lunes, 29 de octubre de 2012

Los mercados financieros y los juegos de suma cero


En tiempos recientes se ha tratado la hipótesis de que los mercados financieros sean juegos de suma cero tanto en el Otto Neurath como en las Penas del Agente Smith, dos blogs que leo con frecuencia y que recomiendo sin dudar. Un juego de suma cero es aquel como el póker donde lo que uno gana lo pierden los demás sin crear riqueza. Según esta hipótesis, los mercados financieros serían igual. He aquí mi respuesta:

Los mercados financieros se basan, como todo mercado, en una parte que compra y otra que vende. Si uno compra X es porque ve esa alternativa como mejor, si uno vende X es porque tiene otras alternativas mejores. Lo mismo si X son patatas o activos financieros. Las circunstancias que hacen que un activo financiero sea preferido a otro son:

-Su rentabilidad esperada
-El riesgo asociado
-La dispersión de los dividendos que pague a lo largo del tiempo
-La capacidad de controlar las decisiones de una empresa
-Su liquidez
-Etc.

Para algunas de estas circunstancias puede interpretarse que el intercambio se basa en el error de una de las partes, pero no hace justicia a lo que hay detrás. El que una parte crea que un activo va a tener más rentabilidad solo implica diferencias de opinión o de información (posiblemente incompleta en las dos partes). La información incompleta está sujeta a error, claro está. Pero eso mismo hace que los mercados financieros premien la adquisición de información, de manera que en el mercado habrá más información, lo cual siempre es bueno.

En las otras circunstancias no se puede hablar de error, y son una parte importante de la razón de ser de los activos financieros (mi hipoteca es un buen ejemplo).

Dicho esto (muletilla de tertuliano), vamos al tema central de la hipótesis y explorarla, no en la parte de los mercados financieros que sirven para financiar (¡sorpresa!) o para las otras finalidades apuntadas arriba, sino para apostar a un valor que creo que ganará. Una cosa que tener en cuenta al invertir en bolsa es que no se puede ganar en media más que lo que gana en media el conjunto de la bolsa, lo cual es de perogrullo, pero por lo menos indica que uno podrá esperar ganar razonablemente la tasa de beneficio histórica. Para ganar más hay que saber dónde se mete uno. En mi opinión, hacer análisis de tendencias y cosas así apenas sirve. Lo que sirve es saber qué valores van a ir mejor, y para eso es más útil saber por dónde van los tiros en la economía, en un sector en particular o en una empresa todavía más en particular. La información privilegiada ayuda, claro, pero también conocer el negocio (no invertir en empresas que hacen reglas de cálculo cuando la competencia ya está fabricando calculadoras, p.e.).

Si uno, así todo se mete y lo hace en valores que son más especulativos (pongamos, esos que son contratos de futuros sobre el precio de algún bien y que solo son apuestas sobre el precio) que de inversión, no está de más recordar la vieja máxima:

“Si te han invitado a una partida de póker y no sabes quién es el primo es que el primo eres tú.”

Por una feliz casualidad, el repaso de "hace tres años en el blog" nos trae cómo se trata el tema (una parte de él) en Teoría de los Juegos:
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Hace tres años en el blog: La Teoría de los Juegos. La historia más lúdica jamás contada. Parte 11: La información privilegiada.
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viernes, 26 de octubre de 2012

Pedir perdón a la española

Cuando uno se excusa o pide perdón, lo más elegante, si es que lo de más humilde o más sincero no motiva tanto, es simplemente señalar lo que se ha dicho o hecho mal, decir las palabras mágicas y no añadir nada más. Esta es la clave de la elegancia, la sinceridad y la humildad, no añadir nada más.

Es muy difícil, poca gente lo hace y, en España, casi nadie (esto último es posible que sea una exageración mía). Lo que solemos tener es algo así:

-Oye, deberías disculparte ante X por haberle llamado imbécil.
-Vale, está bien. Oye, X, te pido disculpas por llamarte imbécil, pero es que lo eres.

En otras ocasiones no es tan notoria esta falta de elegancia:

-Yo creo que difícilmente vamos a recibir suficientes inmigrantes para resolver el problema de las pensiones.
-Eres un racista.
-¿Cómo?
-Perdón, no eres racista, pero lo que dices no tiene ninguna base. Es más, así razonan los racistas.

En otras ocasiones, como el caso de Mariló Montero, la cosa raya lo ridículo:


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Hace tres años en el blog: La Teoría de los Juegos. La historia más lúdica jamás contada. Parte 10: La quema de las naves.
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martes, 23 de octubre de 2012

Buenos argumentos sobre la circuncisión


Después de repasar los malos argumentos sobre la circuncisión encontrados en este artículo y discutidos aquí, toca ahora hacer una buena aproximación al problema.

La tentación de acogerse a un principio para deducir si está bien permitirla no lleva a ninguna parte. Uno dice "debe ser prohibida atendiendo al principio de la integridad corporal", sin embargo, como nos recordaba también Sacha en la anterior entrada sobre el tema, no tenemos problema en permitir los agujeros para los pendientes. Otro dice "debe ser permitida atendiendo al principio del respeto a la práctica religiosa", lo que también es falaz porque no permitimos cualquier cosa atendiendo a este respeto, como la discriminación o la ablación.

¿Cómo dirimir si la situación se parece más al caso de los pendientes o al de la ablación? He aquí unas cuantas consideraciones que hacerse antes de poder dar una respuesta:

-¿Hay un daño sustancial e irreparable? Como los daños no existen en abstracto sino en personas concretas, la medida del daño debe ser establecida por cada individuo. Los niños no están en posición de ponderarlo, pero los adultos sí. Los adultos que han sufrido el daño nos pueden ayudar. ¿Cuántos lo consideran importante? ¿Cuántos judíos o musulmanes quisieran no haber sido circuncidados?

-Lo anterior es solo el principio. Por seguir comparando: ¿Cuántas mujeres quisieran no haber sufrido la ablación? Si la respuesta fuera "ninguna". ¿Con qué criterio se podría prohibir en las sociedades donde se practica? (Sí habría un criterio para prohibirla en sociedades donde no se practica y donde ya hay leyes en contra de ese tipo de prácticas a las que deben atenerse sus habitantes.)

-En el caso de la ablación sí que encontramos muchas mujeres que quisieran no haberla sufrido o que quisieran que no hubiera la presión social para hacerla (es un requisito para el matrimonio, por ejemplo) para no tener que hacérsela a sus hijas. Cuando desaparece esa presión el daño ya no compensa ninguna otra consideración. También encontramos, creo, que las niñas que no han sufrido la ablación, cuando llegan a la mayoría de edad, no eligen operarse.

-¿Ocurre algo parecido en el caso de la circuncisión? ¿Hay muchos casos de hombres que quisieran no haber sido circuncidados o que quisieran que no hubiera esa presión social en forma de norma religiosa o de costumbre para así no tener que circuncidar a sus hijos? ¿Es posible, con educación o con el ejemplo, eliminar esa presión? (Hablo de la educación tal como la entendemos normalmente, no del adoctrinamiento específico en contra de esa práctica. Si la educación sirve de algo será para conocer la ciencia, la literatura,... y para desterrar la superstición.)

-Puede ayudar a entender mejor la ponderación del daño y la presión el saber qué hacen los niños que no han sido circuncidados y que se les permite la opción cuando son mayores de edad. ¿Quieren hacerlo? ¿Cuántos casos tenemos?

-A mi entender, de la contestación a estas preguntas depende en gran medida la actitud correcta que tomar en una sociedad democrática. Yo no me sé los datos. Con el "a mí me funciona" en la mano diré que he conocido a muchos judíos perfectamente arreligiosos que consideran nimio el daño, al nivel de los agujeros para los pendientes. No tengo ni idea de cuántos casos hay de padres que esperan a que decida el niño a los 18 años. Estoy dispuesto, claro está, a hacer más caso a datos que haya sobre el tema.

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Hace tres años en el blog: El fin y los medios.
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sábado, 20 de octubre de 2012

El Nobel de Economía: Nada de mercados sacrosantos


Por alguna razón que se me escapa, una muletilla que se suele meter en muchas críticas a la Economía como disciplina de estudio es que considera, en su versión ortodoxa, que los mercados son sacrosantos.

Tal cosa está lejos de ser cierta. La Economía estudia las propiedades de los distintos mecanismos y sistemas económicos, de los existentes o de las nuevas propuestas, teórica y empíricamente. Con esa información en la mano intenta ayudar a la sociedad en su problema de asignar recursos escasos a fines alternativos. El mercado es un mecanismo más, con sus propiedades que los hacen buenos en algunos casos, regulares en otros y malos en todavía otros casos más. El detectar buenas propiedades en los mercados cuando se cumplen ciertas condiciones está muy lejos de considerarlos sacrosantos.

Pero no es mi intención en esta entrada hablar de esas propiedades, sino de otros mecanismos. El lunes pasado se otorgó el Nobel de Economía a Roth y Shapley y, justamente, esta elección ilustra muy bien que la Economía ortodoxa no tiene nada que ver con proponer mercados sin ningún tipo de regulación para todo problema económico. Eso sería, de hecho, una heterodoxia.

En particular, el tipo de mecanismos que estudiaron Roth y Shapley y que merecen el premio son un tipo de asignaciones "a pares". Los ejemplos que están ya haciéndose famosos son los de alumnos a escuelas, hombres a mujeres y donantes de riñón a receptores. No voy a explicar aquí los detalles, ya que, por mi actitud diletante, se me han adelantado otros. Antonio Romero-MedinaSala-i-Martín y The Economist ofrecen muy buenas explicaciones del trabajo de los galardonados. Aquí se explica de manera muy sencilla (¡es un blog de Matemáticas para niños!) cómo funciona uno de esos mecanismos. Juan Urrutia escribe sobre el otro gran trabajo de Shapley. A mí me interesa reseñar, más bien, cómo estos trabajos son un buen ejemplo de la manera en que debemos ver la Economía: No sirve para predecir crisis o fluctuaciones de precios en la bolsa, sino para poder recomendar políticas económicas basadas en evidencias.

A los mercados competitivos les acompañan las subastas, los impuestos pigouvianos, los mercados de emisiones, las regulaciones bancarias, los seguros obligatorios, la garantía de la igualdad de oportunidades, las políticas de redistribución, la independencia del Banco Central,... y también los mecanismos de emparejamiento. Eso es la Economía ortodoxa, la que estudia los distintos mecanismos y encuentra cuál es el mejor en cada contexto para conseguir la ponderación de fines que políticamente se desee (empleo, crecimiento, igualdad, integración, responsabilidad,...). Sin prejuicios y con análisis.

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Hace tres años en el blog: El aborto a los 16 años revisitado.
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miércoles, 17 de octubre de 2012

Malos argumentos sobre la circuncisión



Recientemente aparecía este artículo en El País sobre la circuncisión y los últimos eventos en Alemania en torno al tema. El artículo mezcla muchas afirmaciones en un ejemplo de lo que es un mal argumentar. Sacha, compañero de ARP, nos muestra unas cuantas de las falacias en las que cae:

"En el 1º párrafo llama "indecentes" a unas caricaturas de Charlie Hebdo, y dice que "no hacen sino provocar", como si fuera ilícito hacerlo por el hecho de que ya sepamos lo incapaces que son los fanáticos de aceptar críticas. ¿Es que acaso debemos tolerar ese ataque a la libertad de expresión en lugar de resaltarlo las veces que haga falta? Luego otros achacan que no se critique al Islam, cuando reciben críticas al Cristianismo. 
"En el siguiente párrafo alude a que el tribunal condena "en nombre de la ley" (como si esto fuera un demérito, cuando es lo único lógico a que atenerse para condenar) un rito multimilenario. ¿A santo de qué se menciona su antigüedad, si no es para usarla como atributo de legitimación? 
"Otro hecho curioso es que el 3º párrafo empieza con "el otro caso de provocación", diciéndonos claramente que la decisión del tribunal es una provocación, y que además hay otra, entiendo que refiriéndose a un vídeo que supuestamente sirve de herramienta para hacer que los islámicos moderados se vuelvan islamistas radicales. Sin duda al autor todo eso puede parecerle sólo una provocación. 
"En este mismo párrafo se nos cuela algo más grave aún: según el autor, la decisión del tribunal es además "preocupante" porque un 56% de los alemanes están de acuerdo. ¿Y? (te estarás preguntando). Pues que los alemanes mataron a muchos judíos!!! Ya tardaba en salir Hitler a la palestra. En fin, si vista la clara relación con el nazismo la cosa no es preocupante que venga Mahoma y lo vea. 
"Luego se nos dice que 105.000 judíos se sienten NUEVAMENTE acosados y discriminados. El "nuevamente" lo he resaltado, porque creo que es perverso comparar el acoso que sufrieron los judíos bajo el sistema nazi con que les prohíban una mutilación que para ellos es tradición. Sin duda muchos individuos de sociedades con tradición de ablación femenina también se pueden sentir discriminados si se les prohíbe. Pero hay que tener cuidado con las comparaciones.
"El artículo termina pidiendo respeto al Estado por la religión. Pero el respeto que un estado supuestamente laico pueda tener por las convicciones religiosas consentidas en un adulto son una cosa, y lo que el tribunal pueda dictaminar sobre la integridad física de un recién nacido es otra. Siempre debería poder circuncidarse cuando cumpla los 18 si quiere. 
"Admito que esta castración física es mil veces más insignificante que la castración mental a la que muchos creyentes someten a sus hijos, pero bueno. Alguien comentó en su día incluso el tema de los agujeros para pendientes que practicamos en nuestros bebés hembra."
Si la práctica de la circuncisión debe ser permitida o no es una cuestión que se debería dilucidar de otra manera, no con este tipo de discursos tan mal argumentados.

Gracias, Sacha.

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Hace tres años en el blog: Por qué el aborto.
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sábado, 13 de octubre de 2012

¿Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias?


Tenemos a priori dos teorías, A y B, para explicar unos fenómenos. Estimamos que ambas son ciertas con probabilidades 1/2, 1/2. No contentos con ello buscamos más datos. Según la teoría A, la observación x ocurre con una probabilidad p(x/A) (léase probabilidad de x condicionada a que A es cierta), mientras que según B, ocurre con p(x/B). Así con otras observaciones y, z,…

Después de recopilar muchas observaciones, usando la regla de Bayes, tenemos, por ejemplo, que las probabilidades a posteriori que asignamos a A y B ya no son 1/2, 1/2 sino 0,9997 frente a 0,0003 (porque las observaciones son mucho más probables si la teoría A es cierta que si lo es la teoría B). Tras la investigación aceptamos la teoría A como mucho más probable que la B.

Ahora alguien nos quiere convencer de que, en realidad, la B es la más adecuada. Esto es una afirmación extraordinaria. ¿Requiere evidencias extraordinarias?

Veamos: requiere encontrar una observación r (o un conjunto de observaciones r, s, t, ...) que ocurre con muy, muy poca probabilidad según A y con mucha, mucha probabilidad según B (por lo menos en términos relativos).

La evidencia que requerimos para aceptar B tras las observaciones x, y, z,… que nos hicieron aceptar, en principio, A tiene que ser mucho más fuerte que la que hubiéramos necesitado para aceptar B sin aquellas observaciones.

Otra posibilidad es aplicar la expresión, no a las teorías, sino a las posibles observaciones. Tras tener una teoría A que explica mejor los hechos hasta ahora conocidos que la alternativa B nos comunican que hay un hecho muy poco probable según A y muy probable según B. ¿Aceptamos sin más que existe ese hecho? De otra manera: ¿qué es más probable, que el presunto hecho sea un error de observación o que sea cierto? Para descartar un error de observación, de nuevo por la regla de Bayes, hacen falta mayores pruebas cuando la teoría A es la aceptada hasta ahora que cuando no lo es

¿Llamamos a esto prueba extraordinaria? A mí no me parece mala expresión. Resume bien todo lo anterior.

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Hace tres años en el blog: Concierto para vascos. Primer movimiento.
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viernes, 12 de octubre de 2012

La mala reputación

Pues eso. Un clásico:



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Hace tres años en el blog: La Teoría de los Juegos. La historia más lúdica jamás contada. Parte 8: Una noche en la ópera.
Y también: La Teoría de los Juegos. La historia más lúdica jamás contada. Parte 9: Adam Smith frente a Hobbes.
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domingo, 7 de octubre de 2012

Espejismo, espejismo mágico

CASO A:

Mr. and Mrs. Robinson viven en una isla. Él recoge cocos, 100 a la semana, ella limpia, fija y da esplendor a la pareja y a la isla. Los cocos se venden cada semana a un barco que pasa y que paga un euro por coco. Tras el barco-compra-cocos llega el barco-tienda en el que la pareja hace sus compras para la semana.

¿Cuál es el Producto Interior Bruto (PIB) semanal de la isla? Fácilmente diremos que son 100 euros y no estaría mal. De hecho, estaría en consonancia con la manera en que se calcula habitualmente.

CASO B

Pongamos ahora que Mr. Robinson le paga a su señora 50 euros a la semana por su trabajo. ¿Cuál es el PIB ahora?

Repasemos: Mr. Robinson vende 100 cocos y gana 100 euros. Luego le da 50 a Mrs. Robinson. Cuando llega el barco-tienda cada uno gasta sus 50. El nuevo PIB será, según los criterios contables habituales, 150 euros semanales. De ellos, 100 se gastan en importar cosas (del barco-tienda) y 50 se gasta Mr. Robinson en pagar el trabajo de Mrs. Robinson.

CASO C

Ahora resulta que la recogida de cocos empieza a generar problemas ecológicos en la isla. No problem, la pareja tiene un hijo, Robin (debería ser Robinsonson, pero no nos metamos en cosas de familia), que hará tareas de recuperación ecológica, limpiando el estropicio. La familia crea un gobierno que pone impuestos, 20 a Mr. Robinson y 10 a Mrs. Robinson con los que paga a Robin. El gasto del gobierno añade al PIB, de manera que el nuevo PIB será 180.

CASO D

Igual que el C, pero en lugar de tener un gobierno, Mr. Robinson paga él solo la contratación de Robin para la recuperación ecológica. En ese caso el gasto podría considerarse costes de operación, que deberían descontarse del cálculo del PIB. El PIB vuelve a ser 150. (La aportación de la recogida de cocos al PIB es de 100-30 y la de Robin es de 30. A eso se suman los 50 de Mrs. Robinson.)

Fijémonos que en el paso del CASO A al CASO B nada ha cambiado en lo que toca a la riqueza generada (sí ha cambiado en el reparto de la riqueza), y sin embargo, el PIB ha aumentado.

Peor todavía, en el paso de los CASOS B al C o D ha cambiado que hay que hacer limpieza (pongamos que en los CASOS A y B no se ensuciaba nada), así que se produce lo mismo, pero trabajando más.

Todavía peor, el criterio de contabilizar todo gasto público como PIB hace que el PIB aumente artificialmente con respecto al caso en que este gasto se contabiliza como costes de operación (en el ejemplo, eso es lo que es).

¿Quiere esto decir que el PIB es un muy mal cálculo de la riqueza de un país? No exactamente. Quiere decir que es una aproximación y que, siendo eso, uno puede poner ejemplos como los que aquí cuento en que todo suena a disparate. Si los errores de cálculo son más o menos los mismos a lo largo de los años en los que se quieren hacer comparaciones o entre países que se quieren comparar, el problema no será tanto.

He dicho "No, exactamente", porque en ocasiones sí que podemos estar dejándonos llevar por el error. Cuando se hundió el Prestige, no tan lejos de las costas gallegas como algunos quisieron, las labores de limpieza aumentaron el PIB de Galicia. Era un espejismo, claro.

Si ahora pedimos prestado a altos intereses para pagar el déficit, aumentará el PIB cuando usemos el dinero para gasto público o para importar (disminuirá en el futuro cuando se devuelva). Por contra, si intentamos reducir el déficit, el PIB disminuirá. A priori lo segundo no es peor que lo primero. Sin embargo, si solo nos fijamos en el PIB (y además, a corto plazo) sin saber qué significa realmente, estaremos viendo espejismos como en los casos de la isla.

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Hace tres años en el blog: La ciencia española no necesita tijeras.
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sábado, 6 de octubre de 2012

La Edad Media en Escépticos en el Pub


Comienza la cuarta temporada de escépticos en el pub en Madrid.

Hoy, Antonia de Oñate, historiadora y miembro de ARP, nos hablará de La Edad Media, en la que nos presentará "una dosis de pensamiento crítico para los juicios históricos". ¿No os pica la curiosidad? Allí nos vemos.

Esta tarde de sábado 6 de octubre a las 19:30 en el Irish Corner, Arturo Soria, 6. Entrada libre.


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Hace tres años en el blog: La Teoría de los Juegos. La historia más lúdica jamás contada. Parte 7: Rebelde sin causa.
Y también: In memoriam.
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miércoles, 3 de octubre de 2012

El valor de una vida


¿Cuánto vale una vida?

La cuestión no tiene fácil respuesta. De hecho, para algunas maneras de plantearla, no la tiene en absoluto. ¿Cuánto vale mi vida para uno mismo? En principio, todo lo que tenga y más si se puede pedir, robar o conseguir de cualquier otra manera. Si eso deja en la ruina a la familia habrá quien se rinda ante ese prospecto y no acepte pagar cualquier cosa por salvar la vida. Depende de cada cuál, claro. Consideraciones parecidas se harán con seres queridos. Por este camino no llegamos a ninguna parte. Bueno, sí, llegamos a que, trasladando esto a las decisiones sociales, dedicaríamos ingentes cantidades de dinero (es decir, de recursos) a salvar vidas. Dedicando muchos millones a mejorar una carretera estadísticamente se ahorrarán algunas vidas. Si una vida no tiene precio, no haríamos otra cosa que mejorar carreteras (era un ejemplo, pon aquí tu favorito si este no te gusta).

Hay otra manera de enfocar el asunto y que, además, es más acorde con las decisiones que tomamos. Como al final todos nos morimos, resulta que ninguna vida se salva realmente. Lo que conseguimos es aumentar la esperanza de vida (también su calidad, pero no nos compliquemos). ¿Cuánto estamos dispuestos a pagar por que nuestra esperanza de vida aumente en un año? No ingentes cantidades de dinero. No, por lo menos, si se trata de aumentar de 45 años más a partir de ahora a 46. Si se trata de aumentar de 0 a uno, volvemos al párrafo anterior, aunque un poco más moderados.

Esta es la clave. La inmensa mayoría de las decisiones que tienen que ver con salvar vidas no se refieren a la inmediatez del resultado (salvo en catástrofes), sino a aumentar la esperanza de vida evitando una enfermedad o un accidente. Ahí ya no estamos tan dispuestos a pagar. De hecho hay gente que renuncia a años de esperanza de vida por cosas tan tontas como fumarse unos cigarrillos al día. Otros arriesgamos la vida conduciendo en lugar de coger el tren porque no nos compensa la disminución de la probabilidad del accidente con la comodidad de nuestro coche. O vamos al monte arriesgándonos a peligros mayores que visitando museos. Así somos, si no hacemos algo más que salvarnos la vida no merece la pena vivir.

Y lo que no queremos para nosotros mismos no hay razón para que lo queramos socialmente. Podemos gastar más en mejorar carreteras, pero no todo el presupuesto. Hay que dejar algo para otras cosas.

En resumen. Uno puede, si tiene los datos, calcular cuántos años de esperanza de vida se ahorran gastando X euros en una determinada política y cuántos se ahorran en otra. Si de ahorrar vidas se trata, simplemente se ponen los euros en donde se salvan más años (no se me tome esto al pie de la letra, hay que tomar en cuenta más cosas, pero he dicho que no quería complicar el tema). En la medida en que gastamos en otras cosas que no son salvar años de vida estaremos implícitamente diciendo que X euros gastados en esa otra cosa nos produce más satisfacción que los años de vida que se ahorrarían con esos X euros si se ponen al uso de salvar años de vida.

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