Gary Becker sentó las bases de lo que se conoce como la "nueva economía del hogar", en la que extiende el análisis económico a cuestiones como la asignación de tiempo entre trabajo doméstico, el mercado de trabajo y el ocio y las decisiones sobre matrimonio, divorcio y número de hijos.
Concretamente, Becker supone que las unidades familiares derivan utilidad de bienes que se producen dentro del hogar con inputs obtenidos en el mercado y con tiempo fuera del mercado de trabajo. En este modelo las funciones de producción de los bienes deben ser añadidas a las restricciones del problema de maximización. Así, los hijos pueden verse como un "bien" intensivo en tiempo. Tradicionalmente ha sido la madre quien ha dedicado más tiempo a los hijos, de manera que la probabilidad de que una mujer participe en el mercado de trabajo estará inversamente relacionada con el número de hijos (menores) que tenga. A pesar de que es posible sustituir el tiempo dedicado por la madre dentro del hogar por bienes y servicios en el mercado (guarderías, canguros, ...), estas alternativas son costosas y limitadas (en términos de horario, garantía de calidad, ...).
Si, por las razones que sean (biológicas o relativas a la tradición), se puede suponer que las mujeres tienen una ventaja comparativa en la producción de bienes dentro del hogar usando tiempo fuera del mercado de trabajo, el resultado será que las mujeres pondrán mayor énfasis que los hombres en las tareas domésticas a lo largo de su ciclo vital. Anticipando una menor duración de su vida activa en el mercado de trabajo (o con más interrupciones), las mujeres tenderán a tener menos incentivos para invertir en educación orientada el mercado de trabajo y en preparación específica dentro de cada empresa. El resultado serán salarios menores con respecto a los de los hombres.
Más recientemente, Becker ha argumentado que, incluso si hombres y mujeres dedican la misma cantidad de tiempo en el mercado de trabajo, las responsabilidades del cuidado del hogar de las mujeres pueden todavía afectar sus salarios y tipo de ocupaciones. La razón es que las tareas domésticas y el cuidado de los hijos (aquéllas donde las mujeres presentan actualmente ventajas comparativas) son más intensivas en esfuerzo que el ocio u otras ocupaciones del hogar en las que el hombre pueda tener ventaja comparativa. Habiendo dedicado más esfuerzo en el hogar que los hombres casados, las mujeres casadas dedicarán menos esfuerzo que ellos en el mercado de trabajo. De nuevo, el resultado serán menores salarios por hora trabajada y, en la medida que a las mujeres les será más costoso realizar trabajos que demanden altos niveles de esfuerzo, diferencias apreciables en las ocupaciones entre los sexos.
El análisis en términos de inversión en capital humano proporciona una explicación consistente sobre la diferencia en salarios y ocupaciones entre hombres y mujeres, basada en la división tradicional del papel de ambos sexos en las tareas dentro de la unidad familiar. Una implicación de este análisis es la desventaja que supone para las mujeres su especialización en las tareas domésticas de cara a seguir una carrera profesional. Incluso si el aprovechamiento de las ventajas comparativas es, en muchos aspectos, eficiente, puede no deparar tantas ventajas a las mujeres como a los hombres.
Continúa en La economía de la discriminación 8.