Se acerca el final del año. El último segundo del último minuto de la última hora del último día del último mes del último año de la década. ¡Un momento! Hemos dicho segundo, minuto, hora, día, mes, año, década,... ¿qué pasa con la semana?
No es el último día de la última semana del último mes. ¿Por qué va a su aire la semana? ¿Qué sistema es este de medir el tiempo?
Una cosa es que no tengamos un sistema métrico decimal para el tiempo y otra cosa es tener este doble sistema semana/mes totalmente desajustado uno del otro. Un sistema decimal está difícil por aquello de que el año tiene entre 365 y 366 días. Más cerca le pilla el sexagesimal. Podríamos tener 12 meses de 30 días y 5 o 6 días de juerga de final de año que van por libre. Esto permitiría tener 5 semanas de 6 días (o 6 de 5) en cada mes. En lugar de eso se eligió distribuir esos 5 o 6 días entre los distintos meses, estropeando cualquier posibilidad de tener meses iguales en los que encajar un número entero de semanas.
Para más complicación se eligieron semanas de 7 días. Esto permitiría tener 13 meses de 4 semanas con 1 o 2 días que sobran. Lo justo para una fiesta de fin de año en un día que va por libre.
Así pues, si queremos racionalizar el calendario debemos cambiar el número de días del mes o el de la semana. Como nuestros ciclos laborales y de estudios está muy ligado a la semana, lo más fácil sería cambiar a 13 meses de 28 días.
¿Y por qué diantres querríamos hacer nada de esto, si estamos perfectamente bien como estamos, con semanas encadenándose de cualquier manera con meses y años?
Porque cuando uno se fija en este desorden ya no puede dejar de verlo, así que aquí lo suelto para que más gente se fije y comience un contagio colectivo de una obsesión que, al cabo de los años, permita el cambio para, finalmente y con alivio, mirar el tiempo y ver las cosas bien colocaditas.
Obsesiones aparte: ¡Feliz año nuevo!