sábado, 19 de junio de 2010

O ano da morte de José Saramago


Ya habéis leído en todas partes sobre la muerte de Saramago. Tengo mis más y mis menos con muchos de sus libros. Algunos los he leído con gusto y otros no los he podido acabar. Pero hay uno que él solo le habría valido a Saramago ser merecedor de cuantos premios y reconocimientos literarios hubiera. Se trata del libro "O ano da morte de Ridardo Reis".

Ese libro contiene la prosa más cuidada, sencilla y menos artificiosa que he leído nunca. Un tono justo de saudade, un tema muy normal y humano. Ricardo Reis, uno de los heterónimos de Pessoa, regresa de Brasil a pasar la última parte de su vida en Lisboa. La narración fluye sin decaer nunca, pasando de un hecho a otro, hilvanando la vida y los recuerdos de Ricardo Reis, recorriendo la ciudad blanca, los personajes de la novela y los acontecimientos del mundo con una cadencia perfecta, hermosa, sublime.

Imposible no absorberse en la lectura e imposible no volver otra vez a Lisboa y verla con una mirada distinta.

5 comentarios:

  1. "Ese libro contiene la prosa más cuidada, sencilla y menos artificiosa que he leído nunca".

    No hay nada más lejos de mí que la sencillez de Saramago.

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  2. "Ha muerto José Saramago". Lo siento sinceramente por Pilar del Río y por los firmantes de manifiestos altermundialistas. Por la (gran) literatura, ya no; para ella, Saramago "murió hace quince años", como en el drama anticomunista de Giménez-Arnáu (no Jimmy, sino su padre) que Rafael Gil llevó a la pantalla en 1954. Su premio Nobel, como tantos otros, desde el de Steinbeck al de Günter Grass, fue en realidad póstumo, aunque se lo otorgaran en vida, como exigen absurdamente las normas del galardón. A partir de "Informe sobre la ceguera", y con la sola excepción de sus memorias de infancia, Saramago dejó de escribir novelas y se dedicó a hablar en parábolas, como Nuestro Señor Jesucristo; unas parábolas, en mi opinión, pedestres literaria e ideológicamente, que habían comenzado ya con la insufrible "Balsa de Piedra".

    Expresada mi incorrecta y seguramente infundada opinión, vaya ahora la de cal, en línea con lo que sugiere José Luis: con la misma radicalidad y falta de fundamento que en el párrafo anterior, me atrevo a proclamar aquí que "El año de la muerte de Ricardo Reis" debe figurar en cualquier antología de la novela del s.XX. Además de los valores que se señalan en la entrada principal, el análisis psicológico del protagonista (un solipsista que quiere creer que puede mantenerse al margen del curso de la historia, sin que le afecten los acontecimientos políticos), la descripción de su relación con la deuteragonista (su criada, novia de un marinero revolucionario) y la articulación entre los dos planos narrativos (el de la relación individual entre los personajes y el del marco histórico en que ésta se desarrolla) diría que son sublimes, si el adjetivo no fuera tan cursi. Para más morbo (ibérico), el año de la muerte de Ricardo Reis fue...1936. No deja, en el fondo, de ser una parábola (el intelectual frente al pueblo, y la ineluldibilidad del "compromiso"), pero está tan bien construida y mejor escrita que el "mensaje" no aplasta la literatura, como en otras obras suyas, sino que la dota de profundidad. Me impresionó tanto que este comentario está hecho de memoria, sin refrescar una lectura de hace ya un cuarto de siglo.

    Saramago escribió otras obras estimables, pero ni antes ni después se acercó nunca a esa cumbre. Tuvo la suerte de obtener el reconocimiento en vida, de que la suya fuera larga y fecunda, como quiere el tópico, y de que sus últimas décadas transcurrieran en unas condiciones envidiables y muy distintas de las que su origen y sus primeros años pronosticaban: con holgura económica, en un pseudoexilio dorado, cuidado y venerado por una mujer notable y rodeado de la admiración un punto bobalicona de las multitudes. Que la tierra le sea leve, como decían los romanos.

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  3. Solitarius, diría que haces un análisis justo y coherente, ciertamente equilibrado en arena y cal aunque, bajo mi punto de vista, la dualidad "mensaje"-literatura no sea tan sencilla y, a veces, sólo algunas, el mensaje tenga licencia suficiente como para sacrificar a lo literario. Escribir parábolas tampoco es tan malo ya que también hay a quienes les gusta leer más allá de la historia (que no Historia). Aliñar una -historia- con ingredientes de trasfondo no es tarea fácil, al menos no tanto como relatar acciones o hechos o describir objetos o situaciones, si bien es verdad que al novelar, según qué veces, el trasfondo o la parábola se escribe sola. Tampoco habría que olvidar que Saramago, incluso por delante del oficio de escritor, tenía alma de filósofo.

    En resumen, Saramago poco tiene que ver con John Grisham y, desde luego, novelista puro no podríamos llamarle. Pero es que la literatura da para muchas perspectivas y estilos, afortunadamente.

    Saludos.

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  4. Saramago cómo todos tiene sus mas y sus menos, pero la cuenta de resultados parece más que positiva, y no solo desde el pto. de vista literario. Un abrazo.

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  5. No he querido hablar de sus ideas políticas. En ese aspecto pienso en Saramago como un Pepito Grillo. Entiendo y comparto muchas de las cosas que denunciaba, pero no demasiado la manera en que se pueden mejorar. A estas alturas de la vida, me parece por lo menos anacrónico el definirse comunista. Pero eso no desmerece un ápice su obra literaria.

    Me alegro concordar con Solitarius sobre la relevancia literaria de "O ano da morte...", que parece que comparte KC. A una persona que escribe una obra así se le pueden perdonar muchos "pecadillos". Estoy con emejota en la cuenta de resultados. La sencillez de esa obra me es también ajena, porque yo no consigo nada así. No por eso me gusta menos. No sé si este era el sentido que le da Enrique a su comentario.

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