jueves, 14 de julio de 2011

Demasiado grandes para caer


Esta es una expresión que hemos oído repetidas veces a lo largo de la presente crisis. Debería ser también una llamada de atención para extraer alguna lección que aprender.

Para poner en perspectiva el alcance de esta lección, querría recordar otra que se aprendió y se empezó a llevar a cabo en los años 90. Se trata de la manera de lidiar con los así llamados "monopolios naturales". Un monopolio natural es aquel en el que hace falta una fuerte inversión inicial antes de empezar a operar. Una vez hecha esa inversión, el coste de producir el bien o proveer el servicio de que se trate no cambia demasiado (en comparación con ese coste inicial) con la cantidad. En este esquema entraban las empresas de telecomunicaciones, de producción de electricidad y algunos modos de transporte, como el aéreo.

La gran inversión inicial implicaba que lo económicamente eficiente sería que hubiera una sola empresa y que fuera regulada para que no se comportara como un monopolio y pusiera un precio que reflejara los costes de producción. El problema era que, en estos marcos regulatorios, la empresa tiene claros incentivos a exagerar sus costes y muy pocos a adoptar mejores tecnologías (para qué ahorrar, si eso solo haría que el regulador impusiera un precio más bajo). Cuando era evidente que los monopolios regulados no estaban ofreciendo el servicio adecuado se produjo el cambio de modelo. Mejor dejar que entren varias empresas a competir. Se multiplicarán las inversiones iniciales, pero se ganará en el incentivo a proveer un servicio mejor y más barato.

Creo que algo parecido debe ocurrir tras la presente crisis. En este caso, las empresas financieras tienden a ser grandes por la necesidad de compensar riesgos y de poder financiar grandes proyectos empresariales o gubernamentales. Esto hace que los gobiernos puedan tener una exagerada tendencia a ayudarlas cuando están en dificultades. Son demasiado grandes como para dejarlas caer cuando fallan. Esto crea malos incentivos para su gestión, puesto que no sentirán en su carne todas las consecuencias de las malas decisiones, con lo que estas tenderán a producirse en mayor medida (aquí hablé de ello). Parte de la solución debe pasar por no permitir que existan empresas financieras tan grandes. Tal vez se pierda eficiencia de gestión por una parte, pero se ganará más al ayudar a poner los incentivos correctos, sabiendo las empresas que caerán, como toda otra empresa, si no hacen bien su trabajo.

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