miércoles, 13 de marzo de 2013

¿Sueñan los economistas con abrelatas eléctricos?


Recientemente he oído en una discusión decir a un no economista que la Economía es una falacia porque, usando los supuestos adecuados, puede demostrar cualquier cosa (habrá oído el chiste del economista que está en una isla desierta con una lata de comida y, ante el problema de cómo abrirla, dice "supongamos que tenemos un abrelatas"). Es la típica afirmación de alguien que no sabe de qué está hablando, pero que cree que sí sabe. Es la peor de las ignorancias, de la que nos quería sacar ya en su día Sócrates.

Por si acaso alguien más cree tal cosa dejemos las cosas claras de una vez.

1. En un sentido trivial podemos decir lo mismo de cualquier ciencia. Con una elección de supuestos un tanto enrevesada podemos decir que la Tierra es plana, que la homeopatía funciona y mil cosas más. La manera más sencilla es suponer aquello que se quiere demostrar. Otras maneras más rebuscadas pueden dar la sensación de modelo teórico relevante.

2. Una cosa es tener un modelo en que pase lo que uno quiere mostrar que pasa y otra muy distinta que el modelo se adapte a la realidad. Una primera criba de los modelos ocurre cuando le exigimos un mínimo de consistencia: que respete las reglas de la deducción lógica y de las matemáticas, por ejemplo.

3. Incluso si pasa ese primer filtro, todavía deberemos exigir que respete las cosas bien establecidas dentro de su ciencia, a no ser que pretenda ser una revolución y ofrezca pruebas extraordinarias de sus afirmaciones extraordinarias en el próximo punto.

4. Además de ser consistente con los conocimientos acumulados, el modelo debe pasar al criba de la evidencia empírica.

En Economía, por lo menos en la académica, esa que se publica en las revistas serias, se pide llegar hasta el cuarto punto para aceptar una hipótesis. Como mucho, se aceptarán como plausibles conclusiones que se obtienen de un modelo en una situación por experimentar siempre y cuando el modelo en el que se obtienen esas conclusiones sea el mejor que tenemos para explicar otras muchas regularidades.

Pongamos algunos ejemplos:

(i) La afirmación de V. Navarro de que no hay problema en el sistema de pensiones español porque la productividad permitirá que con pocos trabajadores se paguen las pensiones de muchos pensionistas es algo incompatible con la aritmética (no digamos ya con la teoría económica).

(ii) Los seguidores de Marx durante mucho tiempo intentaron formalizar sin éxito su teoría económica relatada en El Capital. No hay manera coherente de hacer un modelo que se parezca a su teoría del valor y hace tiempo que muchos admitieron que es tarea imposible. Bueno, de vez en cuando sale alguien que dice que lo ha conseguido, pero no le hacen mucho caso. De todas maneras, no sé por qué alguien querría mantenerse en el empeño de intentar darle coherencia teórica si la realidad ya ha demostrado que no tiene la evidencia empírica.

(iii) Los economistas de la escuela austriaca llevan también mucho tiempo intentando hacerse presentables a la Economía académica aportando un modelo coherente de algunas de sus teorías, como la de los ciclos económicos o la de la conveniencia el patrón oro. Tampoco lo han conseguido y también se me escapa su empeño. Ya en su día el mismo Milton Friedman mostró que la evidencia empírica no solo es contraria a su teoría de los ciclos, sino que ha hecho un daño enorme a la economía y los datos históricos dicen que con el patrón oro han ocurrido todas las cosas que dicen los austriacos que no ocurrirán con él.

Creo que esto es suficiente para desdecir la osada afirmación de que la Economía es una falacia porque con ella se puede demostrar cualquier cosa. Lo será si uno tiene la idea equivocada de la Economía. Para añadir ironía a la ignorancia, el no economista del comienzo de esta entrada (diré el pecado, pero no el pecador) que acusaba de falaz a la Economía académica se reconfortaba como creyente de uno de los tres ejemplos realmente falaces que he descrito.

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Hace tres años en el blog: En el sentido más laudatorio del término.
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14 comentarios:

  1. Creo que la idea de Navarro es que el aumento de la productividad supone disfrutar de la misma cesta de bienes en el futuro con menos trabajadores.
    El problema es que esa cesta no proporcionará la misma utilidad que en la actualidad debido al cambio tecnológico que hace que los bienes y servicios no sean los mismos. Para disfrutar de una cesta de bienes que proporcione la misma utilidad intertemporal se necesitarán mas imputs.


    Por otra parte muy pertinente el post y muy interesante el blog que estoy empezando a descubrir.

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    1. Bienvenido al blog, _eneas.

      "Creo que la idea de Navarro es que el aumento de la productividad supone disfrutar de la misma cesta de bienes en el futuro con menos trabajadores."

      Esa idea no es de Navarro, es de Pero Grullo. La idea de Navarro es quedarse en eso y no darse cuenta de que en el futuro, si les das lo mismo que ahora, es que estás congelando las pensiones y, si les das su parte proporcional, esta será proporcional a la cantidad de pensionistas, independientemente de la productividad.

      Gracias por tu comentario y tus palabras.

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  2. Pues yo debe de ser que me atasco, pero no veo tal error en la postura de Navarro. ¿Dónde está el error aquí: "En realidad, hace 50 años nos gastábamos el 3% del PIB en pensiones, y en 2007 nos gastamos el 8%. Hemos casi triplicado el gasto en pensiones y, sin embargo, los recursos para los no pensionistas también han aumentado, pues el tamaño de la tarta es mucho mayor ahora que hace cinco décadas".
    No soy economista y puede que me obceque, le agradecería que me sacara de tal error si lo hay, aunque yo no lo vea.
    Gracias.

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    1. Hola, Alfredo, bienvenido.

      Si aumentas la proporción del PIB que dedicas a pensiones no estás fiando el aumento a la productividad, sino al aumento de la proporción. Fíjate que dice que es como el caso de un pequeño porcentaje de agricultores alimentando a todo un país. La analogía no vale para las pensiones. Los alimentos son un tanto por ciento pequeño del PIB (porque producimos y consumimos muchas otras cosas), pero los pensionistas son cada vez una proporción mayor de la población y requerirán una mayor proporción del PIB con o sin aumento de la productividad.

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    2. Tienes razón. Supongo que lo que sí se puede decir es que ese aumento de la proporción del PIB no tiene por qué ser necesariamente el fin del mundo y sería perfectamente compatible con un buen estándar de vida. Todo dependería de que hubiera una voluntad social-política para aceptar tal distribución.
      Lo digo porque cuando se habla de este tema parece hacerse siempre desde dos alternativas: o "A", "B", "C"… -donde "A", "B", "C"… son los diferentes "remedios"-, o el caos y el chirriar de dientes. Yo creo que muchos economistas ignoran conscientemente el papel que juega en el éxito o fracaso de una receta económica la formación de la opinión política en una sociedad.
      Por ejemplo, imaginemos un descenso del PIB de un 10%. Esto en general es considerado un desastre cataclísmico por casi cualquier economista, pero ¿Y si esa disminución se diera en virtud de un acuerdo generalizado dentro de una sociedad, que estaría optando por ello como reacción a una inminente crisis medioambiental? Siempre y cuando esa reducción fuera todavía compatible con un estándar de vida adecuado para los ciudadanos –por ejemplo a través de una redistribución mayor de riqueza- esa bajada del PIB no tendría por qué suponer ningún problema, más bien al contrario.
      Y sirva esto como ejemplo puramente teórico, no entro en la complejidad de alcanzar un tal acuerdo en la arena política. Aquí sí, los economistas no pueden dejar de estar influenciados por sus valores e ideales sociales. Lo “posible” y lo “deseable” en este sentido sí está teñido de “ideología”.
      En otras palabras, si no se ignora el factor político o las formaciones de opinión en el seno de una sociedad, no todo es posible, pero sí casi todo –hágase al “casi” todo lo grande que se quiera-.

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    3. Querer proteger el medio ambiente y tomar medidas para hacerlo no es algo que competa a los economistas. Las preferencias sobre el medio ambiente las tienen los ciudadanos y se articulan políticamente. La Economía ayudará a saber si tales medidas son las más adecuadas para ese fin (si no hay otras mejores que consigan los mismos resultados con un menor coste, sin que aumente las desigualdades,...).

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    4. Quizás no les competa, pero yo me sé de unos cuantos economistas que asumen el tema como suyo propio sin más. Estoy aburrido de leer a Rodríguez Braun y Juan Ramón Rallo y en sus textos no parecen ceder tales asuntos medio-ambientales a los otros. Estos dos economistas son ejemplos perfectos de a lo que yo me refería: sus recetas económicas son indisociables de sus recetas morales-ideológicas, en este caso en grado sumo. Y en parte no les culpo por ello, al fin y al cabo es muy difícil que no sea así cuando estamos hablando de una ciencia humana, no física o matemática. Es verdad que hay aspectos técnicos en los que una determinada medida económica puede resultar absurda o inadecuada con relación a la definición de sus fines, pero si te sitúas en un nivel más genérico la cosa no está tan clara. Yo no creo que las recetas de Rallo -me refiero a su idea general de la economía- sean imposibles o inadecuadas desde un punto de vista estrictamente económico, o no necesariamente –en todo caso no es mi tema-. Y, sin embargo, tales recetas me repugnan si las enfoco desde una óptica ética-política.
      No dejo de comprobar cómo los economistas confunden la definición de lo posible o factible económicamente con lo que es deseable para ellos políticamente. Creo que la línea divisoria entre ambos campos no está tan clara, y no puede estarlo, porque al fin y al cabo no estamos hablando aquí ni de ondas ni de protones, y el objeto último de estudio es humano, y como tal fluido, maleable valorador y valorado.
      Por ejemplo, uno puede decir: “si se bajan los impuestos aumenta la recaudación”. Parece ser que la verdad de tal afirmación es más que dudosa, por mucho que se haya defendido y se siga defendiendo por algunos como una verdad de mármol. Estaríamos aquí ante una candidata firme a proposición técnico-económica “incorrecta”. Lo mismo con lo afirmado por Navarrro sobre las pensiones. Sin embargo, si yo digo: “salirse del Euro es un disparate”; o: “subir impuestos crea riqueza”; o lo contrario: “subir impuestos nos hace más pobres”; en la formación de éstas últimas afirmaciones, más genéricas, se da ya una mezcla –yo creo que intrínseca- de factores técnicos y valorativos que las sitúan en otro nivel, un nivel a medio camino entre lo valorativo y lo técnico económico: depende, depende, depende… y no solo depende de aspectos técnico-económicos.
      Conclusión: mucho me temo que en un nivel o en otro la economía jamás puede estar aislada o ser independiente de aspectos valorativos.

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    5. Yo que tú me miraría eso de acudir a Rodríguez Braun, Rallo o Navarro como lecturas económicas. Que lo haga yo, que, entre otras cosas, me dedico a desmontar imposturas económicas, vale, pere tú te mereces algo mejor como lectura de cama. Ninguno de esos tres se atiene al conocimiento acumulado en Economía, tal y como se recoge en las investigaciones publicadas en las revistas académicas, que exigen un rigor científico. Verás que sus teorías y opiniones solo están en libros o panfletos. (Creo que Rallo tiene alguna publicación, pero no creo que en ellas muestre nada central en que basar el resto de sus opiniones heterodoxas.)

      Sobre bajar impuestos y subir recaudación hablé aquí:

      http://todoloqueseaverdad.blogspot.com.es/2013/02/la-curva-de-laffer-y-el-ministro-montoro.html

      Los hechos pueden aislarse bastante bien. Las propuestas tendrán algunas valoraciones implícitas. Por ejemplo, la que yo he apoyado sobre las pensiones recoge y acepta la decisión política de mantener el sistema público de reparto y el consenso del pacto de Toledo y esto se dice explícitamente.

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    6. Otra vez tienes razón, soy un masoquista confeso. Lo cierto es que yo he llegado a Rallo y Braun desde la filosofía política más que desde la economía (en realidad lo suyo es más filosofía -de la más mezquina y miope en mi opinión- que economía.
      Es muy llamativo lo que dices de su falta total de rigor y nivel académico, sobre todo porque estamos hablando de seres venerados por un montón de gente, muy populares en distintos medios de comunicación, donde airean a diario sus incontrovertibles verdades, último reducto de la defensa de la libertad que nos queda en este mundo socialista-intervencionista.
      Ya te puedes imaginar cómo yo -que no soy economista- he llegado hasta ellos. Si con el tiempo sigo leyéndolos no es por ellos y sus panfletos, sino porque detecto que sus opiniones están ganando terreno, para mi desazón.
      Una parte del motivo por el que me gustó tu blog el otro día cuando lo descubrí es lo poco que se parece tu estilo al de estos dos mega-liberales.
      Te agradezco tu paciencia al leer mis comentarios, porque me han salido unos rollos de cuidado.

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    7. Espero que no solo sea el estilo lo que me diferencia. En cualquier caso, gracias por tus amables palabras y no te preocupes por los comentarios, que de rollos nada. Estoy preparando una entrada en la que me meto con alguno de ellos a cuenta también de las pensiones. Atentos a sus pantallas.

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  3. ¡Ave, Jose Luis!

    Muy interesante. La evidencia empírica en economía...difícil cuestión. Creo que hay un problema importante de que solo se toma aquello que interesa para confirmar las propias creencias previas. Y no hablo de economistas cualquiera. Si te digo Milton Friedman, Stigler, Lucas o Prescott por un lado o Krugman y Stiglitz por otro obviamente son palabras mayores. Han publicado todo lo publicable. Son genios (que se lanzan al ruedo de la opinión sin el rigor que deberían, por cierto). Pues bien. No me imagino a ninguno de ellos dando su brazo a torcer ante la evidencia. Utilizan o interpretan los datos de una manera digamos curiosa. Porque si no no se entiende que defiendan unos algo y otros lo contrario. ¿tan distintos son los datos? ¿tan distintas pueden ser las interpretaciones?. Toma cualquier artículo académico de Stigler. Te apuesto a que ya sabes solo con que te digan de qué trata por dónde va a tirar en las conclusiones. ¡Qué fácil es decirlo pero qué difícil es cambiar de opinión ante los hechos! Y más si has labrado tu prestigio con una serie de modelos concretos...

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    1. Ave, Cayo!

      Creo que eres un poco demasiado duro con estos economistas. Si uno lee sus artículos de investigación será incapaz de saber su orientación ideológica. Pasa con Friedman tanto como con Krugman y los demás. (Si acaso la selección de temas que estudian te podrá dar una pista, pero yo creo que ni eso.)

      Ante datos incompletos cada uno puede ofrecer un diagnóstico y proponer una solución distinta para un problema (incluso ofrecer una hipótesis distinta del comportamiento de la economía). Si son perfectamente honrados y perfectamente conscientes de dónde acaban los datos y dónde empiezan las especulaciones (algo no siempre fácil), deberán adaptar su discurso a ello. Así, las escuelas distintas se diferenciarán por cómo extrapolan lo que sabemos a lo que no sabemos (y cómo deciden qué cosas son prioritario investigar).

      Yo no sé en cada autor cuántas veces cambió de parecer sobre algún tema económico concreto a lo largo de su carrera, pero sospecho que unas cuantas. Y lo sospecho porque a lo largo de la mía discreta he cambiado varias veces según he visto evidencias y también he visto cambiar a mis colegas y no creo que estos más conocidos no hayan cambiado nunca de parecer.

      Ocurre que a la mayoría los conocemos cuando ya son famosos (han ganado su Nobel y tal), así que ya son mayores y ya han llegado a formarse una opinión tras cualquiera que haya sido su trayectoria vital. A según qué edades y tras tener el Nobel es difícil cambiar de opinión de nada. Eso es humano y, además, importa poco. Lo que importa es la manera en que se van decantando las mejores ideas a medida en el proceso del quehacer científico, aunque cada científico en particular pueda estar sesgado.

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    2. Pues mira, en este artículo de Krugman publicado ayer en El País, admite que se equivocó y cambió de opinión:

      "Si el mundo ofrece unos resultados que no concuerdan para nada con lo que nuestro marco de trabajo dice que debería haber sucedido, se supone que debemos replantearnos ese marco (como hice yo, por ejemplo, después de equivocarme respecto a los tipos de interés en 2003)."
      http://blogs.elpais.com/paul-krugman/2013/03/la-mala-fortuna-de-la-eurozona.html

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    3. Bienvenido al blog, Gel.

      Bien por Krugman, que reconoce algún error. Aunque me temo que Cayo se refería a cosas de más sustancia que una predicción de la evolución de los tipos de interés, pero él dirá.

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