tiene también su parte lúdica, y aparece como personaje en forma de máquina en la saga Ciberíada del trovador Stanislav Lem. En este relato el Demonio de Maxwell usa su poder de detectar partículas para extraer la información del Universo al deducir el pasado. Todavía interviene en una leyenda más, "La subasta del lote 49", que conocemos gracias a Thomas Pynchon. En ella el Demonio es usado para intentar fabricar una máquina de movimiento perpetuo.

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Hace cinco años en el blog: ¿Quién entiende a Vargas Llosa?
Hace tres años en el blog: Into Darkness.
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viernes, 26 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. La Mano Invisible. (Reposición)

Una referencia cultural moderna al mito de la Mano Invisible

En ese gran relato que es “La riqueza de las naciones” de Adam Smith se encuentra la referencia a este mito en la forma que nos ha llegado hasta ahora. Hubo otras alusiones en las obras anteriores, pero en contextos muy distinto. Emparentada con el Subastador Walrasiano, de aparición posterior, la Mano Invisible tiene poderes fantásticos, en la línea de demiurgos o demonios típicos de la mitología científica (pensemos en los casos del Relojero Ciego, el Demonio de Laplace, el Votante Mediano o el propio Subastador Walrasiano), aunque no llega a ser un personaje, sino solo una parte del cuerpo, como en el caso de la Mano Derecha y sus Reglas.

Los poderes legendarios de la Mano Invisible consisten en disciplinar el egoísmo de los mortales y transformarlo en una fuerza de progreso económico y social. La Mano guía las interacciones a través de la competencia y produce el efecto deseado. No es el único mito que interviene en el egoísmo, sin embargo, puesto que a este mito se le opone el de los Prisioneros del Dilema, que ilustra una fuerza contraria, donde el egoísmo no se logra disciplinar y los mortales acaban siendo Hombres-Lobo para el Hombre, según continúan algunas leyendas.

El mito de la Mano Invisible ha sido frecuentemente malinterpretado de dos maneras. La primera olvida su mito antagonista de los Prisioneros del Dilema e interpreta la Mano Invisible como la única representación del egoísmo en las sagas económicas. La segunda se refiere a los lugares donde legendariamente habita. La única lectura posible del mito es que se encuentra en la interpretación de los modelos científicos, como es el caso de los ya mencionados Relojero Ciego o Demonio de Laplace. Sin embargo, lecturas descuidadas lo colocan en la construcción del propio modelo, como ocurre en los casos del Subastador Walrasiano o del Votante Mediano.

La invisibilidad de la Mano ha dado lugar a una serie de secuelas jocosas del mito, en las que se la hace protagonista de toda suerte de desventuras, desde su no existencia hasta ser el fantasma que está detrás de cualquier robo o abuso de poder en los mercados.

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Hace cinco años en el blog: Deuda y déficit.
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miércoles, 24 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. La Habitación China. (Reposición)


La mitología científica es abundante en personajes y en objetos, no así tanto en lugares, que aparecen, sobre todo, en las sagas filosóficas. La Habitación China se nos presenta como un lugar cerrado al que solo hay acceso por una ventanilla. Dentro se encuentra un mortal que no sabe la lengua china y un gran número de pliegos con instrucciones para responder a preguntas realizadas en chino con una selección de ideogramas de esa lengua. Por la ventanilla se entregan preguntas escritas, a las que el mortal responderá siguiendo las instrucciones de los pergaminos y sin poder saber el significado de los ideogramas de las preguntas o respuestas.

A primera vista la Habitación China es una simbiosis de habitación y mortal, por lo que la relevancia de ser uno de los pocos mitos referidos a un lugar queda matizada. Sin embargo, los dos elementos de la simbiosis no están a la par. El mortal puede ser sustituido por cualquier otro, pero la habitación, con sus incontables hojas de instrucciones, no. El pobre mortal, según el mito, no sabrá chino, pero gracias a las instrucciones podrá aparentarlo. Este mito pretende ser una alegoría de la imposibilidad de la inteligencia o consciencia de las máquinas artificiales, que podrán aparentar sin ser, y se une a otros mitos que tratan de colocar la consciencia por encima del mecanicismo del mundo.

La mitología científica se deshizo de seres sobrenaturales y de lugares fuera del universo. Aceptando esto (por lo menos, en apariencia), algunas mitologías filosóficas todavía guardan añoranza por la trascendencia, aunque ahora dentro del propio universo y dentro del propio ser humano. Se diría que, tras dejar la ciencia al mundo sin dioses, quisieran mitigar la soledad de los mortales otorgándoles una mente que no fuera de este mundo. Ocurre en este mito de la Habitación China, pero también en otros, como el de los Zombis de Chalmers o en el mito de los Qualia.

El mito es reciente, y está referido por primera vez en la obra de John Searle. Su difusión no muy amplia, y de hecho, la que ha tenido es debida más a las diferentes interpretaciones que señalan la debilidad del mito, ya que primero supone que se puede conversar en chino sin saber chino, pero siguiendo instrucciones que no implican saberlo, para luego concluir que entonces no se sabe chino.

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lunes, 22 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. La Manzana de Newton (y también sus gigantes). (Reposición)

No siempre se trata el mito de la Manzana de Newton con seriedad

Se cuenta que la Gravedad dejó caer una manzana en el momento de la siesta de los mortales. Newton, que no dormía, sino que apacentaba un rebaño de gigantes mientras estaba sentado en el jardín a la sombra de un árbol, alcanzó a verla. Se acercó y encontró una nota en la manzana que decía “Para el más sabio”.

“Ese soy yo”, pensó Newton, y sin nadie alrededor que le disputara el título comenzó a pensar sobre la caída de la manzana y la nota. “Es natural que los cuerpos caigan, ¿por qué se destina a un sabio una manzana caída?, ¿qué reflexión requiere este hecho?”. Conocía bien los movimientos de los cuerpos, pero estas preguntas le hicieron subirse a los hombros del gigante Galileo para platicar con él.
-Galileo, ¿por qué caen los cuerpos terrestres?
-Nadie lo sabe. Podemos medir su caída según la ley de los cuadrados que, humildemente, he descubierto, pero no podemos ir mucho más allá.
-Pero tú mismo fuiste más allá.
-Es cierto, pude medir también cómo se componía el movimiento de la caída con un impulso horizontal. Una bala de cañón así disparada seguiría una parábola. ¿Qué? ¿es o no es gigantesca mi humildad?
-Sin duda, pero eso es así en una Tierra plana, una simplificación para las distancias cortas. ¿Cuál sería la trayectoria precisa si tuviéramos en cuenta la curvatura de la Tierra?
-Es una buena pregunta para la que no tengo respuesta.
Tras el diálogo, Newton reflexionó. “Es natural querer saber por qué caen los objetos estudiando los que caen, el más sabio debe ir más allá y estudiar los que no caen. En la diferencia debe encontrarse la clave”. Animado por sus pensamientos saltó con aparente facilidad hasta posarse sobre los hombros de Kepler.
-Johannes, ¿por qué no se caen los planetas?
-Nadie lo sabe. Podemos medir sus órbitas elípticas según las leyes que humildemente y en mi gigantez he podido descubrir, pero no sabemos mucho más.
-Así es, pero tus leyes son complicadas y abstrusas. Áreas iguales barridas en tiempos iguales, cuadrados de años relacionados con cubos de distancias medias,... ¿Qué les hace moverse de esa manera?
-Es una buena pregunta para la que no tengo respuesta.
De gigante en gigante anduvieron las tribulaciones del joven Newton hasta que por fin desarrolló su famoso cálculo diferencial que más tarde le obligaría a batallar con Leibniz en combate singular y con el que pudo responder ambas preguntas: “¡Todo concuerda! ¡La curva de la pregunta a Galileo es la elipse de Kepler y la respuesta a la pregunta a Kepler es la composición de los movimientos de Galileo!”.

Al contrario de lo que sucede en las mitologías religiosas, donde abundan el desorden mental y la discordia, (sin salir de las figuras manzaniles, piénsese en la de Adán y Eva o en la que causó la guerra de Troya) las narraciones y principia de Newton son un buen ejemplo de cómo la mitología científica busca poner orden, en este caso unificando los cielos y la Tierra en una única cosmología con esta leyenda que se puede llamar Manzana de la Concordia.

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Hace cinco años en el blog: El extraño viaje del líder a Madrid.
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sábado, 20 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. El Eslabón Perdido. (Reposición)

El Eslabón Perdido aparece con frecuencia en la cultura popular moderna

Al contrario de lo que el nombre parece indicar, no se trata de un objeto, sino de un ser, medio humano medio mono, que debía estar presente para completar los ciclos darwinianos. Recuerda a la leyenda del judío errante de la mitología cristiana, otro ser que también debe existir en algún lugar del mundo, pero al que nunca se encuentra.

Al contrario también que otros personajes de la mitología científica, este ser no tiene ningún poder sobrenatural, antes bien su originalidad reside justamente en hacer desaparecer las intervenciones sobrenaturales de la cosmogonía científica. En un comienzo el Eslabón Perdido es conjeturado por los mortales, quienes lo buscan en las entrañas de la tierra, donde debería estar escondido en un laberinto de estratos y fósiles. La búsqueda dura décadas e incluye varios fracasos, como el hallazgo del llamado Hombre de Piltdown, personaje destinado a engañar a los humanos haciéndose pasar por el Eslabón Perdido. La burla dura varios años, pero tras ser descubierta la búsqueda continua. Finalmente se produce el encuentro con la sorpresa de no uno sino de muchos eslabones perdidos, algunos de los cuales no lo son entre los monos y los humanos actuales, sino que muestran la existencia pasada de otras especies de humanos. Esta manera de completar y aumentar la cosmogonía se muestra como un gran triunfo de la humanidad.

Como suele suceder con las mitologías científicas de carácter cosmológico, existe también una corrupción de su relato y de su sentido en las mitologías religiosas, en particular en aquellas basadas en la literalidad. En esta ramificación de la historia el Eslabón Perdido nunca es encontrado, a pesar de que las leyendas literalistas narran los mismos hallazgos que las científicas. La manera de integrarlos en su propia cosmología es, sin embargo, muy distinta, y es consiste en repetir un rezo tras cada aparición: “Hallazgo B que nos quieres hacer creer que eres el eslabón entre A y C, si así lo fueras tu presencia nos hablaría de otros dos eslabones, uno entre A y B y otro entre B y C. Renegamos de ti y confiamos en nuestro señor el Diseñador Inteligente para que nos libre de tal contradicción así como de la tentación de creerte hallado. Así sea por los siglos de los siglos”.

jueves, 18 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. El Velo de la Ignorancia. (Reposición)

Imagen del Velo de la Ignorancia

Este mito filosófico guarda ciertas resonancias con el de los comedores de la flor del olvido de la mitología griega, pero debe descartarse toda influencia, pues no se conocen leyendas de transición entre ambas. Sabemos de este objeto fantástico por los escritos de Rawls, quien le dedicó tanto espacio que el mito tiende a identificarse con el autor. En resumidas cuentas, el Velo de la Ignorancia hace olvidar a cada mortal cuál es su papel en el gran teatro del mundo, tapándoles los ojos para que no lo vean. Reunidos todos los mortales en este estado de ignorancia primordial se les hace sujetos de un debate en el que deben elegir qué obra representar. El trasunto del mito es mostrar cómo la sociedad que los humanos decidieran en estas circunstancias sería justa y sin desigualdades o, por lo menos, con muy pocas de ellas. Cada actor temería tener el papel de pobre, así que votaría por una obra sin ellos.

En la versión de Rawls los mortales son extremadamente aversos al riesgo, lo que le permite enlazar este mito con su concepción particular de la justicia, donde la sociedad A es más justa que la B si el individuo peor tratado en A está mejor que el peor tratado en B. El temor pánico de ser ese peor tratado ciega a los humanos del mito para no ver qué tal son tratados el resto de los individuos de ambas sociedades. Esta ceguera podría haber desarrollado otros velos de la ignorancia, haciendo más prolijo el relato. No es el caso en las versiones rawlsianas, y cuando sí son desarrollados, lo son en la transferencia de este mito desde las sagas de la Filosofía de la Justicia de Rawls y sus seguidores a las de la Economía y de la Filosofía Empírica. En estas nuevas derivaciones, los humanos siguen bajo los efectos del Velo de la Ignorancia original, pero ven más allá de lo que le ocurre al individuo peor tratado, mostrando que es posible que la sociedad A sea preferible a la B aunque el más pobre de A sea más pobre que el más pobre de B si los demás individuos en A están mejor que los de B. Los humanos, entonces, pueden asumir el riesgo de vivir en A.

La distinción entre estas dos ignorancias como contraposición a la miopía de la versión original hace decir a Joshua Greene que Rawls abusó del principio moralizador del Velo de la Ignorancia para hacerle decir lo que el mito no mostraba, sino lo que decía su propia idea de la justicia.

Los mitos económicos asimilables al Velo de la Ignorancia son sumamente abundantes al incluir distintos grados de ignorancia con los que adaptar el mito a sus necesidades. El criterio de eficiencia ex-ante se corresponde con el Velo de la Ignorancia, pero a él se añaden los criterios de eficiencia ínterin y ex-post. En el primero se revela parte de la información sobre su papel a los humanos y en el segundo se revela toda ella. A pesar de su fecundidad, no son bien conocidos fuera de los ciclos económicos, tal vez por el hecho de que, haciendo honor a su título de ciencia lúgubre, la Economía ha rechazado en este caso el uso de narraciones en tono de epopeya, con su lenguaje poético y atractivo, para en su lugar hablar meramente de “tipos” al referirse a los individuos con distinto grado de información. El desarrollo del mito de las Tribus Morales, relatado por Joshua Greene y que apela a sentimientos primitivos y universales, pudiera tener más éxito en su difusión.

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martes, 16 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. La Mano Derecha y sus Reglas. (Reposición)


Todas las mitologías, además de hacer referencia a seres portentosos, a lugares utópicos y a objetos con propiedades mágicas, dedican historias y alegorías a distintas partes del cuerpo de algún personaje, o incluso a partes de cuerpo sin personaje (una sonrisa sin gato no es tan extraña como decía Alicia). Así, en la mitología griega tenemos como ejemplo el Talón de Aquiles; en la cristiana, el Santo Prepucio; en la judía, la Melena de Sansón; en la periodística, la Garganta Profunda; el Ojo de Sauron en la tolkiana, y así sucesivamente. Entre las partes del cuerpo más mitificadas está la mano, como bien evidencian las leyendas de la Mano de Dios, la Mano Negra, la Mano de la Familia Addams o la Manu Militari.

Los relatos de la ciencia no son ajenos a esta tendencia. Además de la famosa Mano Invisible están las Reglas de la Mano Derecha, mito que comienza con los escritos de John Ambrose Fleming, un ingeniero que recopiló o inventó la primera narración conocida sobre esta interesante leyenda. Se cuenta cómo la mano derecha, recogidos los dedos meñique y anular y extendidos los demás, consigue simular una pequeña realidad, un mundo en sus manos (no confundir con el mito homónimo de las sagas hollywoodienses, con el que no guarda relación). Se trata de la generación de electricidad. Si el pulgar señala la dirección en la que se mueve un conductor en un campo magnético cuya dirección marca el índice, entonces la corriente eléctrica inducida se mueve en la dirección del dedo corazón.

Desconocida en los ciclos newtonianos anteriores, la electricidad se añade a la mitología científica y el mito de su creación recrea el origen del mundo: el campo magnético en movimiento induce una corriente eléctrica y una corriente eléctrica produce a su vez un campo magnético. Cada uno es la causa de la existencia del otro y ambos existen porque sí, como el mundo, solo por dar gusto a las simetrías de la Física.

Esta Regla de la Mano Derecha referida a los generadores finalmente viene a ser una versión particular de un mito más general y extendido: la Regla de la Mano Derecha para el producto vectorial: si el vector x está representado por el índice y el vector y por el corazón, su producto vectorial seguirá la dirección del pulgar. Véase cómo esta dirección existe en una tercera dimensión distinta a las de los vectores originales, y que debe existir porque sí, por exigencias de las Matemáticas.

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Hace cinco años en el blog: Había un hombre que tenía una doctrina.
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domingo, 14 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. El Homúnculo y el Fantasma en la Máquina. (Reposición)

Una imagen del Homúnculo sensorial

Más propiamente debería hablarse de los homúnculos, ya que se trata de una serie de leyendas en las que la naturaleza de estos seres, especie de demonios hechos a semejanza humana, se adapta a distintas interpretaciones de tal manera que podrían considerarse mitos diferentes.

Lo que une todas las leyendas sobre homúnculos es la idea de un ser que es un modelo del ser humano real. A veces es un ser creado artificialmente, a modo de Golem o de monstruo de Frankenstein, otras veces son plantas que crecen en forma de ser humano allá donde se derramó una gota de semen. Pero estas son las versiones folclóricas que acaso sirvieran de precursoras para los verdaderos mitos de la razón.

Unas sagas filosóficas que hoy se antojan bastante arcanas, conocidas como preformacionismo, hablaban de diminutos seres humanos contenidos en el esperma y que crecían dentro del cuerpo materno. Homúnculos que, de ser machos, debían contener también sus propios homúnculos y así indefinidamente o, por lo menos, debían contener suficientes generaciones como para llegar hasta el fin del mundo.

La Psicología ha desarrollado sus propias leyendas de homúnculos, que aparecen como duendecillos de miembros y rasgos deformados para hacerlos proporcionales a las zonas del cerebro humano encargadas de los aspectos sensoriales o motores de las distintas partes del cuerpo.

Los homúnculos, revoltosos e inquietos, se acaban colando en corrientes filosóficas más modernas como parte de sus ritos didácticos en sus intentos de cambiar los mitos antiguos por otros nuevos. Se trataría de caricaturizar las viejas historias de la dualidad cuerpo-mente, haciendo habitar en ellas un homúnculo que suele ser conocido con el nombre de Fantasma en la Máquina. A pesar del distinto nombre, las semejanzas entre los mitos son evidentes. Debía ser un ser humano diminuto dentro del cerebro, pero en espíritu, no en materia, y que contuviera todas las capacidades del ser humano incluida, claro está, la de contener su propio fantasma.

Imagen de El Fantasma en la Máquina

Increíblemente, este mito perdura hoy en día no solo en algunas filosofías, sino también en ámbitos ajenos a los mitos de la razón como son los religiosos. Estos, en su afán de hacerse pasar por razonables, siguen los pasos de las leyendas más antiguas para meter un homúnculo, no ya en el esperma, sino en el cigoto y sacarlo del cuerpo en el momento de la muerte.

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Hace cinco años en el blog: Hablar es gratis (2).
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viernes, 12 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. La Banda de Moebius. (Reposición)

Ilustración musical de la Banda de Moebius

Se trata de una banda o cinta aparentemente inocua, pero de propiedades e interpretaciones fantásticas. Sabemos de ella por los escritos de August Ferdinand Möbius, relator de algunas sagas matemáticas.

Para entenderla, piénsese en una cinta normal, pintada de blanco por el lado exterior y negra por el interior. Si se le da un corte transversal y se vuelve a pegar, pero habiendo dado una vuelta a un lado, la banda resultante tendrá una cara: una hormiga que camine siempre hacia adelante volverá al punto de partida. Por ejemplo, si comienza desde el lugar en que el suelo empieza a estar pintado de blanco, llegará primero al final de color blanco y comienzo del negro y en ese instante estará aparentemente al “otro lado” de donde estaba al inicio de su andadura, después de haber dado también aparentemente una vuelta a la banda. Si sigue andando volverá al lugar de partida, habiendo caminado siempre por el mismo lado y habiendo tenido que dar dos vueltas aparentes, y no una, para regresar al mismo sitio.

Una hormiga recorriendo la Banda de Moebius
(o una banda de hormigas quietas)

La hormiga de la historia según el canon de los dibujos de Escher es tridimensional y camina sobre la banda. Esta imagen, sin embargo, no es correcta. La verdadera banda es una superficie, con solo dos dimensiones, y no podría ser pintada de dos colores. Un ser de también dos dimensiones se desplazaría dentro de la banda, no caminaría sobre ella. Piénsese que la cinta original se compone de dos láminas y que el espacio entre las dos, sin grosor, por ser bidimensional, es la banda de Moebius. Un monigote bidimensional con un corazón dibujado en su parte izquierda que desplazáramos por ese espacio primero llegaría al final de lo que en la hormiga era la primera vuelta aparente, pero que para él será real, puesto que no estará del “otro lado”, sino en el mismo lugar de salida, pero con el corazón a la derecha. Tendría que dar otra vuelta para recuperar su orientación original. Si el universo fuera el equivalente a una banda de Moebius en tres dimensiones, un humano que le diera la vuelta volvería invertido, como reflejado en un espejo.

La verdadera banda de Moebius es 
el espacio bidimensional sin grosor 
entre las dos láminas aparentes cuando están pegadas

Las referencias a este mito abundan en los relatos científico-fantásticos. Podemos destacar entre ellas las siguientes:
  • Martin Gadner, en su relato No-sided professor, nos refiere una Banda de Moebius a la que se da una vuelta más de tuerca con el resultado de crear una banda sin ninguna cara.
  • En The wall of darkness, Arthur C. Clark nos habla de un planeta dividido por un muro impenetrable y de dos habitantes que quieren conocer lo que hay al otro lado, pero el muro es una banda de Moebius y tanto el otro lado como este son el mismo lado.
  • J. Deutsch cuenta la historia de un tren subterráneo, llamado Moebius, cuyo recorrido es tan intrincado que acaba desapareciendo en otra dimensión.
  • Roger Zelazny, en Doorways in the sand, nos describe la máquina Rhennius, que contiene una banda de Moebius y que invierte los objetos que pasan a través de ella. Uno de los personajes de la obra pasa por el proceso de inversión y acaba, cómo no, con el corazón a la derecha, hecho que le permite sobrevivir a un disparo que apuntaba al lado del corazón.
Hay más referencias, y podemos seguirlas pacientemente, recorriendo paso a paso el mito de la Banda de Moebius, pero el lector sabrá perdonar que no las enumere todas, porque al final volveremos irremediablemente al punto de partida tras un número par de vueltas.

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miércoles, 10 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. El Barco de Teseo. (Reposición)

El Barco de Teseo, con piezas cada vez más modernas

En la mitología griega, después de matar al Minotauro, Teseo regresa al hogar en su barco. Al hacerlo, no solamente se aleja de Creta, sino que se desplaza de mitología y acaba en las sagas filosóficas de los mitos de la ciencia. No él, empero, sino su nave.

Se trata de un barco que, en los años de su vida, ha visto reemplazar cada una de sus partes, hasta el punto que no queda en él ni una tabla original. La obsesión por encontrar esencias y verdades inmutables, creó este mito relacionado con el problema de la identidad. ¿Es el barco el mismo o es otro tras haber cambiado todas sus piezas? Si bien en los comienzos de la Filosofía esta actitud era razonable, resulta asombrosa su pervivencia hasta épocas recientes. Las dos tradiciones, una que sostenía que el barco era el mismo y otra que decía lo contrario, se mantienen vivas tras cambiar de nombre, de lenguaje y de imágenes.

Del Barco de Teseo se pasa al río de Heráclito, al calcetín de Locke (¿cuántos remiendos hasta que deje de ser el mismo?) y a la navaja del abuelo (¿se puede cambiar la hoja y luego el mango sin dejar de ser la misma hacha?). Solo con en el enunciado de las distintas imágenes en que ha derivado el Barco de Teseo se pueden observar dos cosas: primero, que a medida que avanza el tiempo el mito deja de ser tomado en serio cada vez por más gente, y, segundo, que para quien se lo siga tomando en serio se abre el nuevo problema de dilucidar si el mito del calcetín de Locke sigue siendo el mismo mito que el Barco de Teseo.

Tras liberarse de este mito, la Filosofía compuso otro más racional, el Barco de Neurath, que también cambia las partes constantemente, pero esta vez con el añadido de que las obras se hacen en alta mar, sin un puerto, sin una tierra firme que tomar por certidumbre. De la búsqueda de la identidad el mito pasa a la descripción de la posibilidad de navegar sin necesidad de establecer identidades sagradas.

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lunes, 8 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. Los Prisioneros del Dilema. (Reposición)

Imagen de los Prisioneros del Dilema,
castigados a decidir.

Al estilo de algunas mitologías clásicas, como la de la esfinge, la mitología científica tiene sus propios dilemas. Este de los prisioneros es, junto con el del tranvía, el más famoso. La versión más antigua y que da nombre al mito tiene por protagonistas a dos humanos sospechosos de haber cometido un crimen y que son encerrados en celdas separadas. A cada uno se le da dos opciones: confesar o no confesar.

La historia de crímenes y castigos no es importante en el mito –ni siquiera se dice si son inocentes o culpables– sino el dilema: si ninguno confiesa la pena será leve, si ambos lo hacen, la pena será grave. Parece que es mejor no confesar, pero hay una trampa. Si uno confiesa y el otro no, el que lo hace saldrá libre y la pena del otro será aún mayor que la pena grave. Confesar siempre es mejor, no importa lo que haga el otro. Los prisioneros en la celda pasan a ser prisioneros de la lógica, y es esta segunda prisión la que se encuentra en todos los relatos posteriores.

Es el dilema de Tosca y Scarpia en los cantos operísticos, el de los oligopolios en los ciclos económicos, el de la contaminación y las emisiones en las leyendas ambientadas en el medio, el de las fábulas biológicas de los intercambios recíprocos, el de los relatos psicológicos modernos sobre la adicción o el de las epopeyas de las ciencias políticas sobre las carreras de armamentos.

Además de haber cambiado el relato para influir en tantas y diversas leyendas, también el propio dilema ha cambiado al hacerse repetitivo. Cuando esto ocurre, la resolución del dilema es otra. En estas narraciones los humanos pueden elegir cooperar y mantener su humanidad racional, mientras que se condicione a haber cooperado en el pasado. También pueden fracasar y ser lobos para el humano. El destino no está escrito y lo que parece entenderse de este mito es esta paradoja: la maldición de la humanidad es el dilema del prisionero, su bendición es que se repita.

Para saber más de este mito, véase aquí y aquí.

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Hace cinco años en el blog: Exactamente, ¿qué dice la prima de riesgo?
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sábado, 6 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. La Batalla entre la Gravedad y la Termodinámica. (Reposición)

En esta imagen se aprecian los Agujeros Negros,
reinos que surgen de las victorias parciales de la Gravedad

Al modo de las batallas en otras mitologías, como la habida entre Lápitas y Centauros en la griega, que simboliza el triunfo de la razón frente a la barbarie, esta entre dos personajes colosales de la cosmología científica simboliza la forma del universo. Con ejércitos de líneas de fuerza, partículas elementales y un arsenal aparentemente inacabable, la Termodinámica y la Gravedad llevan luchando desde el principio de los tiempos, el Big Bang.

En un primer momento, en la época conocida como etapa inflacionaria, la Entropía, la gran generala de la Termodinámica, cosechó victoria tras victoria. El mundo forjado según sus designios era cada vez mayor, expandiéndose a velocidades tan grandes, que las tropas perdían contacto con unidades que hace un momento se localizaban a simple vista. Estas grandes pérdidas de comunicación no solo no fueron óbice para el triunfo de la Entropía, sino que era parte de sus planes. No importa cómo fuera el futuro de la guerra, de esta manera se garantizaba que la Gravedad no pudiera recuperar el terreno durante los próximos miles de millones de años.

Con qué fuerzas se alió la Entropía para conseguir esta gran victoria inicial es algo que las sagas no cuentan. Tras la batalla inflacionaria, sin embargo, la fuerza de la Gravedad siguió intacta, mientras que la expansión de la Entropía continuaba, aunque mucho más débil. El ciclo de leyendas sobre esta gran lucha está inconcluso. En los últimos textos se recogen tanto la posibilidad de una expansión continua como la de otra en que, terminada la expansión y exhausta la Entropía, agotada por la estrategia de continua retirada a terrenos cada vez más fríos, la Gravedad, a modo de general ruso, reconquiste todo el espacio perdido y cambie las tornas de la partida hacia una gran contracción. De momento la Gravedad ya está ganando sus primeras victorias reconquistando espacio y organizando reinos locales, los Agujeros Negros. 

Hay textos que aprovechan estas leyendas para introducir el mito del “fino ajuste”, por el que esta batalla estaría diseñada para la creación de un universo propicio a la humanidad, pero son espurios y de una mitología distinta, no de la científica, para la que prevalece el mito de la vida como un acomodo, un subproducto de esta lucha de titanes.

Varios comentarios, aquí.

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jueves, 4 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. Los Gemelos de Einstein. (Reposición)

En este grabado antiguo se aprecia una versión 
de la leyenda de los Gemelos de Einstein

Son así llamados porque su origen se atribuye al famoso físico del segundo milenio. Se trata de los protagonistas de una leyenda de fines didácticos, con la que allá por los comienzos el siglo 20 se intentaban hacer comprensibles las nuevas influencias del relativismo, que se introducía lentamente y que finalmente suplantaría a los ya viejos mitos newtonianos.

Según la versión más extendida, dos gemelos idénticos se separan cuando uno de ellos comienza un viaje con retorno, que será largo o corto, según a quién preguntemos. El gemelonauta va a bordo de una nave mágica que lo acelerará hasta velocidades cercanas a la de la luz para luego traerlo de regreso a la Tierra. Cuando se reencuentran, el gemelo que se quedó en casa ha envejecido 20 años, mientras que para el viajero solo ha pasado uno. La leyenda no elabora ninguna enseñanza sobre la vida de los gemelos a partir de entonces, sino que se centra en las extrañas vicisitudes que aguarda a la humanidad cuando se adentra en los nuevos misterios de la relatividad.

La leyenda puede leerse como parábola. La naturaleza entrega a ambos gemelos una misma velocidad en el espacio-tiempo para que hagan uso de ella. El gemelo sedentario la ahorra y solo se mueve en el tiempo, mientras que su hermano usa una parte para moverse en el espacio y descubrir maravillas. De esta manera le queda menos velocidad para moverse en el tiempo. Cuando se vuelven a ver y la naturaleza les pide cuentas de sus acciones, el viajero parece haber sido premiado con una vida más longeva por haber hecho una buena inversión con su velocidad. Pero la enseñanza de la parábola es, en realidad, mostrar la falsedad de esta apariencia. El viajero no ha ganado juventud respecto del sedentario, simplemente ha vivido menos. Ambos gemelos envejecen con igual rapidez, solo ocurre que sus referencias temporales se separan.

Varios comentarios, aquí.

martes, 2 de agosto de 2016

Los mitos de la razón. El Tranvía del Dilema. (Reposición)

Imagen del Tranvía del Dilema con algunos rezos a él dedicados

Vehículo fantástico de las sagas filosófico-morales, cuya importancia nada tiene que ver con la capacidad de transportar mortales o dioses, sino con la de servir como instrumento de innumerables versiones de un mismo rito.

Al estilo de las variaciones inducidas en el Cuento de la Buena Pipa, del Rey que tenía tres hijas y las metió en tres botijas y las tapó con pez o de la frustrante tarea de Sísifo, los trabajos y los días del Tranvía del Dilema son interminables. En los primeros viajes el Tranvía del Dilema debe ir por una vía o por otra y arrollar a una o a diez personas, según por cuál se decida. A veces las personas son paseantes, a veces trabajadores de la compañía de tranvías. En los siguientes dilemas se recurre a toda suerte de elementos que parecen surgir en el relato al albur del sacerdote que se encarga de repetir los rezos. Tan pronto aparecen interruptores que están en posiciones caprichosas como caen sobre las vías obesos personajes desde puentes que antes no estaban ahí. El Tranvía del Dilema se ve forzado a volver a comenzar una y otra vez una carrera a ninguna parte, pero llena de obstáculos morales.

Al igual que en el Cuento de la Buena Pipa, a medida que avanza la repetición, las nuevas versiones se alejan cada vez más del relato principal sin evitar giros absurdos o directamente cómicos. Así, el escenario del tranvía termina, por ejemplo, transformándose en un quirófano con mortales necesitados de órganos y ciudadanos que se podrían sacrificar como donantes de esos órganos. El límite de hasta dónde se puede llegar con estas letanías lo pone la imaginación del filósofo oficiante a quien le corresponda mantener viva la tradición del Tranvía del Dilema.

Ver más en El dilema del tranvía.

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Hace cinco años en el blog: El economista astrólogo.
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