lunes, 29 de julio de 2013

J.J. Cale


Cuando era estudiante en la Universidad y me ganaba unos dineros dando clases particulares comencé a gastarme una pequeña fortuna (todo es relativo) en discos. La mayor fuente de información eran algunos programas de radio y, sobre todo, el boca a boca entre amigos con inquietudes musicales. En aquellos momentos prevalecía el rock sinfónico y se dejaban asomar los cantautores y algo de música folk de la mano, sobre todo, de las reivindicaciones de las nuevas canciones vasca, catalana y gallega. De la música clásica y el jazz uno podía documentarse fácilmente. Pero había más músicas, uno lo presentía y lo buscaba. A veces iba a una tienda de discos de confianza y le pedía consejo al dueño. A veces pedía a una de mis hermanas que buscaran algo también de esa manera.

En una de estas compras a ciegas fraternales me llegó uno de los discos revelación de esa mi época de aprendizaje musical. El cantante y guitarrista, hasta entonces desconocido, se convirtió en uno de mis favoritos. Durante mucho tiempo sus ritmos suaves, su estilo tranquilo mezcla de rock, folk, country y cantautor, su instrumentación llena de colorido y matices y sus letras me evocaban un mundo lejano en el espacio y en el tiempo. Años después puede vivir algunas de esas evocaciones conduciendo por carreteras entre desiertos, visitando ciudades dentro de cañones con todos los tonos del ocre en Arizona o viendo los atardeceres en Sedona.

En uno de esos viajes conducía solo entre Phoenix y Tucson, cuando todavía esas ciudades no habían crecido tanto y la autopista estaba casi desierta. Hacía calor, pero el cielo se estaba preparando para una tormenta eléctrica. Según me iba acercando al Picacho, una de las pocas elevaciones en esa parte del desierto, veía cómo las nubes lo iban rodeando y en pocos momentos comenzaban a descargar sobre él decenas de rayos. Era difícil sustraerse a la idea de que realizaban un ataque planeado a la montaña. Durante unos cuantos minutos no pude dejar de mirar el espectáculo, una de las imágenes de paisajes que más me ha impactado en la vida. En la radio sonaba la música de aquel disco que me compró mi hermana: Really, de J.J. Cale.

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Hace tres años en el blog: Todos los científicos están equivocados menos Antonio RP.
Y también: La verdad sea dicha.
Y también: Fair Play.
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2 comentarios:

  1. Su música siempre me ha parecido una especie de rumor, de murmullo rítmico, casi más que canciones. Y a pesar de su aversión por los conciertos y actuaciones en directo su influencia ha sido muy grande. En músicos como Eric Clapton, por ejemplo. Gran pérdida.

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  2. Buen momento para volver a escuchar sus discos.

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