Cuando en un sistema democrático hay dos partidos grandes, hay también una tendencia a que ocupen el centro político. Si ocupan otra posición, por ejemplo uno se coloca en el medio de la izquierda y otro en el medio de la derecha, cualquiera de ellos espera ganar votos desplazándose en la dirección del otro partido. De tener más o menos la mitad del electorado pasaría a tener bastante más. En la medida que a los partidos les importe ganar votos, la fuerza de este equilibrio no debe ser desdeñada. Es cierto que los partidos pueden tener también preferencias por unas políticas u otras, pero no menos cierto es que ninguna política se llevará a cabo sin ganar las elecciones.
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Figura 1
Con cuatro partidos grandes la cosa cambia. Si los cuatro se quedan en el centro, cualquiera de ellos ganará si se escora hacia un lado. Pasaría de estar dividiéndose entre cuatro a todo el electorado a tener prácticamente la mitad para sí. Algo parecido, pero todavía más marcado, sucede si los cuatro coinciden en cualquier otro punto del espectro político. Tampoco puede haber tres juntos en un sitio (por ejemplo, en algún lugar del centro o del centro izquierda) porque entonces el cuarto que está suelto ganaría aproximándose a esos tres por la parte en la que han dejado más espacio. Pero tras juntarse estaríamos en la situación anterior, que sigue sin ser de equilibrio.
El único equilibrio sucede cuando dos ocupan el centro derecha y dos el centro izquierda (Figura 1, donde los porcentajes indican el tanto por ciento de población entre la extrema izquierda y el punto señalado). Los ciudadanos votan al partido más cercano a su ideología, de manera que los dos primeros se reparten la mitad de la izquierda (flechas rojas) y los otros dos la mitad de la derecha (flechas azules). Quien se mueva de ahí perderá votos. Por ejemplo, si uno del centro izquierda se va al centro ganará algunos votos a costa de los partidos de centro-derecha, pero perderá una cantidad idéntica por la izquierda (Figura 2, donde las flechas naranjas muestran lo que gana y pierde con el cambio), que fortalecerá a su rival más cercano. Pruebe el lector para ver que ninguna otra configuración es de equilibrio. Aquí hay una demostración formal. Para que esto sea así es necesario que los partidos solo estén interesados en ganar votos y que los votantes estén distribuidos uniformemente en el eje izquierda-derecha y solo les importe ese eje.
Figura 2
Esto viene a cuento porque desde hace tiempo vengo diciendo que veríamos la C’s ir a la derecha y al PSOE hacia la izquierda (véase aquí, aquí, aquí y aquí). No es que vayan a coincidir, puesto que hay más variables además de ganar votos, pero sí que tenemos una fuerza que los llevará en esa dirección. Desde entonces hemos visto a C’s renunciar a la Socialdemocracia y al PSOE elegir a la versión más a la izquierda de Sánchez. No es que yo diga que eso es lo que deben hacer los partidos ni que yo quiera que lo hagan, es simplemente entender que esa fuerza existe y tira de los partidos, independientemente (o además de) de cualquier otra consideración. Sin entenderla no se entiende una parte importante de la evolución que hemos visto en los últimos tiempos.
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Hace cinco años en el blog: Alemania-Grecia.
Y también: Por encima de nuestras posibilidades.
Hace tres años en el blog: Al monte se va con botas: El anteproyecto de reforma fiscal.
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