sábado, 31 de marzo de 2012

miércoles, 28 de marzo de 2012

¿Es la ideología un método de análisis?

Para mi sorpresa, hay quien piensa que una ideología es un método de análisis. Al parecer, cuando no tienes datos, la ideología te permite tomar decisiones. No solo eso, el poder de la ideología va más lejos y le permite a uno posicionarse a favor o en contra de alguna política sin necesidad de datos. Así, uno está en contra de la pena de muerte sin necesidad de estudios que indiquen las consecuencias de su aplicación, está en contra de una propuesta sobre un plan de reforma del sistema de pensiones porque ya sabe que es una opción ideológica y él tiene otra, o está a favor del copago médico porque, sin tener datos, es lo que le dice su ideología.

No entiendo esta postura. Optar sin tener información es un acto de fe, no un análisis. Sin datos no hay manera en que alguien me pueda convencer de que una postura es mejor que la otra.

Cuando se abunda en la discusión, sin embargo, ocurre que se filtran algunos datos que sí se tienen. Quien está en contra de la pena de muerte dice que ya se sabe que no sirve para reducir el crimen y que siempre hay la posibilidad de ejecutar a un inocente y que esto basta para estar en contra. No digo que no, pero esos son datos de la realidad. ¿Qué pasaría si se propone la pena de muerte para dictadores sanguinarios, confesos y con amplias pruebas de su culpabilidad y si con cada dictador condenado otros diez dejaran el poder y convocaran elecciones?

Quien está en contra de la propuesta sobre los planes de pensiones ya sabe que, por ejemplo, aumentar la edad de jubilación es malo para el trabajador. Lo es para la mayoría, desde luego, pero es una visión miope. Además de ser malo trabajar más es bueno estar más años cotizando si eso permite disfrutar de una pensión mayor. Habrá, por lo menos, que ponderar una cosa con la otra. También habrá que compararlas con el resto de consecuencias y con otras alternativas a ese plan.

Quien está a favor del copago médico por razones ideológicas parece saber que permitirá ahorrar, lo cual seguramente sea verdad, pero, de nuevo, la ideología le hará a uno miope si no está dispuesto a tener en cuenta la posibilidad de desatención con el sistema de copago (y el resto de consecuencias positivas y negativas de la introducción del copago de una u otra manera y de otras alternativas de gestionar la sanidad pública).

La ideología podrá ponerse al final del análisis. Cuando hayamos detectado todos los pros y contras de las medidas. Las muertes evitadas tal vez sean pocas y pese más la ética de respetar la vida humana y, ahora sí, estamos en contra de la pena de muerte. O tal vez pensemos que por pocas que sean las vidas que salvamos, estas tienen más peso que la muerte del sátrapa. Eso es sí que es ideología. Hablé de estas cosas aquí.

El proponer la ideología como manera de elegir sin datos se me asemeja a la manera de tapar huecos en el conocimiento que se atribuye a menudo la religión. ¿No sabemos una cosa? pues dios lo explica. Es la misma posición. Y genera el mismo tipo de prejuicios. Coincide demasiado el tener este tipo de ideologías que te resuelven la vida así, gratis y sin pensar, con el pedir más y más explicaciones cuando los datos y las teorías no son las de tu ideología y en cambio creerse casi cualquier cosa con tal que concuerde con ella.

sábado, 24 de marzo de 2012

La mujer del César


Cuando se conoció la noticia de que Luis de Guindos sería el Ministro de Economía del gobierno, muchos llamaron la atención sobre su pasado como Consejero Asesor y Director para España y Portugal de Lehman Brothers hasta el momento de su quiebra. Había dos cosas que no gustaban de este pasado. Una, la posible incapacidad para los negocios de de Guindos por haber colaborado con la mala gestión de la entidad financiera, en la que no voy a entrar y otra, el posible conflicto de intereses a la hora de defender los intereses de todos que pueda tener alguien que viene del sector financiero privado.

Esto segundo no debería ser un problema. El problema de verdad sucede cuando un alto cargo de la Administración pública sabe que muy probablemente acabará cobrando de una de las grandes empresas del país. Los incentivos a hacerles la vida fácil a estas empresas son demasiado evidentes. Y el problema también sucede cuando el marido de la portavoz del gobierno es contratado por una de estas empresas, Telefónica, altamente regulada y cuyos beneficios dependen en gran medida de decisiones políticas, tan solo tres meses después de la formación del gobierno.

Había un dicho sobre la mujer del César...

lunes, 19 de marzo de 2012

Lo confieso: soy un liberal


(Y un poco escorado a la izquierda, como habréis podido comprobar en muchos temas los lectores de este blog.)

En el día de La Pepa no está de más reivindicar el término liberal. Sí, ya sabemos que la Constitución de Cádiz hoy sería considerada bastante retrógrada, sin igualar en derechos a las mujeres, por ejemplo, o consagrando la Monarquía por la gracia de dios. Pero en su día fue una de las constituciones más avanzadas para lo que hoy en día consideramos avance. Tenía hasta su toque ingenuo, como ese Artículo 6 del Capítulo II en que señalaba la obligación de que los españoles fueran justos y benéficos.

Como buen economista (justo y benéfico) me siento liberal en el sentido que siempre ha definido mejor este término: desarrollo de las libertades individuales, incluida la económica, y rechazo de los privilegios como fuente de progreso dentro de una sociedad abierta y un estado de derecho. El apoyo al progreso y a la actividad científica, así como la amplitud de miras como para reconocer si una medida política conduce o no a los fines deseados y saber corregirse van completando el ideario liberal, tal como lo entiendo. No debería hacer falta, pero tampoco estará de más recordar la idea de un estado completamene laico y aconfesional (yo creo que es lo mismo, pero digo las dos cosas por si acaso) y la ausencia total de todo tipo de discriminación.

Es triste ver cómo a menudo se confunde el término liberal con la influencia de la escuela austriaca de pensamiento económico. En la Economía su influencia actual es prácticamente nula, sin aportaciones a la literatura académica en el último medio siglo, pero no lo es su influencia política y mediática. El pensamiento de la escuela austriaca influyó en gobernantes como Ronald Reagan o Margaret Thatcher. En España, algunos políticos como Esperanza Aguirre se declaran partidarios de esta escuela. El Instituto Juan de Mariana, Libertad Digital e Intereconomía, entre otros, son los medios que más difunden las ideas de la escuela austriaca.

Una de las paradojas que más distorsiona la visión de la Economía por gran parte del público en España, y me temo que en buena parte del mundo, es la identificación de los postulados de esta escuela con los de la práctica de la Economía académica. Demasiado a menudo se indica que el “neoliberalismo” o el movimiento “neocon” tienen su base en la Economía ortodoxa, cuando lo cierto es que tienen su base en esta escuela heterodoxa, marginal en el pensamiento económico moderno. En España, en particular, ha llegado hasta el punto que sus simpatizantes parecen haberse apropiado del término liberal, contagiando a gran parte de la sociedad, incluida la progresista, que empieza también a identificar los “liberal”, “neoliberal” y “economista ortodoxo”.

sábado, 17 de marzo de 2012

Twiteando en el blog


Un par de gracias:

-La palabra más larga en inglés: smiles, con una milla entre s y s.
-La más larga en español: semillas. Ganamos por una "e".

-"Ya dice el refrán: A buen entendedor...."
-"A buen entendedor, ¿qué? ¿Qué le pasa al buen entendedor? Acaba la frase, por Tutatis"

lunes, 12 de marzo de 2012

Narrativas de ayer y hoy



Como continuación de una entrada anterior y como respuesta a algunos comentarios en el Otto Neurath, contesté así a la pretensión de poner las narrativas en el centro del quehacer científico, al parecer como manera de explicar en qué consiste la actividad científica:

Esta cosa de las narrativas es un error profundo en el que no deberías caer. Lo estás haciendo, junto con alguno al que citas, porque no distingues la psicología, sociología o historia de la ciencia (en realidad, de los científicos) de la epistemología.

Las razones o el método sobre cómo hacen sus cosas uno, muchos o todos los científicos en particular es una cosa distinta de cómo y por qué se acaban aceptando unos u otros conocimientos. Se aceptan los que pasan el impepinable método científico, no importa lo narrativos que hayamos estado para convencer (esto importará para la historia de por qué se aceptó o tardó en hacerse más de la cuenta).

El hecho es que los científicos de cualquier ciencia intentan ser lo más rigurosos posible en sus teorías y, por tanto, intentan acercarse a los modelos formales. En muchas ciencias no se podrán acercar mucho y sus teorías (tus narrativas) serán relevantes si no hay otras mejores y llegarán hasta donde lleguen. Te he puesto el caso de la evolución y a pesar de que, contrariamente a darte la razón, te la quita, tú inamovible.

Cuando me pasé hace dos años mi año sabático en Los Ángeles tuve de vecino a un famoso antropólogo (el mayor especialista en primeros contactos con tribus aisladas en el Amazonas). No solo era mi vecino, sino que estaba invitado por el departamento de Economía porque estaba interesado en la metodología de experimentos. Pues bien, en todas las conversaciones y en toda la interacción dentro del departamento quedaba clara la obsesión suya como la de cualquier antropólogo por las definiciones rigurosas de actores y procesos.

Precisamente me decía cómo Jared Diamond, aunque respetado, hacía algo demasiado parecido a una narrativa y demasiado poco riguroso en sus definiciones. Parece que algo ha encontrado, decía, pero que debe ser demostrado con más rigor. Según él es la percepción general entre los antropólogos. Y esa es una de las ciencias con más papeletas para caer en las narrativas.

En Economía tenemos demasiados ejemplos de narrativas funestas como para estar bien vacunados. En psicología dieron lugar a los disparates del psicoanálisis o de las lobotomías.

Afortunadamente, se están erradicando. Excepto en filosofía, donde abundan los ladrones que creen que todos son de su condición.

Si vas a defender las narrativas, asegúrate de que no tienes a todo el quehacer de la buena ciencia en tu contra. Mala, muy mala epistemología.

sábado, 10 de marzo de 2012

Escépticos en el pub. Marzo de 2012.


Hoy vuelve a tocar Escépticos en el Pub. El ponente en esta ocasión será Javier de la Cueva, abogado especialista en propiedad intelectual, quien nos cuenta lo siguiente sobre su charla:
Repasaremos de una manera muy pedagógica qué es la propiedad intelectual, qué derechos la componen y qué papel juegan las entidades de gestión de las que la más conocida es la SGAE. Hablaremos de los juicios que la industria y las entidades de gestión han interpuesto contra los ciudadanos y cómo en la actualidad la acción política se está desarrollando en entornos regidos por este tipo de propiedad y qué están haciendo los hackers para evitarlo.
La charla tendrá lugar en el pub The Irish Corner de Madrid (C/ Arturo Soria, 6) a las 19:30.

Es uno de los temas favoritos de este blog, a pesar de que hace tiempo que no lo trate. Nos vemos.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Pregunta #5. Los criterios mínimos.


Sigamos el esquema planteado hace un par de semanas. En Economía tenemos un objeto de estudio (pregunta #1) y regularidades. Algunas de estas regularidades se agrupan en leyes (preguntas #2 y #3). Las leyes se explican por teorías (#4, que en la entrada apareció como #3). La Econometría ayuda a indagar sobre si se cumplen o no y en qué medida las teorías y para discernir entre hipótesis alternativas.

La pregunta #5 del esquema se refería a si la Economía cumple los mínimos de cualquier teoría tal y como se requiere en epistemología. Una teoría debe ser:

Consistente: la teoría no debe contradecir las reglas de la lógica y las matemáticas. Las teorías económicas cumplen eso.

Sinóptica (la navaja de Ockham): Las teorías económicas parten de unos pocos principios. Por ejemplo, la teoría del consumidor usada en la Teoría del Equilibrio General solo requiere que el consumidor tenga preferencias completas y transitivas, que siempre haya algo que quiera consumir y que no vaya contra sus preferencias.

Contrastable (no confundir con validada o falsable). Los elementos de la teoría deben tener su identificación en la realidad (debemos saber de qué estamos hablando). También se cumple. Ejemplo: Los puntos de la función de oferta se corresponden con costes marginales.

Con poder de explicación (falsables a la Popper): No todo lo expresable en el lenguaje de la teoría es el caso. Deben poder ocurrir cosas que no puedan pasar según la teoría (quizá en términos probabilísticos). Las teorías económicas dicen que lo que es el caso son los puntos alrededor del equilibrio. No los demás.

Los criterios son mínimos, solo para empezar a hablar. Ejemplos de teorías que satisface todos los criterios son el lamarckismo o el geocentrismo. Lo interesante de estos criterios es que permiten analizar la teoría que los satisface y validarla o refutarla. Las teorías conspiratorias no son sinópticas, la astrología no es falsable, la teoría de la energía Qi no es contrastable.

Ni que decir tiene, todas las teorías científicas cumplen los cuatro requisitos.

sábado, 3 de marzo de 2012

Por culpa de dios

En la lengua castellana tenemos unas cuantas expresiones cuyo significado original ha quedado totalmente desplazado, mientras que otras son simples muletillas a las que ni siquiera prestamos atención. A mí me gusta, de vez en cuando, fastidiar un poco con algunas de ellas, sobre todo las religiosas. Tenemos a dios en el "adiós", en "pordiosero" y seguramente en unas cuantas más.

Yo mismo digo "gracias a dios" o "si dios quiere" como una manera de hablar, pero a veces me entretengo en tomar al pie de la letra esta expresión si la usa la persona con la que hablo. Me dice alguien que en su casa él y su mujer han cogido la gripe, pero que gracias a dios, el niño está bien y enseguida me sale decir "pues en la mía, por culpa de dios, también la hemos cogido", o algo así.

Y es lo que planteo en la entrada de hoy. Ya que está difícil eliminar la expresión "gracias a dios", propongo contrarrestarla un poco añadiendo esta otra al vocabulario: "por culpa de dios". Cuidado cómo se dice, porque si tu interlocutor dice "gracias a dios" para referirse a lo bueno que le pasa a él y tú respondes con "por culpa de dios" para lo malo que te pasa a ti, uno podría ver algo de justicia divina en el diálogo. Mejor usar el "por culpa de dios" para hablar en segunda o tercera persona. Recuerdo que lo mío era por fastidiar un poco.