Imagen del Tranvía del Dilema con algunos rezos a él dedicados
Al estilo de las variaciones inducidas en el Cuento de la Buena Pipa, del Rey que tenía tres hijas y las metió en tres botijas y las tapó con pez o de la frustrante tarea de Sísifo, los trabajos y los días del Tranvía del Dilema son interminables. En los primeros viajes el Tranvía del Dilema debe ir por una vía o por otra y arrollar a una o a diez personas, según por cuál se decida. A veces las personas son paseantes, a veces trabajadores de la compañía de tranvías. En los siguientes dilemas se recurre a toda suerte de elementos que parecen surgir en el relato al albur del sacerdote que se encarga de repetir los rezos. Tan pronto aparecen interruptores que están en posiciones caprichosas como caen sobre las vías obesos personajes desde puentes que antes no estaban ahí. El Tranvía del Dilema se ve forzado a volver a comenzar una y otra vez una carrera a ninguna parte, pero llena de obstáculos morales.
Al igual que en el Cuento de la Buena Pipa, a medida que avanza la repetición, las nuevas versiones se alejan cada vez más del relato principal sin evitar giros absurdos o directamente cómicos. Así, el escenario del tranvía termina, por ejemplo, transformándose en un quirófano con mortales necesitados de órganos y ciudadanos que se podrían sacrificar como donantes de esos órganos. El límite de hasta dónde se puede llegar con estas letanías lo pone la imaginación del filósofo oficiante a quien le corresponda mantener viva la tradición del Tranvía del Dilema.
Ver más en El dilema del tranvía.
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Hace tres años en el blog: Es que lo tengo que hacer yo todo.
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Cuando veo a alguien hacer chistes sobre los dilemas morales, sé que me encuentro ante un frívolo que ha tenido una vida cómoda y fácil.
ResponderEliminarAtentamente,
Carles Sirera.