En una sesión del Seminario Interdisciplinar que llevamos entre tres profesores (de Filosofía, CC Políticas y Economía) se pidió a los alumnos que opinaran sobre dos índices de democracia, el de la revista The Economist y el de Freedom House. A los alumnos se les había puesto como tarea documentarse sobre ellos y preparar comentarios a las preguntas que se les planteó. Básicamente se les pedía que opinaran sobre lo que mide y cómo lo hace cada uno de los dos índices, que se resume a continuación.
Freedom House:
El índice se confecciona entre 100 analistas externos y externos y casi 30 asesores de la academia, think tanks y comunidades de defensa de los derechos humanos. La puntuación se discute y defiende con documentación sobre la situación en cada país.
Derechos políticos: Proceso electoral, pluralismo político y participación, funcionamiento del gobierno.
Libertades civiles: Libertad de expresión y de conciencia, derechos de asociación, imperio de la ley y autonomía personal y derechos individuales.
The Economist:
Se presentan respuestas a 60 preguntas realizadas por expertos y por encuestas en los países. Las preguntas se dividen en cinco categorías: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación política y cultura política. Entre las preguntas hay cuatro preguntas especialmente importantes:
Si las elecciones nacionales son (realmente) libres y justas.
La seguridad (personal) de los votantes.
La influencia de potencias extranjeras en el gobierno.
La capacidad (potencial) de un funcionario civil de implementar políticas.
Siguió un interesante debate, en el que se señalaba, por ejemplo, que el tipo de cuestiones que medía el índice de The Economist indicaba un sesgo ideológico más de derechas que el de Freedom House. A nadie pareció llamarle la atención que, en la práctica ambos índices clasificaran a los países entre más o menos democráticos casi de la misma manera, como se ve en los dos mapas de las figuras. Me he tomado la molestia de mirar los ránkings completos y calcular el índice de correlación entre ellos, que es de 0,95, un valor elevado que indica cómo ambos índices están midiendo más o menos lo mismo.
Otra manera de verlo es que, a falta de examinar la causalidad, la alta correlación sugiere que si uno prefiere las cosas que mide uno de los índices, automáticamente también estará prefiriendo en la práctica las que mide el otro, y viceversa. Y es que a menudo la empiria permite aligerar las discusiones apriorísticas que tanto nos gustan a los seres humanos.
Freedom House:
El índice se confecciona entre 100 analistas externos y externos y casi 30 asesores de la academia, think tanks y comunidades de defensa de los derechos humanos. La puntuación se discute y defiende con documentación sobre la situación en cada país.
Derechos políticos: Proceso electoral, pluralismo político y participación, funcionamiento del gobierno.
Libertades civiles: Libertad de expresión y de conciencia, derechos de asociación, imperio de la ley y autonomía personal y derechos individuales.
The Economist:
Se presentan respuestas a 60 preguntas realizadas por expertos y por encuestas en los países. Las preguntas se dividen en cinco categorías: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación política y cultura política. Entre las preguntas hay cuatro preguntas especialmente importantes:
Si las elecciones nacionales son (realmente) libres y justas.
La seguridad (personal) de los votantes.
La influencia de potencias extranjeras en el gobierno.
La capacidad (potencial) de un funcionario civil de implementar políticas.
Siguió un interesante debate, en el que se señalaba, por ejemplo, que el tipo de cuestiones que medía el índice de The Economist indicaba un sesgo ideológico más de derechas que el de Freedom House. A nadie pareció llamarle la atención que, en la práctica ambos índices clasificaran a los países entre más o menos democráticos casi de la misma manera, como se ve en los dos mapas de las figuras. Me he tomado la molestia de mirar los ránkings completos y calcular el índice de correlación entre ellos, que es de 0,95, un valor elevado que indica cómo ambos índices están midiendo más o menos lo mismo.
Otra manera de verlo es que, a falta de examinar la causalidad, la alta correlación sugiere que si uno prefiere las cosas que mide uno de los índices, automáticamente también estará prefiriendo en la práctica las que mide el otro, y viceversa. Y es que a menudo la empiria permite aligerar las discusiones apriorísticas que tanto nos gustan a los seres humanos.
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Hace tres años en el blog: El ser egoísta.
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