martes, 12 de julio de 2016

¿Qué información hace falta para cooperar? (1)

Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de junio en Mapping Ignorance.


Al contrario de lo que ocurre con los mercados competitivos, hay muchos casos de situaciones económicas en las que un comportamiento racional y egoísta no implica una asignación eficiente de los recursos. Un ejemplo es la financiación de los bienes públicos. Pongamos que a unos vecinos se les pide contribuir para la construcción de un parque de una hectárea (10.000 m2) en el barrio. Si el coste de construirlo es 100.000€ y debe ser sufragado a partes iguales entre los 100 vecinos, cada uno debería pagar 1.000€. Si, además, cada vecino valora el parque en más de 1.000€, entonces la construcción es una inversión eficiente. Ahora bien, si los vecinos no están obligados a pagar esos 1.000€ y solamente se les pide una contribución voluntaria, el parque no se construirá o, por lo menos, no en ese tamaño. Cada vecino pensará: “Si todos contribuyen, mi aportación solo cambiará la extensión del parque de 9,990 m2 a 10.000 m2. El parque será solo marginalmente menor si me ahorro mi aportación. Si nadie contribuye, mis 1.000€ solo darán para 10 m2. En cualquier caso, prefiero no contribuir. Diez metros cuadrados adicionales no me compensan los 1.000€ que me cuestan”. Este es el problema del “polizón”. El argumento “si todo el mundo piensa como tú, perderemos una oportunidad de estar todos mejor” no funciona para resolver el problema, puesto que no cambia la manera en la que los demás piensan. Esta es la razón por la que la obligatoriedad del pago de impuestos se respalda con la fuerza de la ley. El ejemplo es, también, una versión de la famosa paradoja del dilema del prisionero.

¿No hay maneras de escapar a esta lógica? De hecho, hay muchas. Algunas requieren una interacción repetida, de manera que el análisis lógico cambie. En una situación repetida, los individuos pueden pensar de la siguiente manera: “De acuerdo, empezaré contribuyendo, y seguiré haciéndolo en el futuro mientras todo el mundo haya estado cooperando en el pasado. En caso contrario dejaré de contribuir”. Ahora hay un incentivo para contribuir: mantener la producción de los bienes públicos deseados; y hay también un castigo para los polizones: si no contribuyes, los demás tampoco lo harán y tú también te verás perjudicado por la ausencia de bienes públicos.

Podemos complicar el problema de muchas maneras. En la solución anterior, el castigo es demasiado severo. Una vez que alguien dejó de cooperar, el castigo es para siempre y, además, afecta tanto al polizón como a quien se comportaba de manera cooperativa. Es posible suavizar el problema haciendo que la fase de castigo dure solamente unos pocos periodos. Otra complicación surge si el conjunto de vecinos cambia con el tiempo, o si el conjunto de interacciones no involucra a todos los vecinos cada vez. Hoy, A, B y C se enfrentan a un problema de bienes públicos que solo les afecta a ellos tres. Mañana, una situación semejante se produce entre D y E. Al día siguiente hay otra entre B, D y F, y así sucesivamente. Si el comportamiento de cada vecino es perfectamente conocido por el resto, y si todos los vecinos esperan verse involucrados en este tipo de interacciones en el futuro, entonces está en el interés de cada uno mantener la reputación de ser cooperativo, de manera que cuando se encuentren dos o más vecinos con un registro de haber sido cooperativos, la cooperación se podrá mantener.

Continúa aquí.

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Hace cinco años en el blog: La trama de la SGAE.
Y también: Las propiedades emergentes.
Hace tres años en el blog: Odiosa comparación (5).
Y también: Sobre las becas universitarias.
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