
Leo en El País la noticia de que India se niega a patentar dos medicamentos contra el SIDA. Esto implica que cualquiera puede copiar la fórmula, fabricarlo y venderlo a un precio reducido. Esta noticia es muy buena, de las mejores que he leído en los últimos tiempos. Espero que no se quede en agua de borrajas por las presiones de las multinacionales farmacéuticas a los estados que, no sé bien por qué, se empeñan en hacerles caso. Espero también que sea el comienzo de muchas otras rebeliones contra el absurdo sistema de patentes que ahoga la innovación y su difusión para beneficio de unos pocos. Con un poco de suerte, países emergentes y democráticos como India y Brasil podrán abrir una brecha en el sistema. Otros países como China también podrían ayudar a medida que se democraticen (si lo hacen).
Lo de la democracia me parece imprescindible para poder tener capacidad de liderazgo en el mundo, aunque China ya empieza a tenerla en países africanos más preocupados por salir de la pobreza que por la democracia (craso error, porque es mejor si ambos esfuerzos van de la mano).
El mal enfoque de la noticia al que me refiero se ve en que, el redactor, no para de soltar pullas: que si la India lo hace, no por humanitarismo, sino para beneficiar a sus empresas, que si las pobres farmacéuticas necesitan vender caro para recuperar su inversión y que los genéricos invadirán el primer mundo,… ¡Qué pena me dan las multinacionales farmacéuticas y qué malas son las fabricantes de genéricos!
Seguramente alguien pedirá argumentos acerca de por qué es malo el sistema de patentes actual. Me parece bien. Pero me parecería mejor si ese mismo alguien se preocupa sobre los argumentos para defender el sistema de patentes actual (o alguna versión parecida). Argumentos teóricos hay para todos los gustos:
- A favor: Sin patentes que garanticen el monopolio sobre lo patentado, no habrá manera de recuperar el coste de la inversión y no habrá inversión.
- En contra: Con patentes será difícil innovar sobre lo ya hecho, puesto que requiere pagar muchas licencias. La ventaja de ser el primero puede ser suficiente para obtener las rentas con las que compensar la inversión.
Así que para dilucidar entre un caso u otro, hay que ir a la empiria. La pregunta clave es ¿Cuándo y dónde se ha documentado que, tras pasar de un régimen sin patentes a uno con patentes, la innovación ha aumentado? La historia no registra casos de estos y sí de los contrarios. Recomiendo este libro y esta página web.
Para la industria farmacéutica, es ilustrativo que Suiza sea uno de los centros farmacéuticos del mundo justamente porque es el país que más tardó en reconocer derechos de patente sobre los medicamentos, de manera que a las empresas les convenía instalarse ahí para disfrutar de las ventajas de usar los conocimientos producidos por las demás empresas. Esto les compensaba por el inconveniente de que, a su vez, sus conocimientos fueran usados por las otras.
Hay otro tipo de argumentos que tienen que ver con la moralidad del asunto: copiar una idea es robar y, por tanto, es malo. Este argumento parte de una falacia, puesto que copiar una idea no es robar. Plagiarla puede serlo metafóricamente, pero no copiarla. Si yo reproduzco una fórmula química, no le quito ningún preparado a nadie. Si reproduzco una canción, no le privo de su copia a nadie. El problema de las leyes de patentes o de derechos de autor no es el problema de si reconocer o no la autoría intelectual (propiedad intelectual), sino si es conveniente o no reconocer un derecho de monopolio sobre las copias de la obra, no importa en manos de quien estén. Esto último es monopolio intelectual y es una losa permanente sobre la creación y la libertad.