Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de enero en Mapping Ignorance.
En un artículo anterior (aquí y aquí) revisé la literatura reciente sobre los efectos de la inmigración en el mercado de trabajo. En resumen, encuentra que no hay efectos significativos negativos en el empleo o en el salario de los trabajadores nativos, a la vez que estimula la economía local. A partir de aquí uno puede estar tentado a concluir que la desaparición de las restricciones de inmigración en todo el mundo induciría un gran crecimiento en el Producto Interior Bruto (PIB) mundial. Sin embargo, una cosa es decir que, dado el nivel actual de restricciones a los movimientos entre los distintos países, un flujo adicional de emigrantes es beneficioso y otra muy distinta es decir que, si las restricciones se eliminan, los beneficios se multiplican. Económicamente, esto es equivalente a tomar el efecto marginal por el efecto total. Un matemático puede entender esto como el error que uno comete al aproximar el valor de una curva usando la tangente, un error que puede ser pequeño para cambios pequeños, pero que puede hacerse muy grande cuando se extrapolan valores lejos en el dominio de la función.
Borjas (2015) [1] repasa los modelos que predicen, como dice la metáfora popular, que hay billetes de “billones de dólares” en las aceras, esperando que alguien los coja, si los países receptores de inmigrantes removieran las barreras a la inmigración (véase, por ejemplo, Clemens, 2011 [2]). El modelo más sencillo puede describirse de la siguiente manera. En los países ricos la demanda de trabajo es alta, lo que significa que los salarios son más altos que en los países pobres. Si no hubiera restricciones a la inmigración los trabajadores se moverían de los países pobres a los ricos. A medida que se muevan, los salarios en los países ricos decrecerían y los de los países pobres crecerían. La inmigración pararía cuando los salarios se igualaran en todos los países. Con unos pocos supuestos sobre las funciones de producción de los países se pueden especifica las funciones de demanda de trabajo y estimar sus parámetros. A partir de ahí se puede calibrar el modelo para simular las distintas economías y realizar ejercicios contra factuales. Con datos del Banco Mundial para el año 2011, la estimación es que el PIB mundial crecería de 70 a 110 billones de dólares, un crecimiento de casi un 60%. Este incremento en la producción se debe a que 2.600 millones de trabajadores emigran de los países menos productivos a los más productivos, lo que supone en 95% de la fuerza de trabajo total de los países pobres. Otra consecuencia es que los trabajadores nativos en los países ricos perderían el 40% de sus salarios, que los trabajadores en los países pobres y los emigrantes ganarían un 143% más, y que los capitalistas verían incrementado sus ingresos un 57%.
Por supuesto que el modelo es muy simplista, pero consigue señalar un par de problemas que encontraremos incluso con modelos más refinados: para conseguir incrementos del PIB del orden de billones, es necesario mover a miles de millones de personas (más aún si los trabajadores se mueven con sus familias). El trabajo seminal en esta área, Hamilton y Whalley (1984) [3], por ejemplo, dedica mucho espacio a detallar las ganancias en dólares, pero nunca llega a indicar el número de trabajadores que deben emigrar para conseguir esas ganancias en ninguna parte de su estudio. El otro problema es que el modelo muestra que habrá perdedores en los países ricos que se opondrían a la apertura de las fronteras.
Referencias:
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Hace cinco años en el blog: Paternalismo y adoctrinamiento (2).
Hace tres años en el blog: Ignorancia supina sobre el desempleo.
Y también: La curva de Laffer y el ministro Montoro.
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Pedimos trabajadores, pero vinieron
personas.
Max Frisch
Borjas (2015) [1] repasa los modelos que predicen, como dice la metáfora popular, que hay billetes de “billones de dólares” en las aceras, esperando que alguien los coja, si los países receptores de inmigrantes removieran las barreras a la inmigración (véase, por ejemplo, Clemens, 2011 [2]). El modelo más sencillo puede describirse de la siguiente manera. En los países ricos la demanda de trabajo es alta, lo que significa que los salarios son más altos que en los países pobres. Si no hubiera restricciones a la inmigración los trabajadores se moverían de los países pobres a los ricos. A medida que se muevan, los salarios en los países ricos decrecerían y los de los países pobres crecerían. La inmigración pararía cuando los salarios se igualaran en todos los países. Con unos pocos supuestos sobre las funciones de producción de los países se pueden especifica las funciones de demanda de trabajo y estimar sus parámetros. A partir de ahí se puede calibrar el modelo para simular las distintas economías y realizar ejercicios contra factuales. Con datos del Banco Mundial para el año 2011, la estimación es que el PIB mundial crecería de 70 a 110 billones de dólares, un crecimiento de casi un 60%. Este incremento en la producción se debe a que 2.600 millones de trabajadores emigran de los países menos productivos a los más productivos, lo que supone en 95% de la fuerza de trabajo total de los países pobres. Otra consecuencia es que los trabajadores nativos en los países ricos perderían el 40% de sus salarios, que los trabajadores en los países pobres y los emigrantes ganarían un 143% más, y que los capitalistas verían incrementado sus ingresos un 57%.
Por supuesto que el modelo es muy simplista, pero consigue señalar un par de problemas que encontraremos incluso con modelos más refinados: para conseguir incrementos del PIB del orden de billones, es necesario mover a miles de millones de personas (más aún si los trabajadores se mueven con sus familias). El trabajo seminal en esta área, Hamilton y Whalley (1984) [3], por ejemplo, dedica mucho espacio a detallar las ganancias en dólares, pero nunca llega a indicar el número de trabajadores que deben emigrar para conseguir esas ganancias en ninguna parte de su estudio. El otro problema es que el modelo muestra que habrá perdedores en los países ricos que se opondrían a la apertura de las fronteras.
Referencias:
1. Borjas, G.J. 2015. Immigration and Globalization: A Review Essay. Journal of Economic Literature 53(4), 961–974.
2. Clemens, Michael A. 2011. Economics and Emigration: Trillion-Dollar Bills on the Sidewalk? Journal of Economic Perspectives 25 (3), 83–106.
3. Hamilton, B., y Whalley, J. 1984. Efficiency and Distributional Implications of Global Restrictions on Labour Mobility: Calculations and Policy Implications. Journal of Development Economics 14 (1), 61–75.
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Hace cinco años en el blog: Paternalismo y adoctrinamiento (2).
Hace tres años en el blog: Ignorancia supina sobre el desempleo.
Y también: La curva de Laffer y el ministro Montoro.
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