La Economía no enseña a ser egoístas ni requiere de un Homo oeconomicus egoísta para defender todos sus modelos. Sobre todo, enseña a encontrar situaciones en las que las dos partes de una negociación ganen, y también muestra cómo algunos mecanismos funcionan eficientemente a pesar de que en él participen individuos egoístas.
Lo anterior sirve solo para negar que el egoísmo deba ser, en general, un supuesto necesario para guiar el estudio de la economía. Hay, sin embargo, situaciones particulares en las que es cierto que el egoísmo ayuda más que otras motivaciones para encontrar ganancias mutuas. Estudiaremos varios casos.
1. El mercado de las drogas
Hay razones para aceptar y para rechazar la legalización de las drogas, por lo menos de algunas de ellas. No voy a repasar aquí cuáles son ni cuáles están mejor documentadas y son más relevantes. Lo que quiero decir aquí es que una discusión social basada en el egoísmo de cada cuál puede llevar a un mejor resultado que una basada en actitudes morales. La actitud egoísta hará que cada uno mire por sus intereses: los traficantes querrán que siga la prohibición; los consumidores, que se legalice; el resto estará divido según crean que traerá más o menos delincuencia o más o menos individuos cuya voluntad quede en manos de la adicción, por ejemplo. La actitud moral opondrá a los que encuentren moralmente reprobable el comercio y uso de drogas contra aquellos para quienes ir contra la libertad individual es lo reprobable. Si las actitudes morales están basadas en ideas prejuiciosas (p.e., religiosas), los egoístas estarán en mejor disposición de llegar a acuerdos políticos para vivir en sociedad que los guiados únicamente por sus preferencias morales.
Uno puede achacar la superioridad del egoísmo en el caso anterior a la excesiva discrepancia moral, a menudo prejuiciosa, en la cuestión. En el siguiente ejemplo no habrá tal cosa.
2. Acuerdos entre el fiscal y el abogado defensor
Fieke Harinck, junto a otros colegas, realizan el siguiente experimento. Se trata de tomar decisiones sobre varios casos judiciales. Los sujetos experimentales se dividen en dos grupos y, dentro de cada grupo se dividen en pares, donde uno hará las veces de abogado y otro de fiscal. En el primer grupo se les dice que busquen acuerdos en términos puramente egoístas, sabiendo que sus carreras dependen de las ganancias que consigan en los acuerdos. Al segundo grupo se les pide que tomen decisiones en términos morales. El grupo egoísta conseguía sistemáticamente acuerdos más beneficiosos para todos. Eran más capaces de ceder en algún punto del acuerdo para ganar en otro que les reportara más beneficios.
Aquí se puede alegar que, aunque no haya discrepancia moral, el estar en distintos lados de una negociación hace que la parte de la moral común que cada uno aplica es distinta. Bien puede ser, pero para eso tenemos el tercer ejemplo.
3. El mercado
Pongamos que Ana puede producir un bien al coste de 1 euro y que Abel valora ese bien en 2 euros. Consideremos ahora que Zoe puede producir el mismo bien al coste de 3 euros y que Zenón lo valora en 4 euros. Si los cuatro se juntan en una plaza púbica, la teoría del mercado predice que Ana le venderá el bien a Zenón a un precio entre 2 y 3 euros y que tanto Abel como Zoe no encontrarán con quien comerciar. No solamente ocurre con la teoría estándar, donde los cuatro son egoístas, sino que pasa también en la práctica cada vez que se somete a experimentos de laboratorio.
De esta manera egoísta se genera un excedente social de 3 euros (por ejemplo, si el precio es 3 euros Ana gana 3-1=2 euros y Zenón 4-3=1). De haber tenido en cuenta una consideración moral redistributiva, vendido Ana su bien a Abel y Zeo el suyo a Zenón, el excedente total habría sido únicamente de 2 euros. Otras consideraciones, por ejemplo, una manera aleatoria de hacer ofertas lleva a situaciones semejantes a las que lleva el egoísmo, pero esta es otra historia (ver aquí y aquí).
Por supuesto, se puede decir que es mejor generar un excedente de 2 repartido entre cuatro que uno de 3 repartido entre dos, pero no sería una buena apreciación. La historia siempre es más complicada. Por una parte, los dos que no comercian en este mercado son libres de comerciar en otros mercados en los que sean más eficientes. Por otra, esto crea incentivos para ser eficiente en cada mercado. Solamente después de tener en cuenta todas estas consideraciones podremos decir si es mejor o peor una u otra manera de actuar. Lo que nos importa aquí es que es perfectamente posible que la actitud egoísta lleve a mejores situaciones para todos que otra actitud a priori moralmente más aceptable.
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Hace tres años en el blog: La economía de la discriminación (4).
Hace cinco años en el blog: La metamorfosis.
Y también: El amor fati y la libertad.
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